martes, 28 de febrero de 2017

LOS OSCARS DE TRUMP

OPINIÓN










Antes de la septuagésimo cuarta gala de los Premios Oscar en 2002 existía un runrún, cierta polémica, aunque no tan aguda como la que se formó en 2016 cuando no se nominó a ningún afroamericano, acerca de los Oscars y el tema racial. Un runrún que fue creciendo hasta poner su foco en el supuesto racismo de la Academia, que no había entregado jamás un Oscar a un actor afroamericano como protagonista.

Bien, esa gala la presentó Whoopi Goldberg, se dio el Oscar honorífico al gran Sidney Poitier y, por primera vez en la historia, dos actores afroamericanos alzaron sus estatuillas como mejor intérprete principal: Denzel Washington como mejor actor por “Training day” (Antoine Fuqua, 2001) y Halle Berry como mejor actriz por “Monster’s ball” (Marc Forster, 2001).



¿Coincidencia? ¿Se alinearon los astros para que en la septuagésima cuarta edición de los Oscar la comunidad afroamericana consiguiera un reconocimiento tantas veces esperado? Evidentemente, no.

Y no porque no lo merecieran, que esto podemos debatirlo, ya que ambos están estupendos, pero como lo habían estado ellos y otros actores afroamericanos antes y no se les había concedido. ¿La diferencia? Ausencia de runrún…

Poitier fue el primer actor negro en conseguir un Oscar como actor principal por “Los lirios del valle” (Ralph Nelson, 1963), con lo que Washington recogía aquel relevo y Halle Berry hacía historia como pionera en categoría femenina.

Antes de esta gala de 2017, sólo catorce actores negros habían conquistado algún Oscar. A los mencionados sumamos la pionera Hattie McDaniel en 1939 por “Lo que el viento se llevó” (Victor Fleming, 1939), pasando por Louise Gossett Jr. por “Oficial y caballero” (Taylor Hackford, 1982), Whoopi Goldberg por “Ghost” (Jerry Zucker, 1990), Cuba Golwin Jr. por “Jerry Maguire” (Cameron Crowe, 1996), Morgan Freeman por “Million dollar baby” (Clint Eastwood, 2004), Denzel Washington en “Tiempos de gloria” (Edward Zwick, 1989), Octavia Spencer por “Criadas y señoras” (Tate Taylor, 2011), Mo’nique por “Precious” (Lee Daniels, 2009), Jennifer Kate Hudson por “Dreamgirls” (Bill Condon, 2006) como actores secundarios.

Jamie Foxx consiguió el Oscar a mejor actor en 2004 por “Ray” (Taylor Hackford, 2004) y Forest Whitaker consiguió lo mismo en 2006 por “El último rey de Escocia” (Kevin Macdonald, 2006).

Dorothy Dandridge fue la primera actriz negra en ser nominada a mejor actriz en 1954 por "Carmen Jones" (Otto Preminger, 1954). Preminger siempre fue transgresor y pionero.



Parecen pocos, son pocos, pero tampoco debemos pedir que sean mayoría por pura lógica y matemáticas. Si sólo el 13% de los estadounidenses es afroamericano, menos que latinos, que no han recibido muchos más premios, es normal que haya más candidatos y premiados blancos, pero como se va viendo en los últimos años, sobre todo a partir de 2000, la presencia afroamericana es constante, por lo que debería normalizarse con naturalidad, sin cuotas, sin discriminaciones positivas ni forzando las cosas de manera injusta.

Si en algún momento debe haber el mismo número de afroamericanos que de caucásicos o incluso más, aunque el porcentaje sea menor, me parecerá genial, siempre y cuando sea por méritos propios, no por quejas, protestas y polémicas.

