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jueves, 25 de abril de 2013

Crítica: PROHIBIDO EL PASO AL NOVIO (1952)

DOUGLAS SIRK











Correcta comedia que básicamente va de la frustración de un marido por no poder tirarse a su esposa con la que se acaba de casar. Una multitud de surrealistas situaciones impiden que la pareja consume su matrimonio. Protagonizada por el estupendo Tony Curtis, que interpreta al desesperado y salidísimo marido Alvah Morrell, la cinta puede ser en ocasiones algo irritante, como suele pasar en las películas con este tipo de estructura donde se pretende algo que una y otra vez se trunca, la estructura de “el coyote y el correcaminos”, sólo que en comedia y con final feliz, por supuesto. 




Una pareja de recién casados se prepara para pasar la noche de bodas con urgencia, ya que él se va a ir a la guerra a la mañana siguiente. Un repentino sarampión provoca que Alvah tenga que irse al hospital quedando pospuesto el romántico y sexual encuentro. A su vuelta se sucederán todo tipo de circunstancias que impedirán a la pareja estar a solas un mínimo de tiempo deseable.




Piper Laurie interpreta a Lee Kingshead, la mujer de Alvah, un personaje poco decidido, interesado y totalmente abducido por su madre, resulta francamente desagradable en ocasiones de hecho, la pobre chica.

En líneas generales la película se ve con agrado y tiene momentos divertidos, pero en ocasiones produce irritación y da la sensación de que navega sin decisión y sin centrarse en un objetivo, vamos de la comedia más surrealista a ciertas ínfulas moralistas sobre la ambición y los monopolios, pasando por las referencias a la sociedad posterior a la guerra de Corea. Falta de cohesión o valentía para asumir un tono con lo que se queda a medias en todo.




Douglas Sirk, que comenzó su carrera en Alemania, llegó a Estados Unidos para realizar películas de intriga o negras, algunas de buena calidad y donde ya se insinuaba su talento para crear personajes complejos y de profunda psicología, con especial atención a los femeninos. Hizo sus pinitos en la comedia, para la que mostraba ciertas actitudes, aunque no hizo ninguna verdaderamente reseñable, como es buen ejemplo la que comentó. Luego pasaría a la historia como uno de los grandes directores cuando encauzó su carrera hacia el melodrama.

No room for the groom”, la película que nos ocupa, dista de ser una de las más personales, pero sí tiene algunas de las que serían señas de identidad, al menos en lo temático y en la concepción de los personajes, del autor.



Los personajes protagonistas de Sirk suelen luchar contra un entorno que les oprime y lleva la contraria, contra lo establecido y bien visto. El protagonista tendrá que mantenerse firme en su decisión ante la opinión contraria de todos. Aquí este aspecto está presente en un sentido más abstracto y surrealista. Tony Curtis se enfrenta a la familia de su esposa y a hacer lo que todo el mundo piensa lógico, vender su casa por un buen precio. No renunciará a sus principios y se mantendrá firme, algo que unas veces llevará al éxito y otras a la perdición en las películas de Sirk, según sea la posición del protagonista. Aquí siendo una comedia el resultado está claro.


 

La comedia empieza en tono ligero y llama la atención la falta de pasión de la chica, algo que sorprende en no pocas ocasiones en estas películas. Tony Curtis también se sorprende, de hecho parece un conejo cuando le dan las largas cada vez que se enfrenta a su chica y ésta se escabulle. Piper Laurie es una chica muy guapa con unos labios carnosos, se entiende que Curtis ande alterado.

La falta de decisión de Alvah para imponerse a la familia de su mujer y para dejar claro a ésta su lamentable actitud, se contrapone con su firme decisión de no vender su casa. Firme hasta el final, viendo que todo el mundo está en su contra, se rinde sin remisión, momento en el cual, como por arte divino, todo se soluciona. Son varios aspectos donde el destino o la mano divina se dejan ver. Una, en ese mencionado final que parece hacer entrar en razón a su mujer cuando Alvah se ha rendido, y otra en los momentos donde Alvah no logra estar a solas con Lee y cuando parece que van a poder compartir un momento íntimo rompe a llover. Lo cierto es que dicha lluvia no impide el encuentro, pero si propicia la búsqueda de la pareja, que es descubierta por un insufrible niño.




