Que el 1 de septiembre de 2013 Hayao Miyazaki anunciara que
abandonaba Ghibli y se jubilaba, que no realizaría más películas, fue una de
las noticias más desoladoras que podía recibir todo cinéfilo. Saber, salvo
sorpresa, que nunca habrá una nueva película de Miyazaki es una de las peores
noticias que podía recibir el mundo del cine, no sólo del mundo de la animación, un
mundo del cine en el que no abundan los hombres de verdadero talento. Miyazaki
es uno de los grandes directores de los últimos tiempos, un cineasta de un
talento e imaginación desbordada, poderío visual y sobre todo una sensibilidad
exquisita, delicada, única, alejada del cinismo, auténtica, inolvidable y
conmovedora. Esta “El viento se levanta” que presento aquí es su testamento
fílmico, la última obra del cineasta que disfrutaremos de estreno, salvo que
tengamos alguna grata sorpresa. Una nueva joya. Posiblemente, junto a
Disney, el principal referente del cine de animación.
“El viento se levanta” no está entre el grupo de cintas
indiscutibles u obras maestras de Miyazaki, pero es una joya notable, sutil y
deliciosa, que satisface sin excusas.
Miyazaki apuesta por una película
sin componentes fantásticos, aunque eso no significa que renuncie a su
imaginería y gran despliegue visual (el recurso de los sueños y lo onírico),
una cinta realista, un biopic que con todo tiene momentos que nos remiten a
algunas de sus grandes obras, ya sea conceptual o visualmente.
A pesar de estas diferencias de género y estilo, podemos
apreciar buena parte de las constantes del director así como su delicada
sensibilidad desde el mismo inicio. Es decir, estamos ante una película
distinta pero que sigue siendo puro Miyazaki. Así la infancia, los sueños, la
ilusión, la aeronáutica, los aviones e incluso los trenes, que no paran de
aparecer durante todo el metraje y de los que hablaré luego, son parte
fundamental en este inicio.
“El viento se levanta” es el biopic hagiográfico y poético
de Jiro Hirokoshi, uno de los más prestigiosos ingenieros aeronáuticos de su
época, diseñador de un buen número de aviones entre los que destaca el
Mitsubishi A6M Zero, los aviones que bombardearon Pearl Harbor y que
desencadenaron la entrada de Estados Unidos en la 2ª Guerra Mundial.
Uno de los personajes de “El viento se levanta”, Caproni, el
ingeniero italiano, hablará del tiempo productivo de toda persona creativa, 10
años, un tiempo que hay que aprovechar con pasión, decisión y energía para dar
lo mejor de sí. De alguna forma en esos momentos sentimos que Miyazaki está
hablando de sí mismo, que recurre a un juego metalingüístico para hablar de su
retirada… La cuestión es que la creatividad de este talentoso director ha
sobrepasado ese límite de tiempo con creces, han sido mucho más de 10 años y
ojalá fueran otros 10.
Los sueños como esencia inspiradora del progreso.
Los sueños serán el mecanismo del que se servirá Miyazaki
para mostrar su virtuosismo y poderío visual, lo que enlaza más con su cine de
siempre, unos sueños que acaban siendo uno de los defectos del film, ya que se
hacen reiterativos y poco interesantes a nivel narrativo. Con todo, en otros
momentos permiten ver la progresión interior del personaje, cómo evolucionan
sus sentimientos, sus miedos y sus ilusiones más ocultas. En el primero de
ellos, con Jiro de niño, le veremos caer, un sueño recurrente que todos hemos
tenido, manifestando su complejo oculto, sus gafas, su poca visión, que le
imposibilitarían cumplir su primer sueño, ser piloto, volar.
Los siguientes sueños supondrán impulsos en su trabajo y
búsqueda del mejor diseño, así como manifestaciones de sus miedos, el uso en la
guerra de esos aviones, sueños que poco a poco van asumiéndose, que no
desvelarán o despertarán al protagonista, como sucede al inicio, decidiendo ir a por todas en sus
proyectos.
Los sueños tendrán carácter metalingüístico, Caproni hará
continuamente consciente a Jiro que está en uno, exponiendo las reglas de los
mismos con completa naturalidad. Se vincularán los sueños de Caproni y Jiro, en
los sueños veremos reflejados los fracasos de ambos, los anhelos, los miedos y
su superación…
“El mundo es un sueño”.
