En la primera mañana tenemos un derroche de talento con el
fuera de campo por parte de Lang, veremos como el matrimonio discurre sobre lo
que sucede en el interior de la habitación de Belvedere y posteriormente lo
veremos haciendo yoga, boca abajo, en una sorprendente actitud. En el desayuno
volveremos a ver de nuevo su uso cuando nuestro genio aleccione al más pequeño
de la familia volcándole sobre la cabeza su tazón de papilla. Sólo veremos el
resultado, no cómo se lo pone. Lang siempre muestra la reacción de los
personajes ante lo que ven medio segundo antes de mostrárnoslo a nosotros.
“No hagas eso… niño”. “Durante muchos años he bañado a individuos
de todo sexo y edad y nunca he recibido la menor queja”. “No vuelvas a hacer
eso”.
“Señor King, si hubiera más gente que se sentara a pensar el
mundo no sería tan disparatado como es hoy”.
“Permaneceréis sentados. Tomad el desayuno y masticad cada
bocado 28 veces, no he dicho 20 ni 26 sino 28 veces”.
-Harry: “Usted tiene ciertas cualidades”.
-Belvedere: “No puedo estar de acuerdo con usted, señor
King, porque no tengo algunas, las tengo todas”.
Belvedere ciertamente es un genio. Lección papillesca. Es
cocinero, electricista, domesticador de perros, experto en cerrajería, médico
especialista en huesos, adiestrador de pajarillos, apicultor, forense, experto
bailarín, experto boxeador, genial escritor, director de cine…
Los magníficos detalles de guión se suceden. En esa
constante presencia del cotilleo tendremos recreada la afición preferida de la
urbanización en los dos protagonistas que pretenden averiguar qué esconde
Belvedere en su habitación, un Belvedere que los tiene fascinados,
especialmente a los niños, que tienen devoción por él. También veremos a los
pequeños intentando hacer yoga… incluido el bebé.
“Señora King, es usted la culpable de todo esto, si no
fueras tan guapa no tendríamos tantos hijos, ni nos haría falta niñera…”
Invierno. Nuestro matrimonio protagonista seguirá intentando
descubrir secretos de Belvedere. La eterna curiosidad.
Es magnífica la crítica de la cinta al chismorreo, al
cotilleo enfermizo, cáncer social, su patetismo y ridículo. En este sentido es
soberbia la escena de la escalada al árbol, casi en absoluto silencio.
La película lleva un ritmo extraordinario y vuelve a dar
otro giro cuando los celos entran en acción, así como las consecuencias de los
chismorreos habituales en la urbanización. Un microcosmos universal. El marido
muestra nuevas facetas de su personalidad y la aguda reflexión que se esconde
en su celosa actitud es otra señal más de la maestría y carga de profundidad de
la cinta. Lang retrata la inseguridad de los mediocres, la amenaza que supone
siempre la gente brillante para esos mediocres, a los que intentan alejar,
aunque esa persona brillante no se proponga nada, por el temor que suscita en
ellos. Siempre creerán que les robará lo que tienen como manifestación de su
complejo, del conocimiento, a veces inconsciente o no reconocido, de su propia
mediocridad. Una sociedad donde se pretende cuestionar y marginar a los seres
brillantes para regodearse en su vulgaridad, temerosos de que los demás
vean la realidad sin confiar si quiera en los sentimientos sinceros que tengan
hacia nosotros. La inmadurez, la inseguridad y el complejo de inferioridad
retratan al marido al enfrentarse a Belvedere.
“Escuchar conversaciones es poco digno, pero me gusta”.
El bulo, el chismorreo, la mentira… se extiende por este
micro universo. Belvedere no tendrá compasión con todo ello.
“Mis motivos no son desinteresados, algún día necesitarán un
busto mío en el museo de celebridades”.
-Tacey: “La única virtud que le falta, señor Belvedere, es
la modestia”.
-Belvedere: “Yo no la considero una virtud”.
-Belvedere: “Yo no la considero una virtud”.
-Tacey: Yo sí. Por eso me encanta Harry, es muy modesto.
