Interesante thriller de poderosa dirección y buena atmósfera
al que quizá le falta una vuelta de tuerca de guión y que tiene algún problema de
ritmo, pero que cumple con su cometido. Un buen título de cine negro moderno en
la onda de Jim Thompson y con la venganza como leit motiv esencial de los
personajes.
Un pacífico vagabundo se entera de la salida de la cárcel del
asesino de sus padres, por lo que emprende una espiral de venganza y violencia
que no podrá parar.
El retrato de la vida del vagabundo Dwight (Macon Blair) es
magnífico, con breves pinceladas y en pocos minutos. Sus incursiones en casas
ajenas para bañarse, su coche como hogar, sus expediciones por los cubos de
basura para comer… Un hombre que vive ajeno a la sociedad considerada normal, algo
que aparece perfectamente resaltado visualmente con esa huida de la casa cuando
llega la familia o esa feria donde todos se divierten a la luz de los neones
mientras él en la sombra busca comida en la basura…
Otro ejemplo de esto lo tenemos cuando intenta rompe el
seguro de un arma robada y una familia normal y corriente aparca su coche al
lado del de nuestro protagonista, la normalidad siempre de manera tangencial
hasta desaparecer por completo cuando Dwight y su omnipresente Pontiac se sumerjan
en una simbólica niebla.
El aviso de la agente de policía de la liberación de un
asesino relacionado con nuestro protagonista desencadenará la trama, donde al
principio creeremos que Dwight huye del lugar, pero en realidad va a buscarle
para vengarse, ya que mató a sus padres.
Todo parece indicar que pretende huir y protegerse, pero en
realidad los movimientos de ese aparentemente inofensivo vagabundo se dirigen
hacia la venganza, desde ponerse en camino para seguir los pasos del preso a
punto de salir hasta comprar o robar un arma con el que poder matarlo.
La escena de la supuesta venganza muestra todas las virtudes
del film y la dirección de Saulnier. Buen pulso para el suspense, la atmósfera
y resolución seca y sin concesiones. La desastrada huida de Dwight, perdiendo
las llaves de su coche y viéndose obligado a robar la limusina que recogió al
ex convicto, debiendo, por tanto, renunciar a las pertenencias que guardaba en
su automóvil, es coherente con la falta de experiencia en esas lides, su
nerviosismo y temeridad. Entrará en el negocio del supuesto asesino de sus
padres a pesar de estar lleno de familiares y amigos suyos, sorprendiéndole en
el baño. Violencia explícita y casi como consecuencia lógica de la tensión
acumulada en las escenas.
La presencia del chico en la limusina puede parecer una
excentricidad, pero también tiene carácter simbólico. Vimos que se negó a salir
del vehículo a saludar al preso a la salida de la cárcel y luego descubriremos
que es hermanastro del protagonista, hijo del padre de Dwight y la madre de esa
familia que acude a recoger. Es decir, al verlo cerca de esa familia pero
aparte se nos pretende indicar que no es un miembro de pleno de derecho o que
al menos él no se lo considera, dentro de esa familia.
Dwight cambiará de look para enfrentarse a su hermana y las
hijas de ésta, para ello entrará en otra casa a acicalarse y coger algo de
ropa.
La interpretación de Macon Blair es magnífica. Su cara de
bueno, su cansado y hastiado lenguaje corporal, sus dificultades para hablar
por la falta de costumbre, su emoción, sus recuerdos, su nula ambición… quedan
magníficamente escenificados y explicados en la bella escena junto a su hermana
en el bar. El momento donde Dwight relata que vio a su hermana pero no le dijo
nada por su desastrado aspecto con lágrimas en los ojos es muy emotivo y Blair
está sensacional. Una de las grandes escenas de la película. Dwight es un
hombre con pasado pero sin personalidad definida, ha renunciado a ella y con la
venganza emprende el viaje final hacia su desaparición. Él ya sólo será su
venganza. Hay algo contradictorio en él, su apatía vital contrastada con su
radical decisión para la venganza, así como sus cansadas pero decididas ansias
protectoras.
Aquí se dará cuenta de que acaba de comenzar una guerra
ajena a la sociedad, ya que la familia que atacó no ha comunicado el asesinato
a la policía, como comprueba en las noticias. Nos hemos introducido, como
mostraba la niebla que mencioné antes, en “El corazón de las tinieblas” de
Conrad.
Saulnier nos lleva a un viaje a la América profunda, esa que
tan bien retrataba Jim Thompson, donde la venganza y los ajustes de cuentas
rurales están a la orden del día. Cuando Dwight confiesa a su hermana que ha
ajustado las cuentas al asesino de sus padres será consciente de que la ha puesto
en peligro a ella y a sus hijas, por lo que nuestro protagonista ejercerá de
protector, quedándose en casa de ellas y obligándolas a alejarse de allí, en lo
que es el inicio de una guerra sin posible retorno.
“Eres débil”.
La nocturna escena en el piso de la hermana de Dwight, donde el protagonista espera que lleguen los vengativos familiares de Wade Cleland,
es el mejor ejemplo de las virtudes de la dirección de Saulnier. Atmósfera,
pulso, tensión, suspense, grandes movimientos de cámara y logrados encuadres
para sacar el máximo partido a la tensa escena, jugando muy bien con los segundos
planos... Sensacional el momento donde primero vemos la calle desierta, luego
el coche de Dwight aparcado, el que perdió tras su asesinato, con gente dentro,
y por último el coche sin nadie ya en su interior, preludio de la tormenta que
se avecina en la casa. Dwight planificará todo con esmero e inteligencia, aunque choca
el temperamento cerebral y tranquilo en ese hombre… Con todo, es la mejor de la película.
