Elisa (Sally Hawkins) es una princesa de cuento pasada por un tapiz realista
que finalmente no lo será tanto. Tiene carencias que suple como buenamente
puede, y anhelos, sueños. Es decidida, sabe que lo que no tiene es porque no ha
podido tenerlo, pero en cuanto tenga su oportunidad no dudará en cogerlo.
Vive en una casa humilde y modesta, como es ella, y trabaja
de limpiadora en esa especie de laboratorio secreto, como la NASA (el OCCAM), donde se
desarrolla la historia, junto a su amiga Zelda.
Es una fetichista de los zapatos, símbolo de sus anhelos.
Son el sustitutivo a su voz, esa con la que le gustaría cantar. Disfruta de los
zapatos porque decoran sus pies, esos con los que al menos puede bailar,
ensoñación de bailarina, escenificada en esa bella escena junto a su amigo
pintor, donde mueven los pies al ritmo de la película que ven en la televisión.
Ella misma explicará cómo se siente junto a la Criatura, lo
incompleta que estaba, que eso no importe… Eso los une, su excepcionalidad,
donde sólo se aprecia el interior. Comprenderse, sentirse… Ninguno de los dos
tiene la facultad del habla para comunicarse.
Zelda, la amiga del trabajo de Elisa que interpreta Octavia
Spencer, la complementa. Ella tiene la vida que parece faltarle a Elisa (la
familia, el marido, los pedos…), incluso su mudez es compensada y complementada
por la insaciable y constante verborrea de la dicharachera Zelda, que tiene las
frases de guión más divertidas.
Elisa es visceral, retadora y desafiante, a pesar de su
aparente dulzura y vulnerabilidad. Es decidida, tiene estómago y es poco asustadiza,
como demuestra con esa Criatura con la que siente afinidad inmediatamente. Es
como si de alguna manera necesitara el riesgo para sentirse viva, romper con la
rutina que gobernó su vida hasta la aparición de la Criatura, algo que ponga
interés, motivación, a su existencia y monótona vida. Su relación con la Criatura (Doug Jones) la libera en todos los sentidos.
Vínculos férreos. Personajes.
Uno de los aspectos más interesantes del film es la
personalidad de los protagonistas. Especialmente tres, los positivos. Elisa,
Giles y Zelda. Una muda, un homosexual y una afroamericana. Tres personas que
sufren el prejuicio, la homofobia, el racismo… lo que las convierte en
marginales. No es raro que sean ellos los que se vinculen y ayuden a una rareza
como un “Hombre Anfibio” sometido.
Un “Hombre Anfibio” que en realidad es salvaje, como
demuestra comiendo gatos, pero al que se humaniza en cierta medida con esos
arrepentimientos y curaciones.
La amistad de Giles y Elisa es el vínculo y relación más
poderosa. Giles llega a creerse autosuficiente, insinuando que su relación
tiene más que ver con la soledad y el desamparo que con un verdadero afecto,
pero rectificará pronto… cuando se sienta solo y desamparado… Como Elisa, Giles (Richard Jenkins) tiene sus muletas, sus sustitutivos, sus evasiones, como el alcohol que consume
en exceso o ese peluquín que se pone… Giles asume la soledad como raíz de la
sensibilidad y humanidad, sin darse cuenta de que es una soledad relativa,
circunscrita al prejuicio y condena social, al qué dirán, a la falta de una
pareja.
Simplemente se sintió amenazado por la aparición de esa Criatura
en la vida de su amiga Elisa, sintió el miedo a quedarse solo, a que se
rompiera un vínculo, para terminar dándose cuenta de que ese vínculo es más
profundo que compartir soltería…
De alguna manera, Giles y Elisa son seres platónicos. Sólo sueñan
en cosas que saben no se cumplirán, como una esperanza quizá imposible pero que
les ayuda a vivir (bailar en un musical, tomar tarta para un pequeño coqueteo
como ilusión…). Es la vida en pequeños anhelos que son suficientes, pero
finalmente, cuando haya la posibilidad de algo más, de cumplir alguno de esos
sueños, se lanzarán como kamikazes (Elisa con la Criatura, Giles con el chico
del restaurante), aunque haya consecuencias o decepciones.
Por su parte, Zelda y Elisa tienen también curiosos puntos en
común. Ciertas referencias bíblicas: Zelda tiene también el nombre de Dalila,
la mujer que traicionó a Sansón; Elisa fue encontrada en el río, como Moisés,
por ejemplo. Elisa es huérfana, mientras que la madre de Zelda murió al nacer
ésta, por lo que tampoco tiene hermanos…
Giles explicará su vínculo con la Criatura, su soledad, su
excepcionalidad, donde ambos han nacido o bien demasiado pronto o bien
demasiado tarde.
“Tal vez los dos somos reliquias”.
El siempre inquietante Michael Shannon interpreta al
monstruo de la función, que no es el “Hombre Anfibio”. Un villano, Strickland,
con una estupenda presentación, vestido de negro, con instrumento fálico, esa
porra con la que tortura al “Hombre Anfibio”, y reflexiones al estilo Torrente
sobre la higiene de manos antes o después de ir al baño… Del Toro dedica tiempo
a su dibujo y desarrollo.
