Dijeron de Nolan que era un director frío, y él se marcó
“Interstellar” (2014), que tiene en su primera parte la demostración palpable
de lo que puede hacer el británico con las emociones; dijeron de él también que
verbalizaba mucho en sus películas, que las explicaba en demasía, y él se marca
“Dunkerque”, que es básicamente una cinta muda.
Un día, este perfeccionista y brillante director, va a
agrupar todas sus virtudes y las correcciones que pretenden exponer sus
odiadores y realizará la mayor obra maestra del cine jamás vista… a la que le
saldrán radicales opositores.
“Dunkerque” es otra gran película de Nolan, las más sencilla
y corta de su filmografía (con excepción de su debut), que parece destinada a
convertirse en referente del bélico moderno y a darle el prestigio entre los
académicos que se le ha negado con sus anteriores obras, entre las que hay
alguna obra maestra que otra, a pesar de ser reivindicado por muchos, incluso
por algunos críticos desde sus inicios, como el que esto suscribe, en los
tiempos de “Following” (1998) y “Memento” (2000). Cosas que pasan, porque esta
es puro Nolan en todos los sentidos. En clave casi documental, sólo en
apariencia, Nolan sale airoso desde su concepción cerebral de la narración,
prescindiendo en muchos aspectos del rigor histórico. Tiene mérito haberse metido entre las nominadas, habida cuenta de que se estrenó en verano, fuera de las típicas fechas en las que se estrenan las favoritas. De hecho es la segunda película con más nominaciones, 8: Película, director, montaje, fotografía, banda sonora, diseño de producción, sonido y efectos sonoros.
La operación Dinamo.
En 1809, en plena Guerra de la Independencia española, las
tropas británicas tuvieron que ser rescatadas en las costas gallegas cuando
estaban condenadas a ser masacradas por el ejército napoleónico. Son curiosos
los paralelismos de la historia.
30.000 soldados británicos llegaron al mando del comandante
John Moore, que falleció en esta misión precisamente. Unos 15ooo hombres fueron
rescatados por naves de todos los tamaños en las costas de La Coruña, 6.645
murieron durante la retirada. Aquel desastre, aquella derrota, aquella
evacuación, fue vendida por la
propaganda británica, siempre despierta, como una gran hazaña, lo mismo que en
Dunkerque. No lo fue, el comportamiento británico en España dejó que desear,
saqueando, violando y asesinando mientras huían por Badajoz (1812) y San
Sebastián (1813). Pero eso es otra historia.
Es interesante la complementación de esta película con la de Joe Wright, también nominada al Oscar, “El instante más oscuro”. La de Nolan en la batalla, la de Wright en la trastienda. No citaré “Su mejor historia” (Lone Scherfig, 2016), que también habla de Dunkerque, de hacer una película sobre Dunkerque, precisamente, o “Chuchill” (Jonathan Teplitzky, 2017), película también de 2017, que se centra en la figura del Premio Nobel durante 1944… O sí las cito, ya puestos.
Es interesante la complementación de esta película con la de Joe Wright, también nominada al Oscar, “El instante más oscuro”. La de Nolan en la batalla, la de Wright en la trastienda. No citaré “Su mejor historia” (Lone Scherfig, 2016), que también habla de Dunkerque, de hacer una película sobre Dunkerque, precisamente, o “Chuchill” (Jonathan Teplitzky, 2017), película también de 2017, que se centra en la figura del Premio Nobel durante 1944… O sí las cito, ya puestos.
Dunkerque contaba con fortificaciones y la playa de arena de
mayor longitud de Europa. Era la última opción cuando los franceses ya no
podían oponer más resistencia a los alemanes, buscando una salida por el Canal
de la Mancha. Estaban completamente rodeados y cercados, como bien lo exponían las octavillas que los alemanes lanzaban a sus enemigos para minarles la
moral. Sólo quedaba la huida y la resistencia.
