Debo decir que no me desagradó de inicio la idea de un Rey
Arturo Pop de la mano de Ritchie, porque lo que hizo con Sherlock Holmes no fue
malo en absoluto, respetando la esencia del personaje, a pesar de las voces
contrarias. También es cierto que una vez vi el tráiler la cosa me dio miedo. Parece
ser que la idea era hacer seis, aunque tras esto… quién sabe… Es firme
candidata a conquistar algunos premios Razzie.
Por desgracia este nuevo intento de desmitificación no ha salido
como cabía esperar. Si en Holmes, Ritchie cogió determinados aspectos que
formaban parte de la biografía y características del icono, aunque fueran menos
conocidos o explotados por Conan Doyle, y los utilizó para su propuesta desfasada y Pop respetando la esencia del personaje y sus historias, aquí todo eso
funciona mucho peor, si es que funciona en algún caso.
Se agarra Ritchie a lo poco que se sabe del origen del mito
del Rey Arturo, de su infancia y crecimiento, para inventarse toda una historia
que además entronque con algunos de los elementos con los que está más cómodo.
Recurre al manido recurso del origen humilde (que no es tal) destinado a la
realeza, todo ello salpicado con un poco de transgresión e informalidad, que es
lo que se lleva ahora por cool. En realidad lo que resulta ya es vulgar y
previsible, manoseado hasta la náusea.
Convierte Ritchie al joven Arturo en un mafioso protector de
barrio criado por prostitutas para, desde ahí, llegar a su destino. Y poder
extender una nueva franquicia...
Sí, recorremos caminos trillados por Ritchie, donde más
parece que estemos en “Lock and Stock” (1998) o “Cerdos y diamantes” (2000), donde Arturo y
sus amigos son los jefazos de su barrio, aplican la justicia, trapichean y
protegen a las prostitutas que lo criaron como a todo aquel que lo necesite, que en otro sitio. Entornos
del gusto del director. Poco tienen que ver con cualquier idea correspondiente
al mito clásico, agarrándose, como mucho, a alguna versión distraída de las
muchas que se han ido dando, pero básicamente aprovechando la falta de datos para inventar.
La pacífica convivencia entre humanos y magos se rompe cuando
Mordred atenta contra el reino y el legítimo rey, Uther (Eric Bana).
La espada creada por Merlín para que Uther mate a Mordred,
debates sobre mantener la alianza o no con los magos, que todos no paguen por
lo que haya hecho uno, mega elefantes comandados por Mordred amenazando el
reino, espectacularidad y cámaras lentas, grandilocuencia destructora, un
hermano traidor, las doce familias más antiguas de Inglaterra, entre las que
conoceremos a Maggie (Annabelle Wallis)... Una primera escena de acción con algunos de los
clásicos recursos de Ritchie. Aquí a Mordred no lo mata Arturo, sino su padre…
y, desde luego, no es el hijo ilegítimo de Arturo.
Se vivirá así, una vez eliminado Uther de la ecuación, bajo
el reinado del traidor Vortigern. Por su parte, Arturo y su grupo de amigos
forman una organización mafiosa que protege y cuida a la gente de su barrio,
manteniendo buena relación con el ejército del rey para llevar sus negocios de
trapicheo. Ellos organizan y aplican la justicia en su zona, además de proteger
a las prostitutas que criaron a Arturo (Charlie Hunnam).
El bueno de Arturo es un chulito de bolera y abusa y
aprovecha su fama de matón de barrio, moviéndose como pez en el agua en esos
entornos del hampa que gustan a Ritchie. Al final la venganza será su móvil.
Con esta “dificililla” personalidad y su negativa a asumir
su responsabilidad tendremos la obligada evolución previsible del personaje.
Para ello, Ritchie utiliza un recurso que ya hemos visto, por ejemplo en “El imperio
contraataca” (Irvin Kershner, 1980), con Arturo viviendo una aventura de redención y entrenamiento
físico y espiritual para superar sus miedos, en un entorno, “Las tierras
oscuras”, que recuerda al “Pantano de fuego” de “La princesa prometida” (Rob
Reiner, 1987).
