Antes de pasar a los pormenores de la
obra, comentar que este espacio escénico, el Teatre Grec, adecuadísimo para una
obra de estas características, está situado en una antigua cantera de la
montaña de Montjuïc. No es una construcción clásica griega, sino una recreación inspirada
en el teatro de Epidauro (en el Peloponeso) y construida en 1929 con motivo de
la Exposición Internacional de la ciudad condal. Diseñado por los arquitectos
Ramón Reventós y Nicolau Rubió y Tudurí, cuenta con un aforo de 1.900 espectadores.
Troya,
nuestro sustrato cultural más hondo, y Las Troyanas
El nudo temático de la obra es la dureza
de las consecuencias de la contienda entre los aqueos de Grecia y los troyanos
de Ilión, la crueldad de los vencedores, despiadados con las mujeres (y los
niños) tras la conquista de Troya.
Esta ciudad (en Asia Menor, más o menos
en el norte de la actual Turquía), a pesar de las contradicciones en los
vestigios urbanos hallados en la zona por los arqueólogos, siempre se ha
considerado un mito griego, así como la larga campaña militar con el asedio y
su final conquista que queda recogida en innumerables obras (Homero en La
Odisea y el poema La Ilíada, Virgilio en La Eneida…) pasando a nuestra memoria
cultural colectiva: son bien conocidos los pasajes que hablan del inicio de la
guerra (debida al rapto de la bella Helena de Esparta por parte del troyano
Paris, hijo de Príamo, el rey de Troya), o la astucia de los griegos para
conseguir penetrar en el infranqueable bastión amurallado, gracias al regalo
envenenado del “caballo de Troya” (en cuyo interior se escondieron los soldados
aqueos que sorprendieron desprevenidos a los habitantes y defensores troyanos
por la noche, provocando la caída de la ciudad). Troya está grabada en el
imaginario cultural europeo íntimamente asociada a la guerra (quién no conoce
la expresión “se armó Troya”), o a un
conflicto de especial dureza.
Eurípides quiso recoger en "Las Troyanas" la brutalidad de los ganadores, tras el fin del conflicto, ebrios de su
victoria y sin los filtros de la humanidad más elemental ni del respeto a los
Dioses, reflejando zonas muy oscuras de la condición humana (venganza,
crueldad, desmesura, ausencia de compasión o de la mínima piedad, un
planteamiento algo distinto del resto de obras de la época), y el dramático
destino de los perdedores: las damas nobles de la ciudad.
Troyanas,
reivindicación de la mujer
En esta adaptación sigue el foco en las
mujeres de la realeza troyana tras la derrota de la ciudad. Como todas las
mujeres de todas las guerras de la humanidad son parte del botín; son seres de
segunda clase, obligadas a sufrir humillaciones, sufrimientos crueles y a
emprender trágicos caminos dejando atrás sus hogares, como símbolo del poder implacable
de los vencedores sobre los vencidos.
La adaptación pone el acento también en
la necesidad de no desviar la mirada a otro lado ante un conflicto bélico, de
tomar conciencia del desgarro que produce una guerra, especialmente entre los
vencidos (y mucho más especialmente entre las mujeres), los niños o los refugiados
que huyen del espanto, a quienes espera un futuro incierto.
Troyanas, que venía al Festival Grec 2017
con unas buenas críticas tras su estreno en Mérida, y con un reparto lleno de
nombres conocidos, hacía que las expectativas fueran altas y que la noche de la
representación el Teatre estuviera lleno hasta la bandera.
Argumento
Tras conocer tan trágicos destinos a las
que son condenadas y llorar su suerte, gritar su rabia, enterrar a sus muertos,
las mujeres partirán en las naves a una tierra extraña, en la que deberán
iniciar una nueva y desarraigada vida, pero habiendo fijado la memoria de lo
que fue su hogar.
