domingo, 18 de febrero de 2018

Crítica LA FORMA DEL AGUA (2017) -Última Parte-

GUILLERMO DEL TORO











Una princesa silenciosa.

Elisa (Sally Hawkins) es una princesa de cuento pasada por un tapiz realista que finalmente no lo será tanto. Tiene carencias que suple como buenamente puede, y anhelos, sueños. Es decidida, sabe que lo que no tiene es porque no ha podido tenerlo, pero en cuanto tenga su oportunidad no dudará en cogerlo.





Vive en una casa humilde y modesta, como es ella, y trabaja de limpiadora en esa especie de laboratorio secreto, como la NASA (el OCCAM), donde se desarrolla la historia, junto a su amiga Zelda.

Es una fetichista de los zapatos, símbolo de sus anhelos. Son el sustitutivo a su voz, esa con la que le gustaría cantar. Disfruta de los zapatos porque decoran sus pies, esos con los que al menos puede bailar, ensoñación de bailarina, escenificada en esa bella escena junto a su amigo pintor, donde mueven los pies al ritmo de la película que ven en la televisión.




Ella misma explicará cómo se siente junto a la Criatura, lo incompleta que estaba, que eso no importe… Eso los une, su excepcionalidad, donde sólo se aprecia el interior. Comprenderse, sentirse… Ninguno de los dos tiene la facultad del habla para comunicarse.

Zelda, la amiga del trabajo de Elisa que interpreta Octavia Spencer, la complementa. Ella tiene la vida que parece faltarle a Elisa (la familia, el marido, los pedos…), incluso su mudez es compensada y complementada por la insaciable y constante verborrea de la dicharachera Zelda, que tiene las frases de guión más divertidas.




Elisa es visceral, retadora y desafiante, a pesar de su aparente dulzura y vulnerabilidad. Es decidida, tiene estómago y es poco asustadiza, como demuestra con esa Criatura con la que siente afinidad inmediatamente. Es como si de alguna manera necesitara el riesgo para sentirse viva, romper con la rutina que gobernó su vida hasta la aparición de la Criatura, algo que ponga interés, motivación, a su existencia y monótona vida. Su relación con la Criatura (Doug Jones) la libera en todos los sentidos.




Vínculos férreos. Personajes.

Uno de los aspectos más interesantes del film es la personalidad de los protagonistas. Especialmente tres, los positivos. Elisa, Giles y Zelda. Una muda, un homosexual y una afroamericana. Tres personas que sufren el prejuicio, la homofobia, el racismo… lo que las convierte en marginales. No es raro que sean ellos los que se vinculen y ayuden a una rareza como un “Hombre Anfibio” sometido.

Un “Hombre Anfibio” que en realidad es salvaje, como demuestra comiendo gatos, pero al que se humaniza en cierta medida con esos arrepentimientos y curaciones.




La amistad de Giles y Elisa es el vínculo y relación más poderosa. Giles llega a creerse autosuficiente, insinuando que su relación tiene más que ver con la soledad y el desamparo que con un verdadero afecto, pero rectificará pronto… cuando se sienta solo y desamparado… Como Elisa, Giles (Richard Jenkins) tiene sus muletas, sus sustitutivos, sus evasiones, como el alcohol que consume en exceso o ese peluquín que se pone… Giles asume la soledad como raíz de la sensibilidad y humanidad, sin darse cuenta de que es una soledad relativa, circunscrita al prejuicio y condena social, al qué dirán, a la falta de una pareja.





Simplemente se sintió amenazado por la aparición de esa Criatura en la vida de su amiga Elisa, sintió el miedo a quedarse solo, a que se rompiera un vínculo, para terminar dándose cuenta de que ese vínculo es más profundo que compartir soltería…

De alguna manera, Giles y Elisa son seres platónicos. Sólo sueñan en cosas que saben no se cumplirán, como una esperanza quizá imposible pero que les ayuda a vivir (bailar en un musical, tomar tarta para un pequeño coqueteo como ilusión…). Es la vida en pequeños anhelos que son suficientes, pero finalmente, cuando haya la posibilidad de algo más, de cumplir alguno de esos sueños, se lanzarán como kamikazes (Elisa con la Criatura, Giles con el chico del restaurante), aunque haya consecuencias o decepciones.




Por su parte, Zelda y Elisa tienen también curiosos puntos en común. Ciertas referencias bíblicas: Zelda tiene también el nombre de Dalila, la mujer que traicionó a Sansón; Elisa fue encontrada en el río, como Moisés, por ejemplo. Elisa es huérfana, mientras que la madre de Zelda murió al nacer ésta, por lo que tampoco tiene hermanos…

Giles explicará su vínculo con la Criatura, su soledad, su excepcionalidad, donde ambos han nacido o bien demasiado pronto o bien demasiado tarde.

Tal vez los dos somos reliquias”.




El siempre inquietante Michael Shannon interpreta al monstruo de la función, que no es el “Hombre Anfibio”. Un villano, Strickland, con una estupenda presentación, vestido de negro, con instrumento fálico, esa porra con la que tortura al “Hombre Anfibio”, y reflexiones al estilo Torrente sobre la higiene de manos antes o después de ir al baño… Del Toro dedica tiempo a su dibujo y desarrollo.





