Prometedora película por el tema y por el director que lo
iba a tratar, poseedor de un talento visual extraordinario para el thriller, el
cine negro o de terror, Robert Siodmak. No en balde Siodmank es uno de los
pioneros del género negro en su dimensión total y clásica, el género más
completo del cine junto al western. Un nombre imprescindible del Séptimo arte. Con
estos mimbres el resultado final se antoja algo decepcionante, sin ser mala
película le falta intensidad y fuerza, una mayor definición en la trama y garra
narrativa, pero no deja de ser un título apreciable.
Nombrar algunas de las obras maestras de Siodmak deja
patente la categoría de imprescindible de este cineasta, y no sólo en el cine negro.
Siodmak mamó el expresionismo en Alemania y tras un periplo en su país y en
Francia llegó a Estados Unidos donde desarrolló todo ese potencial visual que
tenía fundamentado en esa base expresionista, un poderío visual que se amoldaba
como un guante al cine negro, por ejemplo, género en el que destacó sobremanera. “El sospechoso” (1944) y “La dama desconocida” (1944) son excelentes
ejemplos de cine negro de talento, “La escalera de caracol” (1945) es uno de
los títulos más conocidos y exitosos de su filmografía, un thriller de estética
deslumbrante y donde el juego de luces y sombras y los contrastes lumínicos
resultan sublimes. Con “Pesadilla” (1945) vuelve al género negro con acierto,
pero es en sus colaboraciones con Burt Lancaster donde todo alcanza su clímax, “El
abrazo de la muerte” (1949) y, sobre todo, la descomunal obra maestra que es
“Forajidos” (1946) lo confirman como uno de los grandes del género. “A través
del espejo” (1946) es otro de sus títulos más recordados, un thriller psicológico,
uno de los principales referentes de la moda psicoanalítica que hubo en
Hollywood. “Una vida marcada” (1948), “Deported” (1950), sobre la vida de Lucky
Luciano o “El caso de Thelma Jordon”
(1950), son otras cintas negras de Siodmak que quizá han tenido menos
repercusión pero que son también interesantes. Fuera del género hizo también
cosas muy aceptables, por citar un par de ellas recordaré “El gran pecador”
(1949), que adapta “El jugador” de Dostoievski, y sobre todo esa obra maestra
del cine de aventuras de todos los tiempos que es “El temible burlón” (1952),
con el gran Burt Lancaster, uno de sus títulos imprescindibles, de los más exitosos y
representativos.
La historia de “El diablo ataca de noche", por tanto, se
prestaba para ser un buen título negro donde el director explotase su virtuosismo
visual y estético, pero a la historia le falta garra y elementos de tensión, un
guión al que le falta cohesión e intensidad. Es aquí donde radica la causa de
la decepción.
La panorámica inicial no puede ser más prometedora,
mostrando un grupo de búsqueda y luego al asesino buscado que se oculta en un
pantano con ramas… y los títulos de crédito. Un comienzo excelente, esperanzador, que por desgracia no tiene una
continuación a la altura. Estamos en 1944.
Lo primero que hará Siodmak será presentar al que será su
falso culpable, Willi Keun (Werner Peters), un oficial nazi que goza rodeado de
chicas y al que le cuesta contener su lascivia. Sus ojos ansiosos rodeado de
jovencitas recolectoras a las que premia y su encuentro con su amante, ya venía
calentito, lo retratan a la perfección. Picados y contrapicados resaltarán su
figura y la solemnidad nazi en la ceremonia con las chicas.
Siodmak sigue planteando una inicial set piece en lo que es
la mejor parte de la cinta, con la presentación de una voluptuosa camarera, Lucy
(Monika John), la amante del oficial nazi, y un extraño comilón, rudo y fuerte,
que la mira lascivo también. Se van plantando cebos que luego serán importantes,
aunque ahora parezcan intrascendentes, como los arañazos de Lucy a Willi al
asustarse. Esos arañazos serán interpretados como un forcejeo con la asesinada.
Gestando al falso culpable.
Willi representa la contradicción de las ideas nazis,
representa una ironía del sistema. Estando perfectamente integrado en él y se
supone que aceptando y creyendo sus postulados, es infiel a su mujer y no acata
las normas familiares que la ideología nazi propugna, vive contrario a las
normas del Reich. Siodmak seguirá colocando la cámara baja, en ligero
contrapicado, también en la escena intima de los amantes. Marcando la tensión,
incrementando la sensación de amenaza.
