miércoles, 20 de febrero de 2013

Crítica: AMOR (2012)

MICHAEL HANEKE










Michael Haneke pasa por ser uno de los directores de culto del cine actual. Su estilo transgresor, provocador y serio ha entusiasmado a los cinéfilos más selectos, aunque no sea, precisamente, uno de mis preferidos. Con su estilo sobrio y europeo que recuerda en muchas ocasiones, como en esta cinta que nos ocupa, al de Ingmar Bergman, sus planos sostenidos, larguísimos, casi eternos, muy modulados, ha conseguido el beneplácito de muchos críticos.

Un cineasta provocador que pretende transmitir emociones intensas al espectador, hacerle sentir incómodo, incluso por ese papel de espectador. Juegos metalingüísticos que nos ponen a prueba. Un director con un estilo frío, que busca indagar en las reacciones y emociones de forma científica, con calculada distancia, diseccionando como un psicópata las emociones más desagradables, menos amables, pero reales.



Vimos ese juego metalingüístico en “Funny games” (1997-2007) y como se recreaba en el sufrimiento y la violencia, como jugaba anulando cualquier posibilidad de alivio, video mediante, del mismo modo que en “La pianista” (2001) y su forma de retratar la insatisfacción. Aquí vuelve a hacer lo mismo, fiel a su estilo, con un toque de ternura, dentro de lo que es capaz, y algunas metáforas que sobran en esa búsqueda de realismo, retratando con crudeza el deterioro físico y mental en la vejez.



Ganadora de la Palma de Oro en Cannes se ha colado en todas las principales nominaciones para los Oscar, hasta 5, entre ellas a mejor película y mejor película de habla no inglesa, que ganará, como es lógico.


Haneke no tarda nada en mostrar sus cartas, sus intenciones no son el suspense o coartadas de otro tipo. Mostrará el cadáver de la protagonista en la primera escena, para que no haya dudas de lo que ocurre al final, para que no haya engaños. Una magistral escena inicial que describe a la perfección tanto la situación como la casa donde acontecerá la historia. Avisos con los gestos de mal olor entre los personajes y steady-cam que sigue a uno de ellos, sin cortes, hasta que encuentran el cadáver de Anne, una deslumbrante y nominadísima al Oscar, Emmanuelle Riva. Todo sin adornos, salvo los que hay en la cama de Anne con flores. Seco.


Los juegos metalingüísticos de Haneke, que provoca, tienta y juguetea con el espectador y con su función de tal, quedan aquí plasmados al colocarnos frente a una platea llena de público que nos observa a nosotros, antes y al inicio del concierto de piano, sus análogos espectadores. Un plano larguísimo que parece querer concienciar al espectador de su papel de público y de representación en lo que va a ver, además de darnos tiempo a distinguir a nuestros protagonistas. Es el concierto de uno de los aventajados alumnos de Anne, del que se mostrarán orgullosos. Una agradable velada de la veterana pareja.


Hanake se entretendrá en mostrar lo cotidiano a todos los niveles, la normalidad con la que tratan un supuesto robo en su vivienda Anne y George, el también estupendo Jean-Louis Trintignant, su forma de comportarse a su llegada a casa, su rutina… Esta escena está rodada muy al estilo europeo, las referencias a Bergman siempre presentes, también Bresson, con esas salidas de cuadro de los personajes. Planos larguísimos en una cinta vertebrada en los encuadres, siempre distantes. Una encantadora pareja que se dedica bonitos cumplidos.




En la siguiente escena, también cotidiana, veremos los primeros síntomas de la enfermedad de Anne, su extraño bloqueo, el inicio de todo. Del plano distante sostenido, largo y general, pasaremos a los planos y contraplanos cortos cuando esto suceda y la preocupación de George crezca. Depuración y sencillez total en la dirección. La descripción de los personajes es muy buena ya desde este inicio, él se mostrará preocupado, cariñoso, entregado, ella tozuda. 

El agua es un elemento simbólico en la cinta, su aparición siempre tiene que ver con giros o sucesos importantes en la trama, cuando dejemos de oír el grifo que George se dejó abierto, al haberlo seguido con la cámara hasta su habitación, sabremos que Anne ha reaccionado. Posteriormente veremos a George soñar con agua y una inundación, así como una mano que lo asfixia; Anne será aseada en varias ocasiones al no poder hacerlo por ella misma… Al final otro grifo abierto dará conclusión a la historia de amor. La vida.



