Crítica LA LA LAND (LA CIUDAD DE LAS ESTRELLAS) (2016) -Parte 3/5-
DAMIEN CHAZELLE
Orgía estética.
Ya destaqué el talento visual del director y su inteligencia
para el montaje y la puesta en escena, es decir, que había alguien que sabía
muy bien de qué iba esto y de cómo potenciar el sentido de lo que contaba, de
su guión, con todos los medios que tiene el cine para lograrlo.
Aquí, con muchos más medios que en “Whiplash” y en un género
que invita al exceso y el artificio, a la riqueza visual y la imaginación, el
joven director americano lo da todo. De nuevo se entrega al plano secuencia,
como los clásicos a los que adora y los buenos musicales, para fascinar con su
puesta en escena y sus coreografías, que nunca son excesivas ni pretenden
competir con los grandes títulos de los 50 en Hollywood, sólo rendirles tributo
y robarles las virtudes para hacerlas propias. Chazelle rueda su musical como
rodaban los clásicos, ¡y en CinemaScope!
Planos secuencia donde los actores se muevan y bailen junto
a la cámara, que dancen y hagan mover nuestros pies y provoquen la complicidad
de nuestras sonrisas, especialmente en los números musicales, pero también en
la mayoría de escenas, que prefiere ejecutar sin corte. Y esto siendo puramente
cinematográfico, recurriendo también al montaje jazzístico, una de esas
genialidades que tenía “Whiplash”, muy utilizado en las transiciones
instrumentales que salpican la película. De hecho, es más bella la partitura instrumentalmente que cuando se trata de canciones, aunque “City of stars”,
que se llevará el Oscar a mejor canción sin duda, “Audition (The fools who dream)” o “A Lovely nights” son estupendas. Chazelle vincula la cámara a sus
personajes, como si fuera la expresión de la misma esencia de estos.
¿Y qué mejor que empezar con un mágico, alegórico y
brillante número musical a modo de obertura? En homenaje a “Fellini, Ocho y
medio” (Federico Fellini, 1963) y “Las señoritas de Rochefort” (Jacques Demy,
1967), un atasco será testigo de una jovial y memorable actuación llena de
vida, colorido y energía, pero lo genial está en el propio concepto del número,
que se elija un atasco en el invierno de Los Ángeles, California, fusionado con
la letra de la canción.
-Una maravillosa introducción. Un ilusionante día soleado
que se contrasta con la incomodidad de un atasco, pero un atasco donde muchos
de los conductores o pasajeros parecen contentos, moviéndose al ritmo de la
música que escuchan, alegres, activos, poco afectados por la espera… Entonces
empieza el número musical y todo encaja, se convierte en una metáfora, en una
genial alegoría. Son postulantes, meritorios, para cumplir su sueño. Esperan,
como en ese atasco, su gran oportunidad a las puertas de Los Ángeles, la ciudad
donde se cumplen los sueños, donde un paciente atasco se convierte en obra de
arte. Esperan a ser encontrados, como la misma Mia dice en una canción. ¿Qué mejor que un atasco para visualizar la esperar de esos soñadores que
buscan ser estrellas?
Allí saldrán numerosos conductores que nos contarán
historias de sueños, ilusiones, oportunidades y decepciones. De hecho, después
veremos salir a ambos de ese atasco en busca de su ilusión, primero siguiendo a
Mia y luego retomando a Sebastian.
Un plano secuencia (¿simulado?), donde los barridos bruscos se
aprovechan para estirar la escena sin que parezca haber corte alguno, donde la
planificación y la coreografía está llena de vivacidad, de eclecticismo y
colorido, contrastando los sueños y la espera, para una vez salga el título de
la película, y aún sin aparente corte, se nos presente a los dos protagonistas,
ligados a sus pasiones, Sebastian escuchando música de piano en la radio, Mia
practicando para su audición de actriz, dentro de sus automóviles, constatación
de la alegoría antes explicada. La antesala de los sueños. Justo antes del
primer contacto.
-¿Qué decir del plano secuencia de más de cinco minutos en
Mulholland drive, en el Parque Griffith? Un maravilloso plano musical con
varios homenajes a musicales como “Cantando bajo la lluvia”, que despierta el
entusiasmo que despertaban los clásicos del género, aunque aquellos actores
cantaran y bailaran mejor que Emma Stone y Ryan Gosling. Un número encantador y
supuestamente antiromántico con esos diálogos falsamente cínicos que cuestionan
la belleza de las vistas, negándose su evidente química en contraste con la
hermosa iluminación, el anochecer y el paraje con una magnífica canción: “A lovely night”. Costó rodarla antes de que anocheciera, por lo que fue de las
secuencias más complejas.
