martes, 20 de febrero de 2018

Crítica DUNKERQUE (2017) -Parte 1/2-

CHRISTOPHER NOLAN












Dijeron de Nolan que era un director frío, y él se marcó “Interstellar” (2014), que tiene en su primera parte la demostración palpable de lo que puede hacer el británico con las emociones; dijeron de él también que verbalizaba mucho en sus películas, que las explicaba en demasía, y él se marca “Dunkerque”, que es básicamente una cinta muda.

Un día, este perfeccionista y brillante director, va a agrupar todas sus virtudes y las correcciones que pretenden exponer sus odiadores y realizará la mayor obra maestra del cine jamás vista… a la que le saldrán radicales opositores.





Dunkerque” es otra gran película de Nolan, las más sencilla y corta de su filmografía (con excepción de su debut), que parece destinada a convertirse en referente del bélico moderno y a darle el prestigio entre los académicos que se le ha negado con sus anteriores obras, entre las que hay alguna obra maestra que otra, a pesar de ser reivindicado por muchos, incluso por algunos críticos desde sus inicios, como el que esto suscribe, en los tiempos de “Following” (1998) y “Memento” (2000). Cosas que pasan, porque esta es puro Nolan en todos los sentidos. En clave casi documental, sólo en apariencia, Nolan sale airoso desde su concepción cerebral de la narración, prescindiendo en muchos aspectos del rigor histórico. Tiene mérito haberse metido entre las nominadas, habida cuenta de que se estrenó en verano, fuera de las típicas fechas en las que se estrenan las favoritas. De hecho es la segunda película con más nominaciones, 8: Película, director, montaje, fotografía, banda sonora, diseño de producción, sonido y efectos sonoros.

La operación Dinamo.

En 1809, en plena Guerra de la Independencia española, las tropas británicas tuvieron que ser rescatadas en las costas gallegas cuando estaban condenadas a ser masacradas por el ejército napoleónico. Son curiosos los paralelismos de la historia.

30.000 soldados británicos llegaron al mando del comandante John Moore, que falleció en esta misión precisamente. Unos 15ooo hombres fueron rescatados por naves de todos los tamaños en las costas de La Coruña, 6.645 murieron durante la retirada. Aquel desastre, aquella derrota, aquella evacuación, fue vendida por la propaganda británica, siempre despierta, como una gran hazaña, lo mismo que en Dunkerque. No lo fue, el comportamiento británico en España dejó que desear, saqueando, violando y asesinando mientras huían por Badajoz (1812) y San Sebastián (1813). Pero eso es otra historia.

Es interesante la complementación de esta película con la de Joe Wright, también nominada al Oscar, “El instante más oscuro”. La de Nolan en la batalla, la de Wright en la trastienda. No citaré “Su mejor historia” (Lone Scherfig, 2016), que también habla de Dunkerque, de hacer una película sobre Dunkerque, precisamente, o “Chuchill” (Jonathan Teplitzky, 2017), película también de 2017, que se centra en la figura del Premio Nobel durante 1944… O sí las cito, ya puestos.

Dunkerque contaba con fortificaciones y la playa de arena de mayor longitud de Europa. Era la última opción cuando los franceses ya no podían oponer más resistencia a los alemanes, buscando una salida por el Canal de la Mancha. Estaban completamente rodeados y cercados, como bien lo exponían las octavillas que los alemanes lanzaban a sus enemigos para minarles la moral. Sólo quedaba la huida y la resistencia.




Winston Churchill ordenó la Operación Dinamo, la evacuación de las tropas, el 26 de mayo de 1940 a las 23:30 de la noche. Playa y puerto estaban siendo masacrados por los bombardeos de la aviación alemana, la Luftwaffe. El rescate era complicado, porque los destructores y barcos mercantes con los que se procedía sólo podían acceder a la única zona funcional que quedaba en la marea alta, los espigones este y oeste. Así fue la cosa hasta el 31 de mayo, con la Royal Navy defendiéndose de los ataques alemanes y recibiendo soldados, con la Armada haciendo lo que podía transportando hombres. No fue hasta ese 31 de mayo cuando se movilizó a una flota de barquitos civiles (todo esto se dio a conocer al pueblo inglés a las seis de la tarde de ese 31 de mayo), cuando se dio a conocer al público la situación y el requerimiento, si bien es cierto que muchos hombres ya habían sido evacuados (Nicholas Harmon explica que la valerosa colaboración de estos voluntarios ayudó a evacuar a unos 26.500 hombres). Es poético, bonito, emotivo, pero lo cierto es que la venida de embarcaciones civiles en realidad supuso un porcentaje pequeño del total, del grueso de la evacuación. Tanto el 30 como el 31 y el 1 de junio, fueron los días donde se rescataron más personas. Fueron nueve días de evacuación, hasta el 4 de junio. Es esta última fase, más emotiva y entrañable, la que más se subraya y mitifica, exagerándola un tanto. Las pequeñas embarcaciones podían alcanzar más fácilmente la playa y ayudar al transporte de soldados. Una evacuación en la que el sacrificio francés sosteniendo el cerco fue clave. Churchill tuvo que insistir para que la marina regresara a por los soldados franceses, algo que la Marina Real hizo el 4 de junio.

