“En viejos relatos nos cuentan muchas maravillas de
héroes... Ahora, aquí, leeréis los empeños de hombres valientes”.
Con esta cita de los Nibelungos comienza Harold Lamb su
ensayo novelado sobre Carlomagno.
De cómo Carlos, hijo de Pipino el Breve, pasó a ser llamado
en latín Carolus Magnus; en alemán, Karl der Grosse; y Charlemagne, en francés
e inglés, irán las siguientes líneas.
¿Qué puedo decir de este rey germano?
En el plano militar: que lucha contra ávaros y lombardos,
sufre el mítico episodio de Roncesvalles y combate a hierro, sangre y fuego
contra los sajones, todo esto en más de cuarenta expediciones armadas durante
toda su prolífica vida.
En el plano político-administrativo: que instaura más de
300 condados, “las Marcas” y los duques que las defendían, así como los “missi
dominici” (enviados directos del rey), que surcaban el reino y vigilaban la
buena aplicación de la ley. Se puede considerar que este sistema será el germen
del sistema feudal. Entre las divisiones territoriales cabe reseñar “las Marcas”,
una de ellas, la Marca Hispánica, está ahora muy de moda.
En el plano religioso (que convendría unir con el educativo):
crea un concepto de iglesia plenamente medieval, utilizando la religión como
carta de ciudadanía para formar parte del Imperio carolingio.
En el plano urbanístico seré breve: Aquisgrán.
Azarosa vida la de nuestro héroe, pero todo tiene un
origen. Veamos como empieza todo:
LOS FRANCOS
ANTES DE CARLOS
Es curiosa la naturaleza de la palabra “bárbaro”, que se
considera sinónimo de “salvaje”, “bruto” o “tosco”, aunque su significado
primero era “extranjero”, en el sentido de “los que balbucean”, hacían “bar
bar” (por la forma de hablar), o de “los que no conocen el griego”… Vamos, que si
no eras griego eras un mojón con piernas.
Esta consideración se extendió a los romanos, que
llamaban bárbaros a los germanos, descritos así por el senador, cónsul y
gobernador romano Cornelio Tácito en su libro sobre Germania:
“Todos los asuntos públicos y privados los tratan
armados. Pero nadie usa las armas antes de que el pueblo lo juzgue apto […].
Abandonar el escudo, una vez ganado, es la mayor deshonra, y quien cometió este
ignominioso acto no puede acudir a las ceremonias ni a las asambleas”.
Los germanos eran pueblos seminómadas y tenían una
organización social constituida por clanes y tribus, conformadas por muchos
grupos, entre los que hay que destacar los germanos del norte, ubicados en las
costas del Mar del Norte (sajones y anglos); los germanos orientales, asentados
al este del río Elba (godos, divididos en visigodos y ostrogodos; vándalos,
burgundios y suevos) y los germanos occidentales, situados al oeste del río
Elba, donde se destacaban los francos (pueblo más prospero y duradero),
alamanes y longobardos o lombardos, (nombrados así por las largas barbas
utilizadas por sus hombres).
Su organización era patriarcal, sobre la base de dos
pilares vitales: la familia y el antepasado común como un elemento de cohesión.
Estos grupos estaban asentados en poblados que practicaban la ganadería, la
pesca, la caza y una rudimentaria agricultura, en los tiempos de paz; y el
saqueo en épocas beligerantes. Como procedían del norte europeo, la escasez de
alimentos y las bajas temperaturas los incitaban a grandes desplazamientos
territoriales y al traslado sobre caballos.
Según apuntan los textos germanos primitivos, en la
sociedad existían las castas o estamentos, donde los guerreros tenían un puesto
privilegiado por ser la estirpe de los reyes, e integraban una asamblea que
intervenía en las decisiones políticas. También estaban los hombres libres, que
se dedicaban a la artesanía, el comercio, las labores agrícolas y el pastoreo.