El artificio, la irrealidad, como gran placer, sobrevuelan toda esa escena junto a una cámara que flota, vuela y baila con ellos. Pero lo
que más me llega es la conclusión, cuando Mia debe acudir a la llamada de su
novio, interrumpiendo la hipnosis, y descubrimos que Sebastian se dio todo ese
paseo solamente para disfrutar de su compañía, ya que su coche no está donde dice, sino
abajo, justo por donde han venido, teniendo que volver sobre sus pasos para
recogerlo… Y ese pequeño paso de baile en soledad que denota lo mucho que
disfrutó haciéndolo… El amor.
-Cámara flotante, ligera, grácil, bailarina, para extender
los planos y no cortar salvo necesidad narrativa. Por ejemplo, siguiendo a Mia
cuando se dirige a su primera audición, corrigiendo su camino para recoger algo
olvidado antes de chocar con un cliente y mancharse la camisa. La misma
audición será en un solo plano, donde recibirá la falta de respeto de los allí
presentes por su trabajo, interrumpiendo sin consideración. Siempre que veo
audiciones de este tipo recuerdo aquella maravillosa escena de “Mulholland
drive” (David Lynch, 2001) y como una escena mediocre se puede convertir en
algo excepcional. En su piso, el número musical también será en un solo plano.
No será la única audición mostrada en un solo plano. Con el
temazo “Audition (The fools who dream)”, en la audición definitiva, tendremos
otro maravilloso plano secuencia con travelling circular sobre Stone, que tiene
uno de sus grandes momentos en la película, en una escena que también recurre a
un expresionista efecto lumínico contando la inspiradora historia de su tía.
Con ella empezó todo. En cambio, otras audiciones serán con montaje, como esa
donde se suceden fondos de distintos colores.
O ese “City of stars” a dúo, también en una escena sin
corte.
-No sólo serán números musicales o audiciones las que
resuelva Chazelle en un solo plano. El director corta sólo cuando es
estrictamente necesario o quiere expresarse mediante el montaje, pero a menudo
termina las secuencias, muchas de ellas no muy largas, sin corte alguno, por
ejemplo la entrada de Mia en su casa tras la primera audición. O la presentación
de la casa y la hermana de Sebastian, planos secuencia tan naturales que casi no
lo parecen. O su reincorporación al local de J. K. Simmons. O esa cámara que se mece solidaria y observa sus manos dubitativas en el momento que pasa del intrascendente
villancico a una hermosa melodía que fascinará a Mia.
-Panorámicas y, sobre todo, travelllings circulares,
especialmente dedicados a sus protagonistas. Imposible no destacar ese momento
con Sebastian al piano rebelándose ante su estricto jefe y marcándose un
maravilloso solo ignorado por todos. O la audición de Mia, la que le dará el
papel que la llevará al estrellato. Una panorámica nos llevará al hastiado
rostro de Sebastian tras una larga noche de villancicos en su trabajo
alimenticio, para luego dejar uno de los grandes momentos del film con su
inevitable rebelión. Un travelling con iluminación expresionista alrededor
suyo y con una música espléndida.
-Chazelle también recurrirá al brillante montaje de estilo
expresivo, vinculado al Jazz, como en “Whiplash”, para varias escenas. Será muy
luminoso el utilizado en la fiesta a la que acude Mia para dejarse ver entre lo
“cool” de Hollywood mientras disfrutamos de una de las canciones del film.
Mucho colorido y alcohol. Otro ejemplo lo tenemos en el Lighthouse, cuando
Sebastian da su apasionada lección de Jazz a Mia intentando que valore esa
música que le entusiasma, muy al estilo “Whiplash”. Y en la misma línea, aún más espectacular, será el montaje que
retrata la felicidad de la pareja una vez junta, montaje jazzístico también,
con ese momento extraordinario de los barridos desde Sebastian tocando el piano a
Mia bailando. Estos montajes los utiliza mucho para las transiciones narrativas.
