Fritz Lang fue uno de los grandes maestros del serial,
género que adoraba, y Alfred Hitchcock lo tomó como uno de sus grandes referentes
hasta sublimarlo con la cinta que nos ocupa. Son muchos los títulos
hitchcockianos que apostaron por el folletín, el serial, el thriller, aunque
ninguno llegó a la altura del que nos ocupa, que es principal referente para lo
que serían los James Bond, Ethan Hunt o Jason Bourne de turno, como he
comentado, incluso Indiana Jones.
Son muchos los seriales hitchcockianos, aunque ninguno tiene
la depuración y los mimbres que han sido referencia para los posteriores que
han ido surgiendo como “Con la muerte en los talones”. “El número 17" (1932);
“El hombre que sabía demasiado” (1934 y su remake en 1956); “39 escalones”
(1935) que es el más claro antecedente de “Con la muerte en los talones” y, en
palabras de Hitchcock, es la película que resumiría su obra inglesa, del mismo
modo que la que nos ocupa resumiría su obra americana; “Inocencia y juventud”
(1937); “Alarma en el expreso” (1938); “Enviado especial” (1940); “Sabotaje”
(1942); “Cortina rasgada” (1966)… son algunos de los seriales puros que el
maestro Hitchcock nos ha regalado a lo largo de su extensa filmografía.
El serial se vertebra en la idea de set pieces, un héroe
puesto constantemente a prueba, en apuros aparentemente irresolubles, al
límite, para que al final se las ingenie para salir airoso.
La gran virtud de “Con la muerte en los talones”, lo que
hace que triunfe por encima de todo y de todas, es que nunca recurre al
escapismo, sino que el protagonista usará su ingenio e inteligencia, su
competencia y brillantez, para solucionar todas las difíciles situaciones a las
que es sometido, por complejas que parezcan. Una memorable colección de set
pieces.
-La escena donde se pretende lanzar a un borracho Thornhill
con un coche por un acantilado da comienzo a las peripecias folletinescas que
se verá obligado a protagonizar Cary Grant, una maravillosa escena donde
logrará, a duras penas, huir de la muerte y evitar ser despeñado en una
espectacular persecución en coche.
Esta escena, donde se pretende simular un accidente para
Thornhill, se inicia con un picado, de nuevo la forma expresiva de escenificar
la tensión, el peligro, la amenaza, y se jugará con las miradas,
imprescindibles en Hitchcock como he comentado en varias ocasiones, la de un
villano al barranco desvelando las claves del plan, la de Cary Grant al peligro
dándose cuenta de las intenciones…
-La escena en el ascensor, donde Thornhill junto a su madre
consiguen esquivar a los matones de Vandamm, es un nuevo ejemplo de escena
clásica de serial con el héroe escapando de una situación comprometida, aquí
usando su ingenio y aprovechando las circunstancias, una broma de su incrédula
madre. El héroe del folletín siempre debe tener una gran imaginación, ingenio y
rapidez mental.
-En las Naciones Unidas nuestro protagonista tendrá también
que huir a toda prisa, ya que no se le ocurre otra cosa que poner su mano en el
cuchillo clavado en la espalda de Townsend (Philip Ober) y hacerse fotos, casi
posando, para los periódicos. Al menos usará ese cuchillo de forma
intimidatoria para iniciar su huida, en otro rápido recurso.
-En el tren recibirá la ayuda de Eve Kendall, y es que en
todo serial el héroe necesita la ayuda de uno o varios colaboradores en
ocasiones, aunque esta colaboradora resulta ambigua inicialmente.
-La escena de la avioneta es el clímax para la demostración
de la habilidad del héroe, puesto en una situación límite al máximo. Esta
secuencia, por derecho propio en la antología del Séptimo Arte, es la
quintaesencia del serial y donde nuestro protagonista necesitará de todo su
ingenio y habilidad para salir airoso. La set piece más espectacular de la
cinta.
-Lo mismo ocurre, de una forma más minimalista, en la
memorable escena de la subasta, que merece tantos elogios como la de la
avioneta. Aquí no hay acción, pero Thornhill deberá sacar a relucir todos sus
recursos e ingenio para evitar ser capturado por los villanos, que le esperan
ansioso. La set piece más ingeniosa y divertida de la película.