Haneke ejecuta una narración tremendamente pausada, que a los poco acostumbrados a este tempo, como digo tantas veces, puede parecerles lenta o pesada, en la que se entretendrá en mostrar decorados vacios, en planos estáticos, incluso de cuadros, con ello se insinúa una reflexión sobre el legado, eso que queda incluso cuando la coraza corporal, también la mental, fracasa y se rinde a la vida. Esto queda bellamente resaltado en la última escena con Isabelle Huppert sentada en la vacía casa. Los cuadros de paisajes contrastan con el encierro voluntario de la pareja, una vez más la representación y el objeto como contenedor de deseos y legados. Objetos y lugares que sólo tienen pleno sentido a nuestros ojos filtrándolos con nuestros recuerdos. Objetos constantes que contrastan con nuestro paulatino deterioro. Siempre la representación, incluso la ilusión, como ese plano en el que George recuerda a su amada Anne tocando el piano en un diálogo presente-pasado, cruda realidad-añorada felicidad. Una forma de encontrar la esencia o buscarla, en el recuerdo. Objetos y planos que representan la muerte, que es ausencia y generadora de recuerdos.






El recuerdo como emoción contundente. La historia sobre la película que George cuenta a Anne, cuando ésta regresa a casa tras su operación, habla de todo esto. La emoción y la conmoción, lo que queda verdaderamente más allá de títulos, que no recuerda, o la misma historia que se contaba. Lo que queda son los sentimientos que transmitió, algo con lo que Haneke se identifica plenamente, lo que busca con su cine, que se recuerden las emociones y perturbaciones que provoca, más allá que la historia.


Habrá largas conversaciones, como la que tienen en un solo plano padre e hija sobre la familia de ella, sus problemas y alegrías. Cuando empiecen a hablar de la operación que ha necesitado Anne se pasará a la planificación de plano-contraplano. La operación salió mal. El recuerdo de sus padres haciendo el amor cuando era niña concluye la escena de forma simpática.

La vida cambia, la vida es cambio. La adaptación, el colchón adecuado para Anne, su regreso. La distancia y los largos planos generales son imprescindibles en el estilo de Haneke, no por respeto a lo que muestra, sino como filosofía, un estilo que quiere y busca ser frío, científico, escrutador, objetivo. Hay muy pocos movimientos de cámara, ya sean travellings o panorámicas. Los travellings se usan de forma ocasional y con gran valor expresivo, como en la escena inicial o en la de la pesadilla de George.


Anne seguirá mostrando su tozudez, su frustración ante algo que al principio no comprende y luego la perturba, no querrá ir más al hospital. Su petición.

Ella demostrará su compostura, su dureza, su dignidad, él su entrega. Los dos su frustración, ella por estar en esa situación y él por las dificultades que le pone. En otra escena cotidiana volveremos a ver el recurso de la salida de encuadre de uno de los personajes, al que oiremos en off en un plano secuencia larguísimo, de nuevo, sin movimiento de cámara, estático, cuando ella le pide un libro para leer. El encuadre como columna vertebral de la puesta en escena.

Naturalidad, realismo, vida, rutina, convencionalismo, lo cotidiano, la enfermedad, la dureza, la dificultad, los pequeños gestos… la muerte.

Haneke plantea su narración también de forma muy natural, no desvela las relaciones de los personajes de forma inmediata, hará referencias a algunos y otros irán apareciendo bien avanzada la historia para explicar su vínculo con los protagonistas u otros personajes.

Haneke no renuncia a la distensión con sutiles elementos, bromas o toques de humor entre la pareja que también forman parte de esa vida cotidiana. En este sentido veremos cómo George da de comer a su mujer, como charlan, hacen ejercicio, la lava o la viste y lleva al baño. La profunda preocupación y atención de George, que lo desvela por las noches. La escena donde Anne juega con su silla de ruedas automática es otro ejemplo de distensión.

Anne toca el tema de la muerte y su enfermedad, George se siente incómodo con ello, no le hace falta pensar o tratar según qué temas, esto será en otra larga escena donde la pareja mantiene una conversación, en un plano más cercano, y planificada con planos-contraplanos. Todo hace mella en la moral, malos modos ocasionales.


La conversación que mantienen una vez George vuelve del funeral plantea aspectos y evoluciones muy interesantes en ambos personajes. Una situación muy difícil que pone a prueba cuerpo y mente de ambos, si no van los dos en la misma dirección se hace casi imposible, lo es de todas formas. Anne no está dispuesta a ponerlo fácil, es obstinada y no quiere tener que soportar ese deterioro, doloroso para ella, no quiere mejorar. George intenta ser comprensivo, amable, pero sufre. Ella sabe que su marido sufre y que le duele verla así, lo que acentúa todo, no quiere eso, no lo aguanta, se muestra clara, dura, “realista”… George, en cambio, sigue amable y respeta las convenciones, lo que se supone correcto, no por cumplir sino por amor. Los dos actúan por amor en su conflicto. Ella creerá que es un peso para él y él no soportará que ella se rinda o se apague. Anne se avergüenza de alguna forma de lo que le ocurre, de su situación, él la quiere alegre, positiva y con esperanza.