Se evacuaron 338.226 soldados, 225.680 fueron británicos, 112.546 eran franceses y belgas (también había polacos, holandeses...).

Para el debate histórico quedarán las razones o motivos por los que tanto en La Coruña como en Dunkerque los ejércitos que esperaban ser evacuados no fueron masacrados.

Por lo demás, es evidente que es una mirada idealizada, que se vanagloria a los británicos, que parece tuvieron comportamientos más que cuestionables durante la evacuación (no dejaban subir a nadie que no fuera británico, por ejemplo, incluso con amenazas de bayoneta), que hay omisiones (algunos historiadores achacan, con parte de razón, con respecto a las incorrecciones históricas en algunas películas que presumen de rigor, al hecho de que los asesores históricos suelen ser novelistas más que historiadores), pero no es significativo, salvo para estrictos historiadores, respecto a los propósitos del director, que si bien camufla la historia y omite detalles, realiza una gran obra cinematográfica.

El concepto temático sobre el que gira la película de Nolan es la supervivencia, y utiliza otro concepto, en este caso narrativo, para desarrollarlo: la abstracción. Es por ello importante la primera secuencia, donde unos disparos de origen desconocido (abstracción), van abatiendo a varios soldados británicos dejando a un único superviviente, precisamente, que será nuestro protagonista (de nuevo, la abstracción).

Una supervivencia que lo sobrevuela todo, que es el único objetivo de todos y cada uno de los personajes, se limiten a huir o a proteger. El alivio de la supervivencia y el amargo sabor de la derrota.




La supervivencia no es justa”. “Es asquerosa. Es miedo y avaricia”.

-Alex: Lo único que hemos hecho es sobrevivir.

-Hombre ciego: Eso es mucho.


Supervivencia que lleva a robar unas botas y un uniforme para pasar desapercibido y poder escapar, que lleva a utilizar a un herido para intentar montar en el barco que los saque de allí, a expulsar a una persona del barco que los oculta a sabiendas de que es una condena de muerte…




Abstracción.

Como expliqué en el preanálisis, que podéis leer aquí incluso antes de iniciar este desarrollo, “Dunkerque” formaría un tríptico ejemplar y complementario del cine bélico moderno con “Salvar al soldado Ryan” (Steven Spielberg, 1998), que abarcaría el horror y lo físico, si bien es una película absoluta, y “La delgada línea roja” (Terrence Malick, 1998), que se ocupa especialmente de la introspección, lo íntimo y reflexivo. “Dunkerque” retrataría lo puramente emocional, sensorial, en busca de la abstracción.


Nolan pretende aquí construir un todo, un personaje global con cada abstracto personaje que nos muestra, englobando especialmente al ejército, pero también incluyendo a lo civil. De ahí también que prescinda casi por completo de trama más allá del planteamiento inicial, construyendo la película en base a set pieces casi arbitrarias con las que transmitir emociones, sensaciones, con las que el espectador pueda identificarse, sentir, como si estuviera allí o viviera aquello. No se pretende que entendamos a los personajes o que nos identifiquemos con ellos, sino de que sintamos directamente lo que ocurre en esas situaciones y ese contexto. Podríamos ser cualquiera de nosotros sustituyéndolos, estando allí.

Una abstracción que se aprecia desde la primera secuencia, cuando nos quedamos con tan solo un soldado británico del grupo que se nos presenta, uno cualquiera, una vez el resto sean abatidos sucesivamente, y del que no sabremos absolutamente nada de su vida, porque la idea es que represente a todos… Es una escena interesante, cómo nos introducimos en ese cerco, en esa zona donde se desarrolla la historia, un entorno definido, esencialmente británico, protegido por los franceses.




