Tras la grata sorpresa que supuso la cuarta entrega de la
saga nos llega esta decepcionante y mediocre quinta parte, lo que ha supuesto
un gran bajón.
“La jungla de cristal” pasa por ser una de las mejores y más
talentosas sagas que ha dado el cine de acción y parecía reciclarse con talento
en el nuevo milenio con la cuarta entrega dirigida por Len Wiseman. Una cuarta
entrega que en base a una acertada historia que contenía suficientes elementos
de interés, se entregaba a un espectáculo mayúsculo repleto de originalidad e
imaginación en sus escenas de acción, exageradísimas y desfasadas, una soberbia
puesta en escena a la que el director sacaba todo el partido.
La cinta original fue un auténtico boom, regeneró las cintas
de acción de los 80 y creó escuela, las imitaciones y títulos donde un héroe
salvaba a un grupo de personas atrapadas en distintos lugares, limitados y
cerrados, se multiplicaron como si no costara. Esto podría haber mermado el
visionado de la cinta actualmente al haberse visto muchos subproductos, pero el
talento de la dirección de McTiernan y la impagable labor de su protagonista,
con su media sonrisa, su sarcasmo, humor, talento interpretativo y físico para
este tipo de películas, la mantienen plenamente vigente.
La segunda, dirigida por Renny Harlin, supuso una pequeña
decepción en algunos, pero mantenía la energía y talento narrativo de la acción
trepidante, a la vez que desarrollaba un personaje que acabaría por ser
iconográfico, el gran John McClane. Por debajo de la primera es una más que
digna secuela que saca excelente partido, repitiendo fórmula, a los elementos
de la acción, en este caso no era un rascacielos, sino un aeropuerto.
La tercera entrega, que recupera al director de la original,
tiene muchísimos adeptos y no pocas virtudes, pero en este caso sí que resultó
una decepción con un guión excesivamente arbitrario con innumerables lagunas e incoherencias.
Una de sus grandes virtudes es que renovó el planteamiento de la saga, pasando
de los claustrofóbicos escenarios de las dos primeras a que la ciudad entera de
Nueva York fuera testigo de las carreras y trepidantes acciones de Willis. Un
cambio que fue recibido con mucho alborozo por los fans. A pesar de sus
defectos y absurdos quedarán escenas excepcionales, un juego inicial desde el
planteamiento aceptable y la relación entre Willis y Jackson, que también ha
dejado algunos de los momentos más recordados de toda la franquicia. La más
floja hasta que llegó la quinta.
La cuarta mantiene los parámetros grandilocuentes de la
tercera, pero desfasando la acción y sacándole todo el partido desde la puesta
en escena, una renovación más que notable.
La continuación no puede ser peor. Salvo un par de momentos
que se benefician de los avances en los efectos especiales, esta quinta entrega
no pasa de ser un mediocre thriller de acción que no pasaría el nivel medio de
los que se hacían al por mayor en los 80.
Lo primero que veremos será la presentación del hijo de
Willis, Jack McClane (Jai Courtney), que pasa a formar parte activa de la
franquicia. Vínculo entre los hijos de los antagonistas, el de McClane y la
hija de Komarov, Irina (Julia Snigir), con planos donde los traseros tendrán
especial protagonismo.
Al gran McClane nos lo presentarán con un tono decepcionado,
cansado, pesaroso, al enterarse de lo que ha hecho su hijo, pegarle un tiro a
alguien. Irá para estar con él a Rusia, si bien su relación no es buena. Pasaremos por el aeropuerto como en la segunda entrega y veremos a su hija,
Lucy (Mary Elizabeth Winstead), que ya vimos en la anterior secuela.
El maduro McClane, que como mandan los cánones de toda la
saga debe resolver un conflicto en su desestructurada familia, tiene cierto
sentimiento de culpa con respecto al comportamiento de su hijo. Así se aprecia
en su tono taciturno, como el de la película en general, y lo verbalizará. Un
tono tristón, lánguido, que veremos acentuado cuando Willis vea por primera vez
a su hijo desde la distancia, cuando lo llevan al juzgado.
A su llegada a Moscú escucharemos el “New York New York” de
Frank Sinatra, cantante y actor para el que estaba pensada la primera de
“Jungla de Cristal”.
La dirección resulta algo deslavazada y poco cohesionada.
Así en el principio tendremos un buen número de zooms con un montaje muy
sincopado y un estilo claramente influenciado por el de la saga Bourne, para
abandonarlo por completo conforme avanza el metraje. Un uso algo gratuito y
también esporádico de las cámaras lentas y gran número de picados aéreos no se
sabe muy bien con qué intención, ya que no hay una agencia de inteligencia o
algo así siguiendo los pasos de los protagonistas que pueda justificarlos… Intenté encontrar alguna otra explicación más simbólica o filosófica y tampoco...