Cuando Siodmak haga salir a Lucy al tenebroso y oscuro
pasillo a por unas cerezas, la estética cambiará por completo, el expresionismo
lo inundará todo, las sombras, los contrastes lumínicos, la escalera al fondo...
todo para confirmar lo anterior, la idea de que algo va a suceder. Lucy
iluminará ese pasillo con una simple vela, pura estética de cine de terror. Se
masca la tragedia. El rostro del asesino, Bruno Luedke (Mario Adorf),
atravesado por una sombra en diagonal es la imagen
de la película, de la violencia que se avecina. Oculto en las sombras. Bruno
irá sumergiendo su rostro por completo entre las sombras, incluso sus ojos que
aparecían iluminados. Un personaje de las tinieblas.
Siodmak irá sumando elementos, un bombardeo en la zona en
ese preciso momento, cuando Bruno ataca a Lucy. Contrapicados y la escalera en
ebullición. Asesinato y robo. Evacuación.
La forma en la que Siodmak retrata el momento en el que
Willi asume su situación, un falso culpable, es sencillamente magistral, de
nuevo usando el contraste lumínico y las sombras. Una linterna estrangula al
oficial con su haz de luz, justo tras descubrir que Lucy ha sido también
estrangulada. Con la soga al cuello, nunca mejor dicho. La mejor secuencia de
la película.
Esta escena de presentación del protagonista trata de
distender un poco con cierto sentido del humor la tensión de la anterior. La
mirada al techo semiderruido tras un portazo y la posterior caída del mismo son
detalles simpáticos. Además se dibuja al personaje protagonista y su situación.
Las cámaras bajas haciendo panorámicas se mantendrán, el principal recurso
estilístico de la cinta.
El bastón de Axel, objeto simbólico y seña de identidad,
servirá también de vínculo con la chica, Helga Hornung (Annemarie Düringer). Se
conocerán a través de una confusión con él, en ligero contrapicado también. El bastón es usado por Axel para ayudarle a caminar, ya que las heridas de guerra
se lo dificultan. Conforme avance la narración su presencia irá desapareciendo
y los andares del protagonista se irán recomponiendo, primero una cojera y
finalmente un paso firme. Esto está unido a su recomposición moral, es un
personaje lleno de grises, primero pretende pasar de los casos que le caigan en
sus manos, “dejarles coger polvo”, no involucrarse, dubitativo cuando le
otorgan poder para resolver el caso, pero poco a poco y por las circunstancias,
las investigaciones, las informaciones casuales y la visión de un falso
culpable a punto de ser ajusticiado injustamente, cambiará su forma de actuar,
su parecer y se implicará a fondo en el caso para salvar la vida de Willi (Werner
Peters). También se mostrará incómodo con los postulados nazis que se van
mencionando en su presencia.
No será el único personaje que aparezca mermado, otro
oficial nazi será tuerto, le faltará un ojo. Lo veremos en la antesala de la
presentación de otro personaje importante, el general Rossdorf, interpretado
por Hannes Messemer en un rol similar al que le veríamos poco después en la
excepcional “El general de la Rovere” (Roberto Rossellini, 1959).
Retrato de la pobreza.
Uno de los puntos interesantes de la cinta es el retrato de
la sociedad de la época y su necesidades, la pobreza reinante en Alemania en
plena guerra. Pequeñas pinceladas y detalles que escenifican de forma
minimalista las penurias de la sociedad. Gente pasando hambre, la necesidad de
cupones para conseguir cigarros, falta de dinero para conseguir un empapelador,
intercambios “en negro”, donativos de una libra de harina de trigo y otra de
centeno para las chicas recolectoras, mendigando y guardando comida, como hace
Lucy con las cerezas, quejas por la falta de propinas y clientes… Un guión que
va salpicando la narración de estos elementos de forma muy efectiva y acertada,
uno de los grandes puntos del mismo, más acertado como relato documental que
como thriller.
Axel fingirá que tiene un amigo empapelador como truco de
seducción para conseguir la dirección de la chica. Allí conoceremos al primo de
ella y se evolucionará en la investigación de forma algo forzada y rocambolesca,
encontrando una noticia en el papel que va a usar para empapelar la pared… Una
seducción en trío con el primo como testigo. Estas escenas en el apartamento de
Helga son poco narrativas y algo sosas.
“… un verdadero héroe o es estúpido o está borracho”.
Es curiosa la relación de Bruno (Mario Adorf) con su amiga
rubia, Anna (Rose Schäfer), repleta de educación, amabilidad y cariño,
completamente alejada de lo que se supondría en un asesino de mujeres. Lo
veremos lavándose, depurándose, tras el asesinato cometido. Es tremendamente
fuerte, bruto y asilvestrado.
Magnifico escrito!! Solo puedo felicitarte una vez mas!!!
ResponderEliminarMuchísimas gracias Sara, me alegra que te haya gustado!!!
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