-La conclusión en el monte Rushmore es también una escena de antología
y el final perfecto para un serial.
Los viajes en coche en la películas de Hitchcock son
momentos únicos y la forma que tiene el maestro de rodarlos inigualable. Aquí,
en “Con la muerte en los talones”, tenemos numerosas escenas en el interior de
coches, todas significativas, aunque una sobresaliendo sobre las demás, momento
clave de la película, la huida de Cary Grant borracho en el coche que pretendía
ser su ataúd.
-El primer viaje que veremos en la película será en la parte
de atrás de un taxi, con Cary Grant y su secretaria. El segundo nuevamente en
la parte trasera de un automóvil, en este caso el de los villanos con Cary
Grant secundado por dos “guardaespaldas” camino de la mansión de Lester
Townsend.
-El más importante de todos estos viajes en coche es el que
tiene a Thornhill como conductor, huyendo borracho de los esbirros de
Vandamm que pretendían matarlo, una persecución espectacular de virtuosas
transparencias.
El lisérgico viaje en coche es excelente, con ese juego y
uso de las transparencias que concluye con un divertido choque en plano general
que dará paso a una fase de distensión y comedia en la comisaría.
-Un taxi ayudará a huir a Thornhill de los matones con
rapidez para dirigirse al edificio de las Naciones Unidas. Aquí tendremos un
eco de la primera escena, donde también vimos un taxi, pero ahora el tono ha
cambiado completamente, y aunque Thornhill también se anticipa a una pareja que
iba a montarse en ese taxi, el humor queda minimizado, ahora prima la tensión,
en un magistral juego del maestro Hitchcock, que guiña su ojo al público
continuamente, como diciendo, “ahora la cosa es parecida pero ya no hace tanta
gracia ¿eh?”
-Otro coche, ahora de policía, llevará a Thornhill en su
parte trasera, tras sacarlo de la subasta, con dirección a la comisaría.
“Soy un asesino peligroso, un maniaco que anda suelto”.
-Un coche llevará al “muerto” Thornhill al encuentro de Eve
en el bosque y otro coche les servirá de escape en la escena final, segunda
ocasión en la que Thornhill conduce.
-Policía: ¿Me ha tomado por una telefonista?
-Thornhill: Sí. Batterfield 8198.
“No, no mamá, no he estado bebiendo. No, es que esos dos
hombres me hicieron tragar una botella de whisky”.
“No, no me dejaron rebajarlo.
“Yo no quiero ir adentro. ¡Qué llamen a la policía!"
“Era mi madre”.
En la escena del juicio, donde se aplaza la decisión del
juez debido a los argumentos expuestos por Thornhill y para recopilar pruebas,
tendremos la presentación de la madre de nuestro protagonista, que no se cortará
un pelo en mostrar su escepticismo con respecto a su propio hijo.
Es divertido que el inicio de la investigación de Thornhill
sea junto a su madre, sobornándola incluso para que le consiga la llave de la
habitación de Kaplan, en un truco de guión cuestionable resuelto con una
elipsis.
Cuando Thornhill reciba una misteriosa llamada de los
asesinos en la habitación de Kaplan, Hitchcock volverá a usar el picado como
rasgo estilístico para resaltar la amenaza. Además su presencia allí
confirmaría a los villanos que Cary Grant, efectivamente, es Kaplan.
En el edificio de las Naciones Unidas será cuando nuestro
protagonista se convierta en el falso culpable que tanto gustaba a Hitchcock.
La forma retorcida y casi artificial en la que el director lo convierte en
falso culpable es tan divertida como kafkiana, aunque de Kafka hablaré más
adelante.
“Oigan, yo no soy culpable de esto”.
Cuando Thornhill amenaza con desenmascarar las cosas se
producirá un crimen, al verdadero Townsend, que permanecía inconsciente e
inocente de todo lo que vimos la noche anterior. El taxista no pudo despistar a
los asesinos que acaban lanzando un cuchillo, sin que nadie se percate del
acto, dentro de las Naciones Unidas y colocando a Thornhill en una situación
comprometida, como asesino del verdadero Townsend.
Resulta tremendamente divertido ver a Thornhill coger el
cuchillo clavado en la espalda de Townsend para dejar sus huellas y hacerse
fotos en tan delicado momento, el falso culpable perfecto, tan artificioso como
perfectamente calculado.
