Si hay una escena que se recordará de “El lobo de Wall
Street” esta es, sin duda, la de los Lemmon 714 caducados o alterados por los
años sin consumirse. Es la escena con la que todos se han reído y la que todos
mencionan, una de las mejores escenas de este año si no la mejor. Es pura
digresión, la narración brilla casi por su ausencia, pero es imposible que la olvides, con un DiCaprio absolutamente espectacular.
Ejemplo perfecto de esa intención que suelen tener siempre
los grandes, y que tanto he explicado acerca del cine de acción y aventuras, de
dar un poco más siempre, aquí en el ámbito de la comedia. Un tour de force para
DiCaprio que lo supera con matrícula. Cuando parece que todo acaba hay más, y
luego más y luego un nuevo giro… Una excepcional secuencia perfectamente
elaborada.
El momento en el que los Lemmon 714 hacen afecto en el club de campo es simplemente antológico, dejando semi paralizado a Jordan que no podrá ni andar, sólo arrastrarse, ni vocalizar. Las escaleras agigantadas que se muestran desde el punto de vista de Jordan es otro guiño de Scorsese, que nos enseña en plano general los sencillos 4 escalones que debería superar. De nuevo la perturbación del punto de vista, la exposición del punto de vista erróneo, poco fiable, de Jordan. Es hilarante verle arrastrarse, abrir el coche y emitir extraños sonidos…
No acaba aquí, por supuesto, llegará lentamente a casa, las caras de DiCaprio conduciendo son un despiporre, para evitar que Donnie siga hablando por los pinchados teléfonos en otro momento exageradísimo y tronchante, donde de nuevo tendrá protagonismo la televisión, pero en este caso el efecto de los Lemmon sí influye en la forma en la que Jordan la ve, hasta el punto de imitar a Popeye y sus espinacas, pero con cocaína. Una carrera para colgar un teléfono y salvar la vida de Donnie que casi se ahoga con un pedazo de pavo que es de carcajada. Una carrera y un viaje psicotrópico de los que hacen época…
Es evidente que Scorsese se guarda mucho de hacer cualquier
reflexión moral o tomar partido, aunque no puede disimular la fascinación que
le produce el personaje. Retrata un mundo despiadado, frívolo, excesivo,
alocado, inmaduro… donde aparentemente no existen los valores, ni la fidelidad,
ni la honestidad, tan sólo la voluntad de hacerse rico y su ejecución, pero lo
cierto es que indagando algo más sí encontramos ciertos valores en Jordan
Belfort y los suyos.
Es evidente que aquí no existe ese camino de redención que
tanto ha explorado Scorsese en su cine, Jordan no siente arrepentimiento, pero
sí mostrará una fidelidad a prueba de bombas con los suyos. Y de los suyos con
él. Jordan logra una piña a prueba de bombas con sus empleados. Así lo
comprobaremos cuando ninguno de ellos diga absolutamente nada en la
investigación que se le hace a la empresa sobre las presuntas irregularidades.
Jordan delatará a los suyos por presiones, pero aún así se resistirá a hacerlo
con su amigo Donnie, lo que le llevará a la cárcel. Es decir, aunque finalmente
cede sí tiene el impulso de la honestidad y la fidelidad con los suyos. Su
relación con Naomi es curiosa, no dejará de desearla pero la engañará por esa
incontinencia sexual que padece.
Aceptará marcharse de la empresa cuando se encuentre
atrapado, todo el mundo se lo aconseja y es su única salida, pero finalmente
rectificará y se mantendrá junto a los suyos pese al riesgo. En esa escena,
donde en otro discurso pretende despedirse, contará la emotiva anécdota con una
de sus empleadas, que en sus inicios tenía apuros económicos y le pidió 5000
dólares a Jordan para poder tirar. Él le dio 25.000. Es otro ejemplo de esa
fidelidad y lazos irrompibles que parecen gobernar la relación de Jordan y sus
empleados, un código de valores propio, que les une en la ilegalidad y la
riqueza.
No sólo eso, la escena termina con un eco, rememorando a
Mark Hanna y el ritual musical que le enseñó en la escena donde aparece. De
nuevo la fidelidad de alguna forma…
Otro ejemplo, Brad será detenido, pero tampoco delatará a
nadie, recibiendo el agradecimiento de todos a la salida de la cárcel. Es como
un código mafioso. Brad murió a los 35, como Mozart.