-Belvedere: “Su esposo tiene motivos para ser modesto”.
Walter Lang demuestra seguridad narrativa y
sobriedad en la dirección en todo momento, sabiendo sacar todo el partido a la
puesta en escena y los momentos de humor. Un ejemplo es la secuencia del
despido frustrado de Belvedere, cuando Harry cede a sus inseguridades, con el
silencio repentino del llanto del bebé y el cantar del pajarito…como prometió
Belvedere. En esta escena veremos a Robert Young rodeado del resto de personajes,
retratándose así su soledad en su decisión.
-Belvedere: “Extraordinariamente bien”.
-Edna (Louise Allbritton): “Supongo que le enseñaría Arthur
Murray…”
-Belvedere: “No, yo enseñé a Arthur Murray”.
Vuelve a ser de un humor de alta escuela la escena del
baile, Clifton Webb eclipsando a todos y demostrando sus dotes de bailarín, de hecho Webb fue
bailarín profesional. En este tramo de la película Robert Young está
desaparecido.
Otra escena de humor de alta comedia la tenemos en la
discusión que provoca la separación del matrimonio, aquí hay una redundancia en
la situación.
Ver a Belvedere con su delantal mientras el matrimonio dirime sus diferencias es un grandísimo momento.
“¡Deje de desmenuzar eso!”
La destrucción de la que es capaz el chismorreo y los
rumores, así como el orgullo, ponen en dificultades al matrimonio que deberá
superar su inmadurez. Belvedere será el camino.
Otro gran detalle a destacar del guión es cómo se expone el
paso del tiempo sutilmente a través de los diálogos, haciendo así efectivas las
elipsis que contiene el relato.
Más virtudes de guión, el uso de cebos. Con la frase “con
una pluma de ave” Harry tendrá ocasión de entender el por qué no oía nada en
sus espionajes a la habitación de Belvedere.
Sutileza constante. Por supuesto nuestros protagonistas se
redimirán y madurarán, con Belvedere como vehículo.
¡Mamá, mamá, mamá!
Como final a esta obra maestra tendremos una broma
metalingüística con esa trilogía que piensa escribir Belvedere, una broma
porque su personaje también tendría su trilogía. La que nos ocupa, “Mr.
Belvedere estudiante” (Elliott Nugent, 1949) y “El genio se divierte” (Henry
Koster, 1951).
-Tacey: “Me parece que debo decirle que dentro de poco vamos
a tener otro hijo”.
-Belvedere: “Entonces le seré de gran utilidad, señora King,
también he sido… ginecólogo”.
Otro final con frase memorable. No lo dudéis, si no la
habéis visto id a por ella. Ya.
Doy fe... Es una joya:-) Entiendo que en este post hayas pusto más diálogo que en otros, porque hay frases que te dan ganas de memorizar y no olvidarlas nunca.Qué ingenioso Belvedere,jejeje. El guión es estupendo. Esa madre-del-más-cotilla que le pide a la que cuida de ella que la lleve corriendo -está en una silla de ruedas- a la otra ventana para no perder detalle de lo que está pasando más allá de su ventana; los niños preguntándole al cotilla que por qué hace cosquillas a las flores; el perro; etc., y todos todos los momentos en los que está Belvedere: el baile, el momento-yoga que nos has ido desgranando en los post. Maravillosa. Para todos los públicos y para disfrutar del buen cine que no está reñido con ser la mar de entretenido. Y que como todo lo bueno, nos sirve muchas veces de espejo, para ver lo bueno y lo que tendríamos que cuidar un poco más. Gracias por esta "Niñera moderna".Ojalá muchas veces se pudiera leer tus críticas y a continuación dar al play.
ResponderEliminarUn abrazo,
Patricia
Muchas gracias Patricia. Ese comeinzo te acaba por ganar, el perro, los cotillas, el matrimonio... pero cuando llega Belvedere todo da un giro que ni te esperas y la rendición es total jajaja.
EliminarMuchas gracias por tus palabras, tú has sido rauda, casi no la había posteado y ya la habías visto jajaja.
Un beso fuerte.