No es la única referencia a “Star Wars”, de la que parece
coger unas cuantas ideas, desde Excalibur convertida en espada láser de Jedi a esa idea de “equilibrio” entre las fuerzas del bien y del mal, que
mencionaré posteriormente.
“Cada veneno tiene su antídoto”.
La evolución de Arturo va a trompicones. De desmayarse tras
lograr blandir a Excalibur a manejarla con soltura repentinamente. Todo ello
lleva a la citada evolución de su personalidad, a la necesidad de que asuma sus
responsabilidades y rompa un bloqueo, suponemos que psicológico, que vendría de
la infancia. El caso es que cuando él y su grupo están rodeados cogerá la espada,
esa con la que le dan jamacucos al sostenerla, y se cargará a medio ejército
sin enterarse (literalmente, según dice), pero esto no supone que se le haya
pasado bloqueo alguno, simplemente fue un pronto efusivo o algo así.
Después pasará por las citadas “Tierras oscuras” sin que
suponga excesiva variación (un elemento que se incluye en la narración pero que
de haberse ahorrado tampoco habría pasado nada), para que en la batalla final,
como suele suceder, se quite todo miedo y asuma todo lo que debe asumir.
También se podrían haber ahorrado los momentos oníricos, con dama del lago o
sin ella.
Vortigern, magníficamente interpretado por Jude Law, que
debió pasárselo pipa, quizá lo mejor de la película, tiene un punto
mefistofélico y fáustico, con ese pacto con un diablo sin concretar de extrañas
mujeres pulpo, donde para sumar poder debe sacrificar algo que quiera. Law hace
que su personaje sea el más interesante de la película. Aquí es tío de Arturo
y, por tanto, hermano de Uther. Este buen hombre nos va enseñando sus
crecientes poderes de mago conforme sacrifica seres queridos y construye una
torre.
De concepción maquiavélica, para que el que cualquier medio
está justificado por el fin, es un personaje con más capas de las que parece.
Goza el poder, necesita el poder, ama el poder, pero sufre inmisericordemente
los sacrificios que le exige, aunque los pague. Es su droga, necesita del
poder, especialmente si lo proporciona el temor. Algunas de sus escenas son
crueles y con cierta dureza, como el asesinato en off a la prostituta protegida
por Arturo en su cara.
Lo que no entendemos muy bien es lo de su poder. Resulta que
este villano se está volviendo tan poderoso como Mordred gracias a la construcción
de la torre y sus sacrificios, pero desde luego aún no lo es… por eso extraña
que venciera con facilidad al padre de Arturo, Uther, que a su vez había vencido
sin excesivos problemas a Mordred…
Vortigern (Jude Law) nos dejará los momentos más intensos e impactantes
del film, comenzando por la muerte de la prostituta ante Arturo, pero destacando
especialmente la brutal escena, con un punto “Reservoir dogs” (Quentin Tarantino,
1991) cortando orejas, del asesinato de Back Lack (Neil Maskell) ante su propio
hijo. Así como los asesinatos a sangre fría de su esposa y su hija…
Irán sumándose personajes a la función, sobre todo aliados:
La maga (Astrid Bergès-Frisbey), enviada por Merlín y que domina a los animales,
Bedevere (Djimon Hounsou), Bill (Aidan Gillen)… luego Percival, Back Lack,
Rubio, Blue, Maggie… Todo esto, con los proscritos y demás, se asemeja
más a Robin Hood que a la historia del Rey Arturo.