Los momentos en la casa de Alvah, esa casa invadida como si de una fuerza colonizadora se tratara por la familia de Lee, son en muchas ocasiones divertidos, pero de alguna manera en general se tiene la sensación de que se pudo sacar mayor partido, que se ha cedido a una falta de riesgo.


El personaje de la madre (Spring Byington), a la cual se coge manía bastante pronto, es un buen personaje, despreciable y egoísta y a la cual también le falta un punto para ser decididamente brillante. Su castigo, que no es tal, sabe a poco. 




Los momentos de enredo son lo mejor de la película, que en cuanto divaga con los embrollos sociales y la trama de la expropiación pierde bastante interés, e incluso te pone decididamente en contra de la mujer de Alvah, Lee.


Alvah en realidad sólo encuentra el apoyo de la tía Elsa, que parece la única sensata en aquella casa.

Por supuesto tendremos conversaciones de la pareja protagonista y la madre en una escalera, tan queridas a Sirk.



En definitiva, agradable, simpática, pero irregular. Al menos al final el bueno de Curtis logra consumar…




domingo, 20 de noviembre de 2011

Crítica: CON FALDAS Y A LO LOCO (1959) -Última Parte-

BILLY WILDER






Los últimos 20 minutos son para retomar la trama del inicio con los mafiosos. Se iniciará con un picado sobre los botines impolutos de George Raft, como no podía ser de otra forma. Wilder tendrá una broma cinéfila en ese sicario (interpretado por Edward G. Robinson Jr.) que lanza una moneda al aire frente a “Botines Colombo”, que es el gesto que hizo famoso al propio George Raft en “Scarface” de Howard Hawks, en su pequeño papel de Guino Rinaldo. Siempre me han encantado los rasgos definitorios en los personajes, especialmente en el cine negro, que ha sido algo que ha hecho grandes a la gran mayoría de los actores clásicos, esa facultad para hacer fascinante cualquier cosa, ya sea fumar un cigarrillo o llevar un sombrero. El tema de la moneda es un gran detalle y me recuerda a tantos otros gestos míticos en el cine y la novela negra. ¿Cómo no recordar ese villano antagonista de Sam Spade en la novela de Dashiell HammettEl halcón maltés” que no levantaba la vista del nudo de la corbata de éste?