Hay un toque casi documental en la película, mostrando
concienzudamente toda la planificación y ejecución de los planes y aventura de
Dwight, apostando por un punto de vista subjetivo excepcionalmente riguroso,
una de las grandes virtudes del film.
Saulnier dedicará muchos encuadres a objetos sin la
presencia de los actores o con los personajes usados de manera funcional
viéndoseles una parte, sujetando dichos objetos o subordinados a los mismos.
Este uso sirve al director para describir y plantear las escenas.
No escatima truculencias Saulnier, a las escenas de
violencia seca y explícita citadas, tendremos otros momentos, en esa aspiración
casi documental, repulsivos, como la escena donde Dwight intenta quitarse la
flecha que tiene hincada en la pierna, además de desinfectarla… La cosa
terminará en el hospital, de donde se irá pronto.
El pasado tiene gran presencia en la cinta, un pasado
sugerido y al que Dwight se ha propuesto renunciar. Le veremos examinar cajas
con fotos y recuerdos en el piso de su hermana y pedir a su amigo, el pistolero,
que destruya una foto en la que sale junto a él y una streeper. Dwight revisará
cosas del pasado, pero no quiere dejar rastro, renunciar a él para poder
acometer su viaje de no retorno, por eso pedirá que se destruya esa foto con la
streeper, además de para proteger a su amigo. Un pasado destructor en el
presente. Los planos finales de objetos y recuerdos inciden en esa idea, el
abandono por un pasado destructor que los convierte en recuerdos olvidados. Una
pretendida invisibilidad. Divertido el robo de la batería a la furgoneta del
amigo.
Dwight saldrá airoso de la acometida de los dos familiares
de Cleland, incluso se llevará a uno en el maletero a pesar de resultar herido
por una ballesta.
Devin Ratray interpreta a Ben, un amigo de Dwight aficionado
al Death Metal y a las armas, que lo ayudará en su desquiciado viaje de
venganza y muerte. Actuará de Deus ex machina tras darle un arma,
aleccionándole sobre lo que debe ser su proceder. Incluso habrá un homenaje al
“Equipo A”. Un amigo majo y con experiencia en esto de matar gente… Siempre es
una suerte conocer a alguien así por si ocurren cosas como esta…
En el clímax se aprecian con claridad esos problemas de
ritmo que tiene la película ocasionalmente, ensimismándose en la nada y
buscando crear un tono y una atmósfera que, aunque funcionen, le resta fluidez
al conjunto. Baches narrativos. Dwight volverá a ser metódico, registrará la
casa de sus futuras víctimas en un solo plano, hará desaparecer las armas, aunque
es de suponer que si sus enemigos vuelven de cazar tendrán alguna, buscará el mejor sitio
para tender la emboscada desde dentro… El problema viene cuando Saulnier nos
hace pasar todo un día en esa casa sin que pase nada esperando a que llegue la
familia… Crea tensión, se acentúa la enfermiza atmósfera, pero se pierde
ritmo, fluidez e intensidad. Es cierto que evita la previsibilidad inicial,
pero la resolución es irremediable, con lo que se alarga en balde.
Meadas en la tumba de Wade, el temporizador de la luz dando
unos suaves sustos, creando un bunker, llamando por teléfono…
Todo tiene una concepción similar a la escena en la casa de
la hermana, aunque tendrá un final trágico. Una oportuna luz antecede la
llegada de la familia. El juego con los segundos planos y las
divisiones de pantalla con elementos del decorado está muy logrado, y se
alterará el punto de vista brevemente para generar el suspense, mostrando al
chico que nos presentaron en la limusina que robó Dwight entrar en la casa sin
que nuestro protagonista se percate. El chico, William, es hijo del padre del
protagonista, por eso dejará a su suerte a todos una vez dispare contra Dwight
y lo deje mal herido, pero aún capaz de defenderse.
Conflictos familiares, infidelidades, amores y embarazos mal
vistos, asesinatos vengativos… la América más profunda desvelándose dificultosamente al final. El
pobre Dwight acaba la cinta hecho una piltrafa. Las hermanastras de William
tienen una cara de brujas que no pueden con ella y Dwight acabará con el único
hombre del trío que ve aparecer como precaución inicial. Una de las
hermanastras conseguirá un arma del único sitio donde Dwight no debió mirar, y
que además le pilla justo enfrente, artificio afortunado de puesta en escena,
como que la luz se encendiera justo al llegar gracias al temporizador. Nuestro
amigo es un poco lento para disparar, pero habrá una matanza en off, donde las
tres personas a duelo caen.
La venganza y la fatalidad, un clásico del cine negro, muy
en la onda de las historias del gran Jim Thompson en la América profunda, como
he comentado. Caminos predestinados de odio y muerte que los protagonistas
parecen obligados a seguir, incapaces de renunciar a ellos. Dwight hace cierto
amago de abandonar esa senda, pero sabe que sólo existe para llegar al final,
que no puede hacer otra cosa. El tema “No regrets” de los títulos de crédito es
especialmente simbólico en este sentido.
“Blue ruin” es un aceptable thriller, simple, sin vueltas de
tuerca ni complejidades, pero eficaz. Le hubiera venido bien algún giro, alguna
modificación en su transitar, pero lo apuesta todo a una buena dirección y una
estupenda y tensa atmósfera. La interpretación de Macon Blair es digna de
elogio, aunque su personaje está algo desdibujado.
Una buena opción, cine negro independiente y competente.
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