No es baladí que se presente a Strickland junto al “Hombre
anfibio”, porque de alguna manera serán las dos caras de la misma moneda. Los
dos valoran a la protagonista, se sienten atraídos por ella, parecen ver cómo
es, pero uno lo hará desde la superficialidad y el otro no.
A Elisa y la Criatura los vincula su excepcionalidad, los
gestos, la música, la comida, la sensibilidad… Strickland se siente atraído
también por la excepcionalidad de la chica, es decir, que sea muda, lo que
vemos en ese gran momento de la escena de sexo del villano con su mujer, que
sugiere ya una atracción erótica hacia Elisa, cuando le pide silencio durante
el polvo. Una escena más que interesante.
“Te quiero en completo silencio… silencio”.
Él intentará forzar su vínculo con Elisa, y lo hará también
a través del agua, en esa brillante escena donde tira un vaso de agua para que
ella acuda a limpiarlo.
Es un sádico, que encuentra también en la crueldad alivio a
sus insatisfacciones. Una figura de torturador similar a la del personaje que
interpreta Sergi López en “El laberinto del fauno” (2006).
Se le humaniza en cierta medida al observarle en su vida
doméstica, pero también tiene insuficiencias e insatisfacciones que pretende
suplir o aliviar desde lo material, por ejemplo comprando ese lujoso coche, un
Cadillac, que no le durará mucho… Incluso leerá “The power of positive
thinking” (El poder del pensamiento positivo), una lectura que no parece sentarle
muy bien.
Michael Stuhlbarg interpreta al doctor Robert Hoffstetler,
un científico ruso. Stuhlbarg es uno de los mejores actores actuales,
habitualmente secundario de lujo, capaz de la mayor de las discreciones a
pesar de su talento, que aparece en casi todas las películas que se realizan y
merecen mención, de hecho lo tenemos en el reparto de tres de las nominadas
este año a los Oscars: la que aquí traigo, “Los archivos del pentágono” (Steven
Spielberg, 2017) y “Call me by your name” (Luca Guadagnino, 2017).
Se descubrirá como un personaje positivo a pesar de su
naturaleza traidora, dando prioridad a su carácter como científico antes que al
“patriótico”. Esto, de alguna forma, lo vincula también con Elisa. Y lo hace
aunque también parecen opuestos, ya que él tiene un interés científico en la
Criatura, mientras que el de ella es sentimental.
Todos son personajes insatisfechos que necesitan fachadas
(el Cadillac, los zapatos, el peluquín, el espía…), que se terminarán
definiendo o redimiendo en sus vínculos e interacciones.
Todos los personajes parecen rodeados de grises, entornos
grises en los que el color da la vida. Del Toro mezcla los blancos y negros con
una ligera noción de grises entre los personajes, que es poco concluyente.
Definidos los buenos y los malos, tenemos una concepción de grises en esa trama
encubierta de Guerra Fría e intereses varios, donde el espía y traidor ruso no
es tan malo, todo lo contrario, y el americano es un monstruo despiadado. Donde
los gobiernos son obtusos, un tópico, y los militares fanáticos, un tópico más
insufrible aún.
“No necesitamos aprender. Necesitamos que los americanos no
aprendan”.
La dirección de Guillermo del Toro es digna de toda
alabanza, como han podido comprobar en este análisis, y la banda sonora compuesta
por Alexandre Desplat es bellísima.
Aunque todo el reparto está muy correcto, en algunos casos
entrañable, lo que ha llevado a que Richard Jenkins y Octavia Spencer tengan
sus nominaciones al Oscar, los elogios más encendidos deben ser para Sally Hawkins
y su magnífica encarnación llena de delicadeza, ternura y fortaleza.
Trece nominaciones al Oscar (película, director, actriz
principal y secundaria, actor secundario, guión original, montaje, fotografía,
banda sonora, diseño de producción, vestuario, sonido, efectos sonoros), lo que
indica que es un triunfo en lo técnico y lo artístico para la Academia, si
bien no es la mejor cinta de este año. Lo que está claro es que es una
estupenda película con muchas virtudes y algún defectillo (redundancias, referencialidad
evidente más allá del homenaje, subrayados…), que apuesta por una casi
imposible mezcla de géneros con la que sorprender al espectador. No lo logra
del todo, pero el resultado es satisfactorio en una película bonita, de tintes
poéticos y muchos matices, pero no conmovedora.
Estupendo análisis q he ido leyendo con expectación. Una peli q veré y q podrè disfrutar mucho mejor gracias a tus detalladas explicaciones.
ResponderEliminarGran trabajo. Bravo!!
Y ya sólo queda ver cuántos óscar se lleva de tantas nominaciones!!
Besos!!!
Muchas gracias. Quedé muy contento y me lo pasé muy bien, debo reconocer. Espero te sirva!
EliminarBesos!
Una interesante película, ayer tuve oportunidad de verla y puedo constatar que haces un buen resumen y un mejor análisis.
ResponderEliminarMe alegra que te lo haya parecido y agradezco tus palabras, Soonatas. Un saludo!
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