El músico, Alexandre (Alexandre Tharaud), al que nuestra pareja fue a ver, aparecerá en escena. Una visita donde Haneke se recreará en los tiempos muertos, como la espera del chico a la llegada de la anfitriona en un largo plano suyo en soledad. Se explicará su relación con ella, un antiguo alumno con mucho talento y donde el tema del pasado tendrá vital importancia, así como el de la música. Tocará un tema por petición de ella. Ambos están muy orgullosos de él.

La música también resulta especialmente simbólica e importante. Será la vida de Anne, la veremos feliz con ella, era profesora, irá a ver a su alumno y querrá escuchar un tema que tocaba él en el pasado, en directo, cuando vaya a verla. Luego ese directo se convertirá en otro tipo de representación menos auténtica, un Cd que prometió el chico y que Anne querrá que George quite al poco de iniciarlo, recuerdos dolorosos en una reproducción muerta (el Cd). George escuchará también música, lo que le llevará a visualizar a su esposa en salud, imaginarla disfrutando, así la música se convierte en vehículo de recuerdos, un asidero, un alivio vano y onírico que en otras ocasiones no logra aliviar. También veremos a George sentado ante el piano, tras interrumpir su pequeño concierto. Otro objeto contenedor de recuerdos.



Igual que los mencionados objetos hay que añadir el álbum de fotos que Anne pide a George interrumpiendo su comida, ese apego al recuerdo que parece hacernos sentir un poco más vivos, como si se nos impregnase, aunque sea levemente, aquel estado en el que estábamos o la energía que sentíamos en aquellos momentos y épocas que vemos plasmados en las fotos.


La impotencia y frustración de Anne la impulsarán a intentar levantarse. Del mismo modo la paulatina merma en la moral y pérdida de esperanzas provocarán una pesadilla en George donde se ve asfixiado.

Curiosamente Anne comenzará a progresar, a andar con ayuda y muchas dificultades, progresos que se truncarán casi de inmediato con un nuevo ataque que la dejará tremendamente mermada. Un golpe mortal para ambos.


La nocturna lectura del periódico que George hace a Anne, además de mostrar otro momento cotidiano, tiene una sutil dureza subterránea, noticias importantes para el mundo que tienen poco sentido en ese drama y en esa habitación donde están nuestros dos protagonistas. También oiremos la radio con más noticias.

El deterioro físico y mental es cada vez más pronunciado, Anne se orinará en la cama y apreciaremos con dureza y contundencia su vergüenza y frustración ante este hecho. Un deterioro que toca también a la propia dignidad, o al menos así lo siente Anne.


Un rubor que se acentúa con la costosa vocalización de ella.

Es curioso, quizá en ese buscado jugueteo con el espectador que muchas veces apreciamos en Haneke, que el padre hable del deterioro de la madre y explique lo que la va pasando manifestando que son cosas que no deben verse, algo de lo que el propio Haneke no nos privó de hacer. Luego rectificará y dejará que la vea. Ciertamente Haneke ahorra muchos detalles de ese deterioro. Anne muestra dificultades para hablar, y para casi todo, lo que crea un intenso conflicto emocional en Eva, la hija (Isabelle Huppert). El padre confesará la promesa que le hizo a su madre. Eva, aunque sufre intensamente, no será capaz de dar solución o hacerse responsable del problema cuando su padre la ponga ante la realidad y le pida seriedad. George siempre se mostrará fiel a su amor. Todo esto lo veremos posteriormente.

Las escenas donde George da de comer a Anne, un lento comer, condensan esa mezcla perfecta de dureza y ternura de la cinta de Haneke.

El amor de George es incontestable, despertará la admiración del espectador… y de su vecino. Una dedicación plena la de George que le llevará a despedir a las enfermeras, que iban cada tres días, alguna de forma tremendamente cruel, sólo justificable por el tremendo estrés al que está sometido.


Esta evolución en el deterioro se hace más patente en la nueva escena donde George da de comer a Anne, cuando ella se niega y recibe un bofetón de él. Una escena dolorosísima donde ambos hacen estallar su frustración, ella por su enfermedad, él por su cansancio y la negativa de ella.

Haneke retrata a la perfección la humillación que se siente, que debe sentir Anne, así como su impotencia. Así veremos cómo Anne tendrá una visceral reacción cuando ve a su hija, no quiere que la vea en ese estado, la avergüenza, duele.