La religión.
Ha sido uno de los temas esenciales, quizá el más
importante, de la filmografía de Scorsese. Sus trabajos suelen ser caminos de
redención, sacrificio, dolor, expiación… vinculados a su educación católica.
Siempre presente en su cine. Lo ha abordado desde todo punto de vista. La
pasión de Cristo está de alguna forma en sus personajes.
Aquí el elemento religioso parece no estar presente, pero en
realidad sólo está minimizado. Sólo hay una mención, pero será clave en el
cambio de Jordan.
La batalla financiera con Steve Madden obligará a Jordan a
hacer un viaje contrarreloj a Suiza, en su yate, arriesgando su vida y la de su
mujer y amigos ya que se encontrarán con una tremenda tempestad, que terminará
destrozando su barco.
Las escenas de la tormenta nos llevan casi a “El cabo del
miedo”, la cinta que Scorsese rodó en 1991. Él y los suyos serán recogidos por unos
italianos, no por el avión que llamó para tal misión. En un momento que nos
vuelve a mostrar su estado alterado de conciencia, no olvidemos que se coloca
poco antes en plena debacle de su yate, verá un rayo destrozando ese avión, lo
que interpretará como señal divina. Un sentimiento de culpa, leve, clásico en
los personajes de Scorsese, que parece hacer ver las cosas de otra forma a
Jordan, como si se hiciera consciente de que el castigo por los males que ha
estado haciendo está a punto de llegar. De hecho Donnie manifestará también su
sentimiento de culpa.
“¡No pienso morirme sobrio!”.
"No quiero morir. He hecho muchas cosas malas. Iré al infierno."
"No quiero morir. He hecho muchas cosas malas. Iré al infierno."
El uso de la canción “Gloria” cantada por Umberto Tozzi en
esa escena de la revelación es irónico, un contrapunto habitual en Scorsese,
que suele usar sus bandas sonoras de esta forma… o de otras muy diversas. Otro
de los puntos fuertes.
Scorsese hace primar su estilo más exuberante, excesivo,
exhibicionista… pero no sólo destacará en ese punto. El director neoyorkino nos
deleitará con momentos extraordinarios de sutileza que sobresalen especialmente
por el exceso del conjunto. Podemos destacar la relación de Saurel (Jean
Dujardin) con la mujer de Brad. La destaco porque Scorsese dejó un cebo en una
escena anterior, cuando la chica llevó el dinero de Jordan y compañia a Suiza, confirmándolo
posteriormente. El propio Saurel y su amigo Rugrat serán los causantes de la
caída final de Jordan. La mano de Dios parece que, efectivamente, lo castiga.
Curiosamente la revelación de Jordan no lo castiga
inmediatamente, pero lo incita a volverse sano, dedicarse a la televisión,
dejar las drogas, incluso el alcohol, sólo bebe cervezas sin alcohol, lo que
dará para otro divertido diálogo… durante dos años. Así que la detención llega
cuando menos se espera. Jordan acata el mensaje divino de forma íntima.
“Nunca volveré a comer en un Benihana”.
Los otros dos ejemplos de sutileza que quiero resaltar son
el plano que Scorsese dedica a los padres de Jordan cuando éste es condenado en
el juicio. La mirada de Jordan y el rostro triste de sus padres es un magnífico
momento donde Scorsese demuestra que no se olvida de nada en este aparente
caos.
El último ejemplo es para mí uno de los planos de la
película. El viaje solitario en metro del agente Denham. Denham es el
contrapunto íntegro, honesto, a todo lo que vemos. Su plano en soledad mirando
los rostros vacíos, tristes, casi zombificados de los que le acompañan en el
metro tras su éxito llevando a Jordan a la cárcel (lee la noticia en el
periódico), le hace consciente de esa realidad vital que el mismo Jordan le
comentó en su entrevista en su yate. Jordan vivió al límite aunque se saltara
la legalidad, mientras que él disfruta de la vida con sordina, vagando sin pasión
alguna de estación en estación. Como idea última es realmente sugerente y está
mostrada con una sencillez pasmosa. Un plano de maestro absoluto.
