Esa idea de la teoría a la práctica, de la forma al
movimiento, de las hieráticas estatuas a los carnales cuerpos, del dicho al
acto, es uno de los temas vertebrales del film. La mención a Heráclito y el río
que fluye bajo la reflexión de que todo permanece igual para cambiar, da un
primer paso en esta idea.
Ese paso de lo platónico a lo carnal tiene determinados
puntos de inflexión remarcados por el estilo.
Debo recalcar aquí una de las escenas capitales del film. Tiene lugar en una plaza, con Elio (Timothée Chalamet) y Oliver (Armie Hammer) de paseo. Es un larguísimo plano secuencia donde vemos a Oliver entrar en un bar primero y luego conversar con Elio mientras observan un monumento dedicado a la Gran Guerra. Es una magnífica escena, con esa lejanía temerosa entre los dos chicos, sobre todo ante la indirecta proposición de Elio, donde cada uno cogerá por un lado del mencionado monumento, con Oliver desapareciendo tras él. Se omite en ese largo plano el contraplano, que llega con retardo cuando una panorámica nos muestra ese monumento al que se van refiriendo al inicio de la conversación, sin que medie corte, sólo cuando lo pide la escena, en la que parece seguimos el punto de vista de Elio.
Es importante esta escena porque es en la que Elio se lanza,
muestra sus cartas, suponiendo un punto de inflexión en su relación, el momento
en el que parece dispuesto a convertir ese amor platónico, esa estatua
hierática e inalcanzable, en algo carnal. De ahí que se ruede en un largo plano
secuencia.
Este punto de vista se recalca con la música, que parece
estar siempre en la cabeza de Elio. Observen cómo y cuándo aparece. Siempre
se inicia en la soledad de Elio, para cesar cuando recibe la compañía.
Tengan en cuenta esta misma escena. Cuando Oliver se ausenta en el bar, la
música comenzará, para cesar en el momento en el que se vuelve a reunir con él.
Lo mismo ocurre cuando el monumento se interpone entre ambos o cuando Olivier
vuelve a ausentarse.
A partir de esa escena los acontecimientos se desencadenan,
las aproximaciones, la complicidad, el contacto y los juegos se incrementan.
Llega el primer beso, los juegos psicológicos, la reflexión y la noche de
pasión. Irremediable atracción, que se escenifica en esas citas con Marzia a
las que acude tarde dando prioridad a los ratos que pasa con Oliver, en ese
reloj parsimonioso que parece no avanzar hacia la cita deseada…
Es tras la noche de pasión cuando tenemos otro cambio o punto de inflexión. Elio se comporta distante, como con miedo, parece ir forjando una coraza para no pegarse el estacazo con un enamoramiento o relación que vaya más allá, aspecto que Oliver no tarda en desmontar. Y es aquí donde una de las planificaciones cambia. Si antes vimos casi siempre a Oliver en contrapicado, idealizado bajo el punto de vista de Elio (hay un plano que es en picado, casi una excepción, con Elio a su espalda desenfocado, en lo que supone un cambio en dicho punto de vista), desde esa mañana, y ante el extraño comportamiento de Elio, Guadagnino enfatizará el rostro de Oliver con marcados picados, un gran uso del primer plano sobre Armie Hammer que llama la atención del espectador. El ídolo, el mito, la idealización, se ha hecho carne, hombre, real. Los contrapicados se extinguen, empiezan a aparecer leves picados.
Los días de felicidad en soledad de la pareja, antes de que
Oliver se marche definitivamente, están marcados por cierto tono nostálgico,
una felicidad matizada por su irremediable fugacidad.
Sensualidad. Del arte a la vida.
Hay dos elementos que se ligan continuamente con el
descubrimiento, la sensualidad, la sexualidad y la vida. Estos son los frutos,
el albaricoque especialmente, y el agua. Dos elementos ligados al sexo, a la
desinhibición, a la experimentación. Sexo que tiene algo de compensatorio o que
sacia en Elio con la chica antes del encuentro de éste con Oliver.