Esas gafas, esos problemas de vista, son usados por Miyazaki
para presentarnos a un personaje que ve las cosas desde otro punto de vita,
algo que queda espléndidamente retratado, de forma poética, en la escena donde
él y su hermana pequeña miran estrellas fugaces en la noche. Jiro no verá
ninguna mientras su hermana disfruta del espectáculo, en cambio nuestro
protagonista visualizará en ese instante un sueño, no ve estrellas, pero sí un
sueño que marcará su futuro.
Jiro es idealista, amable, educado, incluso justiciero, casi
un Quijote, como vemos cuando defiende a un compañero desvalido de otros chicos
que abusan de él. Una introducción con nuestro protagonista de niño que nos lo
define a la perfección.
El eco de la guerra, de las guerras, será constante, pero se
insistirá en la película sobre la importancia de perseguir un sueño sin la
consideración de cómo lo usarán posteriormente. Construir aviones porque son
bonitos, son útiles, son un sueño, sirven para transportar, alejándose de su posible
uso en la guerra. Es amor a la ingeniería. Esto se reiterará en demasiadas
ocasiones en la cinta y además provoca una contradicción interna, ya que Jiro y
el resto de ingenieros que aparecen son conscientes de cómo serán usados esos
aviones, aviones de guerra sin matices. Que sea la única posibilidad de dedicarse a
ello puede más que cualquier otra consideración.
Son interesantes las reflexiones sobre el estatismo japonés,
la falta de progreso, su retraso tecnológico con respecto a otras potencias, su
pobreza. Se menciona en reiteradas ocasiones recurriendo a un sano sentido
del humor, que muchas veces describe la contradicción de algunos personajes. Se
menciona con admiración tanto a americanos como a alemanes. Con los alemanes
habrá alguna reticencia pero se elogiará en todo momento su talento, su
seriedad, su brillantez y su profesionalidad, con mención especial al profesor
Junkers y a los calentadores de agua a gas… Esto último dará pie a algunas
contradicciones en algún personaje que criticaba la falta de evolución japonesa
y su estatismo pero reivindicará la estufa contra esa avanzada tecnología.
“Si por mí fuera hasta los aviones tendrían estufas”.
20 años de ventaja tecnológica se dice que saca Alemania a
Japón. Se recurrirá a una metáfora para explicarlo, Aquiles persiguiendo a
una tortuga para reducir la distancia. La mención a la tortuga es curiosa, ya
que es un elemento muy usado por Miyazaki, simboliza la transformación, la
regeneración, el cambio... temas esenciales en esta cinta, no sólo referidos al
personaje protagonista, sino al propio Japón, que irá sufriendo una
transformación y evolución radical.
Se hablará de la paradoja y la ironía que supone la pasión
japonesa por los aviones y el coste de estos a pesar de las penurias que
padece la sociedad. Lo mismo se hará con la convención social del matrimonio,
que posibilita centrarse más aún en el trabajo.
Las ironías sobre la falta de progreso y las diferencias
entre otras potencias y Japón son constantes. Los bueyes serán usados para una,
cuando los veamos transportar un sofisticado avión con parsimoniosa armonía.
Motores fallando en los portaviones, fallando siempre… Críticas a la tecnología
japonesa… Lo que son las cosas.
La ternura.
La ternura es uno de los rasgos distintivos del cine de
Miyazaki. Esta es una cinta tierna aunque más triste y nostálgica de lo que
acostumbra el cineasta. Habrá ejemplos durante todo el metraje, como ocurre con
la hermana pequeña de Jiro al inicio de la cinta.
Hay muchos ejemplos de esa capacidad para el detalle y la
sutileza humanista, tierna. Uno que me gusta especialmente es en esa
pequeña escena donde un trabajador sujeta la escalera en la que están Jiro y su
amigo analizando un avión, el respeto y la fascinación del hombre viendo a esos
jóvenes ingenieros mientras observan el avión dice más que mil líneas de diálogo.
Una capacidad de sugerencia apabullante.