La ambientación fantástico-medieval es buena, en ese
Londinium que se aprecia bien con planos generales primero y luego en sus
calles. Además se va desarrollando la mitología con esos matices
pretendidamente novedosos, con un pueblo que se opone a su rey tirano, con unos
rebeldes que pintan grafitis y la esperanza de la venida del heredero, el que
logre sacar la espada de la piedra que ha sido rebelada bajo el agua, un
elegido. Aquí Arturo no irá esperanzado a intentar sacar la espada de la roca,
sino obligado por sus trapicheos, que provocarán su detención por pura
casualidad y por ir contra los protegidos de Vortigern, los vikingos. Unos
vikingos con los que pactará la cesión de niños menores para potenciar el
ejército de aquellos comiéndoles el coco desde pequeños.
A pesar de la mediocridad generalizada, la película plantea
varias cuestiones interesantes. Una de ellas es la de “equilibrio de fuerzas”,
donde en vez de advertir al héroe se advierte al villano, que, como he dicho, es
el personaje más interesante. Toda su maldad y sus actos no pueden evitar esa
ley natural del equilibrio donde parece destinado a enfrentarse a su némesis,
que será Arturo.
La conversación entre Vortigern y Arturo sobre el legado y
la herencia, a colación del carácter del segundo, es interesante y está rodada
con mucha sobriedad, aunque se inserten planos a través del montaje para
agilizar, innecesariamente. Del mismo modo incluye una reflexión muy
natural sobre la forja de las leyendas. Las conversaciones entre ambos están
bien, aunque cada aparición de Law merece la pena.
“Te conviertes rápidamente en una leyenda”.
El estilo Pop y desenfadado de Ritchie
Aunque no pegue mucho, quizá tampoco lo hiciera en Holmes,
pero de alguna forma funcionó, Ritchie se mantiene fiel a sus recursos
característicos para contarnos la historia de Arturo, Excálibur y los
caballeros de la mesa redonda. Ciertamente la narrativa es embarullada y deshilvanada, más centrada en el look que en lo que cuenta.
Es un estilo Pop, presuntamente gamberro, descarado, que
huye de corsés clasicistas, lúdico. Las claves de su estilo son consabidas.
Diálogos y protagonistas descarados, chulos incluso, que
aunque con buenos valores tienen sus defectillos de macarra que hay que educar, y una colección de recursos visuales para resaltar todo ello.
Su gusto por los antagonismos también está presente.
Montajes rítmicos y de tiempo alterado, donde la música,
como en la presentación del protagonista viéndolo crecer y desenvolverse, es
pieza clave. Una música moderna, actual, en un buscado anacronismo. Una música
que Ritchie suele usar bien. Es un montaje lineal condensado que nos lleva
desde la infancia a su juventud, criado a sangre y espada, en las calles,
rodeado de lo peor de lo peor, donde ya se aprecia ese contexto mafioso que
rige su vida y en el que está cómodo.
Los montajes fraccionados o fragmentados, de tiempos alterados, unidos a la música, para hacerlos además rítmicos, insertan elementos del futuro en la exposición del presente. Lo utiliza mucho Ritchie para la explicación de los planes, donde un grupo verbaliza sentado y tranquilo lo que pretenden hacer mientras al mismo tiempo vemos como dicho plan va desarrollándose. Por supuesto habrá rebobinados, cámaras lentas, juegos con los puntos de vista, encadenados de frases… aspectos típicos del montaje de tiempos alterados. Todo ello buscando el humor, muy en el estilo Ritchie. Un primer ejemplo lo tenemos cuando Arturo y su compañero explican al soldado del ejército del rey Vortigern su pequeña trifulca con los vikingos.
Nuevos ejemplos los tenemos en los planes para que Vortigern
acuda a Londinium y, posteriormente, una vez allí, cuando pretenden atentar
contra él, en unos montajes de tiempos alterados que van del presente al futuro
para quedarnos finalmente en ese futuro hecho presente.
En estos juegos de montaje hay cierta redundancia, como
ocurre con el uso de las voces over que cuentan lo que se ve en imagen, ya que
al verbalizar el plan sobre la imagen de su ejecución sucede algo parecido. Con
todo, en ocasiones se salva bien evitando esas reiteraciones. Es un juego
puramente esteticista, pretende aligerar las escenas.