No es baladí que se presente a Strickland junto al “Hombre anfibio”, porque de alguna manera serán las dos caras de la misma moneda. Los dos valoran a la protagonista, se sienten atraídos por ella, parecen ver cómo es, pero uno lo hará desde la superficialidad y el otro no.

Elisa y la Criatura los vincula su excepcionalidad, los gestos, la música, la comida, la sensibilidad… Strickland se siente atraído también por la excepcionalidad de la chica, es decir, que sea muda, lo que vemos en ese gran momento de la escena de sexo del villano con su mujer, que sugiere ya una atracción erótica hacia Elisa, cuando le pide silencio durante el polvo. Una escena más que interesante.

Te quiero en completo silencio… silencio”.




Él intentará forzar su vínculo con Elisa, y lo hará también a través del agua, en esa brillante escena donde tira un vaso de agua para que ella acuda a limpiarlo.



Es un sádico, que encuentra también en la crueldad alivio a sus insatisfacciones. Una figura de torturador similar a la del personaje que interpreta Sergi López en “El laberinto del fauno” (2006).




Se le humaniza en cierta medida al observarle en su vida doméstica, pero también tiene insuficiencias e insatisfacciones que pretende suplir o aliviar desde lo material, por ejemplo comprando ese lujoso coche, un Cadillac, que no le durará mucho… Incluso leerá “The power of positive thinking” (El poder del pensamiento positivo), una lectura que no parece sentarle muy bien.






Michael Stuhlbarg interpreta al doctor Robert Hoffstetler, un científico ruso. Stuhlbarg es uno de los mejores actores actuales, habitualmente secundario de lujo, capaz de la mayor de las discreciones a pesar de su talento, que aparece en casi todas las películas que se realizan y merecen mención, de hecho lo tenemos en el reparto de tres de las nominadas este año a los Oscars: la que aquí traigo, “Los archivos del pentágono” (Steven Spielberg, 2017) y “Call me by your name” (Luca Guadagnino, 2017).

Se descubrirá como un personaje positivo a pesar de su naturaleza traidora, dando prioridad a su carácter como científico antes que al “patriótico”. Esto, de alguna forma, lo vincula también con Elisa. Y lo hace aunque también parecen opuestos, ya que él tiene un interés científico en la Criatura, mientras que el de ella es sentimental.

Todos son personajes insatisfechos que necesitan fachadas (el Cadillac, los zapatos, el peluquín, el espía…), que se terminarán definiendo o redimiendo en sus vínculos e interacciones.




Todos los personajes parecen rodeados de grises, entornos grises en los que el color da la vida. Del Toro mezcla los blancos y negros con una ligera noción de grises entre los personajes, que es poco concluyente. Definidos los buenos y los malos, tenemos una concepción de grises en esa trama encubierta de Guerra Fría e intereses varios, donde el espía y traidor ruso no es tan malo, todo lo contrario, y el americano es un monstruo despiadado. Donde los gobiernos son obtusos, un tópico, y los militares fanáticos, un tópico más insufrible aún.

No necesitamos aprender. Necesitamos que los americanos no aprendan”.

La dirección de Guillermo del Toro es digna de toda alabanza, como han podido comprobar en este análisis, y la banda sonora compuesta por Alexandre Desplat es bellísima.

Aunque todo el reparto está muy correcto, en algunos casos entrañable, lo que ha llevado a que Richard Jenkins y Octavia Spencer tengan sus nominaciones al Oscar, los elogios más encendidos deben ser para Sally Hawkins y su magnífica encarnación llena de delicadeza, ternura y fortaleza.

Trece nominaciones al Oscar (película, director, actriz principal y secundaria, actor secundario, guión original, montaje, fotografía, banda sonora, diseño de producción, vestuario, sonido, efectos sonoros), lo que indica que es un triunfo en lo técnico y lo artístico para la Academia, si bien no es la mejor cinta de este año. Lo que está claro es que es una estupenda película con muchas virtudes y algún defectillo (redundancias, referencialidad evidente más allá del homenaje, subrayados…), que apuesta por una casi imposible mezcla de géneros con la que sorprender al espectador. No lo logra del todo, pero el resultado es satisfactorio en una película bonita, de tintes poéticos y muchos matices, pero no conmovedora.








4 comentarios:

  1. Estupendo análisis q he ido leyendo con expectación. Una peli q veré y q podrè disfrutar mucho mejor gracias a tus detalladas explicaciones.
    Gran trabajo. Bravo!!
    Y ya sólo queda ver cuántos óscar se lleva de tantas nominaciones!!
    Besos!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias. Quedé muy contento y me lo pasé muy bien, debo reconocer. Espero te sirva!

      Besos!

      Eliminar
  2. Una interesante película, ayer tuve oportunidad de verla y puedo constatar que haces un buen resumen y un mejor análisis.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra que te lo haya parecido y agradezco tus palabras, Soonatas. Un saludo!

      Eliminar