Una de las grandes sorpresas del año, que además se ha colado
entre las nueve nominadas a los Oscar. Un película, pequeña, independiente, y con
una actriz, Quvenzhané Wallis, que ha dejado anonadados a un buen número de
críticos. La actriz más joven en estar nominada al Oscar, con tan solo 9 años.
Se ha situado a la película dentro del realismo mágico, algo
que la entroncaría, por ejemplo, con “Milagro en Milán” (1951) de Vittorio De
Sica, cuando sería más correcto definirla como realismo poético o lírico, ya que su
estilo e historia es plenamente realista pero se usan metáforas visuales y
recursos líricos como contraste, integrados en la narración,
mucho más que elementos fantásticos, que en realidad no tienen peso en la
historia si es que se les puede considerar fantásticos (las apariciones de los
uros).
El debutante director Benh Zeitlin regala una bella historia
sobre un mundo en peligro de extinción, una forma de vida alejada de lo
convencional, apegada a la tradición, a la tierra… Una dirección potente
visualmente de una nueva voz que parece querer decir cosas interesantes y de
formas originales. Una bonita película con sus defectos e irregularidades
pero también con sus virtudes.
El microcosmos donde viven nuestros protagonistas, esa
pequeña comunidad, La Bañera, está plenamente vinculado con la
tradición, lo artesanal, las raíces de la tierra, ancestrales, una especie de
primitivismo opuesto a la industrialización que los rodea. Todo esto se
mostrará con una detallada descripción de su forma de vida, la miseria que lo inunda todo, las chabolas, la ausencia de cualquier tipo de lujos, seres que
parecen desterrados, marginados del mundo, pero que son felices allí, una vida
que defienden, es su voluntad. Animales, pequeñas granjas, pollos, cerdos, pesca…
no falta nunca la comida ni la camaradería.
La narración estará constantemente salpicada por lapidarias
frases de la voz over de la protagonista, lapidarias y de contenido, en muchas
ocasiones fantástico, como corresponde a la mentalidad infantil. Una niña
excesivamente filosófica, algo que queda sumamente artificioso en una niña de
su edad. La niña-Nietzsche.
Todo será mostrado con un estilo documental, encuadres
inestables, aparentemente improvisados, espontáneos, aparentemente sin cuidar, cámara que no
para de moverse, al hombro…
La Bañera es un lugar natural, en el límite de lo que
conocemos como civilización, a la que vemos lejos en forma de industria.
“Somos los hijos de la tierra”.
Es un lugar en permanente peligro, viviendo a diario con la
amenaza de la subida del agua provocada por el deshielo, por las posibles
inundaciones. Este aspecto podría haber dado para una historia con moralina,
panfletaria, demagógica, coartadas ecologistas… pero no hay mucho de esto, uno
de los grandes aciertos del director, lo que hay es una poética mirada hacia
ese mundo al borde de la extinción.
Zeitlin seguirá a Hushpuppy, una pequeña que vive con su
padre, aunque en casas independientes, algo coherente con la filosofía del
hombre y de la propia comunidad de La Bañera. El padre, Wink, mantendrá una
peculiar relación con su hija, desaparecerá repentinamente para ir al hospital, ya que padece una enfermedad, donde los contrastes serán continuos, del amor a
la rudeza constantemente, de hecho están íntimamente ligadas en su relación.
Tras el regreso del padre habrá un conflicto entre padre e
hija, conflictos que se repetirán. Ella se culpará de la enfermedad de su padre
inicialmente, la interpretará como causa de un golpe que ella le propina, una
vez más la mentalidad infantil dominando la escena.
La vinculación con lo primigenio, lo ancestral, lo primitivo,
es constante, el director unirá la vida en La Bañera con todo ello en continuas
comparativas. La referencia a los uros, las pinturas que va dejando Hushpuppy
por todos lados, como en la caja en la que se refugia del fuego, que asemejan
las pinturas rupestres. Pinturas que hace con ansia de perdurar en el tiempo,
para que se la recuerde y no se la olvide, ansias ancestrales. Lo mismo ocurre
con las historias que cuenta el padre o crea la propia niña, que resulta
excesivamente filosófica, la niña Schopenhauer, historias con mucho de fantasía, de transmisión oral,
de padres a hijos que acaban creando una mitología…
Las metáforas visuales estarán muy presentes, el agua hirviendo
en ollas para resaltar la pasión en la historia que el padre cuenta de la madre
de Hushpuppy, los propios uros, el cocodrilo que mata la madre…
Veremos escenas donde los casquetes polares se deshacen y
los uros se deshielan, vuelven a la vida y van al encuentro de la comunidad.
