No sólo el intensísimo y poderoso duelo, uno de los mejores
en mucho tiempo, de los dos personajes protagonistas es sublime, el retrato de
ambos también es excepcional, definiendo dos personalidades arrebatadoras,
seguras, ambiciosas, especiales y perfectamente expuestas. Dos
perfeccionistas.
Su relación es francamente fascinante porque ambos personajes
son tremendamente parecidos y, paradójicamente, buscan lo mismo, encontrar la
genialidad, la leyenda, pero para lograrlo su duelo, su enfrentamiento, debe ser
bestial, intenso, sin medias tintas. Ambos son seguros, decididos, conscientes
de su talento, egocéntricos, ambiciosos, sacrificados, luchadores, competentes,
trabajadores… Pero hay una diferencia o un elemento que justifica el
enfrentamiento, el ego.
Si bien Fletcher quiere encontrar la leyenda, el genio, un
nuevo Charlie Parker, a éste le da exactamente igual quien sea, no hay cariños,
no hay caricias, no hay peloteos, no hay un solo elemento que cuente que no sea
el mérito, el talento puro y el trabajo. En cambio a Andrew no le da igual
quien sea esa leyenda, porque esa leyenda, el nuevo genio, quiere ser él, se
sabe especial, se sabe mejor y quiere que se le valore.
Ambos personaje se machacan al mismo tiempo que se admiran
con delectación y en secreto, porque aunque a Fletcher le da igual quien sea
ese genio, ve en Andrew a alguien que podría serlo, por eso cada acto que
hace y le vemos en la película va encaminado a su alumno, para que lo demuestre, sin
escrúpulos, decidido a machacarle por la sencilla razón de que si es el nuevo
genio, saldrá a flote.
La admiración es mutua y secreta, se respetan al máximo de
la misma forma que están dispuestos a destrozar al otro. Por ello, para Andrew
la única opinión que cuenta es la de Fletcher, la de nadie más. Es una forma de
reconocer su valía, su competencia y talento. Lo mismo ocurre con el profesor,
su naturaleza exigente se manifiesta en toda su crudeza y contundencia con
Andrew más que con cualquier otro porque ve en él algo que no ve en los otros,
por eso acabamos intuyendo que todo lo que hace es una manera de forzar, de
llevar al límite al que cree tener un talento excepcional, incluso usando a
otros alumnos en ese camino (el que
expulsa, al nuevo compañero que recluta…).
Su vínculo y parecidos son indiscutibles, incluso habrá
ciertos paralelismos en sus procederes, por ejemplo, ambos espiarán en la clase
del otro… Primero veremos al profesor hacerlo y acto seguido al alumno. Habrá otro paralelismo curioso, es aquel que los relaciona con los accidentes de tráfico. Fletcher mentirá contando que un alumno suyo murió en uno y Andrew padecerá un choque espectacular que casi le mata y le acaba llevando al fracaso en una competición.
Hay otro detalle significativo, en la primera clase a la que
asiste Andrew todos los alumnos mantendrán la vista baja ante la llegada de su
profesor, menos él, inconsciente aún de cómo se las gasta podría ser, pero que
finalmente se demuestra como un detalle más de la distinción de su carácter.
La historia de Joe Jones y Charlie Parker, como el uno
convirtió al otro en leyenda, es clave en la filosofía mourinhista de Fletcher,
de la que Andrew es un fiel seguidor. Un leit motiv. Jones lanzó un platillo de la batería a
Charlie Parker en protesta por su interpretación durante una actuación, lo que despertó las burlas de los presentes. Ese hecho fue el que hizo que
Parker se convirtiera en “Bird”, en la leyenda, en un músico de referencia, en
el genio, porque ese acto le espoleó, le hizo que practicara, trabajara y
volviera para hacer el solo más espectacular de la historia… Se repetirá en
varias ocasiones esta historia, ampliándola, explicándola y poniéndola en
contexto para definir en qué consiste esa búsqueda, en qué consiste la
filosofía de uno y el aprendizaje del otro.
Cuando Fletcher lance una silla a la cabeza de Andrew, el
chico se desconcertará, quedará ridiculizado, pero el mensaje es claro en el
paralelismo con la historia de Jones y Parker. Una escena traumática. El
maestro cree haber descubierto un gran talento, pero queda el más duro trabajo,
sacarlo en su máximo esplendor.