Al final de esa escala social se ubicaban los prisioneros de guerra, que eran
utilizados como sirvientes (más parecidos a los siervos de la posterior etapa
feudal que al esclavo romano).
La sociedad germana poseía un gobierno basado en el
Consejo, conocido como el Thing, integrado por sacerdotes y jefes militares,
que se reunía en clanes para tomar las decisiones y juzgar los delitos.
CAMBIA LA
ECONOMÍA OCCIDENTAL
Debido a la inseguridad en las fronteras romanas se
paraliza el comercio y el flujo monetario, teniendo como consecuencia la
ruralización de la economía, lo que hizo más importante si cabe a la
agricultura.
La necesidad de asentar en las fronteras una población
militar para fines de defensa, terminó formando una población de colonos, que
poseía ciertos privilegios y muchas obligaciones. La propia decadencia del
Imperio romano pone en manos de estos terratenientes mayores facultades
administrativas y transforma a sus propiedades en la nueva unidad económica y
política, “precursora del señorío medieval”, en pleno siglo IV. En la cúspide
de esa cadena social teocéntrica destacaba, también, la nobleza eclesiástica,
que era muy poderosa.
El Imperio Romano permitió la subsistencia de los
latifundios galos, que prontamente se adaptaron a la organización del pueblo
vencedor. La villa gala de la época imperial, con su reserva adherida al
propietario, y sus grandes grupos de colonos eran el soporte del régimen de
explotación. Este sistema permanece con esa estructura primitiva durante el
período de las invasiones germánicas, es conservado por la Francia merovingia y
la Iglesia lo introduce más allá del Rhin, a medida que va conquistando esas
tierras.
LOS FRANCOS
DE LA GALIA (MEROVINGIOS)
Con el derrumbe del Imperio Romano, la provincia de la
Galia quedaba dividida en varios reinos. Los francos, ubicados al Norte, eran uno
de los pueblos más poderosos. Estos francos eran tribus germanas procedentes de
Frisia que entraron a formar parte del Imperio Romano en su última etapa, en
calidad de foederati. Ocupaban la actual Francia, más la región de Franconia,
en Alemania, y la zona de Bélgica (divisiones geopolíticas actuales de esas
naciones y de parte de su identidad cultural).
El término “Galia” empezaba a quedar en desuso; los
francos llamaron Neustria (tierra nueva) a los últimos territorios
conquistados, mientras que sus posiciones originales eran Austrasia (la tierra
del este). A su vez, en Neustria, cabe distinguir la parte del norte,
propiamente franca, de la zona sur, la que había sido visigoda, donde las
costumbres romanas estaban más arraigadas y que conservó el nombre romano de
Aquitania.
El reino franco adoptó la fe católica tradicional y se
convirtió en defensor extremo del cristianismo; tenían por costumbre repartir
las propiedades entre los hijos supervivientes y entendían sus dominios como
una propiedad privada de grandes dimensiones.
En la Francia pre Carlos hay dos dinastías: los primeros,
los Merovingios (dinastía que duró tres siglos y fue fundada por Meroveo o
Merovée, quien nace hacia el año 390, es proclamado rey en el 448 y muere en el
458) y, posteriormente, los Carolingios, en el siglo VIII, donde estarán los
orígenes genealógicos de Carlomagno y del reino que iba a hacer florecer el
sistema feudal, característico de la Alta Edad Media.
La palabra “franco” proviene del término “libre”, no
aplicable a las mujeres ni a los esclavos, que pertenecían a los hombres de
mayor jerarquía.
Sobre el mundo de los francos y los recuerdos de esa
civilización, apunta el prestigioso historiador Harold Lamb en su biografía de
Carlomagno:
“Su nombre tal vez significara originariamente los Libres
o los Feroces. Sus recuerdos como pueblo evocaban una vida difícil entre las
brumas de la costa del Báltico. Su legendario rey, Meroveo -hijo del Mar- había
sido un jefe tribal que gobernaba por propio deseo y por consentimiento de los
clanes, después de haber sido alzado sobre los escudos de los guerreros.