En el juicio se comienzan al entrelazar las distintas líneas
argumentales. El hijo en realidad se dejó capturar para estar cerca de Komarov (Sebastian Koch)
y protegerle, la banda del rival e íntimo enemigo de Komarov vuela el juzgado
con la intención de secuestrarle y nuestro protagonista, John McClane, se ve
envuelto en medio de todo esto.
El macguffin son unos expedientes que Komarov puede
proporcionar para arrestar y condenar a Chagarin, su ex socio y ahora enemigo.
Moscú y una enorme colección de coches destrozados bajo los
neumáticos de McClane, que será el salvador final tanto de su hijo como de la
situación ante los despiadados villanos, como Dios manda. Una persecución de 10
minutos, nada más y nada menos.
La progresión dramática más introspectiva consistirá en la
recomposición de la mala relación entre padre e hijo, previsible y sin el más
mínimo interés, todo resulta convencional y no hay ninguna escena de impacte
verdaderamente desde el punto de vista emotivo. Es normal que en estas
películas el desarrollo de personajes o aspectos más sentimentales estén reducidos,
pero siempre se pueden lograr escenas impactantes y bien elaboradas al respecto,
aquí no nos acercamos a eso. McClane repasará sus errores como padre ante la
atenta y secreta oreja de su hijo, lo cual hará progresar la relación, como es
lógico. Posteriormente Willis dará algunas lecciones a su hijo, que no podrá si
no admirarle, sobre la constancia, dedicación y consciencia de lo que son,
sobre levantarse ante las adversidades… El duro McClane.
En todos los episodios de la saga McClane ha tenido algún
colaborador, lo que se acentuó desde la tercera, donde el colaborador lo
acompaña. En esta ocasión el colaborador es su propio hijo y tiene un papel tan
activo como Willis en las escenas de acción, lo cual resulta una novedad.
Jack McClane, el hijo, plantea una lucha de egos, quiere
ponerse a la altura de su padre, reivindicarse ante él. Padre e hijo se
mirarán, como en un espejo, en la relación que el ruso Komarov tiene con su
hija… teniendo en cuenta que ella parece traicionarle no se ven tan mal. Aquí
la escena anteriormente mencionada del espejo puede confundir, ya que podría
interpretarse como que la traidora era la hija y de ahí la mirada al espejo (es
justo tras hablar con ella por teléfono), luego comprobaremos que el falso es
efectivamente Komarov.
Willis mostrará su sabiduría, intuición y saber hacer,
notará que algo no encaja. McClane ejerce de padre como sabe, a tiros y con
peleas, protegiendo a su hijo. Su relación con él es peculiar, pero al menos es
auténtica.
Desesperantes tópicos tienen lugar en el edificio donde acontece esta escena. Los largos discursos antes de matar a los héroes,
obligados para que éstos escapen, como en los peores y más paródicos thrillers
ochenteros. Tampoco me queda claro como se liberan de sus ataduras los dos… El
suspense con el cuchillo es muy discreto y está rodado de forma mediocre.
La escena acaba aceptablemente con el tiroteo del
helicóptero, que tiene mucha mala suerte por no acertar ninguno de sus
disparos. Ver a los protagonistas atravesando cristales puede recordar a la
primera parte de la saga, por ejemplo.
Quizá ese estilo ochentero que se aprecia no sea del todo
casual, referencias a Reagan, el retrato de Gorbachov o que el clímax sea en
Chernóbil, nos lleva a esa época. Antes del clímax, padre e hijo tendrán una
supuestamente emotiva escena, un entrañable McClane y un emocionado Jack
declarándose amor antes de la batalla. Cariño y sinceridad, ni un chiste.
Lo único que falta es que padre e hijo adquieran súper
poderes por la radiación de Chernóbil para la sexta entrega…
El clímax final es la otra gran escena de la película, allí
se desvelarán las verdaderas intenciones de Komarov, descubriremos que su hija
no lo traicionó, más bien al contrario, es de una fidelidad suicida, y
si pensamos mucho en la historia la cosa resulta poco consistente y creíble
(que Chagarin confíe en la hija, o desconozca su existencia, de su ex amigo y
colaborador… en fin. Que los esbirros vayan cambiando de amo y disparen sin
mirar, no os quiero ni contar).
Así Komarov acabará desde la distancia con Chagarin (Sergei
Kolesnikov), dando la vuelta a la tortilla, pero le servirá de poco porque
Willis nos enseñará su mítica camiseta blanca, por fin, y todos sabemos lo que
eso significa.
Las historias de lealtades, fidelidades y traiciones familiares están siempre presentes en la saga
de “Jungla de Cristal”.
El clímax recupera algo de la espectacularidad que se espera
de la saga y en especial de su predecesora, una acción desfasada y exagerada,
con algún detalle que recuerda a la anterior, como ese coche que desnivela el
helicóptero descolgándose del mismo. Así la persecución por todo Moscú tiene un planteamiento cercano a la tercera y
la cuarta entrega, más que a la idea de un lugar acotado, que fue uno de los
grandes rasgos que influyó en infinidad de thrillers en los 80.