Ciertos comportamientos en los protagonistas serían
utilizados en otras pelis para hacer juicios morales, aquí son la esencia de la
filosofía que se pretende exponer.
-La escena clave a nivel conceptual, la que expone de manera
brillantísima la tesis de la cinta, una tesis valiente y contracorriente, es la
de la conversación entre Fletcher y Andrew en el club de Jazz que el alumno visita
para descubrir tocando a su maestro. Mourinhismo excelso. Una sensacional
exposición de la filosofía que mueve a ambos personajes con la historia de la
conversión en “Bird” de Charlie Parker como base. Llevar al límite, Charlie
Parker, el “buen trabajo”...
“Quería que mis alumnos se esforzaran más allá de las
expectativas”.
“Así que imagina que si Jones le hubiera dicho: Está bien
Charlie, sí, está bien. Buen trabajo… Charlie habría pensado: Bueno, he hecho
un buen trabajo… Fin de la historia, nada de “Bird”. Y para mí sería una
tragedia. Pero es lo que quiere el mundo ahora”.
-Fletcher: No hay dos palabras que sean más dañinas en
nuestro idioma que “buen trabajo”.
-Andrew: Pero hay un límite. ¿Y si tal vez se va demasiado
lejos y se disuade al próximo Charlie Parker de convertirse en Charlie Parker?
-Fletcher: ¡No, qué va! Porque el próximo Charlie Parker no
se dejaría disuadir.
-Andrew: Ya.
“A Connelly sólo lo usé para incentivarte”.
Andrew Neyman (Miles Teller): Andrew es el personaje que más evoluciona, para eso es el alumno. Así en un principio le descubrimos como tímido, obediente, disciplinado incluso. Ese retrato queda excepcionalmente expuesto, un chico que intuye su talento, pero necesita de una aprobación autorizada para comenzar a sacar todo su potencial y su verdadero carácter. Irá al cine con su padre (Paul Reiser) de manera habitual y allí comerán palomitas con o sin pasas, algo entrañable (el gusto cinéfilo de ambos es excepcional, irán a ver “Rififi”, la joya de Jules Dassin de 1955), mirará con timidez a la chica que trabaja en dicho cine, que le gusta, pero sin atreverse a decirle nada, y obedecerá escrupulosamente las órdenes de sus profesores aceptando ser el batería suplente en su curso.
Cuando Fletcher acuda a su clase y tras una farsa de
casting, ya que el profesor es evidente que lo tenía fichado desde la primera
escena, se producirá un cambio en Andrew, que comenzará a adquirir seguridad en
sí mismo, su actitud varía, sus sonrisas son satisfechas, su atrevimiento crece,
lo que le lleva a pedir salir a la chica del cine…
A partir de ahí la ambición de Andrew no tendrá freno, es la
persecución obsesiva y ambiciosa de un sueño, de su máximo sueño, y estará
dispuesto a renunciar a lo que haga falta. Así descubriremos la esencia de
Andrew, obsesivo, solitario, ambicioso, sacrificado, luchador, trabajador,
egocéntrico, consciente de su talento, competente, decidido…
Andrew jamás se quejará por las jugarretas y dificultades que le pone
Fletcher, sólo protestará en una ocasión por una cuestión de mérito. Incluso no
quiere denunciar a su profesor, acepta el juego, lo plantea como un reto, sólo
el abismo, la sensación de impotencia, le lleva a seguir las recomendaciones de
tutores y abogados.
Ni cuando le roban la partitura, ni cuando se la cambian, ni
cuando tiene un accidente o se le pincha la rueda al autobús que le lleva se
quejará o pondrá una excusa. Cualquiera en su lugar daría explicaciones, se
disculparía, trataría de que se fuera condescendiente con él, pero Andrew no,
Andrew admite la máxima exigencia sin titubeos porque él mismo se exige al
máximo.
