La figura del director-dictador cinematográfico siempre ha
resultado interesante, la exagerada autoridad de estos directores les daba
cierto aspecto mítico. Si bien se ha hablado mucho de ellos en declaraciones de
actores, analistas, historiadores cinematográficos, el cine no les ha dedicado
una especial atención. Fritz Lang, Otto Preminger, Henry Hathaway… directores
que convertían sus rodajes en un campamento cuasi militar. Se forjaron una
reputación de directores insoportables e intratables que, gracias a su calidad
y buen hacer, aumentaba su leyenda. Serían muy interesantes películas sobre
estos maestros sin duda.
La que nos ocupa es una discreta comedia musical de Douglas
Sirk, sin muchas pretensiones ni artísticas ni de ningún otro tipo, correcta
sin más, agradable, con momentos simpáticos, bastante convencional y que tiene
como protagonista a un director del tipo que comentamos, un auténtico azote
para los actores y todos los colaboradores.
Don Ameche es John Gayle, un brillante y extremadamente
perfeccionista director cinematográfico de mucho éxito, que en su exceso de celo
profesional y obsesiva minuciosidad acaba provocando una crisis psicológica y
de ansiedad en su actriz protagonista, que no puede aguantar la presión a la
que es sometida por éste. La amistad de Gayle con el productor no impide su
despido ya que la actriz tiene que darse de baja. Por casualidad, en un día de
relax paseando por una feria con su hermana, descubre a una chica de increíble
talento y versatilidad en las distintas facetas en las que trabaja en la
mencionada feria, esto le dará una idea para diseñar una estrategia que le
posibilite volver a la dirección de la película.
En varios planos Sirk juega con los espejos resaltando el
tema de la falsedad o las mentiras a las que recurren los personajes de Ameche
y Lamour, su símbolo.
Dorothy Lamour es Mary O’Leary, una especie de mezcla entre Cenicienta y Galatea del mito de Pigmalión, que ve hecho su sueño realidad al
poder ser actriz, de patito feo a princesa, de muñeco de feria a estrella
universal. Para ello el personaje de Ameche la educará para hacer creíble su
personaje de francesa natal. Lamour está muy natural y fresca, rezuma
espontaneidad en todo momento y siempre resulta divertida.
La película que no deja de ser una suma de clichés, no tiene
nada original y la evolución y relación de personajes es en casi todo momento
gratuita y poco elaborada, en especial la de Ameche y Lamour, donde el
enamoramiento de ella pasa a ser un hecho de la noche a la mañana sin más
explicación.
Tratándose de una película de Sirk tenemos unos personajes
femeninos bien tratados y de mucha importancia, de ahí que resulte
satisfactorio el trabajo y personaje de Lamour, pero también el de la hermana
de Ameche (Janis Carter), la confidente de Mary y enamorada, a su vez, del
productor amigo de su hermano (Willard Parker).
En definitiva, todo resulta previsible y poco original aunque
se deja ver. Los números musicales están bien integrados en la trama al estar
la película contextualizada en el rodaje de un musical, pero tampoco son algo a
reseñar y cortan un poco el ritmo, como suele pasar.
Sin mucho destacable, es un Sirk de lo más discreto en su
filmografía aunque no se ve con desagrado.
Una de las mayores gracias de Sirk es la elegancia. Incluso en las cintas sin ninguna trascendencia logra una imagen solvente, aún las menos trascendentes son correctas.
ResponderEliminarGracias sensei! Un beso!!!
R
Muy de acuerdo R, uno de lo grandes sin lugar a dudas.
ResponderEliminarUn beso.