El picado extremo, el plano cenital, a la salida del edificio
de las Naciones Unidas es sencillamente asombroso, una virguería, una maqueta
con criaturas extremadamente diminutas. Comentar que el edificio que vemos al
inicio de la película con los títulos de crédito es el mismo que vemos al lado
del de las Naciones Unidas.
Una escena ajena al punto de vista de Cary Grant.
Una de las escenas más llamativas es la que tiene lugar en
la CIA. Esta escena sólo tiene la función de dar las explicaciones que quizá
necesite el público, posiblemente desconcertado hasta ese momento por no saber
muy bien por qué le pasan todas esas cosas al pobre Cary Grant. Lo cierto es
que vista ahora mismo la película podría quedar mejor incluso sin ella, ya que
el público puede ir atando cabos, deduciendo y en el posterior encuentro entre
Cary Grant y el jefe de la agencia acabar recibiendo los datos necesarios para
aclararlo todo. En cualquier caso, la idea de que el héroe parezca desamparado y
solo con la única ayuda de sí mismo y su ingenio, aún con el conocimiento de la
CIA, aumenta el interés y el atractivo de la historia y genera un mayor
suspense.
“¡Qué lio! ¡Y qué absurdo!”. Por supuesto, es un universo
kafkiano.
Esta escena también concluye con un picado, que hasta este
momento siempre implicaba una amenaza, tensión. En esta ocasión estaríamos ante la misma idea, ya que se deja a Thornhill a su suerte, lo que supone una
amenaza indirecta por su decisión de no intervenir. Una amenaza que pende como
la espada de Damocles sobre la cabeza de Cary Grant/Roger O. Thornhill.
En la estación veremos grandes panorámicas con planos
generales muy sostenidos y largos, con acentuados picados, siguiendo a Cary
Grant y a los policías que le buscan, para subrayar el suspense y tensión de la
escena.
Nuestro amigo Roger Thornhill se pondrá unas gafas para
camuflarse, como si de un Clark Kent kafkiano se tratara.
-Taquillero: ¿Le pasa a usted algo en los ojos?
-Thornhill: Sí, son muy sensibles a las preguntas.
Roger Thornhill sigue a un fantasma que es él mismo, su
nueva identidad, sigue casi a su propia madurez, y para ello tendrá la ayuda de
Eve Kendall (Eva Marie Saint) sustituyendo a su madre como mujer en su vida.
Hitchcock siempre ha sentido una especial predilección por
los trenes, muy presentes en su filmografía, decorados de algunas escenas
excepcionales, clímax de sus películas o incluso el grueso de la narración. Son
elementos que siempre tienen una importancia especial en el cine del maestro.
Películas como “Extraños en un tren” (1951), “El número 17”
(1932), “Alarma en el expreso” (1938), “Con la muerte en los talones” (1959),
“La sombra de una duda” (1943)... tendrán en los trenes un elemento primordial.
En “Con la muerte en los talones” será un elemento
especialmente simbólico para mostrar el desarrollo y tránsito del personaje, su
camino a la madurez. Por ello será en un tren donde se encuentre con Eve, la
rubia hitchcockiana que le hará alejarse de su madre, en un paso clave en esa
madurez que se convertirá en definitivo en la última escena, cuando Thornhill
siente la cabeza y se case con ella, dando conclusión a la película con una memorable
metáfora sexual, el tren entrando en un túnel. Sencillamente espectacular.
La primera vez que Thornhill y Eve se encuentren será, por
supuesto, en el interior del tren, y ella le protegerá sin duda, lo que provoca
extrañeza en el espectador que encontrará las respuestas a esto posteriormente,
en otro magnífico detalle de anticipación de guión.
“Diez multas de aparcamiento…”
Esta ayuda y los picarones andares de Eva Marie Saint acaban
por seducir a Thornhill, que es facilón.
Momentos de suspense, tras una panorámica desde el exterior
del tren, veremos a los revisores pasando lista, hablando con una señora que
pondrá cara de extrañeza cuando estos pasen, en un simpático detalle que
podréis observar si os mantenéis fijos en ella en segundo plano, deteniéndose
en la puerta del baño, que es donde se esconde nuestro protagonista, que saldrá
justo cuando se vayan de forma sorprendentemente intuitiva. Buen juego con la
división del encuadre con elementos del decorado. Thornhill irá ocultando
periódicos a su paso, en un buen detalle, para que no se fijen en su rostro de
portada.