Botines” y el policía tienen una memorable conversación sobre Rigoletto y los botines, lo de Rigoletto será retomado en otra sublime broma de Wilder cuando “Botines” pregunte dónde estaba a uno de sus sicarios más torpes, en vez de buscar a nuestros dos protagonistas.
-Botines: Y tú, ¿dónde estabas?
-Sicario: Estaba con usted viendo Rigoletto.
La parodia y las bromas se suceden y el humor no cesa incluso en esa banda de matones, con los registros de donde se sacan armas de donde menos se espera o en la pulcritud en las manos que exige “Botines” en su secuaces para que le aten los imprescindibles botines.
Los matones elegidos no pueden ser más adecuados.
La persecución a nuestros protagonistas está rodada al estilo clásico de la comedia más alocada, y con Lubitsch siempre presente, con salidas y entradas por puertas, con salidas y entradas de planos, con salidas y entradas por pasillos…
La elaboración del gag vuelve a ser una obra de orfebrería. Cuando nuestros protagonistas se dan cuenta de que los mafiosos que les persiguen están en el hotel corren a subir en el ascensor a su habitación, justo en ese momento está saliendo un empleado el hotel con un anciano en silla de ruedas, la mayoría olvidará ese detalle, pero ese anciano y su silla serán utilizados por Daphne y Josephine para intentar engañar a sus perseguidores minutos después. La conversación y tensión en el ascensor y todos los vericuetos y situaciones, tensadas al máximo por Wilder en la persecución, se suman a la eterna cantidad de momentos inolvidables.
-Jerry: “La policía llevará al depósito a dos cadáveres de mujer, y al desnudarlas para hacerles la autopsia… yo, yo, yo me moriré de vergüenza”.
Antes de la despedida Wilder comenzará a plantear el desenlace de la relación entre los personajes, especialmente entre los de Tony Cutis y Marilyn Monroe, y donde sacará su consabido lado romántico. Si antes vimos que el personaje de Tony Curtis era un manipulador y usaba a las mujeres a su antojo, ahora con respecto Sugar le veremos transformado y que intenta quedar lo mejor posible ante su forzada huida. Por ello la llama para al menos despedirse e incluso renuncia al brazalete que Osgood regaló a Daphne, y que tanto ilusionó a Curtis al verlo en un principio, regalándoselo. Esto se recalca en el diálogo para mostrar que, esta vez sí, los sentimientos de Joe son verdaderos. El amor se impone, es el vencedor y si se quiere mantener se deberá ser sincero.
Después de la despedida Sugar entrará deprimida en la habitación de los protagonistas. Esta escena da lugar a una de las divertidas anécdotas que contaba Billy Wilder de Marilyn Monroe, su diálogo era una simple frase de 4 palabras, “¿Dónde está el Bourbon?", 3 en inglés. Wilder tuvo que repetir la escena más de 50 veces porque Marilyn era incapaz de decirla correctamente, Wilder no tenía narices de que pronunciara bien la frase ni poniendo letreros en los cajones que revisa. Curiosamente la frase la dice de espaldas en la película, Wilder supone que la rodaron de distintas formas y dejó esa.
No fue la única vez que Marilyn tuvo este tipo de problemas, fallaba muchísimo y muchas veces en escenas que no tenían la más mínima complicación y con un texto, no breve, sino brevísimo.
En otra escena Marilyn debía decir “¡soy yo, Sugar!”. Wilder mandó pintar letreros también en las paredes “SOY-YO-SUGAR”, todo parecía dispuesto, ¿quién podría pensar que eso podía suponer un problema?, había todas las facilidades posibles para la actriz pero cuando se empezaba a rodar Marilyn decía “¡Soy Sugar, yo!”.
Cuenta Wilder que cuando iban por la toma 50 se llevó a la actriz a un lado y le dijo “no te preocupes”, ella lo miró extrañada y replicó “¿preocuparme por qué?" Por supuesto después de esa toma 50 llegó la 51, la 52…
Otra anécdota sobre la relación de Wilder con Marilyn que cuenta el director era sobre la falta de profesionalidad que en ocasiones tenía que soportar. Se citaba a Marilyn a las 9 de mañana pero ella no llegaba hasta las 5 de la tarde. Cuando lo hacía se disculpaba diciendo “lo siento, me he perdido cuando venía al estudio”  ¡Llevaba 7 años contratada allí!
Wilder se desesperaba con estas cosas como es normal, pero se rendía hacia su talento, elogiaba que sabía de forma natural donde estaban las gracias y cómo manejarlas para sacarle el máximo partido, un talento innato, irradiaba algo especial que no tenía nadie y la admiraba como actriz de diálogo, además cuando más temía que la cosa se hiciera insostenible en una escena larga, como la que tiene lugar en la playa donde debía decir a toda prisa 3 páginas de guión para evitar los aviones que pasarían por la zona al estar rodándose en exteriores, Marilyn la clavaba a la primera. Cosas de las estrellas.
Cuando Wilder acababa una película con Marilyn se decía a sí mismo que jamás repetiría con ella, pero cuando se embarcaba en un nuevo proyecto lo primero que preguntaba era si Marilyn Monroe estaba disponible.
La interpretación de Marilyn en la película es sencillamente magistral, en un principio su papel no estaba previsto, se añadió luego pero la dimensión que da ella a la película es sideral, observar los matices, la frescura, la naturalidad de todo lo que hace, su carnalidad y como traspasa la pantalla son el mejor argumento para el que se pregunte por qué es el icono más grande que ha dado el cine. Marilyn es la naturalidad de la ingenuidad echa carne. Y ¡qué carne! Sugar Kane, inolvidable (Sugar Kowalczyk). Marilyn siempre tendrá una sugestiva música en sus momentos más insinuantes. Los números musicales de la imprescindible Marilyn son de una magia indiscutible. Como ejemplo de lo comentado sobre Marilyn y su talento como actriz está la escena de la playa y los gestos de complicidad con Lemmon en su mentira.

Se pueden hace infinitos visionados de la peli, dedicar uno a ver la interpretación de Marilyn, otro a ver la de Lemmon, la de Curtis o para ver cualquier otra circunstancia. Siempre será un placer absoluto.
La persecución es magistral a todos los niveles, el descubrimiento por parte de los mafiosos de la tapadera, las huidas por el hotel, el secuestro de la silla de ruedas…
El humor de la cinta es de todos los colores, incluido el negro, ese miedo que le entró a David O. Selznick porque Wilder fuera a hacer una comedia con asesinatos no evitó al director incluir buenas dosis de humor negro, como el comentario de los que preparan el asesinato de “Botines” con el mafioso (Edward G. Robinson Jr.) escondido en la tarta, de “procura no estropear la tarta, he prometido a mis hijos llevarles un pedazo”.