Todo esto lo veremos en pequeños episodios y relacionados con los sucesos del
grupo, vinculado siempre a la forma de ver las cosas de Hushpuppy. Liberación,
camino, destrucción, muerte, sin compasión, encuentro con la cría… Todo ello
relacionado con los episodios donde aparecen los uros. Un halo apocalíptico.
La voluntariamente descuidada dirección usará los
desenfoques en multitud de ocasiones, muchas de ellas relacionándolos con
elementos o instantes donde la niña deja volar su imaginación, la niña Sócrates. Un ejemplo lo
tenemos en la comida con su madre… desaparecida.
La imaginación de la niña dará su particular interpretación
a la realidad que la rodea, como si de una deidad se tratara. Es algo que
vuelve a unir la narración con esa reflexión sobre el primitivismo y su
contraste con la sociedad moderna, que cree saberlo todo. Ese mecanismo de la
niña, que adapta lo que ve de forma particular, es lo mismo que hacían en la
antigüedad y, en realidad, es lo mismo que seguimos haciendo.
Una tormenta dejará La Bañera en un estado aún más
lamentable. El miedo, la inseguridad, un tozudo y algo irresponsable padre, una
orgullosa niña… Tras ella apenas quedarán habitantes en La Bañera, muchos se
irán a un lugar mejor, más seguro, como es lógico. A esto se opone Wink, que ve
en La Bañera su hogar y no está dispuesto a renunciar, a ceder ante otro tipo
de vida distinto al que ha conocido y que quiere inculcar a su hija. Tras la
desoladora tormenta nuestros dos protagonistas se encontrarán con otros
lugareños.
Es normal que cuando se pone la lupa en cualquier comunidad
encontremos, sobre todo si la mirada pretende hacerlo, elementos y gentes entrañables, pero por mucho que el
director se lo proponga La Bañera no es nada deseable en ningún aspecto, seamos
honestos. Con todo se nos mostrarán sus costumbres y forma de vida, así veremos
la alegría de sus festejos en los funerales, algo que tendrá un eco al final de
la cinta. Sin lloros.
Se desarrollará sutilmente el sentimiento de culpa y luego
la preocupación en Hushpuppy con respecto a su padre y su enfermedad. Lo
cubrirá simbólicamente con la camiseta con la que representa a su madre, la que
vimos cuando fingió comer con ella.
Esta rudeza es precisamente hacia donde se encaminan todas
las enseñanzas del padre a su hija. Un padre que se dedica a hacer lo más dura
posible a su hija, rocosa, capaz de subsistir en ese lugar, sin concesiones. Las
discusiones y conflictos entre ambos serán constantes, es magnífica la escena
donde Hushpuppy reprocha, temerosa, a su padre que no le cuente la verdad sobre
su estado, un conflicto que se resolverá a la manera del padre, con batalla de
trastos y un pulso, para acabar durmiéndose juntos. Bella escena, teniendo en
cuenta la independencia que siempre buscaba el padre, que ahora permite a su
hija dormir con él.
“Nada de lloros”.
Wink, el padre, se mostrará orgulloso de su forma de vida,
tozudo y cabezota se intenta aferrar a ello, no quiere ningún tipo de ilusión
en su hija, ni que se relacione con nada de la supuesta civilización, un buen
ejemplo lo tendremos cuando uno de los habitantes de La Bañera pretende enseñar
a comer un cangrejo a Hushpuppy con cubiertos y el padre se lanza, con
desenfreno, a corregirlo para que lo haga con las manos, afianzándola a la
costumbre, al lugar, a ese estilo de vida primitivo, natural.
Muchas de las ideas de la cinta, así como su tratamiento (no
en cuanto a estilo que tiene poco que ver), hacen que me venga a la cabeza el
nombre de Peter Weir. La pequeña comunidad ajena al mundo supuestamente real
casi nos recuerda a los Amish de “Único testigo” (1985). La conflictiva
relación entre un padre obsesivo y cabezota y su hija, su lucha contra la
civilización apostando por lo natural, el navegar, la tempestad, el acto de
“terrorismo”… nos llevan a “La costa de los mosquitos” (1986). Estos son
algunos interesantes ejemplos de ese paralelismo.