El uso que se hace del helicóptero, al que ya vimos en una
escena anterior, es notable. Sacrificios familiares, el de Willis por su hijo,
que sale bien, el suicida de la abnegada, hay que reconocérselo, hija de
Komarov, que no da los frutos esperados y explosiones varias dan por concluida
la escena de forma satisfactoria.
Por supuesto nos dejaron un cebo sobre la relación de padre e
hijo. Jack no llama “papá” a Willis, sino abuelo o por su nombre, cuando la angustia toca
su corazoncito por creer que ha podido ocurrirle algo a nuestro héroe,
absurdo, lo llamará “papá”, algo que esperábamos desde que oímos aquella frase
de guión al inicio.
Epílogo para bromas supuestamente graciosas sobre la saga,
su relación, la radiación y esas cosas y reunión familia final.
Un McClane desnaturalizado, sin humor ni fuerza, un Willis
que pide un material a su altura y un socavón, un agujero muy negro, para la
saga. Si hay nuevas entregas espero que la tomen como modelo de lo que no hay
que hacer. Sólo recomendable para mega fans del género o románticos que por
cariño no quieran dejar de echar un vistazo a todos los títulos de la saga,
sean como sean.
Yippie-Kai-Yay, Motherfucker!
La peor de la saga, mucho peor que la 3. Las escenas de accion creo que son exageradas muy entretenidas pero exageradas, sobretodo la persecusion por Moscu, cuando Willis baja desde un puente a la autopista con el coche pasando por los techos de camiones y coches.
ResponderEliminarEl tipico de humor de McClane en la saga de jungla de cristal aqui casi no aparece creo que lo mejor por divertido es cuando el hijo le rompe el movil a Willis y el con cara de pena le dice tenia dos años de contrato de permanencia.
Así es Ray, la peor, con bastante diferencia. No creo que el hecho de que la acción sea exagerada sea un defecto, al contrario, fue una de las virtudes de la 4ª, que me consta te gustó mucho, mucho más exagerada que ésta. El problema es que sólo son dos escenas y tampoco descubren América...
EliminarAlguna broma hay, pero a McClane, desgraciadamente, no se le ve por ningún lado. En fin, supongo que habrá más, pero como sigan esta línea estamos listos...
Definitivamente, no os gusta demasiado el cine de acción si tenéis esa opinión de la 3. Yo soy un fanático del género. Es la mejor película de acción de la historia (se excluyen pelis de superhéroes o con ciencia-ficción de por medio). No hay más. Me dan igual los errores de guión o los absurdos, pero vamos, ¿de McTiernan? Habría mucho que discutir sobre ello. He visto la película unas 27 veces.
ResponderEliminarLa 5 un truño infumable. De hecho, yo que soy fanático de la saga, no he podido acabarla (también tiene culpa de ello el stream... ejem!). Mucho más digna sucesora resulta "Asalto a la casa blanca", aunque Gerald Butler no sea tan resultón como Willis.
Un saludo Sambo, decepcionado me dejas con esos palos a la 3. :-( ;-)
Jajajaja lo siento Eddie, pero si hago análisis tengo que decir lo que hay, le doy palos pero también recibe su elogio, no seas injusto ehh jajaja.
EliminarA ver si veo ASALTO A LA CASABLANCA, debo comentar que llegará en breve otra con la Casa Blanca como objetivo, WHITE HOUSE DOWN, del director de INDEPENDENCE DAY, 2012 y todas esas que parece muy espectacular.
Ummmm... también soy seguidor de Emmerich. Me flipan los efectos tanto de Independence Day como de El Día de Mañana o de 2012 (esta última un truño por lo demás).
ResponderEliminarPoco a poco voy defendiendo a Independence Day, más irónica de lo que parece.
EliminarComo película de acción a secas tiene un pase, pero como "Jungla de Cristal" es terriblemente decepcionante.
ResponderEliminarSi es que hasta se nota en el botín; 1000 millones de dólares puede parecer una pasta, pero después de lo robado en la la 3ª y la 4ª (y en la segunda se trataba de sacar de la cárcel a un tío que era básicamente el dueño de su país y de todo el dinero que hubiera allí) parece calderilla (y sí, en la primera eran "sólo" seiscientos y pico millones, pero millones de hace 25 años, y además era la primera, el punto de partida de la escalada de robos)
Anónimo jaja muy bien visto, efectivamene hasta en ese detalle es modesta la entrega. Gracias por la opinión y el aporte. Un saludo
EliminarPequeño homenaje a esta saga: https://www.youtube.com/watch?v=sa8_UiDfipA
EliminarMuchas gracias, gran homenaje, Anónimo.
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