Su retrato es magnífico y sutil, pinceladas suaves que lo
definen con talento y precisión, tímido con la chica, solitario, yendo al cine
con su padre y regresando solo a casa mientras sus jóvenes vecinos celebran una
fiesta de la que permanece distante…
El tímido chaval irá cobrando y sacando su verdadera personalidad
conforme su ego se haga mayor, un aspecto realmente brillante en la
construcción del personaje. Su sonrisa cuando sea reclutado por Fletcher será
el paso crucial. Se lo tomará como lo que es, un reconocimiento a su talento,
una certeza, que si está allí es porque lo vale. Apenas dudará, aunque a partir de
ahí su profesor se lo ponga lo más difícil posible, no titubeará ante las continuas
perrerías de su maestro porque confía plenamente en sí mismo y su carácter
cerebral analizará a nivel global la situación, es decir, si está ahí es por
algo, regodearse en la autocomplacencia o la mediocridad, pedir disculpas por
su posición, no es una opción a barajar. Desde ese momento Andrew cambia y su
confianza se va haciendo cada vez más patente, un entusiasmo que le lleva a
pedir salir a la chica del cine, a la que no se atrevía hacerlo, y a competir y
superar las barreras que su maestro le vaya poniendo para llevar sus límites al
máximo.
La única opinión que Andrew valora es la de Fletcher, no
sólo por su posición, sino por su talento, su objetividad. Sabe que si él dice
que vale, es que es así. Por eso absorberá sus consejos en las buenas, y los
mantendrá en las malas, aprendiendo a desconfiar, pero manteniéndose firme.
Este choque bestial con Fletcher impulsará a Andrew no sólo para llegar al máximo con su sueño, sino para alcanzar la madurez, para salir de la infancia y la
burbuja donde estaba a resguardo.
Andrew dudará en varias ocasiones, pero su esencia, su
carácter, le impulsa hacia su objetivo. Tras la humillación en la primera clase
elegirá su destino, se lamerá las heridas y decidirá ensayar y trabajar más.
Hasta herirse las manos para crear callo. Una decisión sin posible vuelta
atrás, el todo o la nada.
En la conversación que mantiene con Nicole (Melissa Benoist) en la pizzería
tendremos sutiles retazos del carácter ambicioso de Andrew, que iremos
descubriendo paulatinamente ya que en principio no da esa sensación. Será
cuando se muestre orgulloso de su elección de escuela músical por ser la mejor
del país. Del mismo modo su carácter individualista queda de manifiesto cuando
reconozca que se siente desplazado en la escuela, que cree que no gusta mucho,
pero que eso en realidad no le influye en lo más mínimo, algo cierto.
Andrew es inteligente y se muestra cada vez más decidido,
así no dudará en lanzarse al escenario aprovechando la oportunidad que la
pérdida de una partitura le da, sin remilgos ni tormentos de conciencia por
haberla perdido él y aprovecharse de la situación en detrimento de su
compañero. Además sabe que en el concurso, ante el público, tiene protección,
no puede recibir el acoso del profesor, ahí no podrá atacarle… luego quizá…
El éxito en el concurso es un nuevo estímulo para el ego de
Andrew, ajeno a la presión y el resquemor que despierta en su compañero batería
y el resto de la clase, una nueva enseñanza. Disfrutando satisfecho. Sin
mojigaterías, de nuevo una sonrisa delata el avance, sus sonrisas son como
signos de puntuación que señalan el paso al siguiente nivel. El ego por las
nubes que se irá manifestando poco después. La sonrisa final de ambos
personajes rubrica la película.
La escena de la cena en familia es la que define la manera
de ver las cosas de Andrew, allí se harán interesantes reflexiones y
contrastarán pareceres, definiéndose con claridad el personaje de nuestro
protagonista. Allí, en familia, le bajarán, o pretenderán hacerlo, un poco los
humos, pero Andrew sacará ese carácter que le hace distinto.
-Familiar: ¿Y cómo se sabe quién gana en un concurso de
música? ¿No es subjetivo?
-Andrew: No.
------
-Andrew: Creo que ser el mejor músico del siglo XX es la
idea del éxito de cualquiera.
-Padre: Bueno, morir arruinado, alcohólico y heroinómano a
los 34 no es exactamente mi idea del éxito.
-Andrew: Prefiero morir alcohólico y arruinado a los 34 y
que hablen de mí en una cena que vivir rico y sobrio hasta los 90 y que nadie
recuerde quién fui.
Andrew convertido en mourinhista radical. Su buscada
soledad, su afán de notoriedad y reconocimiento, su ambición por ser el mejor,
su desprecio a la mediocridad, la amistad como algo secundario… Una
conversación donde ambas partes tienen razón y no tendrían por qué ser
excluyentes. En ese duelo dialéctico de posturas tan enfrentadas encontramos
mucho espacio para la reflexión y para descubrir puntos de acuerdo, flexibles,
compatibles… Cada uno ve el éxito en un sitio.