-El agua como origen de todo, de la vida misma, de ahí su
relación con las etimologías, los orígenes, los nacimientos y las evoluciones
que estudian los protagonistas. El agua, un lugar para desinhibirse.
En una pequeña alberca con fuente Oliver y Elio charlarán en
múltiples ocasiones. Una botella de agua generará un vínculo, con Oliver
quitándosela a Elio para beber de ella antes de darle un masaje en el hombro.
Marzia (Esther Garrel) y Elio coquetearán con el sexo tras darse un baño
nocturno. En un pequeño estanque juguetearán Oliver y Elio antes del primer
beso. Del agua rescatarán estatuas antiguas, Venus, desnudos… La mención a
Heráclito y el río que fluye...
Todo lo que sale del agua comienza a morir, como ese pez que
le presentan a Elio dando sus últimas bocanadas. O del huevo, como esos que casca Oliver con saña.
Oliver y Elio pedirán un vaso de agua a una señora en uno de
sus paseos, en una casa con una foto del Duce, Mussolini.
En una piscina veremos por primera vez a Elio con su Estrella
de David, una vez sus barreras vayan cayendo, tras mantener una conversación
con Oliver. Tras un baño veremos a Elio tener sexo con Marzia, y perder la
virginidad a la orilla de una laguna.
Tras el deseo saciado, la experimentación, llega el miedo,
la incomodidad del despertar, que pretende curarse con otro baño en el lago,
pero es un baño que hacen juntos a distancia.
-El albaricoque acaba significándose como el símbolo de la
sensualidad, la sexualidad, la tentación. La presencia de los frutos es
constante, vemos recolectar albaricoques; a la figura representativa de la
belleza y la tentación, Oliver, beber ávidamente un vaso de zumo; a Elio apartar
a Oliver mientras ayuda a su madre en la recolección de albaricoques; veremos a
Elio con uno en la sensual escena donde Oliver juega al voleibol antes de darle
un suave masaje (de nuevo la tentación y la sensualidad, siempre ligados a los
frutos)… Un plano se queda fijo en un albaricoque cuando Elio se levanta hacia
Oliver para escuchar su texto sobre el ocultamiento, tema que los relaciona.
Un fruto servirá de experimento sexual a Elio, tras
recogerlo del árbol. Se masturbará con él, y lo descubrirá posteriormente
Oliver. De alguna manera ese amor es como un fruto, del cual se siembra una
semilla que va germinando en la cabeza de la pareja y va creciendo hasta que
hay que darle salida. Lo vemos en los desvelos de Elio, en los celos…
Estilo latino y oriental.
Guadagnino cuenta su historia con un impecable estilo que
rebosa naturalidad, con la vehemencia y sensualidad latina, la sutileza
británica y la distancia oriental, en una apasionante mezcolanza.
A las metáforas y simbolismos que subrayan la sensualidad,
al entorno luminoso y veraniego tan latino, a la sutileza de las miradas y los
gestos que tienen esa delicadeza británica, sumamos la distancia y un estilo
que busca enfatizar la naturalidad, captar la vida, donde un nombre me vino a
la cabeza enseguida. Kenji Mizoguchi.
Algunos de los grandes rasgos que destacaré entroncan a la
perfección con los del director japonés, guardando las distancias y los
elementos conceptuales.
El plano secuencia y la profundidad de foco son dos de los
rasgos predominantes en el estilo de la película, que coinciden con los del
estilo Mizoguchi además. Así se logra la naturalidad, se deja a los personajes
moverse por el encuadre y se muestra todo con claridad. Un ejemplo: Ese plano
nocturno desde el baño situado entre las habitaciones de Elio y Oliver donde
vemos al chico soltar un libro para despertar al americano y que baje a cenar,
sin corte, en un solo plano. O la propia llamada a cenar con la campana,
encuadrada en contrapicado desde la habitación donde se encuentra dicha
campana y donde se ve la cocina desde donde viene la cocinera.
