Desde luego, aparte de cuestiones más o menos filosóficas, “Olvídate de mí” es un adulto y maduro retrato del funcionamiento de una
pareja, desde el idealismo y felicidad iniciales al deterioro paulatino con el
paso del tiempo. Nada idílica, vemos a la pareja en los peores momentos decirse
cosas de tremenda crueldad en toda su crudeza, lo que da una autenticidad
asombrosa a todo. Fascina la incomodidad de la pareja en su reencuentro
amnésico. Esta incomodidad está muy bien mostrada desde el montaje, espléndido
durante toda la cinta, por ejemplo en el momento que Clementine propone a Joel
subir a su casa para tomar algo y arrepentirse, avergonzada, en el mismo
momento ante la breve indecisión de Joel. Mediante una elipsis vemos a Joel ya
en la casa de Clementine, se nos ahorra la discusión y explicaciones que llevan
a la aceptación de Joel, ya que no es importante en lo que se quiere
transmitir. Se muestra la incomodidad de los dos y a la vez su profunda
atracción, víctimas de esos hilos invisibles que no pueden ignorar sin saber
por qué. Gondry apuesta pues por transmitir sensaciones, emociones, antes que
por la narración.
Esto entraría en relación con lo profundamente poética que
es la cinta, el uso de las metáforas visuales, todas intensamente emotivas y
con contenido, imágenes fascinantes que impactan por su ilógica y conectan con
el subconsciente. Ejemplos hay miles, la escena de Clementine y Joel bajo las
sábanas y la historia de la muñeca, de una intimidad y sinceridad maravillosas
y de imágenes que van del más auténtico romanticismo hasta casi el terror. La
lluvia dentro de la casa como alusión a otro recuerdo lejano. La que logra en
gestos nimios como coger un trozo de pollo del plato del otro cuando apenas se
conocen (Joel dice “fue tan íntimo, como si ya fuéramos amantes”).
Al hilo de esto dos escenas casi mágicas. La del último recuerdo,
cuando Clementine pretendía pasar la noche en una casa ajena el primer día que
se conocieron, casa que se va destruyendo, como su recuerdo, ante la
indiferencia de Joel que se sincera de forma absoluta consigo mismo, mostrando
sus sentimientos a flor de piel, sin miedo a su vulnerabilidad, recordando cómo
se fue sin decir nada aquel día, cómo un simple comentario con cierto tono le
impulsó a ello (Clementine en el recuerdo de Joel dice “¿Y si esta vez te
quedas? Vuelve y al menos inventa una despedida…finjamos que la tuvimos.”)
La otra es, seguramente, uno de los planos más recordados y
está presente en los carteles de la película. La escena en el hielo en el
reencuentro (también en otros momentos), metáfora emocionante, el hielo como el
amor, inestable, impredecible, variable, mutable, frágil, que da miedo en
muchas ocasiones, pero tremendamente bello… Lanzarse a él es como un acto de
fe, de valentía. El hielo, la nieve, siempre aparece en momentos felices, como
en el plano final. Memorable. Joel dice “Podría morir ahora mismo Clem… Me
siento tan feliz… Estoy justo donde quiero estar.” (Muy goethiano también).
Esa autenticidad, esa sinceridad descarnada en el
tratamiento y reflexiones produce una intensa emoción y la revelación de que
esa honestidad con nosotros mismos, esa vulnerabilidad, si se pone de nuestra
parte, reconociendo los propios errores, nos mejora indudablemente.
La estructura de la película es caleidoscópica, como el
funcionamiento de nuestra cabeza, que emite pensamientos variados e inconexos
lógicos sólo para nosotros, y con un juego en el uso del flashback francamente
brillante. Esto se acentúa en el comienzo y la voz en off del protagonista que
lanza múltiples pensamientos sin aparente relación unos con otros. Un
funcionamiento de la memoria semejante a los post-it.
