Correcta comedia que básicamente va de la frustración de un
marido por no poder tirarse a su esposa con la que se acaba de casar. Una
multitud de surrealistas situaciones impiden que la pareja consume su
matrimonio. Protagonizada por el estupendo Tony Curtis, que interpreta al
desesperado y salidísimo marido Alvah Morrell, la cinta puede ser en ocasiones
algo irritante, como suele pasar en las películas con este tipo de estructura
donde se pretende algo que una y otra vez se trunca, la estructura de “el
coyote y el correcaminos”, sólo que en comedia y con final feliz, por supuesto.
Una pareja de recién casados se prepara para pasar la noche
de bodas con urgencia, ya que él se va a ir a la guerra a la mañana siguiente. Un
repentino sarampión provoca que Alvah tenga que irse al hospital quedando
pospuesto el romántico y sexual encuentro. A su vuelta se sucederán todo tipo
de circunstancias que impedirán a la pareja estar a solas un mínimo de tiempo
deseable.
Piper Laurie interpreta a Lee Kingshead, la mujer de Alvah,
un personaje poco decidido, interesado y totalmente abducido por su madre,
resulta francamente desagradable en ocasiones de hecho, la pobre chica.
En líneas generales la película se ve con agrado y tiene
momentos divertidos, pero en ocasiones produce irritación y da la sensación de
que navega sin decisión y sin centrarse en un objetivo, vamos de la comedia
más surrealista a ciertas ínfulas moralistas sobre la ambición y los
monopolios, pasando por las referencias a la sociedad posterior a la guerra de
Corea. Falta de cohesión o valentía para asumir un tono con lo que se queda a
medias en todo.
Douglas Sirk, que comenzó su carrera en Alemania, llegó a
Estados Unidos para realizar películas de intriga o negras, algunas de buena
calidad y donde ya se insinuaba su talento para crear personajes complejos y de
profunda psicología, con especial atención a los femeninos. Hizo sus pinitos en
la comedia, para la que mostraba ciertas actitudes, aunque no hizo
ninguna verdaderamente reseñable, como es buen ejemplo la que comentó. Luego
pasaría a la historia como uno de los grandes directores cuando encauzó su
carrera hacia el melodrama.
“No room for the groom”, la película que nos ocupa, dista de
ser una de las más personales, pero sí tiene algunas de las que serían señas de
identidad, al menos en lo temático y en la concepción de los personajes, del autor.
Los personajes protagonistas de Sirk suelen luchar contra
un entorno que les oprime y lleva la contraria, contra lo establecido y bien
visto. El protagonista tendrá que mantenerse firme en su decisión ante la
opinión contraria de todos. Aquí este aspecto está presente en un sentido más
abstracto y surrealista. Tony Curtis se enfrenta a la familia de su esposa y a
hacer lo que todo el mundo piensa lógico, vender su casa por un buen precio. No
renunciará a sus principios y se mantendrá firme, algo que unas veces llevará
al éxito y otras a la perdición en las películas de Sirk, según sea la posición
del protagonista. Aquí siendo una comedia el resultado está claro.
La comedia empieza en tono ligero y llama la atención la falta de
pasión de la chica, algo que sorprende en no pocas ocasiones en estas
películas. Tony Curtis también se sorprende, de hecho parece un conejo cuando le
dan las largas cada vez que se enfrenta a su chica y ésta se escabulle. Piper
Laurie es una chica muy guapa con unos labios carnosos, se entiende que Curtis ande
alterado.
La falta de decisión de Alvah para imponerse a la familia de
su mujer y para dejar claro a ésta su lamentable actitud, se contrapone con su
firme decisión de no vender su casa. Firme hasta el final, viendo que
todo el mundo está en su contra, se rinde sin remisión, momento en el cual, como
por arte divino, todo se soluciona. Son varios aspectos donde el destino o la
mano divina se dejan ver. Una, en ese mencionado final que parece hacer entrar
en razón a su mujer cuando Alvah se ha rendido, y otra en los momentos donde
Alvah no logra estar a solas con Lee y cuando parece que van a poder compartir
un momento íntimo rompe a llover. Lo cierto es que dicha lluvia no
impide el encuentro, pero si propicia la búsqueda de la pareja, que es descubierta
por un insufrible niño.
Los momentos en la casa de Alvah, esa casa invadida como si
de una fuerza colonizadora se tratara por la familia de Lee, son en muchas
ocasiones divertidos, pero de alguna manera en general se tiene la sensación de
que se pudo sacar mayor partido, que se ha cedido a una falta de riesgo.
El personaje de la madre (Spring Byington), a la cual se
coge manía bastante pronto, es un buen personaje, despreciable y egoísta y a la
cual también le falta un punto para ser decididamente brillante. Su castigo,
que no es tal, sabe a poco.
Los momentos de enredo son lo mejor de la película, que en
cuanto divaga con los embrollos sociales y la trama de la expropiación pierde
bastante interés, e incluso te pone decididamente en contra de la mujer de
Alvah, Lee.
Alvah en realidad sólo encuentra el apoyo de la tía Elsa,
que parece la única sensata en aquella casa.
Por supuesto tendremos conversaciones de la pareja
protagonista y la madre en una escalera, tan queridas a Sirk.
En definitiva, agradable, simpática, pero irregular. Al menos
al final el bueno de Curtis logra consumar…
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