La panorámica, por tanto, es un movimiento muy socorrido
durante la película, así como el sutil travelling. Con panorámicas se muestra
el contexto de la escena y se individualiza a los protagonistas, así como se
evita el corte con el uso del plano secuencia. Grandes planos sin corte y con
profundidad de foco, que se hacen íntimos en el diálogo. Ejemplo: La novela francesa
del XVI que la madre lee a Elio y su marido en ausencia de electricidad.
Un ejemplo de gusto por la panorámica y los travellings lo
tenemos en la citada escena en la plaza junto a un monumento de la 1ª Guerra
Mundial, marcando la lejanía de la pareja y el punto de vista de Elio.
Panorámicas verticales al monumento y a la cúpula con la cruz.
Además gusta de enmarcar los planos, sobre todo en los
interiores, en cada estancia, recurso muy oriental también.
Guadagnino usa también los desenfocados, recurso que le
permite también evitar el corte. Por ejemplo, situando a Elio en primer plano y
a Oliver en segundo desenfocado, o viceversa, cambiando el enfoque cuando lo cree oportuno,
desenfocando así el primer plano para dar nitidez al segundo. Un recurso
sustitutivo del plano-contraplano que pretende vincular a la pareja. Retrato de
confidencias encubiertas.
Hay gran cantidad de planos sobre objetos o estancias
vacías, en ese sopor del verano, que a la vez están llenas de vida. Un espejo,
donde Elio irá tomando conciencia de sí mismo.
No se escatima en recursos poéticos. Así, a los mencionados
entornos desiertos añadimos bellos planos de soledades y lluvia, de sonidos
veraniegos o detalles especiales, como ese viento que pasa las hojas del diario
de Elio en el que descubrimos sus sentimientos, un diario que es un mecanismo
de defensa y de expresión, donde se desvelan los prejuicios de Elio hacia
Oliver, su creencia de que no le gustaba, su propio juego de seducción
reconociendo su “postureo” hablando mal de Bach… un bello plano donde una brisa
pasa las hojas.
Usa la música Guadagnino con un claro sentido atmosférico,
canciones en algunos casos evocadoras para recalcar emociones, como ocurre en
la ausencia de Oliver en una tarde lluviosa sobre la soledad de Elio, algo que
tiene un contraste y paralelismo con otra escena de libertad en esos días que
la pareja tiene de intimidad, donde la felicidad queda matizada por su
fugacidad.
Técnicamente impecable, con una dirección sobresaliente,
como he analizado, si algo destaca son las interpretaciones, desde ese momento
cumbre de Michael Stuhlbarg al trabajo de la pareja protagonista, que se
entrega a fondo en unos papeles arriesgados, con la mención especial para
Timothée Chalamet, que también hemos visto en otra de las nominadas, “Lady
Bird” (Greta Gerwig, 2017). El trabajo de Chalamet es esplendoroso y rebosante de sinceridad, por lo
que puede que estemos ante un actor que dé mucho que hablar en un futuro.
No cuenta nada nuevo, pero se cuenta a la perfección. Un
pedazo de vida de pura sensibilidad, una película trasparente, como sus
personajes, sensual y vulnerable, auténtica. Un amor sincero, cuando lo
platónico se hace carnal.
Es probable que haya secuelas de esta cinta, aunque no
parezca un título proclive a ello, donde se trataría, para empezar, la
problemática del SIDA. Está dedicada a Bill Paxton. Basada en la novela de
André Aciman. Merece la pena.
Una cinta de amor en mayúsculas, ¿quién no pasado por eso "el primer beso, los juegos psicológicos, la reflexión y la noche de pasión"? Un reflejo claro, sin aspavientos que todo queremos, todos nos enamoramos... con independencia de a quien.
ResponderEliminarCine sin gran efectos especiales, pero con muchos efectos especiales provocados en sus espectadores.
HemosVisto!
Así es, Joan. Gracias por el comentario.
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