Criados en los bosques, abriéndose paso a machetazos en batallas o cultivos
desde los eriales del Báltico hacia tierras más benignas y fértiles, habían
avanzado lentamente hasta las regiones próximas al Rhin”.
En sus orígenes, los francos se dividían en dos grandes
grupos, con nombres derivados de ríos: los salios (del Yssel, en Holanda) y los
ripuarios (“habitantes de las orillas del Rhin”, en latín). Neustria y el norte
de Austrasia estaban dominadas por los francos salios, los cuales adoptaron la
lengua latina, al igual que los burgundios. En cambio, los alamanes y los
francos ripuarios conservaron su lengua germánica, pero ya en tiempos de
Carlomagno estaban demasiado mezclados para diferenciarlos.
Son pueblos descendientes de Meroveo, mítico jefe militar
franco, que da nombre a la dinastía. Su primer monarca, más real, fue Clodoveo
I (466-511). Hay historiadores que dudan de la existencia de Meroveo, era algo
muy habitual en el mundo antiguo iniciar tu saga con un ser mítico de poderes
extraordinarios, como bien hacían griegos y romanos.
Moviéndonos en esta fantasía sobre el origen la Dinastía
Merovingia, algunos estudiosos plantean que proceden de las tribus de los
sicambros (apodo con que nombraban a los francos), situados en territorios
germánicos y que pronto comenzaron a denominarse francos, cuando se desplazaron
hacia la zona norte de la actual Francia. El vacío de poder de Roma, provocado
por la invasión de los hunos, fue aprovechado por los sicambros para asentarse
en Francia y Bélgica, concretamente en los grandes bosques de las Ardenas
(Ardennes, en Bélgica, Luxemburgo y una parte de Francia) y Lorena, creando el
reino de Austrasia.
El libro del cronista galo-romano Gregorio de Tours, “Historia
Francorum” (Historia de los francos), que es del 594, cuenta que los
Merovingios eran reyes con grandes melenas, que creían que su poder residía en
el pelo y no querían cortárselo.
Su cultura se caracterizaba por el desarrollo de un arte
propio, con el empleo de la piedra y el ladrillo en construcciones muy
sencillas. Se distinguieron más por el desarrollo de la orfebrería y la pintura
mural sobre frescos y miniaturas, aunque hoy se conservan pocos ejemplos.
CLODOVEO I
(481-511) Y SUCESORES
Bajo el rey Clodoveo I, fundador de la Dinastía
Merovingia, hijo de Childerico I (458-481) y la reina Basina de Turingia, el
poder del reino franco crece, estableciéndose la capital en la región de
Soisson.
En el año 486, Clodoveo destituyó a Siagrio, último
gobernador romano de la Galia, y somete a los alamanes, que habitaban las
tierras orientales, en la batalla de Tolviac (496).
La leyenda dice que pudo derrotar a su enemigo gracias a
la invocación a Dios que hizo su esposa, ferviente cristiana. Influido por su
mujer, la princesa burgundia Clotilde (que después sería Santa Clotilde), Clodoveo
adopta la fe de Cristo mediante su bautismo en el día de Navidad del año 496, junto
su hermana y tres mil principales guerreros en la catedral de Reims.
Esta conversión le consigue una alianza con el Papado,
ganándose a los pobladores galorromanos, que lo ayudarán a derrotar a los
visigodos en Aquitania (batalla de Vouillé, 507) y a los francos ripuarios,
teniendo el camino libre para convertirse en el líder germano de la Galia en el
año 509, cuando unificó a los francos, convirtiéndose en el gobernante muy
poderoso de Europa Occidental.
Clodoveo unió a los francos salios, del norte del Rhin,
con los francos ripuarios, del bajo Rhin, y a los alamanes. Su territorio
abarcaba entonces la mayor parte de la actual Francia y el suroeste de
Alemania.