La transgresión es total, lesbianismo (Josephine da un beso vestida de mujer a Sugar, y ésta aún no sabe que “ella” es un hombre, aceptando el beso de forma natural porque no se da cuenta), travestismo, sexo, crímenes, desviaciones de guión…

Un detalle más maravilloso de puesta en escena es que la camilla que los dos protagonistas usan para ocultarse y salir del hotel es la que lleva a “Botines Colombo” precisamente, del que sólo se ven sus zapatos, como no podía ser de otra forma. De esconderse de “Botines” a servirse de él en la misma escena. Impresionante.
Con la huida y su éxito nos encaminamos al final, con pena y a la vez con ansia por conocer como se resolverán los mayores enredos, los de identidad. Wilder une a las dos parejas en el yate de Osgood y nos muestra las dos conversaciones donde los mentirosos se sincerarán por fin. Joe le dice a Sugar que ni es rico ni millonario y como es natural en Wilder ésta lo aceptará haciendo primar el amor y la demostración de sinceridad. Por supuesto deja el enredo más complicado, porque con la pareja de Osgood y Daphne todo es más complicado, para cerrar la película.


La conversación que cierra la película es, sin ningún género de dudas, la más divertida de la historia del cine, el final más gracioso, divertido e imprevisible que se ha visto en una comedia o en cualquier género. La última frase fue inspiración divina de I. A. L. Diamond.
Joe E. Brown está extraordinario y con esa escena final ha pasado de forma inolvidable a la antología del cine.
De las interpretaciones hemos hablado largo y tendido, Marilyn haciendo honor a su mito, Jack Lemmon demostrando que desde sus mismos inicios era uno de los más grandes actores que se han asomado a la pantalla, su entrañable cascarrabias que siempre cede a todo, que tiene un punto perverso a la vez que es fiel y sacrificado con tal de ayudar a su amigo, está retratado con una facilidad y variedad de matices que resulta una interpretación digna de estudio. El desprecio a la comedia y a muchos de sus actores tiene en los grandes talentos que se dedicaron a ella la refutación más contundente a esos desplantes. Tony Cutis haciendo de Cary Grant, con lo difícil que es, y saliendo airoso, uno de los actores más carismáticos e inolvidables que en la comedia se encontraba en su salsa, además de un atractivo físico indiscutible. Sería muy difícil ver quien está mejor de todo el inconmensurable reparto. Los secundarios, desde las chicas de la orquesta, su directora o el representante, así como los mafiosos liderados por George Raft, van todos a una para lograr la máxima nota también a nivel interpretativo en esta maravillosa cinta.
La música es espectacular, huidas a ritmo de jazz verdaderamente efervescente. No hay nada malo en esta película, se aprovecha todo, como de los cerdos.
Con faldas y a lo loco” es una de esas películas en blanco y negro pero que parece que han sido realizadas a color, por su chispeante vitalidad, dinamismo y alegría, ni te das cuenta de si es en blanco y negro o no.
Son infinidad de temas los tratados en “Con faldas y a lo loco” con supuesta frivolidad, pero nada más lejos de la realidad. El amor, las mentiras, engaños, lesbianismo, travestismo, homosexualidad, manipulación, amistad, lealtad, romanticismo, ocultación, asesinatos, gangsterismo, cambios de identidad, picaresca, retrato de una época, problemas laborales, guerra de sexos, estudio sobre la condición humana, sobre hombres y mujeres, el sexo, sexo por todas partes, la mezquindad, la seducción, las artes para la conquista, en el amor todo vale, la imprevisibilidad de la vida, surrealismo, alegría vital, inteligencia, lucha, sacrificio, el destino…
Una película que como todas las grandes películas y clásicos esconde en cada esquina una aguda reflexión, un detalle brillante o claves vitales esenciales, una cinta inabarcable que a pesar de haber escrito 18 páginas sobre ella cuando la vuelva a ver se quedaran cortas al descubrir infinitas cosas más y todas distintas. Innovadora como ninguna otra, incluidas las del propio Wilder. Una de las 3 películas que más destaca el director de su filmografía, junto a “El crepúsculo de los dioses” y “El apartamento”.
-Osgood: Hablé con mamá, estaba tan contenta que hasta lloró, quiere que lleves su vestido de novia. Es de encaje blanco.
-Daphne: Osgood, no puedo casarme con el vestido de tu mamá. Seguro que ella y yo no tenemos el mismo tipo.
-Osgood: Podemos reformarlo.
-Daphne: No hace falta. Osgood, he de ser sincera contigo, tú y yo no podemos casarnos.
-Osgood: ¿Por qué no?
-Daphne: Pues… Primero porque no soy rubia natural.
-Osgood: No me importa.
-Daphne: Y fumo, fumo muchísimo.
-Osgood: Me es igual.
-Daphne: Tengo un horrible pasado, desde hace 3 años estoy viviendo con un saxofonista.
-Osgood: Te lo perdono.
-Daphne: Nunca podré tener hijos.
-Osgood: Los adoptaremos.
-Daphne: ¡No me comprendes Osgood! ¡SOY UN HOMBRE!
-Osgood: Bueno, nadie es perfecto.
NOBODY’S PERFECT.
¿Qué decir después de esto?