Otro ejemplo: La firma del contrato de Sebastian con Keith, Mia despidiéndose
de la cafetería para planificar su obra, la mudanza para vivir juntos… Una vida
conjunta, pero a la vez distante, porque no coinciden como les gustaría. El
éxito de él, con videos en youtube que rozan el millón de visitas, la gira
alejado de ella…
Su cámara flota y brinca y gira y hace barridos, como en la
fiesta a la que va Mia, donde la cámara gira en panorámica frenética en el
interior de la piscina, donde antes se elevó al verla salir de la casa en
picado y contrapicado…
Hay varios espejos en este inicio, el del retrovisor para
Sebastian, el del baño para Mia, que luego también se refleja en su salón y en otro baño en la fiesta… Otro justo antes de la aparición del novio el
día que debe ir al cine con Sebastian...
Hay muchos contrastes en la cinta, desde los citados al
inicio con esa alegría y día luminoso que se enfrenta a un atasco, a esa escena
musical en la fiesta del inicio, que nos lleva de la intimidad y soledad de un
baño a una orgía festiva y visual al salir, pasando de la nieve trucada a una
fresca piscina veraniega en frenética panorámica y fuegos artificiales.
La idea de los fondos con algún cartel o foto significativa
ante la que los personajes pasan como ignorándolos generalmente, es un rasgo de
estilo muy apreciado por Chazelle, al que aquí recurre en varias ocasiones. Ya
lo vimos en “Whiplash” como Miles Teller ignorando anuncios de Jazz una vez
parece abandonar su sueño. Aquí se lo vemos hacer a Mia, cuando pasa por un
mural lleno de estrellas del celuloide, su gran sueño, dedicando a penas una
mirada de pesar. También ocurrirá con Sebastian, cuando pase por delante de uno
de los carteles de la nueva estrella Mia, ignorándolo por completo.
-Utiliza muchas texturas distintas Chazelle, desde las
iluminaciones formando siluetas, las animaciones, el video casero… juega con el
metalingüismo y la idea de fundir realidad y ficción, una de las tesis y
planteamientos de la cinta, como fui explicando en el inicio. Por ello, en
muchas ocasiones, funde decorados, que no sabemos si son reales o no: un cielo
estrellado que a la vez es salón de baile, un día soleado con una palmera que
se convierte en decorado, como ese que inicia el epílogo invernal del film…
Hay algo de cine mudo que sobrevuela toda la película,
numerosas escenas se ejecutan sin diálogos, con la música como única
protagonista, muchos bailes y gestos tienen ese aroma al cine mudo, al clásico. La interpretación de Gosling, con esos sustos que se pega, hasta tres durante
la película (en su casa dos veces, una con su hermana y otra con Mia, y en el
Observatorio), también apoya esa sugerente idea.
·Iluminación y color.
Si fascinantes son los movimientos de cámara, lo mismo
ocurre con la iluminación y el colorido de la película, donde los rojos y los
azules, en contraste o mezclados, vertebran la estética. Todo ello acentúa la
onírica y mágica sensación que transmite la película. Iluminaciones y filtros
muy saturados y presentes, una búsqueda constante del color, del color puro,
pleno, primario.
Una iluminación roja inunda el baño donde Mia se encierra
para tener algo de intimidad en la fiesta donde va con la esperanza de ser
captada, enfundada en un vestido azul. Ahí está la mezcla. El cuarto de Sebastian, donde duermen él y Mia, está iluminado de azul y rojo, de nuevo la mezcla.
También el rojo inundará a Mia en los momentos previos a su actuación en la
obra de su autoría.
La noche estará inundada de predominantes azules, recalcando
la fría soledad, como cuando Mia regresa de la fiesta, pero los rojos tendrán
una potencia y especial significación, como luces de alarma colocadas por el
destino, como los neones del garito donde toca Sebastian, que seduce con su
música a Mia.
Gosling cantando brevemente “City of stars” en el crepúsculo
azul, tornando en violáceo al mezclarse los colores.
El azul parece guiar los pasos de Mia en la escena final,
con pequeños puntos rojos que tienden a mezclarse con él, como esos focos del coche que tiene delante que la inundan de rojo antes de tomar la decisión de
desviarse, o como cuando llega a “Seb’s” y una flecha también azul marca el
camino (ese destino tenaz), intuyéndose unos rojos que lo matizan.
O en la mirada final, fundidos de nuevo formando un tono violeta.
En celeste o verdoso claro, se iluminará el “City of stars”
que la pareja canta a dúo.