El siguiente paso es lanzar una polémica sobre los orientales, musulmanes, homosexuales o cualquier minoría y acusar a cualquiera de discriminarlos si los premian poco, con lo que al año siguiente ya sabemos por qué temas apostarán y a quienes galardonarán…

El año pasado estalló la polémica al saberse que entre los nominados no había ningún afroamericano, con lo que proliferaron las acusaciones de racismo hacia la Academia, que le pidió al actor negro Chris Rock que hiciera las veces de maestro de ceremonias. Quizá para compensar…

¿Y qué ha ocurrido este año? Por arte de magia, tres de las nominadas a mejor película tratan el tema racial o son afroamericanas (Moonlight, Figuras ocultas y Fences), varios actores afroamericanos aparecen nominados (Denzel Washington, Viola Davis, Ruth Negga, Mahershala Ali, Naomie Harris, Octavia Spencer) y alguna otra producción tuvo alguna nominación (Loving). Además, Mahershala Ali se convierte en el primer actor musulmán en recibir un Oscar, para así rizar el rizo. Minoría general aún, lógicamente, pero en alguna categoría, como actriz secundaria, las afroamericanas eran mayoría.

Nunca han sido sutiles los Oscar, pero la compensación era evidente, y la extraña insistencia de los comentaristas en aupar un título como “Moonlight” insinuaba una posible sorpresa de última hora.

Y a todo esto aparece en escena Donald Trump, el presidente más mediático y polémico de la historia de los Estados Unidos, que ha dado nuevo impulso al tema racial, algo ideal para que el mundo del espectáculo saque su vena reivindicativa y comprometida, que otros años se obvia u olvida.

Claro, uno queda perplejo, porque al final todos los que no son blancos en Hollywood van a tener que darle las gracias a Trump, porque cuando estaba Obama resulta que no nominan a ningún afromaericano y cuando viene “el presidente racista” regalan hasta el Oscar a mejor película…

Como Trump ha hablado de deportar inmigrantes ilegales (algo que no escandalizó, por lo que se ve, cuando Obama lo hizo con 3 millones que no debían importar a nadie, fijando un récord), de muros y demás historias, sumado a las acusaciones del año pasado, tocaba escenificar lo progresista y tolerante que es la Academia, lo poco racista que siempre ha sido y lo mucho que defiende a las minorías étnicas… pero no por ellas, sino para zurrar al odiado Trump y limpiar su imagen.

Esto es creíble si fuera una tendencia, si fuera normal, no justo cuando el tema es candente o vienen críticas.

Este gesto político que responde a polémicas y noticias de moda en la actualidad, muchas veces encubierto en pretendido compromiso, no sólo se ha limitado al tema racial, también lo hemos visto en otras categorías galardonadas, como “Mejor corto documental” (aunque lo de documental habría que verlo), “Cascos blancos”, organización envuelta en casos de terrorismo, algo que a la Academia le ha dado igual ya que trata el tema del conflicto sirio y los refugiados, lanzando así otro claro mensaje. Un cortometraje falsario donde muchos rescates están escenificados, por ejemplo. Resulta casi obsceno. O la ganadora a mejor película de habla no inglesa, “El viajante”, donde el director Asghar Farhadi (ganador del Oscar por “Nader y Simin, una separación”, de 2011) no acudió a la gala por ser Irán uno de los países incluidos por Trump en su lista de sospechosos de terrorismo, lo que permitió escenificar dicha ausencia en el escenario.

Puede que una o dos de estas circunstancias se den, pero aquí las tenemos todas juntas, en una nueva tormenta perfecta ideológica y que responde con precisión a las polémicas suscitadas antes de la gala y del año pasado. Coincidencias, ¿no?

Alguna de estas circunstancias pueden ser coincidencia, todas ni de coña. Es tendencioso, una Academia que ha fijado un rumbo muy concreto valiéndose de la gala.

Todo esto me resulta desagradable, prepotente, altivo y profundamente condescendiente, migajas para una comunidad ultrajada históricamente que cuando protestan les dan algún regalito para que no molesten mucho. Apesta a condescendencia, a compensación prepotente, con aires de superioridad, pasando la mano por el lomo cuando alguien protesta, camuflando que todo esto no les importa absolutamente nada con gestos de cara a la galería, donde lo que de verdad se pretende es una protesta política, no una sincera valoración de la comunidad afroamericana. ¿Por qué este año? ¿Por qué a mansalva, como en 2002? Háganlo cuando toque y lo merezcan, no lo fuercen, no lo imposten, no lo interpreten, no hagan que resulte tan cutre y tan falso.