Dedicada a Nieves (Mourinha), que espero que haya disfrutado tanto como yo haciéndola.










sábado, 19 de noviembre de 2011

Crítica: CON FALDAS Y A LO LOCO (1959) -Parte 3/4-

BILLY WILDER






Trepidante, de diálogos rápidos, divertidos, ingeniosos, hilarantes, actores y puesta en escena en estado de gracia, se mueven por el decorado y la escena casi como si fuera su casa, una seguridad narrativa y en la dirección que ridiculiza la mayor parte del cine actual.
“¿A alguna le apetece embutido?”
Como en Lubitsch, y los grandes maestros, Wilder usará los objetos de forma magistral, haciendo de ellos un vehículo narrativo, incluso siendo superfluos, que adquieren un carácter especial. Los cinéfilos recordarán la raqueta que servía a Jack Lemmon para escurrir los spaghetti, aquí tendremos la bolsa de agua caliente que sirve como coctelera por ejemplo. En “Ninotchka” (1939) Lubitsch y Wilder usarán el sombrero como elemento narrativo. También tendremos los instrumentos (saxo y contrabajo) que acompañan a los protagonistas, por poner otro ejemplo.
Wilder además se sirve de los objetos para seguir con el tema de las ocultaciones, los disfraces y las apariencias, así la bolsa de agua esconderá alcohol, un palo de golf será una metralleta, en el coche fúnebre el techo será un arsenal, el ataúd un bar, una inocente tarta que guarda un asesino en su interior… Un ejemplo más de la sutileza, coherencia y dedicación a un guión y a los temas tratados, nada es superficial, un ejemplo más de por qué se la considera la mejor comedia de la historia.
No penséis que soy una bebedora, puedo dejar de beber en cuanto quiero. Sólo que no quiero, sobre todo cuando estoy triste”.
Daphne conoce en pocas horas a todas las chicas y todos sus nombres, se encuentra como pez en el agua, quizá alguien que prefiere tener otra identidad para estar más a gusto consigo mismo. Jerry/Daphne será el primero en intentar conquistar a Sugar, pero carece de algo que sí tendrá Joe/Josephine, el conocimiento de las debilidades e intimidades de la chica. En Wilder el conocimiento de la otra persona es imprescindible para la conquista, el conocimiento de su interior.
Además el destino antes mencionado se añade en la idea de que Sugar está destinada a enamorarse de saxofonistas, una vez más y casi de pasada un tema que se repite y con coherencia absoluta. El destino.
La mirada de Marilyn buscando a quien le ha deseado buenas noches es pura naturalidad, era muy grande, como icono y como actriz. La conversación con dobles sentidos entre Lemmon y Monroe en el compartimento del primero es una gozada. Lemmon está pletórico, con sus tics y forma de declamar cada frase, no puedo evitar troncharme al ver como dice “ukelele” en la citada escena. Los equívocos y dobles sentidos siempre tratados con la maestría del mayor de los maestros. Una película que además habla continuamente de sexo.

