Un policía vuelve a encontrarse con un psicópata al que
persiguió en el pasado y que pretende ponerle a prueba de nuevo mandándole
pistas sobre sus próximas víctimas. Esto desembocará en una carrera
contrarreloj para salvarlas. Un juego que se vuelve a repetir.
Las películas con asesinos en serie siempre suelen tener su
aquel, aunque no resulten originales ni nada del otro mundo, los amantes del
thriller y el suspense siempre tendrán elementos para entretenerse. Esta
peliculita tiene el dudoso honor de lograr que se llegue a repeler este tipo de
cintas, aburrir a los fans del noble arte de oír crecer la hierba y sacar de
quicio a cualquier persona habituada a ver algo en una pantalla.
La interpretación de Keanu Reeves es lastimosa, pero el
director, no contento con esto, nos recrea la vista con cámaras lentas para
que lo apreciemos en toda su mediocridad haciendo el payaso y con cara de palo
de manera ralentizada. Lo normal sería darle un cabezazo a la pantalla si no
fuera porque las pantallas planas están caras y las antiguas duras…
Claro, cuando ves a Keanu Reeves haciendo el patético
bailecito ese que se marca, así en la escena inicial, ya te están advirtiendo
que lo mejor es que salgas corriendo, pero algunos de nosotros, maniáticos que
quieren terminar lo que empiezan, nos quedamos y ahora sufrimos las
consecuencias… Por ello hay que poner ese punto a su favor, la advertencia
inicial, y culpabilizarme a mí mismo por permanecer viendo semejante bodrio.
El retrato del detective pretende ser el más interesante,
dándole cierto fondo psicológico, que por simple resulta innecesario. Jamás se
transmite un trauma o un problema verdadero, a pesar de los esfuerzos de Spader
por defender un papel destinado al fracaso. Solitario, desastrado,
supuestamente traumatizado por el caso de las chicas muertas a manos de
Reeves, que ahora se reiniciará.
El supuesto ingenio del asesino, clave en este tipo de
películas, aquí no existe, sus trucos son tan previsibles, simples y absurdos
que causan bochorno. La mitad de sus víctimas se le resisten incluso… Si
piensas hacer algo así no se te pide profundidad, pero al menos que trabajes un
poco el guión en los aspectos clave. Sobre las situaciones absurdas mejor no
hablamos.
La dirección de Joe Charbanic, proveniente del videoclip y
que tras esta lastimosa obra no ha vuelto a dirigir, aún existe dignidad en el
mundo, no puede ser peor. Para comprobarlo sólo basta ver el uso arbitrario que
hace del formato video para los planos subjetivos del asesino, uno de los
tantos artificios de imagen que abundan en la película sin otra función que la
de disimular una narración mecánica y previsible. Imágenes congeladas,
ralentizadas, saturadas de color, maquilladas de todas las formas posibles pero
sin estilo y sin justificación dramática alguna. Este señor se debía pensar que
estaba en uno de los videoclips que rodó y que por tanto no hacía falta tener
coherencia visual ni narrativa, que por jugar con texturas, apaños y trucos de
cámara, la gente pensaría que estaba ante un genio o no se percatarían de la
basura que estaba contando. Cámaras lentas aleatorias y arbitrarias, uso del
formato video para planos subjetivos de Reeves sin motivo alguno, saturaciones,
distorsiones, imágenes que se congelan repentinamente para no se sabe muy bien
qué… Da auténtica vergüenza que esto saliera a las pantallas de cine. Una
dirección que no es que sea torpe es que es surrealista, como ejecutada al azar
por un completo inconsciente sin el más mínimo talento ni asimilación de
conceptos básicos… que se supone debería tener. Es que el señor Charbanic además
es hortera, porque si por lo menos pudiéramos disfrutar de un esteticismo
elegante, vistoso, original o algo por el estilo, aunque fuera vacuo y
gratuito, pues eso que nos llevamos, pero es que el look de la película es
horroroso también.
¿Para qué las imágenes entrecortadas? ¿Para qué las cámaras
lentas? Esto irá salpicando toda la cinta sin ton ni son. Si el director
pretendía retratar la mirada perturbada del asesino, y para ello usa alguno de
estos recursos, como esas imágenes en video en plano subjetivo, me parece una
decisión loable y defendible, pero cuando todos estos trucos son arbitrarios,
colocados sin ton ni son cuando conviene y apetece sólo tenemos la
escenificación de un ridículo. Un efectismo gratuito que irrita sobre manera.
Un ejemplo, la primera vez que vemos actuar a Reeves.
La narración fragmentada es caótica y sin sentido, una
narración que parece obligar al espectador a perder cualquier posible interés
por lo que se está contando. Flashes sin sentido, conversaciones a distancia,
ensoñaciones casi dialogadas… Los flashbacks soñados del día de la muerte de la
pareja de Spader acaban por ser soporíferos y reiterativos, ya que se adivina
lo que ocurrió en el primero de ellos. Lo peor es la coherencia del propio
flashback… Sitúense, la amante de Spader atada y amordazada con su casa
ardiendo, el policía llega, quita el esparadrapo a su chica, con la casa
ardiendo, recuerden, y le pregunta sí está bien, ella le dice: sí… ¡Y él se pira…!