Además, en numerosas ocasiones, los vestuarios serán azules o
rojos, especialmente el azul para Sebastian, pero lo cierto es que buscando sentido a esto, especialmente a esos azules y rojos, no he encontrado un patrón
más allá de lo puramente esteticista, pero sí es cierto que esos colores se
relacionan con momentos importantes de la pareja, de sentimientos enfatizados o
acentuando la soledad, incluso la alarma, amenaza o tensión. Son como el cromatismo usado por el destino (la obra de
Mia, el momento donde escucha a Sebastian circundada por dos franjas rojas en
la azulada noche, la esperanza del “City of stars”, la flecha y al ambiente del
“Seb’s"…).
-Los recursos expresionistas de iluminación son numerosos en
la película, especialmente esos apagados donde sólo se deja iluminado a un
personaje, que siempre son Mia o Sebastian. El primer ejemplo lo tenemos en
el baño, cuando Mia se mira al espejo y todo se apaga para hacerla relucir a
ella, momento que queda interrumpido por una compañera de piso. En el baño de
la fiesta volverá a ocurrir los mismo, un efecto expresionista que ilumina a
Mia de manera especial se apagará para dejarla casi en penumbra.
Lo mismo ocurre en el garito donde Sebastian se ve obligado
a tocar villancicos y la lista que le encomienda su jefe, sin poder dejarse
llevar… en teoría. Cuando Mia aparezca en el lugar, todo se apagará menos un
foco sobre ella, recalcando su fascinación, el hechizo. Del mismo modo, veremos
la escena desde el punto de vista de Sebastian, que nos llevará a un momento
similar, cuando se entregue a su pasión artística y todo a su alrededor
desaparezca menos él y su piano enmarcados en un intenso foco. Un momento para
él solo, indiferente para los demás… menos una persona. La cámara irá del plano
general al corto. La misma escena desde dos puntos de vista con el mismo
recurso expresionista, un momento que ambos recordarán y que será el hechizo
perfecto. Que lleguemos a la escena desde distintos puntos de vista recuerda a
la idea de la reciente “Begin Again” (John Carney, 2013), una película con la que esta tiene muchos puntos en común. A Carney remitiremos también con “a-ha” y “Take on me”, ya que suene en esta y en “Sing street” del director irlandés.
Esa fragmentación, de otra manera, la tenemos en la escena
final, donde llegamos también al mismo punto pero no desde dos realidades, sino
desde una realidad y una hipótesis idealizada. Desde lo que ocurrió y lo que
podría o debería haber ocurrido, lo que les gustaría haber vivido… Si
supiéramos los errores que vamos a cometer o si supiéramos que lo que hacemos se
acabará convirtiendo en error…
Y en la escena con “Audition (The fools who dream)” en la audición
definitiva de Mia, con luces que se apagan y travelling circular sobre su
pizpireto rostro, mientras nos deleita con su encantador acento con frenillo.
Se nota mucho en esta escena y no puede ser más cautivador.
El clímax de esto llega en la escena final, cuando este
expresionista recurso adquiere concreto significado, ya que vincula a los dos
protagonistas, apagando las luces y poniendo el foco en su figura exclusiva,
cada uno en su sitio, alejados, uno en el escenario y la otra en el público, en
un íntimo diálogo musical rodeados de gente.
-El apartamento de alquiler donde Mia vive con tres
compañeras es puro color: azules, rojos, rosados (esas cortinas de baño)… Las
paredes de ese apartamento serán azules, muy azules, en ese número musical con
las compañeras que disfrutamos. También hay paredes rojas, muy rojas.
En una escena de transición con las audiciones de Mia, la
veremos frente a fondos amarillos, rojos y verdes.
-Lo mismo ocurre con los vestuarios, de colores puros. Ella
irá a la fiesta con un intenso vestido azul, mientras sus amigas eligen colores
distintos: rojo, verde y amarillo. No tiene desperdicio el trajecito ochentero
rojo y el mini teclado en forma de guitarra de Sebastian en la fiesta donde
toca éxitos ochenteros también ante una Mia vestida de amarillo. De azul acude a la
grabación de su amigo Keith (John Legend) y su Jazz moderno. De azul irán ambos a la audición definitiva, ella de celeste.
Cuando Mia entre en el local donde Sebastian la atrajo con
sus teclas, llevará un vestido azul, mismo color que el traje del pianista. Son
muchas las veces que vemos a Sebastian con traje azul.
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