He hablado largo y tendido sobre los magistrales diálogos pero Wilder dominaba con la misma maestría los gags visuales, por ejemplo en la escena que comento, cuando Daphne busca whisky en la cama de Josephine y la caída al suelo de “ésta” al no poder Sugar sujetar su peso. Los apuros de Daphne para taparse y su gesto poniendo voz femenina son de una hilaridad descomunal.
Como en “Ariane”, y tantas otras cintas de Wilder, el conquistador perseguirá tenazmente a su objeto del deseo, a su enamorada, ante el desconocimiento de ésta o éste. La víctima acabará estando cada vez más fascinada, y es que jugará siempre en inferioridad de condiciones. En Wilder el conquistador usará el conocimiento que de su víctima tiene y busca, valiéndose de la mentira, ocultación de la personalidad o los engaños, para conocer los puntos débiles y saber que fibra tocar. El conquistador siempre estará enamorado y no busca una canita al aire más, su interés no radica sólo en una aceptación física, sino que se le acepte por todo, de ahí que procure aparentar lo que no es para satisfacer lo que su enamorada busca. El uso del conocimiento del otro, sus intereses y gustos, son básicos para Wilder en el afianzamiento de una relación amorosa con futuro. Por ello se perdonan esas mentiras y engaños usados.
La conclusión de la escena de la fiesta en la cama de Daphne no puede ser más brillante. Entre bromas femeninas y cosquillas la identidad de Jerry corre peligro, así que se ve obligado a hacer uso de la palanca de emergencia. Las referencias fálicas están presentes, por ejemplo en ese embutido que saca una de las chicas.
Llegados a Florida tendremos la presentación del otro personaje fundamental de la película, Osgood Fielding III (Joe E. Brown), uno de esos ricos veteranos que disfrutan del calor y de la playa a la caza de alguna jovencita desventurada. Para desgracia de Jerry será su disfraz de Daphne la jovencita desventurada elegida por el amigo Osgood. La referencia a la Cenicienta y el zapato es divertida, así como los diálogos sobre tobillos finos. En “Medianoche” (Mitchell Leisen, 1939), Wilder ya tocaría el cuento de “Cenicienta”.
Con el personaje de Tony Curtis se riza el rizo, al comentado recurso de los disfraces, la ocultación de identidad, las mentiras etc. se da una vuelta de tuerca. Joe se convierte en Josephine que pasa a convertirse en “Junior”, uno de los dueños de Shell Oil. Tony Curtis, inconmensurable, recurre a su idolatrado Cary Grant, al que imita sin complejos, para su papel, especialmente en las escenas donde se hace pasar por el magnate de la gasolina. Así Wilder con el papel de Curtis estira su idea de los disfraces hasta el surrealismo, algo que nos recordará a lo que hizo Shakespeare en “Como gustéis”, haciendo que su personaje tenga hasta 3 personalidades distintas. Curtis recibió la felicitación del propio Cary Grant, en uno de los recuerdos que conservó con mayor cariño.
Joe tenía previsto usar su disfraz de chica para salir de Chicago pero ante la aparición de Sugar ve la utilidad de mantenerlo para convertirse en confidente en la chica y además añadir un nuevo disfraz, una nueva identidad, que usará para la conquista valiéndose de las informaciones que logrará sacar con su identidad de confidente. Un tipo avispado.
A todo esto Lemmon viéndolas venir, siempre con buena cara y con total lealtad a su amigo, a pesar de sus constantes quejidos, incluso al verse apreciado siente lástima por no poder casarse con Osgood, aunque no tenga ningún sentimiento hacia él. Jerry/Daphne es verdaderamente adorable.
Todo esto sirve a Wilder para reflexionar sobre la guerra de sexos y las diferencias entre hombres y mujeres, siempre de forma brillante y divertida, con hombres salidos y acosadores y mujeres románticas e interesadas pero donde lo que al final triunfa es el amor y el romanticismo.
Llegados a la escena de la playa, donde Curtis imita genialmente a Cary Grant, lo único que no queremos es que se acabe tanto placer, tanta inteligencia, ingenio, diversión y enredos sin fin. Daphne en la playa vuelve a estar en su salsa, mete mano a Marilyn, el sexo encubierto o no tan encubierto siempre presente, y disfruta como un enano/a. La interpretación de Lemmon es tan maravillosa que da repelús usar adjetivos, ese gesto al reírse que repite una y otra vez, abriendo la boca y moviendo la mano, y sus vaivenes y andares femeninos son absolutamente desternillantes. Jack Lemmon es uno de los grandes actores de la historia del cine, pertenece a esa rara especie de actores que SIEMPRE están bien, hagan lo que hagan y se dediquen al género que se dediquen.
Joe usa todo lo que sabe de Sugar, sus deseos, un hombre rico, con yate, con gafas, con la vida resuelta, soltero, todo lo que siempre soñó la chica se lo da Joe en un nuevo papel, sentado en una silla en la playa.
Debo decir que el personaje de Curtis es una de las mentes más brillantes que ha dado el cine, una mente analítica y rápida que no deja nada al azar. Sus planes tanto en la escena de la playa como en la de la seducción en el barco de Osgood son dignos de la persona más brillante e inteligente, una capacidad de planificación y ejecución sólo al alcance de algún psico killer. El dejar un baño preparado como precaución, más el invento de la historia de Shell Oil etc. son algo excepcional. Bien es cierto que la suerte le sonreirá, como debe ser, y facilitará que su historia inventada pueda hacerse realidad por una noche, pero la planificación de la cita nocturna es otro ejemplo de brillantez e inteligencia, con la bicicleta colocada en el lugar adecuado y la manipulación para dejar a Osgood fuera el barco. Todo ello además muestra el talento sin par en la construcción de guiones de Billy Wilder. Además siempre dejará pequeños cebos para mantener al espectador en suspense, no sólo es ya si llegará o no antes que Marilyn, si no, ¡si logrará darse cuenta de que no se ha quitado los pendientes!
La escena de la playa es una orgía de mentiras y complicidades cruzadas, es tal la complicación y virtuosismo que sólo queda levantarse, aplaudir y rendirse ante la mejor comedia de todos los tiempos.
Una vez Lemmon descubre el disfraz de Curtis intentará que sea descubierto de forma natural, pero Curtis vuelve a salvar el pellejo al haber dejado el baño preparado. Nos sorprendemos por la velocidad con que ha logrado entrar en la habitación, incluso no le vemos sentido, pero luego descubriremos como entra en la habitación evitando la entrada habitual (por la ventana). Una vez Sugar deja solos a los dos amigos descubriremos que Joe se metió en el agua con su traje. Como no puede ser de otra manera, tratándose de los grandes maestros, Wilder elegirá el sitio perfecto para situar la cámara, sin excesos ni petando de posicionamientos distintos la habitación, algo que también saben hacer cuando es preciso, pero siempre dando prioridad al plano más perfecto y adecuado. Situará la cámara en una esquina del baño a la espalda de Curtis, así emergerá con su antes impoluto traje sorprendiéndonos del mismo modo que vemos sorprenderse a Jack Lemmon.

