lunes, 29 de octubre de 2012

Crítica: MUERTOS Y ENTERRADOS (1981)

GARY SHERMAN









Curiosa película de terror ochentero, muy característica de la época, pero con determinados aspectos que quizá la hicieron merecedora de correr mejor suerte. Ahora es una película de culto no muy conocida, a pesar de su interés.

Los guionistas de “Alien, el octavo pasajero” (Ridley Scott, 1978) y "Desafío Total" (Paul Verhoeven, 1990), Dan O’ Bannon Y Ronald Shusett son los responsables también de este guión, tramposo como pocos pero innovador en muchos aspectos, de hecho deja al desnudo la supuesta originalidad de películas que han pasado a la historia por esa misma circunstancia.


Un thriller que lleva una línea convencional de investigación de unos extraños crímenes, pero que va tornando, mediante extraños aspectos que se van descubriendo, en un thriller terrorífico de ciencia ficción donde todo puede pasar… eso sí, sin escatimar en trampas.


Una vez visionada es fácil que algunos aspectos recuerden a un título tan significativo y considerado como “El sexto sentido” (M. Night Shyamalan, 1999). Curiosamente “Muertos y enterrados” no ha sido una película exitosa que se diga, es más una cinta de culto bastante desconocida, al contrario que la protagonizada por Bruce Willis, que fue un auténtico taquillazo. Las diferencias también son significativas, “Muertos y enterrados” se inscribe en el género de terror más típico de los 80 donde la truculencia, el golpe de efecto y el espíritu gamberro estaban en boga, mientras que “El sexto sentido” apuesta por la depuración cinematográfica, con una cuidadísima y hitchcockiana dirección además de por un romanticismo exacerbado. Donde la película de Gary Sherman apuesta por la desolación pesimista la de Shyamalan lo hace por el romanticismo más hermoso. Ambas cintas son tramposas para cada una con objetivos distintos.
Entre el terror y el thriller “Muertos y enterrados” resulta una estimulante y original película de serie B, muy desconocida pero que gustará mucho a los amantes del género.


En un pequeño pueblo, Potters Bluff, empiezan a sucederse una serie de asesinatos, pero siempre de gente que viene de fuera. Dan, James Farentino, el sheriff, comienza a investigar dichos sucesos. Sus descubrimientos serán muy sorprendentes.

Buen comienzo con la escena del fotógrafo seducido por la chica y linchado y quemado por varios lugareños. Una escena absurda con una ilógica violencia que marca perfectamente el tono del film. El caos sin sentido como motivación vertebradora. La chica se mostrará desnuda, ante un alucinado fotógrafo, para que la retrate, la mezcla de sexo y muerte será utilizada en otras ocasiones a lo largo del film.


Otra escena a tener en cuenta es la de la familia que llega al pueblo y se mete en una casa desconocida, algo ilógica y bastante absurda también por esos comportamientos tan extraños que suelen tener los personajes en las cintas de terror, algo muy típico en los 80. Un suspense muy estirado y bastante surrealista. Además tiene todos los tópicos habidos y por haber, malotes que van a paso de tortuga, coches que no arrancan…

La reconstrucción del cadáver por parte de ese Frankenstein moderno, William G. Dobbs, estupendamente interpretado por Jack Albertson, es otro de los grandes momentos de la película.




La película puede leerse como una crítica a una sociedad adormilada, a la idea de la uniformidad social postulada por comunismos y socialismos, convirtiendo a los ciudadanos en zombis a los que manejar a conciencia, ideas que acaban recordando a cintas indispensables del género de terror y ciencia ficción como “La invasión de los ladrones de cuerpos” (Don Siegel, 1956). De hecho son reconocibles muchos referentes de prestigio que dan una profundidad mayor de la que podría parecer en un primer momento y que no es del todo habitual en este tipo de cine. Todo esto no oculta que su principal propósito es ser una cinta de entretenimiento, buscando en los golpes de efecto, los giros imprevistos y la violencia, sus principales puntos fuertes.




Frankenstein”, el cine de John Carpenter, especialmente el de los 80, incluso historias de Stephen King, son otras referencias que vienen a la cabeza fácilmente al ver la cinta.

Es cierto que el guión no es consistente y es uno de sus grandes defectos, así como el argumento y estructura una de sus grandes virtudes, porque no se puede negar su efectividad. Un guión con muchos agujeros y trampas que sería cansado comentar entre otras cosas porque son bastante evidentes y obligadas para que la película funcione, especialmente, en su sorprendente final. 

La fotografía es brillante, con esa especie de niebla que parece empañar cada encuadre, y la dirección tiene un buen pulso, potenciando los elementos de intriga y suspense sobre los más violentos, recurriendo a sugerir y no tanto a mostrar explícitamente. Una gran atmósfera la que crea Sherman. Todo esto serían virtudes menores sin el desenlace. Ese memorable desenlace, que deja en cueros al final de "El Sexto sentido" y su presunta originalidad. Muy recomendable.



Desde luego con poco esfuerzo podemos encontrar todas las fisuras de guión, las licencias para hacer encajar las trampas que la hacen funcionar y sorprender, pero su narrativa es tremendamente poderosa, muy bien modulada, una progresión dramática realmente conseguida y una atmósfera brillante. Sherman no es el mejor director de la historia y desde luego se nota, pero se muestra extraordinariamente competente a la hora de crear una historia de tensión creciente y constante que hipnotiza y agarra al espectador para no soltarle hasta su magnífico, impactante y sorprendente final. Un final tremendamente bizarro pero que no dejará indiferente a nadie.




Robert Englund, el mítico Freddy Krueger, tiene un pequeño papel en esta película.

Una cinta de culto de los 80.


 


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