Cuando se le ofrezca un gran proyecto a Jiro tras regresar
de Alemania, veremos un gesto de su jefe pidiendo respeto a Korokawa mientras el joven ingeniero reflexiona sobre el ofrecimiento, otra pequeña sutileza de Miyazaki. Habrá
un inserto de un tocadiscos como metáfora de su elucubración y ensimismamiento,
en lo que supone una rebelión en Jiro, ya que es un eco del cebo que se plantó
poco antes cuando él y su amigo escucharon “Viaje de invierno” en Alemania, lo
que era un símbolo del estatismo japonés y su falta de evolución.
La historia de amor planteada de forma vaga e indefinida con
el terremoto de Kanto, hasta el punto que no sabemos si desembocará en historia
de amor, no comienza a desarrollarse hasta pasada la mitad de la película,
cuando el viento y el destino vuelvan a hacer coincidir a la pareja. Nahoko
pintando, un fuerte golpe de viento, una sombrilla que vuela y Jiro, que pasaba
por allí precisamente en ese instante, que la recoge… El destino, la deidad, un
eco del primer encuentro, cuando el viento se llevo el sombrero de Jiro y fue
Nahoko la que lo cogió al vuelo. La historia de amor sí resulta conmovedora y bien llevada.
“¡Bravo! Bien pillado”.
Se hospedan en el mismo hotel, el destino juguetón y
enamoradizo, lo que facilitará la relación, una relación fundamentada en las
miradas (la escena del salón en la cena) o los pequeños y sutiles gestos (el
juego con los aviones de papel)…
La boda y los momentos que Nahoko y Jiro pasan juntos en la casa de
Kurokawa son de una fatalidad romántica increíblemente tierna. La noche en la
que Nahoko duerme cogida de la mano de Jiro, mientras este fuma, o la escena
donde Nahoko arropa a Jiro, que se recuesta junto a ella, son pura sensibilidad.
Uno de los instantes más bellos y tiernos es también uno de
los más fugaces. Me refiero al primer beso de la pareja, un beso casi furtivo
en lo alto de una colina mientras Nahoko pinta, un pequeño gesto mecido por el
viento que resulta tan encantador como hermoso.
Película impresionista.
“El viento se levanta” toca de forma tangencial muchos
momentos históricos, algo posible gracias a su carácter saltarín, muy elíptico,
que de alguna forma supone uno de sus pequeños defectos como comentaré
posteriormente. Así viviremos el terremoto de Kanto en 1923 en la escena donde
Jiro y Nahoko se conocen en el tren, un destino interrumpido como ocurrirá con
su relación. Miyazaki describirá el carácter generoso, educado y sacrificado de
Jiro en esta escena, llevando en hombros a la cuidadora de Nahoko y ayudándolas
en todo lo que puede hasta llevarlas a su casa.
Miyazaki evita lo escabroso y toca todos estos
acontecimientos de forma tangencial, siguiendo el periplo personal de su
protagonista, porque lo que le interesa no son esos acontecimientos si no lo
humano, cómo se mueve entre ellos ese soñador que es Jiro.
También asistiremos a las consecuencias del Crack del 29, la
Gran Depresión y la entrada de Japón en la 2ª Guerra Mundial. Un ejemplo sutil
lo tenemos en Alemania y “La noche de los cristales rotos”, cuando Jiro y su
compañero dan un paseo de noche y
escuchan “Viaje de invierno“ de Schubert, un paseo lleno de sombras siniestras.
Además, la frase “El viento se levanta… ¡Hay que intentar
vivir!” se citará en varias ocasiones, como un leit motiv para el personaje
protagonista, una frase cogida de “El cementerio Marino” del poeta Paul Valéry.
Dedicada a Menuda Reina, por su ternura, cariño y gusto por Miyazaki.
La entrada como siempre ¡¡¡fantastica!!....aunque he de decir que hoy me has hecho sentir mayor....porque mientras la iba leyendo me acordaba de aquellas series miticas que nos marcaron la infancia y en las que Miyazaki tuvo mucho que ver... ¡enhorabuena!
ResponderEliminarGracias, Sara!!! Mayor por qué? Como tuviera que sentirme mayor cada vez que veo una peli muda iba apañado jajajaja.
EliminarUn beso, Sara.
Jajaja hombre de dios no queria yo retrotraerme tanto en el tiempo.....pero por un momento he vuelto a la infancia y eso siempre es maravilloso...asi que mayor si....pero no tan mayor jejejeje. Mil gracias de nuevo por hacernos viajar asi!!