Así, sin problema y ¡con la casa ardiendo! También es verdad que la mujer pudo
decirle, estoy bien, pero desátame, pero ya se sabe que en esos momentos no
está uno para pensar en esas cosas con tanto fuego alrededor y eso… Por tanto,
Spader coge y sale corriendo detrás de Reeves hasta que llega un punto en el
que parece acordarse de que su amante estaba atada en una casa ardiendo y quizá
en esas circunstancias la pobre lo mismo se quemaba y tal… Como es de suponer a
su regreso salvarla será imposible, con lo que decepciona a su chica y a su
amigo asesino, que siente celos porque abandonara la persecución para hacer
algo que debió hacer en un principio. A ver, a Reeves se le comprende más,
¿quién iba a pensar que la iba a dejar allí antes de empezar a perseguirle...?
Todo este flashback pretende escenificar un vínculo policía-asesino, un vínculo de dependencia mutua, pero de la forma para estúpida
posible.
La trama tiene elementos que no por convencionales o
habituales resultan faltos de interés, pero de nuevo todo queda lastrado por
una dirección y narración mediocres. Por ejemplo, que el asesino mande una foto
de la chica que va a matar y le dé un día de margen para encontrarla es un buen
punto de partida para generar elementos de suspense… Pues no hay forma. El
guión también hace aguas, resultando reiterativo, impotente para dar una vuelta
de tuerca que sirva de aliciente.
El caso de la primera chica secuestrada deja pasables
momentos de investigación policial, con la narración algo más centrada y
estable, pero el miedo a que empiecen los desfases visuales y tonterías por el
estilo no cesará nunca. La segunda chica atacada, la que pide en la calle, nos
llevará a una estiradísima escena de acción y persecución, primero para
encontrar a la desafortunada chica, luego con Reeves persiguiéndola y por
último con Spader persiguiendo al asesino. Un asesino muy virtuoso, que escapa
de casi todos sus asesinatos corriendo…
Escenas como el baile en la calle; momentos forzados como el
de Reeves en el ascensor con Spader, sin que éste sepa quién es porque se supone
que no lo ha visto, para descubrir el nombre de su terapeuta a la que luego
secuestrará, evidentemente; la escena del cementerio, donde no entendemos por
qué Spader no detiene o dispara a Reeves ni por qué le da la pistola, sin
contar el memorable, por patético, final, son ejemplos de la bazofia que
tenemos entre manos. Marisa Tomei hace el papel de escuchadora, sale tres
veces escuchando los traumas de Spader, es su psicóloga, y al final, como
habrán deducido, será secuestrada por el malote Reeves.
El baile de Reeves en la escena final, que no me cabe
duda de que pretendía ser tan osado como el bailecito de Michael Madsen en “Reservoir dogs”
(Quentin Tarantino, 1992) para que la cosa resulte más sonrojante, con cámaras
lentas, flashes, y el actor haciendo una especie de sevillana ninja al ritmo de
la música, es uno de los momentos más involuntariamente cómicos del cine
moderno. Si hubieran intentado que resultara más ridículo no lo podrían haber
logrado, porque carecería de la involuntariedad. La reunión de los tres con las
velitas, después de sufrir el citado baile, los amagos de estrangulamiento, los
disparos y la explosión de la señorita Pepis, porque es para verla, ni en la
serie B se ven cosas así de cutres, rubrican el despropósito.
Muchos han comparado esta película con un telefilm, pero
esto es tremendamente injusto porque hay telefilms absolutamente excepcionales.
Esto es una película mala, horrorosa, sin más.
“The watcher” es un juego que se vuelve a repetir y que
nosotros, espectadores, nos preguntamos ¿por qué? ¿por qué no dejaron el juego
y nos ahorraban esta película? Dirección bochornosa, un Keanu Reeves tronchante,
una intriga sin suspense ni interés, unos personajes que parecen escritos en
una tómbola donde se rifaban características de personajes... Una cinta
verdaderamente sorprendente por lo mala que es.
Todo esto es lamentable, pero podría perdonárselo si al menos
nos hubieran ahorrado media hora de película, tiempo más que suficiente para
habernos contado esta absurda historia.
Leo lo de dejar a la novia atada en la casa incendiada y flipo. Será un fan de Resident Evil. Más claro con lo de por qué no dispara, que es típico. Igual esta es como "Señales", que es una parodia estrenada sin decirlo, pasando por seria y la gente no se ha enterado. XD
ResponderEliminarYo flipé igual, Rojo4. Pensé que era de esos momentos en plan "dan por hecho que se salva y tal", pero cuando veo que vuelve y la otra no ha salido no podía creérmelo... Jajajajaja.
EliminarQuizá sea eso, una parodia encubierta, pero no funcionó jajaja