Todos los diálogos desde que empieza hasta que acaba la cinta son para enmarcar y esculpir.
Los vestidos imposibles de Marilyn en sus números musicales son increíbles y dejan poco a la imaginación, especialmente el de color carne en “I wanna be love by you”. Los otros temas son “Running wild” y “I’m through with love”. En la escena musical comienza la relación entre Osgood y Daphne, “ella” en un principio está reticente, como siempre, pero luego acaba entusiasmada. Por supuesto, todo realmente divertido. En el último número musical no están presentes ninguno de los dos instrumentos que deberían estar tocando Daphne y Josephine, ya que están huyendo de los mafiosos.

-Sugar: Yo, Sugar Kowalczyk de Baltimore, en el  yate de un millonario. ¡Si mi madre pudiese verme…!
-Daphne (mirando a su enamorado Osgood): Pues yo me alegro de que la mía no me vea.
No puedo decir que lleguemos a un punto culminante ya que toda la película lo es, pero sí a uno de esos infinitos momentos antológicos que nos regala esta obra maestra de Wilder, la escena de la seducción entre “Junior” y Sugar y la de Osgood y Daphne.
Dos escenas maravillosas con un montaje paralelo maravilloso, un montaje que no es maravilloso por sus valores técnicos (barridos y esas cosas) ni siquiera narrativos, sino por como une las dos tramas y por lo que muestra en ellas, las diferencias que tienen. La escena de la seducción de Tony Curtis es una escena con trama, de elaboración y sustentada en el enredo, absolutamente magistral, y los diálogos. La otra escena, la de Jack Lemmon, no tiene trama, sólo es el baile entre Daphne y Osgood, sin palabras y sustentada en el aspecto físico para lograr la risa. En los dos casos Wilder alcanza una sublime perfección, un dominio absoluto del gag físico y de la trama elaborada con enredo. Unos momentos de genialidad desbordada, otros más, que muestran con luces y estrellas a la más completa comedia que ha dado el cine.

