Charlie Kaufman, Michel Gondry y Spike Jonze son primos
hermanos. Dos directores, Jonze y Gondry, que han contado con un guionista,
Kaufman, que también se ha lanzado a labores de director en alguna ocasión,
para tejer sus personales universos. Primos hermanos porque sus obsesiones,
temas, constantes, ideas y formas de representarlos son casi idénticas, mundos
paralelos que sólo se diferencian en la textura visual y matices de tono
conforme van avanzando en su carrera en solitario.
El conflicto entre realidad y ficción es la columna
vertebral de la obra de este trío. La reflexión sobre la naturaleza de la
realidad, sus difusos límites. La idea de que la realidad no existe, que es un
término vacío. Así sus historias siempre cuentan con elementos que son otra
cara de la denominada realidad, una cara que habitualmente no se considera como tal, los
sueños, la imaginación, los recuerdos, la fantasía… el cine. De esta idea
surgen sus universos paralelos, alternativos, siempre fascinantes y que son
habitados por sus personajes. Universos donde los personajes encuentran
resguardo de esa “realidad” donde no parecen encajar, más barrocos y
artesanales en manos de Gondry, más minimalistas y cercanos en las de Jonze.
Gondry ha trabajado con guiones de Kaufman en “Human Nature”
(2001) y “¡Olvídate de mí!” (2004). Luego siguió las mismas tesis en “La ciencia del sueño” (2006), “Rebobine, por favor” (2008) e incluso “The green
hornet” (2011). Por su parte Jonze ha colaborado con Kaufman en “Cómo ser John
Malkovich” (1999) y “Adaptation” (2002), para luego mantener los mismo
postulados en solitario en “Donde viven los monstruos” (2009) y esta que nos
ocupa. Kaufman parece actuar como mentor y guía de sus pequeños, que luego
vuelan solos. Por su parte el guionista también ha probado fortuna en la
dirección con “Synecdoche, New York” (2008) donde también explora en las tesis
comentadas. Una cinta protagonizada por el recientemente fallecido Philip
Seymour Hoffman.
Son evidentes los paralelismos y la relación entre estos
artistas hasta el punto de poder afirmar sin temor que esta “Her” es la
“¡Olvídate de mí!” de Spike Jonze, una cinta romántica a la misma altura y de la
misma calidad que la joya de Gondry.
Centrándonos en Jonze es necesario profundizar en sus
obsesiones y constantes, su universo peculiar y particular más allá de esos mundos alternativos y el conflicto entre realidad y ficción que sirve de
sostén a todo, independientemente de sus coincidencias con Gondry.
Los personajes de Jonze son seres solitarios, incómodos con
su vida y con la realidad que les rodea, personajes hastiados, apáticos,
nostálgicos, enfadados incluso con su entorno. Se encierran en sí mismos y su
salida, la única vía de escape, suelen encontrarla en la creación, la imaginación o
el arte. A través de ello se generan mundos alternativos que les evaden de su
entorno o se lo hacen más placentero y soportable. Así es Max, el crío
protagonista de “Donde viven los monstruos”, inteligente, creativo y solitario.
Así es Craig Schwartz, el protagonista de “Cómo ser John Malkovich”, talentoso,
solitario, obsesionado por el trabajo, poco social. Así es Charlie Kaufman, el
personaje alter ego del mencionado guionista, en “Adaptation”, inseguro,
asocial, solitario… Así es Theodore, el personaje que interpreta Joaquin
Phoenix en la cinta que nos ocupa.
Theodore se ha
enclaustrado en un mundo virtual tras la separación de su mujer. Está hastiado,
triste, apático, sumido en la rutina. Solitario. Tiene amigos pero en esta
fase de su vida no es un ser social.
De hecho el sentimiento de pérdida suele generar en
ocasiones esa soledad, ese hastío, esa apatía, así lo vemos con Max y la
ausencia de su padre, que genera en él ese comportamiento asocial e irascible; así
son muchos de los personajes de “Adaptation” o “Cómo ser John Malkovich”,
talentosos en muchos casos pero incapaces de vivir, como temerosos de un
posible dolor, de un posible sentimiento de pérdida, protegiéndose de
relaciones por temor a perderlas; así lo vemos con Theodore y la separación de
su mujer, que lo hace recluirse en su rutina…
Los personajes de Jonze funcionan mal en la vida “real”, no
se adaptan, prefieren vivir una vida de ficción, por ello el protagonista de
“Cómo ser John Malkovich" es un marionetista, Susan en “Adaptation” es una
novelista que no vive o Kaufman en la misma película se encierra en sí mismo
por una crisis creativa.
Esa dificultad e insatisfacción de la vida real les lleva a
crear mundos alternativos, no les vale siquiera con la imaginación o ese
talento artístico que suelen tener, deben crear algo más. Así surgen los
universos minimalistas y fantásticos de Jonze, mundos alternativos donde se
cobijan sus protagonistas, el cerebro de John Malkovich al que da acceso una
extraña muerta en “Cómo ser John Malkovich”, la isla donde acaba huyendo Max en
“Donde viven los monstruos”, las ficciones creadas en “Adaptation” o una
relación al margen de la normalidad establecida en “Her”.