Las fases de la evolución de Andrew están desarrolladas y
cuidadas a la perfección, el tímido chico del inicio irá sacado las uñas poco a
poco y lo visualizaremos en pequeños gestos, primero con una sonrisa
satisfecha, la petición a Nicole (Melissa Benoist) para salir, luego demostrando
su competencia sin sentimentalismos con su compañero y competidor en la batería,
luego en una conversación familiar en una cena, más tarde enfrentándose a su
profesor cuando le releve, enfrentándose a profesor y compañeros y agrediendo
incluso al primero en su fracaso el día del accidente…
Sus obsesivos ensayos en soledad son un fiel retrato de su
ambición y determinación. Sangre y hielo.
-En el retrato de su obsesión es fascinante ir descubriendo
el carácter especial y único de Andrew, lo que le hace distinto. Una obsesión
encaminada a la trascendencia. El ejemplo perfecto lo tenemos en la prueba que
le lleva al fracaso tras el accidente de coche. Con todo lo que sucede ese día
cualquiera estaría perturbado, preocupado, distraído, desconcentrado, fuera de
lugar, pensando en las circunstancias, lo que le ha sucedido, en su
responsabilidad, por ejemplo con el coche alquilado siniestrado que ha dejado a
la entrada… Pero Andrew no, la única responsabilidad que siente como suya es
tocar. La pura y obsesiva determinación a ritmo de batería, simbolizada en ese
plato decorado con gotas rojas de sufrimiento.
-La impotencia le llevará a la agresión, pero se negará a
denunciar a Fletcher por su presión psicológica, el estrés y la ansiedad que
causan sus métodos, relacionándose de nuevo con el caso de suicidio ocurrido
poco antes. Se negará inicialmente en un extraordinario montaje paralelo,
porque él sabe que esa obsesión y ansiedad no se las ha provocado Fletcher, sino
que las llevaba él mismo de serie, pero su impotencia, ver su sueño truncado, le
hará rectificar y denunciar finalmente.
Andrew jamás pone excusas ni disculpas, acepta la mala
suerte y las perrerías de Fletcher sin rechistar, salvo cuando se refieren a
sus méritos, cuando su maestro le rebaja, le hace de menos, en esos momentos
protestará. Lo mismo ocurre cuando se ve atrapado, impotente, cuando ve como su
sueño se escapa, donde recurrirá a la agresión o denunciará a su maestro.
El último paso en la evolución será con el maquiavélico plan
de Fletcher, decidido a acabar con él, cambiando el repertorio a última hora,
incluyendo un tema que Andrew no conoce y haciéndole fracasar ante todos en su
última oportunidad. Como comenté antes, Andrew toma nota de lo que le dice
Fletcher, por eso aunque le embargará una sensación total de fracaso, al
abrazarse con su padre resurgirá de nuevo, volviendo a la batería para rubricar
el mejor solo de su vida. Al estilo de "Bird".
Fletcher (J. K. Simmons): Siempre vestido de negro, como un
ser salido del infierno. El profesor de más talento de la escuela más
prestigiosa, de oído fino, capaz de distinguir el más mínimo fallo, de
descubrir el talento y el talante. Duro, egocéntrico, competente, meritócrata
máximo, consciente de su talento, trabajador, obsesivo, ambicioso… no
escatimará en nada para lograr sus propósitos, sin miramientos ni
sentimentalismos, absolutamente cerebral. A Fletcher se la “refanfinflan” las
competiciones y los concursos, se aprecia en sus actos durante la narración,
encubiertamente dispuesto a jugárselos con tal de que el chico en el que ha
puesto sus miras pueda acabar rompiendo en genio.
Su actitud con Andrew no es nunca complaciente, más bien al
contrario, buscará destruirlo con las mismas ganas que busca encumbrarlo, no
hay término medio ni sentimentalismos, porque cree que a través de lo uno, la
presión máxima, puede lograr lo otro, el brotar de la verdadera genialidad… En
el genio, no en cualquiera.
Fletcher tiene aura de leyenda en el conservatorio y es
consciente de que su opinión va a misa, su valoración positiva es la más
ansiada y Andrew será la única que tenga en cuenta. Ese poder, esa jerarquía, ese miedo que ejercer en sus alumnos, será el
que utilice para lograr sus propósitos.