Winston Churchill ordenó la Operación Dinamo, la evacuación
de las tropas, el 26 de mayo de 1940 a las 23:30 de la noche. Playa y puerto
estaban siendo masacrados por los bombardeos de la aviación alemana, la
Luftwaffe. El rescate era complicado, porque los destructores y barcos
mercantes con los que se procedía sólo podían acceder a la única zona funcional
que quedaba en la marea alta, los espigones este y oeste. Así fue la cosa hasta
el 31 de mayo, con la Royal Navy defendiéndose de los ataques alemanes y
recibiendo soldados, con la Armada haciendo lo que podía transportando hombres. No fue hasta ese 31 de mayo cuando se movilizó a una flota de
barquitos civiles (todo esto se dio a conocer al pueblo inglés a las seis de la
tarde de ese 31 de mayo), cuando se dio a conocer al público la situación y el
requerimiento, si bien es cierto que muchos hombres ya habían sido
evacuados (Nicholas Harmon explica que la valerosa colaboración de estos voluntarios
ayudó a evacuar a unos 26.500 hombres). Es poético, bonito, emotivo, pero lo
cierto es que la venida de embarcaciones civiles en realidad supuso un
porcentaje pequeño del total, del grueso de la evacuación. Tanto el 30 como el
31 y el 1 de junio, fueron los días donde se rescataron más personas. Fueron
nueve días de evacuación, hasta el 4 de junio. Es esta última fase, más emotiva y entrañable, la que más se subraya y
mitifica, exagerándola un tanto. Las pequeñas embarcaciones podían alcanzar más
fácilmente la playa y ayudar al transporte de soldados. Una evacuación en la
que el sacrificio francés sosteniendo el cerco fue clave. Churchill tuvo que
insistir para que la marina regresara a por los soldados franceses, algo que la
Marina Real hizo el 4 de junio.
Se evacuaron 338.226 soldados, 225.680 fueron británicos,
112.546 eran franceses y belgas (también había polacos, holandeses...).
Para el debate histórico quedarán las razones o motivos por
los que tanto en La Coruña como en Dunkerque los ejércitos que esperaban ser
evacuados no fueron masacrados.
Por lo demás, es evidente que es una mirada idealizada, que
se vanagloria a los británicos, que parece tuvieron comportamientos más que
cuestionables durante la evacuación (no dejaban subir a nadie que no fuera
británico, por ejemplo, incluso con amenazas de bayoneta), que hay omisiones
(algunos historiadores achacan, con parte de razón, con respecto a las incorrecciones
históricas en algunas películas que presumen de rigor, al hecho de que los
asesores históricos suelen ser novelistas más que historiadores), pero no es
significativo, salvo para estrictos historiadores, respecto a los propósitos del
director, que si bien camufla la historia y omite detalles, realiza una gran
obra cinematográfica.
El concepto temático sobre el que gira la película de Nolan
es la supervivencia, y utiliza otro concepto, en este caso narrativo, para
desarrollarlo: la abstracción. Es por ello importante la primera secuencia,
donde unos disparos de origen desconocido (abstracción), van abatiendo a varios
soldados británicos dejando a un único superviviente, precisamente, que será
nuestro protagonista (de nuevo, la abstracción).
Una supervivencia que lo sobrevuela todo, que es el único
objetivo de todos y cada uno de los personajes, se limiten a huir o a proteger.
El alivio de la supervivencia y el amargo sabor de la derrota.
“La supervivencia no es justa”. “Es asquerosa. Es miedo y
avaricia”.
-Hombre ciego: Eso es mucho.
Supervivencia que lleva a robar unas botas y un uniforme para pasar
desapercibido y poder escapar, que lleva a utilizar a un herido para intentar
montar en el barco que los saque de allí, a expulsar a una persona del barco que
los oculta a sabiendas de que es una condena de muerte…
Como expliqué en el preanálisis, que podéis leer aquí
incluso antes de iniciar este desarrollo, “Dunkerque” formaría un tríptico
ejemplar y complementario del cine bélico moderno con “Salvar al soldado Ryan” (Steven Spielberg, 1998),
que abarcaría el horror y lo físico, si bien es una película absoluta, y “La
delgada línea roja” (Terrence Malick, 1998), que se ocupa especialmente de la introspección, lo íntimo
y reflexivo. “Dunkerque” retrataría lo puramente emocional, sensorial, en busca
de la abstracción.
Nolan pretende aquí construir un todo, un personaje global
con cada abstracto personaje que nos muestra, englobando especialmente al
ejército, pero también incluyendo a lo civil. De ahí también que prescinda casi
por completo de trama más allá del planteamiento inicial, construyendo la
película en base a set pieces casi arbitrarias con las que transmitir emociones,
sensaciones, con las que el espectador pueda identificarse, sentir, como si
estuviera allí o viviera aquello. No se pretende que entendamos a los personajes o
que nos identifiquemos con ellos, sino de que sintamos directamente lo que
ocurre en esas situaciones y ese contexto. Podríamos ser cualquiera de nosotros
sustituyéndolos, estando allí.
Una abstracción que se aprecia desde la primera secuencia,
cuando nos quedamos con tan solo un soldado británico del grupo que se nos
presenta, uno cualquiera, una vez el resto sean abatidos sucesivamente, y del
que no sabremos absolutamente nada de su vida, porque la idea es que represente
a todos… Es una escena interesante, cómo nos introducimos en ese cerco, en esa
zona donde se desarrolla la historia, un entorno definido, esencialmente británico,
protegido por los franceses.