Las aguas bajarán pero la cosa tendrá poca solución,
animales y vegetación muerta por el exceso de sal.
Es loable el intento del director por ver luz en ese
infierno, por hacer entrañable esa forma de vida, aunque no logre evitar la
realidad por muchas coartadas poéticas que use, es un infierno de miseria. Hay,
por tanto, algunos excesos líricos, como esa voz over excesivamente
poética de la niña, la niña Kant.
La civilización acabará llegando a ese, cada vez más, limitado
mundo. Invadiéndolo. Los llevarán a un hospital, les darán comida, medicina,
vestuario… intentarán operar al padre para salvarle la vida, pero Wink se
mantendrá firme a sus principio y huirá de allí con todos.
Es muy emotiva la confesión del padre, de su verdadero
estado, a su hija, así como la voluntaria renuncia a esa civilización. Esto
dará valor a Hushpuppy para afrontar la úlitma parte de su aventura de madurez.
En una última parte de atmósfera muy alegórica y casi
irreal, las niñas nadarán hacia la luz donde Hushpuppy cree que está su madre. En el camino
encontrarán un barco que las llevará, casi como el de Caronte. Asumirá la
muerte como algo natural, la referencia a Caronte no es baladí, pero deberá
cerrar el tema de la madre. Llegarán a la luz del destino, un restaurante
flotante donde se encontrará con alguien que parece su madre, a la que parece
intuir. Las leyendas, los renacimientos, las historias… no eran falsas, sólo
reinterpretaban la realidad para hacerla más asumible. La madre se fue. La
veremos cocinando cocodrilo, como el que vimos matar, supuestamente, en la
historia que el padre contó sobre ella. La madre le dejará útiles enseñanzas.
Allí se hará patente la necesidad de cariño y afecto de la
niña, de todo ser humano, el contacto, el abrazo, el baile… todas las niñas
tendrán su dosis, como mecidas por las mujeres de allí.
En el regreso, el camino de los uros llegará a su fin,
llegarán a La Bañera y se enfrentarán cara a cara con Hushpuppy, que una vez ha
visto como su miedo e inseguridad desaparecían, una vez ha asumido las cosas y
la muerte, los domarán sin problemas… Otra licencia lírica.
Una vez asumida la realidad tendremos la mejor escena de la
película, con seguridad. El compartido llanto entre padre e hija, aunque se
dirán que nada de llorar, mientras ella da de comer a su convaleciente progenitor.
Una cesión a los incontenibles sentimientos. Extraordinarios los dos actores, Dwight
Henry y, sobre todo, Quvenzhané Wallis, la niña protagonista. Una bellísima y
conmovedora despedida.
El funeral del padre será como él mismo pidió, con un ritual
de fuego en su barquita, además del espíritu alegre que acompaña a estos
acontecimientos en La Bañera.
La última imagen nos deja una estupenda y apocalíptica
estampa, con las olas entrando en la carretera por donde pasa el grupo, una
forma de vida en peligro de extinción.
Como en “El árbol de la vida” (Terrence Malick, 2011), hay
una íntima relación entre los grandes sucesos universales y los pequeños
sucesos personales.
Además de las interpretaciones y la potente dirección debo
destacar la música, que me gustó especialmente.
Aceptable, de bella poética y dirección contundente,
aunque acaba cojeando en sus postulados e intenciones por sus licencias
poéticas que no acaban de convencer en su fondo. Plantea cierta objetividad con ese estilo documental y realista que se descubre falso al poner muchos elementos, a veces no muy sutiles, destinados a idealizar ese mundo que nos muestra, mundo que está lejos del ideal. Todo ello está a punto de
tirar por tierra el entramado, ya que lo que queda es una indefinida vacuidad
que no se sostiene bien. En cualquier caso tiene buenas virtudes.
Bonita.
Demasiada Arcadia…
ResponderEliminarQué bello plano el de la niña llorando…muy emotivo.
Gracias por tu análisis Sambo.
Besos!
Es un momento que logra conmover, querida Reina.
EliminarUn beso.