¿Alguien se cree que la Academia pasa de racista a no racista de un año para otro? ¿De premiar a “12 años de esclavitud” (Steve McQueen, 2013) a no nominar a ningún afroamericano por racismo de quita y pon?

La reflexión es más profunda y, en muchos casos, cuestión de números. Si un actor blanco atrae a más público a las pantallas, un productor contratará a ese actor blanco. ¿Hay que normalizar? Háganlo, en eso es en lo que la industria debe trabajar. Hagan cambios estructurales, valoren también el mérito para contratar, pero no engañen… Hay muchísimos actores negros de talento, denle papeles, igual que arriesgan con actores jóvenes blancos en papeles de proyectos importantes háganlo con negros, pero no premien por cuota, porque los que somos soñadores y creemos en el mérito y el arte, aunque nos demuestran día a día que todo es puro cinismo, política e interés, miramos desde niños premios como los Oscar en la esperanza de que sea eso lo único que se mire, la calidad, el mérito y el cine, no modas, polémicas, compensaciones y cuotas, porque es un asco. Soy defensor de la igualdad de oportunidades y de la libertad, de la idea de que seas negro o blanco se valore lo que haces, sin matices, y de que si un productor cree más rentable contratar a determinado actor, sea negro o blanco, lo haga sin que se le tenga que llamar racista. Hagan lo que sea necesario para que esa igualdad de oportunidades sea un hecho, pero déjense de discriminaciones positivas y engañar a los que siguen y pagan esas películas que tanto rédito dan.

Llamar racista a un productor que sólo piensa en recuperar el dinero invertido es cínico e injusto. Si un público mayoritario se siente identificado con determinadas cosas el productor apostará por ellas, buscará las mejores estrellas y los temas más atractivos. Y cuando sale un Will Smith no se tiene problema alguno en darle los mejores papeles protagonistas.


No lo digo yo, lo dicen los números, las taquillas e, incluso, las encuestas. Fue curiosa la que presentó Chris Rock en la ceremonia del año pasado, donde los afroamericanos entrevistados por el actor no conocían las películas “blancas” nominadas ni a muchos de los actores, mientras reivindicaban otros títulos que habían sido de su agrado y que eran películas “negras”. Puede pasar al contrario, y por mucho que nos empecinemos, los caucásicos son mayoría en los Estados Unidos. No mezclemos churras con merinas…

Además, los Oscar son dados a compensar, supongo que por eso algunos actores y directores jamás tuvieron premio o tardaron décadas en conseguirlo, mientras auténticas vulgaridades daban en el clavo a las primeras de cambio… Manda huevos…

Yo mismo me he permitido hacer una modesta encuesta bastante extensa para ser de carácter personal, de varias decenas de personas que no son ultracinéfilos con una sencilla pregunta, para confirmar algo que comenté el año pasado: ¿Qué película recuerdas que ganó el año pasado?

Algunos no recordaban ninguna o se iban a años anteriores, pero la gran mayoría, casi todos a decir verdad, salvo honrosas excepciones, contestaron “la de DiCaprio” o “la del oso”, “El Renacido”… Evidentemente… 2016 fue el año de “El renacido” (Alejandro González Iñárritu, 2015), pero ganó “Spotlight” (Thomas McCarthy, 2015), una buena película, pero que era imposible trascendiera ni calase, y esto lo podía suponer cualquiera, te gustase más una u otra. Y eso que “El renacido” no es ninguna obra maestra tampoco, ojo.

Lo mismo, bueno, en realidad aumentado, ocurrirá con “La LaLand”, con el matiz de que el bochornoso, patético y ridículo final de gala sí será recordado, lo que quizá salve del olvido a “Moonlight” en este caso. Un film correcto, elegante visualmente, pero con varios defectos y una propuesta y exposición de ideas que hemos visto en multitud de ocasiones, en películas superiores incluso. Una película que no se distingue de otras muchas, de sobrevalorada y reiterativa sutileza, aunque alguno la pueda considerar notable.