La escena final es la de la supuesta redención de Jordan,
reinsertado en la sociedad como maestro de vendedores. Es decir, ha cambiado,
pero no tanto, se gana la vida con la misma habilidad que le llevó a la
cárcel. Seguirá siendo un referente, alguien a quien admirar, idolatrar
incluso, una celebridad. El contraste es el solitario y honesto policía a quien
todos olvidan y nadie quiere imitar. Desolador planteamiento.
La grúa que se fija en los anónimos ansiosos de riqueza, de
descubrir el secreto del eterno éxito, mirando extasiados a Jordan, acaba
definiendo una sociedad que quizá está podrida y que pone sus admirados ojos en
quien no debería, o al menos cómo no debería… Es la ley de la oferta y la
demanda, que también acaba siendo la del progreso. Interesante planteamiento
final.
“Véndeme este boli”.
Leonardo DiCaprio está estratosférico, ha logrado una
merecida nominación al Oscar por su papel, nominación que se le viene
resistiendo de forma vergonzosa desde hace tiempo. Su trabajo es un
espectáculo, repleto de vitalidad, energía, fuerza y expresividad, parece capaz
de cualquier cosa este actor que está entre los mejores de su generación y al
que le ha costado conseguir el respeto crítico que merece por estúpidos
prejuicios. Él es la película, mantiene el ritmo frenético que impone Scorsese
y en este retrato de orgías, desfases drogadictos y sexuales y excesos de todo
tipo parece devolvernos al DiCaprio más descarado de “Diario de un rebelde” (Scott Kalvert, 1995),
en sus inicios, cuando ya demostraba un talento extraordinario, aunque ahora
con mayor madurez. Merece el Oscar, aunque Matthew McConaughey, que ha tenido
su año con “Mud”, “Dallas Buyer Club” y esta que nos ocupa será un duro rival
por la segunda. Ya se sabe como le van a la academia los papeles con
transformaciones físicas. También Bruce Dern, que está perfecto en “Nebraska” y
recibió los elogios del propio DiCaprio al recibir el Globo de Oro como mejor
actor de comedia o musical por esta cinta que nos ocupa.
Jonah Hill también está sublime, un papel interpretado de
forma magistral, un firme candidato al Oscar, aunque Michael Fassbender tiene
las de ganar.
Todos están muy ajustados en sus papeles, aunque los dos
mencionados sobrevuelan a otra altura, en especial DiCaprio. Una cinta para su
completo lucimiento.
De igual forma hay que destacar la banda sonora y el
portentoso montaje de la siempre hípervitaminada Thelma Schoonmaker.
No sólo vienen otras cintas de Scorsese o “Ciudadano Kane” a
la cabeza, vienen otras muchas cosas, desde la filosofía nietzscheana, pasando
por los éxtasis orgiásticos de “El perfume” o “los dos minutos de odio” de
“1984” con las arengas de DiCaprio y el grado de sobreexcitación de sus
pupilos… También viene a la cabeza “Magnolia” (1999) de Paul Thomas Anderson, director que tiene a Scorsese como uno de sus referentes, precisamente, como
casi todos, donde las peroratas de DiCaprio recuerdan a las de Tom Cruise.
“El lobo de Wall Street” es la película más obscena,
provocativa, descarada, atrevida, exhibicionista, la menos recatada del
habitualmente pudoroso Scorsese. Sin duda es inferior a sus obras cumbres, a
las que en cierta medida rinde tributo, aunque da una visión distinta de la que
acostumbra el director, poniendo su lupa en otros sitios. Estas similitudes van
en su contra a nivel comparativo, como es lógico. Con todo, y siendo inferior a
ellas, juega en primera división, con un resultado de sobresaliente. Un obra
que vuelve a retratar un universo deseable, atractivo, suntuoso, ganador, excesivo,
hortera, con acceso a todos los vicios imaginables, a todo lo que se desee, sin
valores ni guía moral alguna… Por eso resultan graciosas críticas acerca de la
moralidad de la cinta, inmoralidad en este caso, cuando Scorsese no juzga,
simplemente muestra un modo de vida tan esperpéntico como atractivo, tan
censurable como deseable. Resulta gracioso porque muchos de los que critican
esta cinta aplauden con las orejas a “Uno de los nuestros” como una de las mejores
cintas sobre la mafia o a “Casino”, cuando es exactamente, y sin matices, el
mismo planteamiento… Recuerden la última frase de la cinta protagonizada por Ray
Liotta, el alter ego mafioso de este DiCaprio.