ResponderEliminarClaro!! Eso es otra cosa, volver a ella siempre es gozoso, en general. Además la cosa es que el nene interno no desaparezca. De todas formas esta no es una película infantil.
EliminarGracias a ti siempre.
SANTO CIELO!!!!
ResponderEliminarMi querido, queridísimo sensei!!!
Cuánto te lo agradezco. Cuantísimo.
Muy honrada. Abrumada y emocionada.
Gracias.
Por tantísimo.
Besos de todo corazón.
Me alegra que te gustara Reina, bien lo mereces. Un beso fuerte.
EliminarComo Friki de la aviación (especialmente militar) he de protestar por eso de "Mitsubishi A6M Zero, los aviones que bombardearon Pearl Harbor". El Zero era un caza; los que bombardeaban eran los aviones a los que el Zero debía proteger ;) Por lo demás, me están dando ganas de ver la película después de leer la crítica.
ResponderEliminarBienvenido, Anónimo. Muchas gracias por el apunte y me gustaría, abusando de su amabilidad, que explicara más concretamente y con los nombres, si puede ser, los aviones que participaron y cómo y así poder variar el error que haya podido cometer. Deduzco que el avión que construyó Jiro no lanzaba bombas, pero participó, ¿no es así? Yo la verdad es que de aviación no sé casi nada y es posible que me confundiera o no fuera preciso al poner algún dato. :))
EliminarMe alegra que el análisis le impulse a ver la película, espero le guste si lo hace.
Un saludo!
Lo primero, pedir disculpas si he parecido un sabihondo-grunón-antipático (supongo que el tono de broma no funciona bien por escrito, je, je). Respecto al Zero, sí participó en el ataque a Pearl Harbor (de hecho, fue el principal caza japonés de la guerra), simplemente que su trabajo no era tirar bombas, sino proteger a los que sí las tiraban.
EliminarEn absoluto debe usted pedir disculpas, fue un mensaje totalmente correcto y muy interesante además de una buena corrección. Preguntaba yo cuales fueron los aviones que bombardearon literalmente, esos a los que el Zero protegía, creo que es un dato interesante y aprovechando que usted sabe abuso un poco jejeje.
EliminarUn abrazo fuerte.
Bolsonxx: Gran entrada, Mr. Sambo, como acostumbra. Una pena que este hombre se jubile pero desde Heidi y Marco ha llovido mucho, ¿verdad?
ResponderEliminarYa comenté en el viaje de Chihiro tras verla o antes, no recuerdo. Como dijo Sara, esto me retrotrae a mi adolescencia, sobre todo a la serie Lupin III que me encantaba.
Veré esta peli cuando pueda. De las referencias que indicas me choca mucho el encuentro fortuito en el que usa el viento y el sombrero. Me recuerda a otra gran serie de amor, Kimamure Orange Road (Johnny y sus amigos en España) donde en el primer capítulo se conocen los protagonistas cuando recupera Johnny el sombrero que le roba el viento a la chica.
La segunda guerra mundial ciertamente dejó marcada a una generación de japoneses (o varias) y siempre tiene protagonismo tanto en series como en películas. En otra serie un constructor de barcos también reivindica su profesión independientemente de que el destino final de sus barcos sea la guerra y la destrucción.
Un saludo crack.
Qué gran comentario, amigo Bolsonxx. Está usted puesto en Manga y estas cosas... Además me ha alegrado usted la tarde al recordarme JOHNNY Y SUS AMIGOS, que veía con mi hermano!!! Qué tiempos! Y mira que era romanticona jajajaja.
EliminarMiyazaki es muy grande y ya eterno, Heidi, casi nada...
Muchísimas gracias crack, un abrazo fuerte.
Hola Mr.Sambo, como siempre un placer leerte y como siempre genial critica...
ResponderEliminarEs una pena que Miyazaki se retire porque de verdad que, a través de sus películas, transmite muchísimo, a mi por lo menos.
Que ganas tenía de ver esta película, y como ya suponía, me ha encantado.
Voy a seguir leyendo....
Tiene una sensibilidad especial Luna, me alegra que la compartas y sientas. Un beso
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