Fletcher jamás hace nada sin doblez, es una mala pécora con
procederes bastante femeninos, muy inteligentes, manipuladores. Fletcher es
taimado y astuto y todo lo que hace lleva una segunda intención, como
demuestran todas y cada una de sus acciones en la película. Su falsa
comprensión y complicidad, sus falsos castings, sus pequeños “robos”, sus
reclutamientos sorpresivos para crear competencia…
Primero atemorizará a Andrew expulsando a un alumno, pero le
hará confiarse con una conversación cómplice. Cuando esté relajado le asestará
un golpe que lo dejará medio K.O. Pura manipulación psicológica para forjar un
carácter digno de su talento. J. K. Simmons, sublime durante todo el metraje,
convence a Andrew con su radical competencia y su “oído”. Un hombre tan
competente como amenazante.
Curiosamente, siempre dará pistas a Andrew, especialmente con
la historia de Joe Jones y Charlie Parker, la pista clave, la idea filosófica
que subyace en sus enseñanzas y en la que fundamenta su búsqueda de la
genialidad. Otra pista tendrá relación con la anterior, cuando Fletcher le tire
una silla a la cabeza a Andrew, paralelismo claro con la historia de Jones y
Parker que le contó poco antes.
“No te preocupes por los números ni por lo que piensen los
demás. Tú estás aquí por una razón”. Andrew, a pesar de las perrerías que irá
sufriendo de ese, aparentemente, cómplice maestro, seguirá esa idea con firmeza.
Fletcher buscará las debilidades psicológicas de Andrew, de
todos, para atacarles por ahí, para fortalecer esos puntos si de verdad tienen
madera. Por eso indagará en ciertos aspectos de su vida, de sus padres, para
sacarlos cuando sea menester, hacerle titubear, balancearse, dudar, para espolearle,
hacerle agresivo, rebelde…
Fletcher educa a Andrew a muchos distintos niveles,
obligándole a madurar, más allá de su habilidad con la batería, haciéndole
abandonar la infancia, convirtiéndole en un hombre, forjando un carácter.
Cuando Fletcher lanza la silla a Andrew y lo ridiculiza en
público busca una cosa, ver la madera de ese chico, si va a responder, si
tiene el carácter suficiente para llegar a ser quien puede ser. Le da una
paliza psicológica para comprobar si vuelve. Si lo hace es un paso en su
evolución.
“Si vuelvo a encontrar una de estas tirada por ahí, os juro
por Dios que se me acabará la amabilidad”.
“Si le das una calculadora a un subnormal la usará para
encender el televisor”.
Dicho todo esto. ¿Quién creéis que robó la partitura a Andrew
cuando la dejó en una silla para sacar una bebida de la máquina? Recuerden que
Fletcher avisó poco antes de lo que ocurriría si veía una de esas partituras
sueltas por ahí… No da puntada sin hilo.
Robar la partitura es un acto sibilino de extrema inteligencia,
conocedor de las debilidades, como comenté, de sus alumnos. Sabe que el batería
titular no se atreverá a salir sin partitura, pero que Andrew sí. De esta forma
encubierta su manejo es perfecto, ya que es la manera más sutil de deshacerse
del batería titular sin suscitar resquemores hacia él y sin que Andrew sospeche
esa preferencia, manteniendo su grado de tensión, que no intuya un trato de
favor, manteniéndose así en su posición de superioridad.
Es sensacional la actuación, una vez más, de J. K. Simmons
en esta escena, su tensión y crispación inicial ante la incógnita de si Andrew cumplirá y su
paulatina relajación cuando ve que la cosa funciona…
La historia del antiguo alumno Sean Cassey es otro punto
importante en la definición del personaje. Le veremos perturbado en la escena
donde decide relevar de la titularidad a Andrew sin que sepamos por qué, salvo
que ha debido recibir una mala noticia. Sus lágrimas ante sus alumnos vuelven a
resaltar sus sentimientos, pero es difícil discernir hasta qué punto es
actuación, ya que la historia que cuenta, un accidente de coche, es mentira. Le
rendirá homenaje a un chico que se suicidó al no superar el trastorno
psicológico que le produjo estar con él en clase. Ahorcado. Simmons está
deslumbrante. Sencillamente espectacular.
Q gran análisis!!!
ResponderEliminarDisfrutando como una loca!!
Gracias Sambo!!
Bss
Gracias Reina!!! Me alegro. Un beso.
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