El placer que es capaz de dar el cine clásico es inagotable.
“Niñera moderna” es una obra maestra de la comedia, desconocida para la gran
mayoría porque es antigua y esas cosas. La cantidad de joyas que nos da el cine
clásico, y que por muy cinéfilo que seas siempre siguen apareciendo, deberían
ser mostradas a las nuevas generaciones, por muchas e indiscutibles razones.
La cinta del artesano Walter Lang es absolutamente
imprescindible, en poco más de hora y veinte te hace pasar un rato inolvidable
y nos regala un personaje inmortal. Mr. Belvedere. Los artesanos del Hollywood
clásico, una de las claves de su éxito, capaces de enfrentarse con humildad y
dignidad a cualquier tema y convertirlo en una obra de arte.
En una época en la que cuesta encontrar cosas originales,
brillantes o distintas, resulta que yendo hacia atrás las tenemos a espuertas,
y que lo que valoramos ahora como el no va más se hizo, a menudo, mejor, con
más gracia y talento hace mucho tiempo.
Sí, “Niñera moderna”, a pesar de su éxito en su momento, con
nominación para el estratosférico Clifton Webb para el Oscar incluida, no será
una de las comedias que vengan a la cabeza de primeras al hacer un listado de
cintas clásicas, pero cuando la ves o recuerdas la sitúas ente las
indiscutibles.
“Niñera moderna” es radical y salvajemente moderna, valga la
redundancia. Su profundidad y lucidez asombra por la sencillez con la que está
mostrada y narrada. El retrato social que hace al confrontar a una sociedad
mediocre con un genio no puede ser más despiadado y brillante.
La película se inicia con una voz over que nos advierte del
hervidero de cotilleos que es la urbanización, Hummingbird Hill, que nos va a
acoger para asistir a la encantadora narración de la película. No sólo eso,
además de advertirnos lo comprobaremos con nuestros propios ojos cuando entremos
en dicha urbanización, una sucesión de preguntas y actitudes indiscretas para
conocer la vida y milagros de los demás nos lo muestran bien a las claras.
El nombre de la urbanización, que se traduciría como
colibrí, no puede ser más acertado.
Walter Lang siempre se movió a la perfección en la comedia,
donde ha dejado títulos clásicos e inolvidables. “La pequeña princesa” (1939);
“Trece por docena” (1950), también con Clifton Webb; “El rey y yo” (1956); “Su
otra esposa” (1957)… En muchos casos con los conflictos de pareja por medio.
Un taxi interrogado y espiado a conciencia y una niñera que
se despide desesperada con los niños de nuestra pareja protagonista, comienzan
nuestra narración.
El cotilleo, el inmiscuirse en la vida del otro, estará
presente en todo momento del metraje, un retrato de la vida moderna
absolutamente actual. El cotilleo como necesidad.
Los problemas para conciliar hijos y trabajo también están
presentes. Robert Young, el marido, es abogado, y la siempre magnífica Maureen
O’Hara, la esposa, es ama de casa. La necesidad de alguien que ayude a atender
a los revoltosos hijos se hace indispensable tras el despido de la niñera y no
será fácil encontrar sustituto.
“Niñera moderna” demuestra que en una hora y veinte minutos
da tiempo, más que de sobra, para dibujar y retratar con total solvencia y
brillantez a cuantos personajes se paseen por su metraje. Un ejemplo lo tenemos
en el personaje de la simpática y divertida Lolita que contrata el matrimonio
para cuidar a sus hijos.
Los diálogos, además, desprenden encanto.
-¿No podéis enseñar a esta fiera a no derribar a las
personas?
-Es que se alegra de verte.
-Sí… se alegra de ver a todo el mundo…
Richard Haydn interpreta magistralmente al cotilla
“jardinero” oficial de la urbanización.
Un gran personaje amanerado que vive con su madre, con la que hace una tremenda
alianza fisgona. Un grandísimo personaje. La relación de este personaje con su
madre tiene ciertos paralelismos con la que el gran Clifton Webb, que aquí interpreta
al inmortal Lynn Belvedere, tenía con la suya en la vida real.
La secuencia siguiendo la rutina husmeadora de Clarence
Appletoon, (Richard Haydn), nos retrata un poco la vida en la urbanización,
chismorreos sobre amoríos con chicas en una floristería, fiestas alcohólicas…
La película pega un giro definitivo con la aparición de la
niñera, una escena sensacional. La
esperada mujer no es tal, es un hombre mayor ciertamente peculiar. Clifton
Webb.
El “colibrí” del nombre de la urbanización está
perfectamente reflejado en el personaje del cotilla, un jardinero aficionado
que va revoloteando de casa en casa buscando algún chisme, de igual manera que
revolotea de flor en flor intentando crear un nuevo tipo de lirio… Igual que un
colibrí.
Uno de los rasgos más sobresalientes y destacados de la
dirección de Walter Lang y su puesta en escena, es su juego con el fuera de
campo, que luego usará introduciéndolo en el encuadre para sorprender. La
dirección es tremendamente sobria y clásica y estos recursos, y cómo los usa
Lang, son de auténtico maestro. Así la escena donde Maureen O’Hara arregla una
mesa, y luego vemos como se abre el plano para ver la destrozada habitación
completa, o la llegada de Robert Young y la repentina aparición de una gran
butaca obstruyendo la escalera, son algunos ejemplos de lo comentado.
Mencionaré más.
La relación de los padres con sus hijos es de una modernidad
absoluta, su tratamiento, su comprensión, su naturalidad y cotidianeidad… es
también tremendamente actual.
Clifton Webb está en su salsa. Su personaje de Mr. Belvedere
presenta muchos rasgos comunes con la forma de ser que tenía el actor en su
vida real, una vida personal que mantuvo con absoluta discreción. Se ha dicho que Webb era homosexual o asexual, el
caso es que tenía una absoluta devoción por su madre, con la que vivió siempre. La muerte de ésta lo sumió en una depresión de la que no se recuperó. Siempre
he tenido un cariño especial por este actor y por su trabajo, que aquí está simple
y llanamente sublime, un papel que le valió una justísima nominación al Oscar.
Disfruten y deléitense con este actor y el memorable personaje que interpreta.
“Siempre he odiado cordialmente a los niños”. “La
fascinación, se lo aseguro, no es mutua”. “Soy un genio”.
Belvedere dice que odia a los niños, pero en el fondo… En la
escena final veremos un gesto que nos indica que quizá no los odie tanto.
Su sofisticada altivez, prepotencia, falta de modestia, su
sinceridad sin complejos, seguridad y egocentrismo desarman al espectador que
queda rendido a sus pies y a su autenticidad. Esa pose seria y elegante, Webb
era realmente elegante, dan el toque perfecto al personaje.
Detalles como la mirada de desprecio que lanza a los críos
la primera vez que los ve es buena muestra de su excelso trabajo.
La risa catártica aparecerá en no pocas ocasiones, en la
caída del padre con la butaca atascada en la escalera, con la aparición de Mr.
Belvedere…
La naturalidad y espontaneidad de todo lo que rodea a la
cinta, actuaciones, personajes, dirección... es total.
Pues como no tenemos la película espero que mañana o a lo largo de la semana, nos tengas preparada la siguiente parte de esta historia de Mr.Belvedere...
ResponderEliminarUn abrazo,
Patricia
Tienes que verla Patricia, te gustará. Está a la venta en el Corte Inglés, pero sobre todo es fácil de conseguir vía internet, ya sabes.
EliminarMañana te cuento más de él. Un abrazo.
Gracias por la información ;-)
ResponderEliminarDe nada!
Eliminar