La mezcla de la cámara lenta con las aceleraciones, que se
funden por ejemplo cuando Arturo lucha con Excalibur, contrastando su velocidad
a la lentitud de lo que le rodea, a veces en aparente plano secuencia, es otro
recurso típico de Ritchie.
Su uso del plano aéreo y general logra oxigenar con acierto
la película, mostrando además bellos parajes naturales. Los picados de
situación que nos llevan de un lugar a otro sin corte, son un placer visual.
El elemento fantástico funciona de manera irregular. Usado
habitualmente como Deus ex machina, sus apariciones en ocasiones no molestan,
pero en otras resultan torpes o lamentables. Una imaginería fantástica y
lisérgica que funciona a ratos.
El momento donde los animales son utilizados para rescatar a
Arturo de ser ejecutado, no cae en la incoherencia, incluso en el
robo o recuperación de la espada, ya que está planteado aceptablemente. Que los
villanos se arriesguen a entregarle la espada es, en cierto modo, comprensible
tras la amenaza realizada y, sobre todo, por el desconocimiento de Arturo del
poder que tiene.
En cambio, la grandilocuente irrupción de la gigante
serpiente en el castillo del rey aniquilando a cuantos soldados salen a su
paso es una soberana chapuza de sonrojante exhibicionismo.
También es torpe la vigorosa escena de acción en la que los
protagonistas intentan huir tras su fallido atentado contra Vortigern. Hay un
plan con trampas que puede resultar acertado, pero también muchas torpezas,
como el lamentable plan de huida, que decían tener claro, de ahí que eligieran una
posición más alejada para realizar el disparo definitivo… Las repentinas decisiones
del arquero, Bill, delatándose y provocando la persecución, también resultan
bastante absurdas.
Por lo demás, nos cuentan que para que Excalibur se
convierta en espada láser, Arturo debe cogerla con las dos manos, y así lo
vemos, es más, cuando quita una la cosa se apaga. El caso es que esto es así
cuando le sale del níspero al director, ya que vemos funcionar a Excalibur en
muchas ocasiones mientras Arturo lucha felizmente blandiéndola con una sola
mano. En su primera experiencia luchadora, cuando están rodeados tras intentar
atentar contra Vortigern, se mantiene el rigor, pero en la parte final es un
despiporre confuso…
El clímax también nos deja algunas perlitas, como ese
memorable momento en el que Vortigern, tras apalear a Arturo y dejarle
derrengado y a merced, se va y se pone a mirar una mesa de piedra que está a dos
metros, y que debe ser interesantísima, mientras su rival sueña con cosas y se recompone para vencerle… Pues
vale…
En el epílogo veremos la gestación de la Mesa Redonda, la
nueva justicia y cómo nuestros protagonistas se arman caballeros, como guiño
definitivo al mito… sir George (Tom Vu), sir Tristán (Kingsley Ben-Adir), sir
Percival (Craig McGinlay), sir William, sir Bedevere…
Supongo que no tacharán la película de clasista ni de
individualista, por aquello del linaje y el elegido, pero id vosotros a saber…
Tendremos cameo de David Beckham, que va camino de
convertirse en un clásico en el cine de Ritchie, con una horrorosa nariz.
A pesar de esas reflexiones sobre las servidumbres del poder
de carácter maquiavélico, sobre la necesidad del antagonismo y su equilibrio, la
realidad de que para que algo exista siempre debe existir su contrario como
componente esencial, como ya explicaba Goethe, así como algunos impactos
dramáticos de la mano de Jude Law, la película carece de emoción durante todo
el metraje, incluido el clímax.
Muy discreta como cinta palomitera, obvia y previsible,
llena de anacronismos, unos voluntarios, otros indescriptibles, vulgar en lo
narrativo y arbitraria e infiel con respecto al mito. Si quieren ver algo transgresor
y de calidad, vuelvan a visionar “Excalibur” (John Boorman, 1981).
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