La conversación entre Eve (Eva Marie Saint) y Roger (Cary
Grant) en la comida, sienta las bases de su relación, un diálogo magnífico de
seducción repleto de segundas intenciones, proposiciones encubiertas y
sexualidad latente y poco disimulada. Al inicio de esta escena un plano
exterior indica que está anocheciendo, pero durante la conversación los planos
que vemos a través de la ventana tienen más luz, parece más pronto.
-Eve: La trucha de río, creo que aparcará bien en su
estómago.
-Thornhill: Sin multas.
“Una cara agradable”.
-Thornhill: Ah, es usted de esa clase de mujeres.
-Eve: ¿De qué clase?
-Thornhill: Sinceras.
-Eve: No del todo.
-Thornhill: Me alegro, las mujeres sinceras me asustan.
-Eve: ¿Por qué?
-Thornhill: No sé, hacen sentirme en un plano de
inferioridad.
-Thornhill: Exacto.
-Thornhill: ¿Es una declaración?
-Eve: Nunca hablo de amor antes de comer.
-Thornhill: Usted ya ha comido…
-Eve: Pero usted no.
La pausa traviesa de Thornhill, Cary Grant en su salsa, un
maestro de los tempos, Eva Marie Saint excitándolo al máximo al encender
sensualmente un cigarrillo y la idea de pasar la noche en el compartimento
E-3901 juntos, son unos estupendos preámbulos para una noche de amor.
La escena concluye con otro juego de segundos planos, de
nuevo la pantalla dividida tan preciada en Hitchcock para generar suspense. La
policía entrando en encuadre en segundo plano en el exterior del tren al parar
éste mientras Thornhill sigue feliz y tranquilo con su juego de seducción con
Eve.
-Eve: La paciencia es una virtud.
-Thornhill: Y respirar una necesidad.
Dedicada a los amantes de las rubias de Hitchcock.
Detalles impresionantes al descubierto, resulta maravilloso poder apreciar la escena con tanto lujo de detalle. La escena de la persecución me resulta impresionante y, por supuesto, el ver como el caballero C. Grant se coloca unas geniales gafas de sol que, como no podía ser de otra manera, luce a la perfección.
ResponderEliminarY que decir de las mujeres? Pues qué son básicas en esta película...a mi la madre me fascina.
Mi más sincera felicitación por esta tercera parte, una vez más nos muestras detalles que el común de los mortales no somos capaces de apreciar. Siempre agradecida!
Feliz día! Un beso
Que sepas que me emocionan tus comentarios.
EliminarLa madre es genial, daría para una película propia!!! El detalle de las gafas es tremendo, es como Clark Kent! Aquí empieza a hacerse la película especialmente sexual.
Muchísimas gracias, Sara!
Genial análisis, MRsambo. Por cierto, en mi opinión, esta película es de las pocas en las que el título en español se ajusta muy bien a lo que acontece en ella, clarificando el enigmático "North by Northwest".
ResponderEliminarUn abrazo
Drow
Me gusta mucho el título en español. Hay un amigo tuitero que tiene una interesante teoría sobre el título, espero la ponga en algún comentario!!
ResponderEliminarUn abrazo crack.
Disfrutando muchísimo con los detalles.
ResponderEliminarImposible aportar más.
Respecto a Cary, y a tenor de tu respuesta al comentario de Sara, en pocas fotos está más sexy que en esa. Y mira q es guapo y sale atractivo en todas.
Las madres de Hitch. Los hijos amantísimos. Un poco Edipo o así.
No abundo en elogios por no resultar aburrida, q lo soy, pero este análisis está convirtiéndose en uno d mis favoritos de tu blog, por excelente, junto con algunos otros, q seguro adivinas.
Enhorabuena. Aunq sea redundante.
Bss
Edipo total Reina, pero un Edipo soterrado, lleno de perversiones, fetiches, dependencias... Un universo viciado como sólo hitchcock sabía filtrar, aquí más ligero.
EliminarPues me alegra, poque es de esos con los que sales satisfecho, pero es tan largo que nunca sabes!!
Muchas gracias por todo, Reina. Un beso.