-Uno de los aspectos más evidentes y representativos de esa búsqueda de abstracción es la “invisibilidad” del enemigo, al que apenas se refieren como "alemanes", definido, precisamente, como "enemigo", concepto genérico, y al que nunca se individualiza, personifica, con un rostro. Vemos y oímos caer sus bombas, vemos sus aviones, apreciamos las consecuencias de sus disparos desde orígenes desconocidos (esa primera escena), su latente amenaza constante… pero nunca se les ve.







Hay cierto rasgo de estilo que escenifica muy bien este aspecto concreto, así como el de la abstracción en general. Es el interesante uso que hace Nolan del plano general. Es un plano general donde sitúa siempre en primer plano, a un lado del encuadre generalmente, aunque no siempre, al protagonista con el que nos debemos identificar, mientras deja el resto para la amenaza, el enemigo, la abstracción… El mejor ejemplo lo tenemos en ese plano al inicio del film donde la aviación alemana bombardea la playa y nuestro protagonista se tira al suelo. Observamos su rostro a un lado del encuadre mientras las bombas se van acercando poco a poco a él, ni siquiera vemos el avión, sólo los impactos acercándose, es decir, la amenaza latente llegando.











Siguiendo con este aspecto, se hace patente la diferencia y la posible contradicción. ¿Cómo mantener esa abstracción con el bando protagonista? Nolan no puede dejar de mostrar a los protagonistas, a los británicos, incluso fugazmente a los alemanes, pero quiere mantener el rigor radical de su propuesta, la abstracción. ¿Cómo lo consigue? Vaciando de individualidad a sus personajes protagónicos, no se les puede definir, dar un pasado, una personalidad, nada que los diferencie o distinga, porque de lo contrario el entramado se vendría abajo. Es por ello que la falta de definición de los personajes es un aspecto buscado, no un defecto. Es una de las grandes virtudes, porque es la clave absoluta del film. Son avatares que quieren contener la identificación del espectador. No hay excepciones.

Sólo en el ámbito civil veremos ciertos guiños, la sutil sugerencia de cierta individualización, un comentario al pasado, un anhelo futuro. Es brillante, porque así marca esa diferencia entre lo militar como un todo y lo civil.

Es por ello que George (Barry Keoghan), el chico que muere golpeado accidentalmente en el barco de Rylance, comentará sus anhelos de hacer algo importante para que estén orgullosos de él, sobre todo en su familia. Peter (Tom Glynn-Carney), el hijo del señor Dawson que interpreta Mark Rylance, recordará a su hermano, muerto en combate.





-Para sostener su estructura fragmentada y la idea de abstracción, Nolan asignará un lugar, un decorado concreto, a cada protagonista. Cápsulas, burbujas que los contienen y definen.

El espigón será el contenedor para el personaje de Kenneth Branagh, que interpreta al comandante Bolton.





El avión será el contenedor para el personaje de Tom Hardy, que interpreta al piloto Farrier.





El barco será el contenedor para el personaje de Mark Rylance, que interpreta al señor Dawson.





Todos son elementos de transición, como pasarelas, nunca destinos por sí mismos. El espigón, el avión, el barco. Son el camino para escapar, como así lo comprobaremos. El espigón para embarcar, los barcos para llevarlos a casa, el avión para protegerlos…

Se mantendrán hasta el final, con cierto halo de poesía. Rylance regresando con su barco lleno de soldados rescatados; Branagh permaneciendo solo en el espigón en solidaridad con los franceses; Hardy mirando con amor y pena a su avión, el objeto de la esperanza y salvador, antes de ser cogido como prisionero…



¿Y el chico protagonista, Tommy, encarnado por Fionn Whitehead? Él es el errante. Un chico con muy mala suerte, que parece incapaz de salir de esa playa, condenado, como en “El ángel exterminador” (1962) de Buñuel, a permanecer allí sin remisión, como si él mismo fuera un enviado de la mala suerte, que gafa cada embarcación o posible salida… Él representa a todos esos soldados atrapados en la playa, que buscan uno de esos puntos de transición que les posibiliten la salida.




En este sentido tenemos un lugar especialmente simbólico. Esa playa, que contiene planos realmente brillantes, fascinantes, turnerianos, fantasmagóricos. Una playa nublada, con niebla… el infierno. La orilla siempre es un lugar simbólico, el fin y el comienzo de todo, y Nolan lo usa con acierto ante la imposibilidad de salir de él. La impotencia por no poner fin, el anhelo por volver a vivir…





Las imágenes del mar recuerdan en ocasiones a algunas de “Interstellar” (2014).








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