Valoración
Lo primero que destaca es la escenografía, que nos encantó: una gigantesca T caída, que incorpora la palabra Troya en su interior con una iluminación de dominante rojo, se halla en el escenario, repleto de cuerpos yacientes, preparados para el entierro, y es el referente clarísimo del contexto en el que nuestros personajes se moverán. Taltibio (un Alterio ligeramente sobreinterpretado), en su recuerdo, hace que las seis actrices aparezcan en escena para explicarnos su historia. Todos los personajes visten ropas de estilo actual pero de una época indefinida (y es que el núcleo de lo que se va a explicar se repite cíclicamente a lo largo de la historia de la humanidad); son, eso sí, muy grises, muy amplias. A excepción de los de Políxena (una acertada Alba Flores, en una interpretación llena de delicadeza), que (comprenderemos después la razón de ello al conocer su destino) viste con una túnica blanca, vaporosa, remedando, en un segundo término, los gestos de sus compañeras de escena. Deambula, en ocasiones casi con pasos de baile, por el escenario, repite palabras como un eco de las mujeres, se expresa con gestos lentos y amplios, poéticos: está en otro plano existencial, y su voz (muy dulce, por cierto, en unos segundos en los que canta apenas un par de versos, lo que nos hizo pensar que “de casta le viene al galgo” a este miembro de la tercera generación de la saga Flores), siempre se escucha con una muy bien lograda reverberación, técnica de sonido para enfatizar su situación en el más allá. Blanca será también la ropa del personaje infantil, Astianacte, que también es condenado a una trágica muerte.
No sólo vemos imágenes del conflicto
sirio: otro de los planteamientos de la obra es la mujer del bando de los
perdedores vejada por los vencedores. Así, aparecen proyectadas tomas de
distintas mujeres en los conflictos armados de distintas épocas (las
“colaboracionistas“ francesas rapadas, por ejemplo), además de las miradas
hondas de los niños, otros grandes perjudicados de toda guerra. Sinceramente,
quizá no hacía falta tanto “subrayado” al contenido. El público es capaz de
hacerse con las tesis sin tanto “guiño, guiño, codazo, codazo”, aunque en su
descargo, hay que reconocer que es eficaz, queda estéticamente bien resuelto,
con buen gusto.
En cualquier caso, y recogiendo las
palabras que la directora Carmen Portaceli nos ofrece en el programa que se
entrega antes del inicio del espectáculo: “Es
evidente que los mitos griegos siguen haciendo oír su voz en la sociedad: en la
pintura, en las representaciones teatrales, en la literatura… las figuras
míticas, con el transcurso de los siglos, adquieren rasgos nuevos que les
otorgan los autores al situarlas en la sociedad en la que vivimos.”
Estamos de acuerdo. Y Troyanas es un
clásico adaptado, con ecos actuales que resuenan cercanos, haciendo
reflexionar, recordar, tomar partido, mientras asistimos a un, con todo, muy
interesante trabajo de todo el equipo de intérpretes.
No se lo pierdan este invierno. Ya nos
contarán.
FICHA
TÉCNICA
Autor:
Eurípides
Versión
y traducción: Alberto Conejero
Dirección: Carmen Portaceli
Género: Tragedia
Intérpretes: Ernesto Alterio (Taltibio), Maggie Civantos (Helena de Troya),
Alba Flores (Políxena), Gabriela Flores (Andrómaca), Míriam Iscla (Casandra),
Pepa López (Briseida) y Aitana Sánchez-Gijón (Hécuba).
Fechas:
30 de julio y, próximamente, del 11 de noviembre
al 17 de diciembre en la sala principal del Teatro Español de Madrid.
Escenografía: Paco Azorín
Iluminación: Pedro Yagüe (diseño), Alberto Fernández (responsable técnico)
Sonido: Jordi Collet
(música original y espacio sonoro), Pablo de la Huerga
Sala: Teatre Grec
Producción: Festival internacional de Teatro Clásico de Mérida 2017, Rovima
Producciones y Teatro Español.
Por @MENUDAREINA
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