Cuando un film está nominado en 14 categorías no es una película cualquiera, por mucho que algunos odiadores quieran sacar la cabeza ahora (las nominaciones eran injustas, pero la victoria de "Moonlight" les carga la razón… esas cosas), sino que la convierte en la película más completa, y con muchísima diferencia, para la Academia. Esto sin hablar de los Globos de Oro, los BAFTA etc. etc. etc.

Si a esto añadimos que en el momento del último premio, a “Mejor Película”, “La La Land” llevaba 6, incluidos mejor actriz principal, mejor director y mejor fotografía, y “Moonlight” 2 (mejor guión adaptado y mejor actor secundario), sigue siendo evidente cual era la película más completa… Lo que ocurrió después lo achacaremos al procedimiento de elección, que explicaré otro día…

Es una evidencia el éxito a todos los niveles de “La La Land” (camino de los 400 millones de euros recaudados), por lo que darle el premio a “Moonlight” (unos 26 millones de euros recaudados) completaba la jugada perfecta ya que la beneficiaría en taquilla, aumentaría su repercusión y limpiaría la imagen de la Academia, que gana por todos lados subiendo a dos películas a los altares (no sólo dos, en los últimos años hacen una repartición muy condescendiente para que todos tengan su pedacito).

Porque todo ha girado alrededor de “La La Land”, e incluso los escasos odiadores, en general,  querían que ganara otra simplemente por manía a la cinta de Chazelle, porque no cumplió las expectativas que otros les habían generado, porque se habló mucho de ella, porque gustó a la mayoría, porque gustó a la crítica, porque la nominaron mucho y arrasó en todos los premios por los que pasó…

"Moonlight" se une así al grupo de injustas ganadoras (respetando cada opinión) de “Gente corriente” (Robert Redford, 1980), “Shakespeare in love” (John Madden, 1998), “Chicago” (Rob Marshall, 2002), “Crash” (Paul Haggis, 2004) o “Slumdog millonaire” (Danny Boyle, 2008), que ganaron a “Toro salvaje” (Martin Scorsese, 1980), “Salvar al soldado Ryan” (Steven Spielberg, 1998), “El pianista” (Roman Polanski, 2002), “Brokeback mountain” (Ang Lee, 2005) o “El curioso caso de Benjamin Button” (David Fincher, 2008) respectivamente…

Si el mundo del cine quiere lanzar mensajes, lo tiene muy fácil, porque se dedica a ello, que hagan películas y los lancen, pero que no premien por compromiso, complejo o expiar supuestas culpas, que no premien a quien no lo merece y nos hagan comulgar con ruedas de molino diciéndonos que sí.


Algunos inconscientes aún pensamos que en una entrega de premios cinematográficos lo que solamente debe primar es el cine.



6 comentarios:

  1. De acuerdo. Es además sorprendente cómo a estas alturas no son capaces de encajar la cuestión racial con naturalidad. No se puede hacer ninguna obra en que haya no blancos en algún lado sin que te salgan con algún problema.

    Cuando salierons las primeras informaciones o trailers de Doctor Strange y no se sabía quién iba a interpretar a "The Old One", tenías comentarios en plan "cliché oriental, como pongan a una china esto va a ser racista". Ahora que salió que lo hace una americana (o inglesa o yo qué sé, no sé quién la interpreta) he leído comentarios de que si racismo por no dárselo a una china.

    Cuando en Thor eligen a Idris Elba para interpretar a Heimdall y alguno se queja por ello, preocuparse de la coincidencia racial entre personaje y actor era superracista, vergüenza debería dar; pero cuando ponen a un blanco haciendo un personaje no blanco, entonces la coincidencia racial es fundamental y no cumplirla es racista.