Son muchos los cambios de tono de la cinta, desde el drama a
la comedia o la pura ciencia ficción pasando por momentos terroríficos. Estos
últimos están relacionados con el sentimiento de pérdida, esa aparente
sensación de que no hay vuelta atrás se muestra en todo su horror, con una
imaginaría surrealista y siniestra muy acertada (rostros que no se ven,
pasillos claustrofóbicos, huida constante, evaporación del ser querido…).
La infancia también es mostrada con acierto, nada falla en
la película, se presenta como el refugio, el lugar donde se forja todo, el
cobijo al que recurrir. Pero también en ocasiones como un lugar cruel de
inseguridades y miedos (la historia de la muñeca de Clementine).
El guión es una maravilla, de estructura circular y con
innumerables vericuetos en su desarrollo, tiene momentos y frases memorables,
como las citadas u otras como “la arena está sobrevalorada, no son más que
piedrecitas diminutas” o el casi goethiano “éste no, déjame sólo este
recuerdo”… Momentos brillantísimos y un sentido del humor algo nostálgico pero
muy divertido y nada vulgar.
El proceso de eliminación de recuerdos irá de los más
recientes, que son los más dolorosos a los más lejanos que son, por el contrario,
los más queridos.
Todas las historias secundarias son imprescindibles y alguna
tan emotiva como la principal. La historia de Mary y el descubrimiento de su
retorno a lo vivido producen una tremenda desazón. Sirven además para
complementar la historia principal y enriquecerla, así tendremos otra gran
reflexión sobre la intimidad, sobre la esencia de uno y el conocimiento que de
los demás llegamos a tener. La intimidad cómo algo casi exclusivo de uno mismo,
sólo compartido o llegado a comprender por el resto en breves instantes, sobre
todo por la preponderancia que del propio ego tendemos a tener haciendo
inaccesible nuestro interior a la gente que queremos y nos quiere. En este
sentido es extraordinaria la escena donde Stan (Mark Ruffalo), Mary y un
anestesiado Joel, comparten cama en aparente intimidad y donde la pareja de
Stan y Mary parecen ajenos, casi con desprecio, a todo el tumulto interior que
está viviendo Joel en ese momento, pero un tumulto que no es exclusivo de él,
ya que descubriremos que tanto Stan como Mary albergan otro tumulto en su
interior. O la escena donde Clementine reprocha a Joel lo poco que se comunica
y éste responde con otra gran frase, “hablar sin cesar no significa
comunicarse”.
La escena final es otro momento sublime, una declaración de
amor sincero como pocas veces se han visto, especialmente en el cine reciente,
en esa aceptación de volver a repetir la experiencia aunque se esté convencido
de que se volverá a sufrir o exista esa posibilidad. ¿Se puede hacer una
declaración de amor mayor?
Los aspectos técnicos y artísticos son inmejorables, el
montaje ya mencionado, la dirección, el maravilloso guión oscarizado, pero
haremos mención especial a las interpretaciones, espectaculares todas, Kate
Winslet, que casi siempre está bien, encantadora, divertida, chispeante, los
más secundarios Mark Ruffalo, Elijah Wood, Kirsten Dunst o Tom Wilkinson… Pero
el que se lleva la palma es Jim Carrey, su mirada triste y llorosa y la
variedad de matices en la que es, sin duda, su mejor interpretación hasta la
fecha, conmueve y transmite toda la emoción de la película. Magnífico.
Evidentemente también es lícita la lectura negativa, esa que nos impulsa a repetir errores, la que nos condena a repetirlos de forma casi irremediable y la que nos hace valorar las cosas una vez las idealizamos y olvidamos lo malo...
En definitiva, es una invitación a no olvidar nada, ni siquiera el sufrimiento del cual se aprende, nos mejora y nos evita ciertos errores, o al menos si los volvemos a cometer no será por no estar advertidos.
Quizá, al fin y al cabo, aunque sepamos que vamos a sufrir nos compense vivir esos buenos momentos de nuevo...
La música de Jon Brion es maravillosa y se adecúa al tono
triste y casi resignado de la película como un guante, destacando el tema
principal “Everybody’s got to learn sometime” escrita por James Warren cantada
por Beck y producida por el propio Brion.