Narrativamente podría contarse en media hora o tres cuartos
de hora, el resto es juego sensitivo, anecdótico, para definir una forma de
vida y unos personajes… algo arriesgado, pero se mantiene en pie porque todo
gira en torno a defender esa idea, esa propuesta. Lo importante son las
anécdotas, no la narración. La película es como su personaje, convincente,
carismática, desfasada, excesiva, contradictoria, atractiva, hedonista, lujosa,
lujuriosa, incluso esperpéntica en ocasiones, alocada, inconsciente, brillante…
“¡Nadie cuelga el teléfono hasta que el cliente compra o
muere!
La escena de Popeye no me gustó porque el director hace la asociación con el personaje de los dibujos de forma muy poco sutil y reiterativa.
ResponderEliminarQue por cierto, tus imágenes me acaban de recordar una cosa que testifica el talento visual de Scorsese. Me refiero en concreto a las escaleras en la escena de los Lemon. Juega con la cantidad de los escalones sin que el espectador se de cuenta que su número cambia entre plano y plano. En las fotografías se puede apreciar el truco.
Otra cosa, ¿a qué te refiers con lo de La Pasión? ¿Cúal es la asociación entre eso y el personaje protagonista?
Un saludo, maestro. Me da pena que la serie sobre esta película acabe.
Eso que comentas lo menciono en el artículo, es una forma de retratar el puto de vista perturbado del prota.
EliminarEn Scorsese sus personajes son crísticos, se estructuran en alzamiento y caida y siempre buscan una redención, en la escena comentada él vive su pequeño calvario, la policía le atosiga, está sobrio, preso en su casa y su mujer le deja, ha tocado fondo, apartir de ahí "resucitará".
Muchas gracias José. Un saludo.
"Recuerden la última frase de la cinta protagonizada por Ray Liotta"
ResponderEliminarEsa grandiosa frase resume perfectamente esta "trilogía".
Muy buena serie de artículos sobre "ELDWS", MrSambo.
A que sí, Eddie. Una frase grandiosa y categórica. Muchas gracias amigo.
EliminarBuenas master.
ResponderEliminarDisfruté viendo la peli y he disfrutado mucho leyendo tu crítica, repasando, como bien dices, una por una todas las anécdotas, que es lo que la hace tan especial.
Era contagioso el desfase de los protagonistas, casi te daban ganas de salir e irte de juerga.
Y como siempre hace Scorsese, al final te baja los pies al suelo con toda la crueldad...
Un saludo.
Hola mi admirado Taillon. ¡Es cierto! Transmite ganas de divertirte, de volverte loco y vivir... Scorsese nos maneja muy bien!!
EliminarUn saludo crack.
Gran análisis amigo sambo
ResponderEliminaryo salí flipado del cine, me encantó. Es tan excesiva,tan frenética y aplastante en algunos momentos (aparte de graciosa) que, en mi opinión y aunque no gane ni un premio, se hablará de ella dentro de 20 o 30 años.
Además parece que hay mucha gente no ha entendido la película y otros que se escandalizan por algunas de sus escenas como si eso no pasase cuando es pan de cada día de los hipermillonarios. las dos últimas escenas, la del detective en el metro y la de Di Caprio como megaestrella es la clave de la película. Para mi es una crítica a la sociedad en la que vivimos en la que se admira y conoce más a los delincuentes como Belford porque ha sido rico y todos quieren serlo, que al detective que ha hecho bien su trabajo.
Espero que leo gane el Oscar aunque no he visto Dallas... ni Nebraska para comparar con los favoritos, pero creo que ya se lo deben tras varios papeles bordados por este lobo rubio.
un saludo
Magnífico comentario Chuche, todo cierto. También espero que se lo lleve DiCaprio es de justicia. La escena del poli en el metro es de maestro absoluto y efectivamente un contraste sangrante con la última de Leo. Mírate NEBRASKA, es una joya absoluta. DALLAS sólo correcta.
Eliminar"El lobo rubio". FANTÁSTICO!!!
Un abrazo y muchas gracias, querido amigo.