Clodoveo convirtió a París en la capital del reino
franco. Expulsó a los visigodos de tierras galas, fundó la Iglesia Católica de
las Galias y contó con el reconocimiento del emperador bizantino, que lo hizo
delegado en Occidente.
Falleció el 27 de noviembre de 511, y según una costumbre
salia, repartió el reino entre sus cuatro hijos (Childeberto, Clodomiro,
Clotario y Teodorico), quedando seccionados sus dominios en Austrasia,
Neustria, Burgundia (actual Francia, el norte de Italia y
casi toda Suiza) y Aquitania. Fue enterrado en la iglesia de Santa Genoveva, que mandó
construir. Allí permaneció hasta la Revolución Francesa, cuando profanaron sus
restos.
En la repartición de la herencia, Childeberto obtuvo
Neustria y fijó su capital en París; Clodomiro gobernó la zona del Loira medio,
con capital en Orleáns; a Clotario le tocaron las zonas del Escalda (río que
atraviesa Francia, Belgica y muere en el Mar del Norte) y del Mosa, estableciendo su capital en Soissons; Teodorico
administró Austrasia, desde Reims.
Ahora llegamos a un clásico de los germanos: la partición
del reino para que los vástagos (en este caso son cuatro) luchen entre sí, se
disputaron los territorios, dilapiden el patrimonio de su padre, debiliten el
reino y no puedan conservar la unidad que Clodoveo había dado al reino franco…
SUCESORES DE
CLODOVEO
Clotario, hijo menor de Clodoveo, era Rey de Neustria (511-561),
Rey de Orleans (532-561), Rey de Borgoña, compartido con su hermano Childeberto
(534-558), y monarca de Austrasia y de París, se propone volver a unificar el
reino de su padre con numerosas campañas militares. Así consigue su objetivo en
el año 558, pero a su muerte estos reinos volvieron a separarse.
Clotario II (584-629), reunificó el reino franco derramando mucha
sangre. Las fronteras de sus dominios se extenderían desde los Pirineos hasta
Frisia y desde el océano Atlántico hasta Baviera, Hesse y la Franconia. A su
muerte deja en el trono a su hijo Dagoberto I.
Dagoberto I (603-639), sería el último gran monarca merovingio. Construyó monasterios y fortaleció el poder regio. En 632
Borgoña y Aquitania están bajo su control, es el rey merovingio más poderoso y respetado
en todo el Occidente.
APARECEN LOS
MAYORDOMOS
A finales del siglo VII, el reino franco estaba en pleno
ocaso por las guerras civiles y las luchas de poder. Su extensión era Galia,
parte de Renania, Alemania, Turingia y miraban hacía Frisia, Sajonia y Baviera.
De alguna forma, esto fue desembocando en cierta dejación
y delegación por parte de los monarcas en otras figuras. Por ejemplo, el rey
Dagoberto II (652 - 679), que apenas gobernaba pues había delegado esas sus
funciones al mayordomo de palacio, quien estaba secundado ya por la nobleza (se
viene la época feudal).
¿En qué consistía el cargo de Mayordomo de Palacio?
La palabra deriva de “major domus” o cabeza de la casa,
una especie de alto cargo, valido o primer ministro. Estos funcionarios son los
encargados de dirigir realmente el ejercicio y la burocracia de palacio. Con el
tiempo irán creando una corte paralela, siendo de facto los verdaderos dirigentes
del reino, quedando el monarca como una figura decorativa y suntuaria. Entonces
el reino Franco tenía tres partes: Austrasia, Neustria y Borgoña, al frente de
las cuales estaba un rey fainéant o rey holgazán.
Este poder paralelo (recuerden: nunca se debe tener un
Estado dentro de un Estado) acabará dando un golpe de efecto y tendrá el poder
real y el nominativo. Este hecho se personificará en Carlos Martel y Pipino, pero
eso da para otra historia…
Por LLEVADOR DE BOTIJOS
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAsi se escribe la historia...
ResponderEliminarEscrito algo lioso y tema tratado con poca profundidad.
ResponderEliminar