Estos universos que crean los personajes suelen ser ideales,
idealizaciones de su mente, así la vida de Craig pasará a ser fascinante en el
cerebro de John Malkovich, Max creerá encontrar su sitio rodeado de sus amigos monstruos
a los que cree puede gobernar y Theodore verá en Samantha, el Sistema Operativo
con el que mantiene una relación, el ideal buscado. Son universos que ayudan a
sobrevivir a los personajes, los transforman. Reales.
La evolución que suelen seguir los personajes de Jonze en
esos mundos alternativos es la misma. Esos mundos ideales, idealizados por
ellos, acaban resultando efímeros, caducos, no duraderos, según avancen en su
madurez. Esos universos les ayudan a madurar y según lo logran ya no tienen
razón de ser, por tanto son abandonados o desaparecen. Una vez han llegado a
cierto grado de madurez los personajes de Jonze no quieren estar en ese ideal o
son expulsados de él, para volver necesariamente al mundo del que huían, de la
normalidad, pero transformados, distintos, porque logran conservar ese mundo
alternativo en su interior. Así lo logrará Max, que abandonará la isla cuando
comprenda sus defectos y dónde está su sitio, así le ocurrirá a Theodore cuando
Samantha lo abandone, desaparezca, pero lo deje transformado, maduro,
conservando su esencia en su interior.
Encontrando lo auténtico, lo sincero y el sentimiento en lo
artificial.
Es fascinante la capacidad de sugerencia y las reflexiones
que suscita esta magistral obra de Spike Jonze, su sincera profundidad, desde
la mencionada idea del conflicto entre realidad y ficción, de lo supuestamente
real y lo supuestamente artificial.
En este mundo futurista y cercano que Jonze ha creado para
nosotros todo el mundo actúa con naturalidad hacia lo virtual, lo artificial,
lo tecnológico, incluso con el nuevo Sistema Operativo, más que una inteligencia
artificial, una conciencia. Un mundo que se adapta rápidamente a las novedades
tecnológicas, mirándolas con absoluta naturalidad y respecto. Es fascinante ver
como los personajes ven con total normalidad que haya gente que tenga como
pareja o novia a un Sistema Operativo. Lo vemos en el compañero de trabajo de
Theodore y su pareja, cuando nuestro protagonista explica la situación y su
reacción es de completa naturalidad planificando una cita para los 4. La única
que mostrará sus reticencias o cuestionará esa relación es la ex mujer de
Theodore, Catherine (Rooney Mara).
No sólo la aceptación social y su uso natural es
significativo en este sentido, lo más importante en ese encuentro con lo
auténtico en lo artificial tiene que ver con Theodore, su relación y su trabajo.
Theodore se dedica a escribir cartas para otros, una empresa
llamada “Cartasescritasamanos.com”, donde nuestro protagonista empatiza de tal
manera con las personas por quien escribe y a quienes escribe que desborda en
sentimiento. Un talento reconocido por todos, incluido su compañero Paul (Chris
Pratt) y su Sistema Operativo, Samantha.
No son sus cartas, no son sus sentimientos, o quizá sí, pero
no dirigidos a esa persona, pero Theodore transmite exactamente lo que el emisor
pretende y hacen sentir las emociones más intensas al receptor. Así comenzará
su película Jonze, marcando y definiendo la tesis comentada y analizada al
inicio, derrumbando las fronteras que separan lo real de lo artificial, la
realidad de la ficción. Un primer plano de Theodore dedicando a cámara unas bellas
y sentidas palabras falsas, que no transmiten sus propios sentimientos como podríamos
pensar en un inicio, aunque sea una carta de una chica, pero que nosotros no
podemos distinguir, no sabemos si son para él. Son palabras reales y sinceras
para nosotros hasta que se nos explica la situación. Una perfecta forma de
mostrar la tesis de la cinta en el primer plano de la película, lo falso o
artificial como forma de autenticidad máxima, de sentimiento sincero.
Así el trabajo con las cartas de Theodore se vincula con
su relación con Samantha conceptualmente, la ficción, lo virtual, generando
emociones sinceras. El arte.
Samantha no tiene cuerpo ni es humana, pero le hace sentir…
y para colmo ella también siente.
A todo esto se suma que estamos en una cinta, es decir, una
representación, con lo que el espectador ha entrado al juego creyendo a ese
personaje, que es un actor, creyendo que está diciendo esas palabras porque las
siente él por alguien. La realidad y la ficción confundiéndose por completo,
derrumbando sus inventados muros. Theodore es el escritor 612.
Hola Sambo, esta vez vengo a pedir consejo. Al principio de la crítica mencionas a Michel Gondry. ¿Podrías decirme qué películas suyas valen la pena, porfaplease? De este hombre como director no he visto ni una. Gracias
ResponderEliminarPues encantado. Lo mejor OLVÍDATE DE MÍ, luego REBOBINE, POR FAVOR y LA CIENCIA DEL SUEÑO, todas estas las tienes en el blog. También es muy aceptable NOSOTROS Y YO.
EliminarYa me dirás qué tal si ves alguna :)