-Uno de los aspectos más evidentes y representativos de esa
búsqueda de abstracción es la “invisibilidad” del enemigo, al que apenas se
refieren como "alemanes", definido, precisamente, como "enemigo", concepto
genérico, y al que nunca se individualiza, personifica, con un rostro. Vemos y
oímos caer sus bombas, vemos sus aviones, apreciamos las consecuencias de sus
disparos desde orígenes desconocidos (esa primera escena), su latente amenaza
constante… pero nunca se les ve.
Hay cierto rasgo de estilo que escenifica muy bien este aspecto concreto, así como el de la abstracción en general. Es el interesante uso que hace Nolan del plano general. Es un plano general donde sitúa siempre en primer plano, a un lado del encuadre generalmente, aunque no siempre, al protagonista con el que nos debemos identificar, mientras deja el resto para la amenaza, el enemigo, la abstracción… El mejor ejemplo lo tenemos en ese plano al inicio del film donde la aviación alemana bombardea la playa y nuestro protagonista se tira al suelo. Observamos su rostro a un lado del encuadre mientras las bombas se van acercando poco a poco a él, ni siquiera vemos el avión, sólo los impactos acercándose, es decir, la amenaza latente llegando.
Siguiendo con este aspecto, se hace patente la diferencia y
la posible contradicción. ¿Cómo mantener esa abstracción con el bando
protagonista? Nolan no puede dejar de mostrar a los protagonistas, a los
británicos, incluso fugazmente a los alemanes, pero quiere mantener el rigor
radical de su propuesta, la abstracción. ¿Cómo lo consigue? Vaciando de
individualidad a sus personajes protagónicos, no se les puede definir, dar un
pasado, una personalidad, nada que los diferencie o distinga, porque de lo
contrario el entramado se vendría abajo. Es por ello que la falta de definición
de los personajes es un aspecto buscado, no un defecto. Es una de las grandes
virtudes, porque es la clave absoluta del film. Son avatares que quieren
contener la identificación del espectador. No hay excepciones.
Sólo en el ámbito civil veremos ciertos guiños, la sutil
sugerencia de cierta individualización, un comentario al pasado, un anhelo
futuro. Es brillante, porque así marca esa diferencia entre lo militar como un
todo y lo civil.
Es por ello que George (Barry Keoghan), el chico que muere
golpeado accidentalmente en el barco de Rylance, comentará sus anhelos de hacer
algo importante para que estén orgullosos de él, sobre todo en su familia.
Peter (Tom Glynn-Carney), el hijo del señor Dawson que interpreta Mark Rylance,
recordará a su hermano, muerto en combate.
-Para sostener su estructura fragmentada y la idea de
abstracción, Nolan asignará un lugar, un decorado concreto, a cada protagonista. Cápsulas, burbujas que los contienen y definen.
El espigón será el contenedor para el personaje de Kenneth
Branagh, que interpreta al comandante Bolton.
Todos son elementos de transición, como pasarelas, nunca
destinos por sí mismos. El espigón, el avión, el barco. Son el camino para
escapar, como así lo comprobaremos. El espigón para embarcar, los barcos para
llevarlos a casa, el avión para protegerlos…
Se mantendrán hasta el final, con cierto halo de poesía.
Rylance regresando con su barco lleno de soldados rescatados; Branagh
permaneciendo solo en el espigón en solidaridad con los franceses; Hardy
mirando con amor y pena a su avión, el objeto de la esperanza y salvador, antes
de ser cogido como prisionero…
¿Y el chico protagonista, Tommy, encarnado por Fionn
Whitehead? Él es el errante. Un chico
con muy mala suerte, que parece incapaz de salir de esa playa, condenado, como
en “El ángel exterminador” (1962) de Buñuel, a permanecer allí sin remisión,
como si él mismo fuera un enviado de la mala suerte, que gafa cada embarcación
o posible salida… Él representa a todos esos soldados atrapados en la playa,
que buscan uno de esos puntos de transición que les posibiliten la salida.
En este sentido tenemos un lugar especialmente simbólico.
Esa playa, que contiene planos realmente brillantes, fascinantes, turnerianos,
fantasmagóricos. Una playa nublada, con niebla… el infierno. La orilla siempre
es un lugar simbólico, el fin y el comienzo de todo, y Nolan lo usa con acierto
ante la imposibilidad de salir de él. La impotencia por no poner fin, el anhelo
por volver a vivir…
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