“¿Qué propones?”

Estuvo bien”.

Es bellísima la escena donde la pareja rememora el día de su boda, una escena que antecede a la de la muerte de Anne. George calmará el dolor de Anne, en otra hermosa escena, contando una historia de infancia y acariciándole la mano, los quejidos de ella irán remitiendo paulatinamente mientras George desarrolla su narración. Recordará una postal perdida, otro objeto de recuerdo. Muy hermoso… justo antes de acabar con su vida.



Otra escena en un larguísimo primer plano.

George se dedicará a honrar el cadáver de su esposa con un ritual de agua, de nuevo, y flores, la vestirá elegantemente y sellará la habitación, como vimos en la primera escena, su tumba. Esto de alguna forma se vincula con lo que hemos ido viendo y oyendo durante la película, su amor por el arte, la representación, agarrarse a los recuerdos. El cadáver de Anne no podía quedar de cualquier manera.

La dirección de Haneke es ejemplar, siempre sabemos en qué lugar estamos, la casa donde pasamos toda la película está descrita a la perfección, no se perdería nadie en ella.

En el debe de la cinta están ciertas coartadas poéticas a las que recurre Haneke, metáforas a lo Ingmar Bergman que chocan con esa aspiración de realidad y que aportan más bien poco a la tesis del director, diluyen su fuerza y no vienen a cuento, sobran completamente. El paradigma de todo esto está en las escenas de la paloma, primero la echará de la casa, luego la cazará, acariciará y abrazará como necesitado de algo a lo que dar afecto. La paloma, el símbolo del espíritu, uno que dejará ir y otro, el suyo, al que se abraza antes de abandonarnos. Relacionado con esto podemos mencionar el pájaro pintado en la sala de música de la casa, representante del stand by de esa insoportable situación. El impacto de los hechos tampoco es de la contundencia que se podría esperar, quizá cierta previsibilidad influya, pero la realidad es aún peor.



Resulta francamente llamativa la penúltima escena de la cinta, viniendo de Haneke. El director parece ceder en su fría objetividad con una escena donde, agua de vida mediante, se muestra romántico, tierno, amoroso, casi místico, con sus personajes, en una idea de amor tras la muerte. Nuevamente un eco, recuerdo, anhelo… la pura esencia. El amor. 



Una poética resurrección de amor. Casi al estilo de “La palabra” (Carl Theodor Dreyer, 1955). Aunque pueda tener paralelismos con “El hijo de la novia” (Juan José Campanella, 2001), “Dejad paso al mañana” (Leo McCarey, 1937) o “Cuentos de Tokio” (Yasujiro Ozu, 1953) no tiene mucho que ver.

Haneke no juzga a sus personajes, ni defiende ni justifica ni condena el acto de George. Su excelente reflexión sobre el amor le lleva a exponer un acto concreto de ese sentimiento, muchos actos en realidad, porque a nadie, visto todo lo que hace George por Anne, puede caberle duda de que la ama con todo su ser, y su reacción, su acto, es aquí un acto de amor más, como lo hubiera sido no matarla de igual forma. El amor, un sentimiento complejo e imprevisible, bello y doloroso, que lleva a acciones inesperadas… nada más que eso. Aquí la muerte es amor. Esto dice Haneke.

Esto podría llevar a interpretaciones como una apología de la eutanasia que ciertamente no veo. Lo que sí veo es una profunda y dolorosa reflexión sobre la enfermedad, la vejez, la muerte, con sinceridad y en la que sobran ciertas coartadas poéticas, metafóricas, bergmanianas… una reflexión sobre el AMOR.

Las interpretaciones son ejemplares y emocionantes y la dirección sobria y talentosa. Uno de los grandes títulos del año.



2 comentarios:

  1. Hola Mr.Sambo,
    ya había ganas de encontrarnos con esta película en tu blog:) Lo único que no me gustó, o quizá no que no me gustase, sino que ciertamente, sobraba, es el momento de la paloma. Por lo demás, una película, que como todas las de Haneke, invita a la reflexión (sí, Haneke no juzga a sus personajes) y te sorprenden en cualquier momento, presentándose de nuevo; eso sí, salvo "La cinta blanca" el resto tardaré creo en revisionarlas, y eso que sí es uno del mis favoritos;)
    Un abrazo,
    Patricia

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    1. Te produce emociones intensas verdad,querida Patricia? De ahí que necesites tiempo para encararlas. Me alegra haber acertado con la crítica de uno de tus cineastas preferidos, siempre es un reto. Comparto contigo el tema de la paloma, es algo que chirria demasiado, verdad?

      Un beso fuerte.

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