Una de las mayores obras maestras del cine reciente.
Imprescindible.
¡Qué feliz es la suerte de la vestal sin tacha!
Olvidarse del mundo, por el mundo olvidada.
¡Eterno resplandor de la mente inmaculada!
Cada rezo aceptado, cada antojo vencido.
Dedicada a Ángel, que sólo dio buenos momentos.
Bufff!!!…
ResponderEliminarCreo q voy a buscarla Ya!!!
Cuánto m interesa lo que cuenta y qué bonito lo explicas!!!
Solo espero olvidarme de q Carrey es Carrey…
Mil gracias sensei…
Esa dedicatoria al final hace que tenga q poner toda mi concentración en buscar mi menor sonrisa…
Besos!
R
Me alegro que te haya gustado la crítica R, si te fijas en las fotos de Carrey se le ve completamente distinto. Seguro que te sorprende.
ResponderEliminarSí, ÁNGEL tendrá siempre aquí un lugar y un recuerdo.
Un besazo.
Buenas, míster
ResponderEliminarAndaba yo dejando enmohecer desde hacía semanas esta película en el escritorio del Mac del curro, cuando, voilá, vas y le haces un hueco en el blog, y nos vendes la crítica en twt. No obstante, he preferido verla antes de leer tus argumentos, no tanto para que no mediatizaras mi juicio como para comprobar, a posteriori, todo lo que no capté y a ti no se te pasa. Para variar.
Reconozco que me pierdo en filosofías, y que la película me pareció rara, pero también que me gustó ese desmontaje que realiza de las relaciones amorosas, y ese aferrarse a los recuerdos más allá del resultado final de la relación. Y sí, la escena final es sublime. Daría para una charla de horas bien regada en un bar.
Más que aceptable también este improbable Jim Carrey, del que esperas la mueca en cada plano. Contenido y muy emotivo, pese a reservarse para sí la (para mi gusto) innecesaria escena de su niñez, de una comicidad más acorde con el resto de sus trabajos.
De la Winslet no digo nada más que lamento mi descreimiento en sus inicios. Con el mismo ojo con que en su día no capté la calidad de Marcelo miré yo el talento de Katie. Qué vista, oye.
Sigue así, crack.
Muchas gracias Dienekes. Genial que te hayas decidido tan pronto al coincidir con mi crítica y espero que te haya servido. Sí, el tema de las filosofías puede asustar jejeje.
ResponderEliminarCarrey tiene el problema que dices, su pasado. Yo le odiaba, mucho, era el típico payaso que sólo hacía chorradas, películas chorras para su lucimiento pero además cargantes... Hasta que vi El Show de Truman. Fui sin ninguna expectativa y fue la vez que más entusiasmado salí del cine. Esas pelis, Truman... Olvídate... The Majestic... Corresponden a la época en la que buscó quitarse un poco esa etiqueta de chorras y demostrar que sabía actuar. Lo consiguió, la verdad, pero lo que comentas es irremediable.
La Winslet es mucha Winslet jajajaja y Marcelo también jajajaja
Me ha gustado el proceso de visionado que has hecho.
Intentaremos seguir Crack. Un saludo.
Me ha encantado tu crítica. Acabo de ver la pelicula sin ningún prejuicio aunque reconozco que Jim Carrey me apasiona físicamente :). Me ha parecido tan maravillosa que he buscado en la web comentarios y me topado con tu blog. Gracias por saber escribir tan absolutamente bien las sensaciones que me ha producido. No tengo palabras
ResponderEliminarMe ha encantado tu crítica. Acabo de ver la pelicula sin ningún prejuicio aunque reconozco que Jim Carrey me apasiona físicamente :). Me ha parecido tan maravillosa que he buscado en la web comentarios y me topado con tu blog. Gracias por saber escribir tan absolutamente bien las sensaciones que me ha producido. No tengo palabras
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tus palabras, Marta. Me alegra que te gustara esta magnífica película y el análisis, me llena de orgullo. Un abrazo fuerte.
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