Wilder tenía claro que la parte entre Lemmon y Osgood iba a funcionar, con el paso del clavel de uno a otro en pleno tango, con Lemmon dejándose caer etc. y lo era, lo es, lo será. La otra historia es igual de sublime, con diálogos surrealistas asombrosos y todo absolutamente imprevisible. Como explica Wilder, sabemos que cuando Curtis la invita al yate y Marilyn acepta encantada, va a haber sexo, pero Wilder, como su maestro Lubitsch, siempre pensará en lo más sorprendente, y lo más sorprendente es que Curtis finja ¡ser impotente! Así vemos a Marilyn luchando y persiguiendo a ese desgraciado millonario, dándole morreos apasionados para lograr acostarse con él. Maravilloso. Por supuesto logrará tirárselo. Un ideal, que Marilyn le seduzca a uno, le someta hasta que no se puede mantener la resistencia. Todo esto lo explica Wilder en sus entrevistas.


Para curiosos, la clave de la escena, lo que la redondea, el toque wilderiano, que como tantas cosas en la película ni él mismo se explica cómo pasó la censura, está en la pierna de Tony Curtis, que mientras está siendo besado y dice cosas como “no sé, no siento nada”, no para de subir y subir con cada nuevo intento de la neumática y espectacular Marilyn.
Por supuesto la lancha que los lleva al yate irá al revés, como todo lo que sucede en la escena, absolutamente imprevisible.

-Sugar: ¿Qué clase de pez es? (Señalando el pez espada que cuelga en una de las paredes del yate).
-Junior (Joe): Es un miembro de la familia de los arenques.
-Sugar: ¡Un arenque! Resulta maravilloso que puedan meter pescados tan grandes en latitas tan pequeñas.
-Junior: Sí, se encogen con el vinagre.
Sublime.
-Sugar: ¡Oh, cuántas copas de plata!
-Junior: Son trofeos. Cacerías de patos, crianza de perros, waterpolo…
-Sugar: ¿Waterpolo? ¿Eso no es muy peligroso?
-Junior: Oh sí, yo ya he ahogado dos caballos.
¡Dios mio!...
En ocasiones uno no se da cuenta pero en la cinta pasan numerosas escenas y cosas sin apenas diálogo, que sólo resurge para dejar genialidades. Los enfrentamientos entre los dos amigos no querrías que acabaran nunca.
Los cineastas modernos pecan de nerviosismo, inseguridad, precipitación, aquí tenemos a un gran maestro dejando una cámara fija, haciendo suaves e imprescindibles panorámicas narrativas mientras son los actores los que hacen cosas dentro del plano. Por ejemplo cuando vemos a Joe salir por la ventana para acudir a su cita con Sugar.
La historia sobre el origen del trauma sexual de Junior es totalmente desternillante, surrealista a más no poder, como casi todos los diálogos en esta escena.
-Junior: Me parece que va usted por buen camino.
-Sugar: Debo ir, porque los cristales de sus gafas empiezan a empañarse.
Y sí, estaban empañados.
-Junior: ¿Dónde aprendió usted a besar de esta manera?
-Sugar: Vendiendo besos para la cruzada infantil.
Una vez la velada ha acabado tenemos la conversación entre los dos amigos en la habitación donde nos cuentan sus experiencias, o más bien nos las cuenta un entusiasmado Jack Lemmon. En esta escena Wilder explicaba que tenía claro que debía controlar los tempos, ya que sabía que las frases que se iban a decir provocarían la carcajada, si no los controlaba se corría el peligro de que el público se perdiera algunas de esas frases al no poder oírlas debido a las risas. Así que había que pausarlas. La clave la dio Lemmon, que usando el juego con las maracas resaltaba y daba espacio para que el público riera a gusto y atendiera luego sin perderse nada. Un nuevo ejemplo de uso perfecto de un objeto. Las maracas. Wilder lo cronometraba, no quería que el público se perdiera la frase seria que era clave, incluso a veces más divertida incluso, que la frase con el chiste. Esto era algo que también hacían los hermanos Marx en funciones teatrales.



Dedicada a Nieves (Mourinha), porque no hay dos sin tres.