    Ahora que van a hacer la de Ghost in the Shell (veamos qué sale, no me gusta que eligieran a Johanson porque es obvio, y así lo han dicho, que es simplemente elegir a la más taquillera sin pensar en que pueda representar a Motoko, léase MOtoko), aparecen un montón de imbéciles con que si "whitewashing". Malditos imbéciles que no tienen ni repajolera idea de qué va Ghost in the Shell (por cierto, que la han pifiado con el título español de "El alma de la máquina", WTF, qué manera de no entender nada). Por supuesto, no veremos ninguna queja porque a Batou lo interprete un negro. Me limitaré a decir: Motoko Kusanagi es un cyborg completo, lo que significa que lo único que mantiene humano es su cerebro. El 100% restante es un cuerpo protésico. Por tanto, no hay nada que diga que tenga apariencia asiática. De hecho, su apariencia no está unificada en las diferentes películas y series. En la película primera su apariencia me resulta más de alemana o americana descendiente de alemanes, en Stand Alone Complex resulta más británica y en Arise tiene ya más aire asiático, aunque diría que más de Malasia o norte de China, tal vez incluso sur de Rusia. Además, temáticamente que su apariencia no sea asiática es muy apropiado. Elegir a una actriz china o japonesa sería un error, porque diluiría los problemas filosóficos de los que siempre ha tratado Gits.

    Por si te interesa, lo que me parece de ver los trailers, creo que van a hacer un batiburrillo de todas las obras hechas de Gits, hay escenas sacadas de la película de 1995, detalles de Innocence, el villano es un híbrido entre el hombre que ríe de la primera temporada de SAC y Kuze de la segunda temporada, los robots parecen más fuchikomas que tachikomas. Puede salir cualquier cosa, puede que sea una buena película o que sea una basura. Los trailers me han quitado el pesimismo inicial cuando supe la elección de protagonista, sin llegar a hacerme optimista.

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    1. Esa es la clave, que no se trata este tema con naturalidad, por lo que han convertido el racismo en un racismo casi precognitivo en el que cualquier cosa lo es. La única explicación a esto es que muchos ganan pasta o no tienen mucho más en el cerebro, porque analizar cuesta.

      Es lo que has explicado, esas comparativas en las que lo único que se escenifica es RACISMO, porque en lo único que se fija esta gente es en la raza que a la mayoría le pasa desapercibida. El 95% de las personas que vieron Thor no pensaron en si Heimdall era negro o blanco, esto puede chocar a fans del cómic o cosas así, pero que eso sea conflictivo sólo despierta una triste risa.

      La otra clave es la ignorancia, como bien expones en las ideas sobre GITS. Se habla en base al prejuicio superficial y se queda de guay. Yo cada vez distingo más fácil a los verdaderos racistas jeje.

      Un saludo!

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    1. Muchas gracias, Reina. Me lo han dejado a huevo. JAJAJA-

      Besos.

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  3. "...por “Nader y Simin, una separación”, de 2011) no acudió a la gala por ser Irán uno de los países incluidos por Trump en su lista de sospechosos de terrorismo"

    Creo que la lista no la elabora Trump, es de Obama!
    Por lo visto, esos siete países estaban ya marcados por Obama por tener relaciones conflictivas con eeuu y de hecho a la gente de allí ya les ponían varios filtros añadidos para permitirles entrar. Y Trump lo que ha hecho es prohibir temporalmente la entrada de la gente de esos países, mientras cambian el sistema de filtros ese por otro. Creo que además se dieron un plazo de 90 días
    Y por cierto eso ya lo hizo Obama con Irak y no fue por 90 días , fueron 140 y nadie dijo ni mu.

    El artículo y tu, espectaculares como siempre ;)

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    1. Qué alegría verte, Santi! Pues esto que comentas, de ser así, apoya aún más lo expuesto. La hipocresía y la falta de autenticidad que sobrevuela toda esta historia. De hecho, clama al cielo, porque no conocía estos detalles, como tantos otros que fueron saliendo y poniendo en contexto ese apaleamiento al presidente electo americano.

      Muchas gracias por el excelente aporte, amigo mío!

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