Volvemos a complacernos con el placer de nuevas joyas no tan
conocidas como merecerían, pequeños regalos que nos deja el cine clásico, ese
pozo sin fondo de virtuosismo y obras de arte. Aquí tenemos una de las mejores
obras de Richard Fleischer, pero no de las más famosas precisamente.
Fleischer fue un asiduo del género negro y de intriga en sus
inicios, donde el tema del crimen le fascinaba. Obras poco conocidas que iban
forjando una trayectoria interesante. “Bodyguard” (1948), nada que ver con la
que protagonizó Kevin Costner, “Acusado de traición” (1949), el mediometraje
“Ven tras de mí” (1949), “Atrapado” (1949) o las más conocidas “Atraco al
furgón blindado” (1950) y “Testigo accidental” (1952), ambas estupendas, son
buena muestra de ello. Luego, Fleischer, diversificó sus inquietudes, probando
suerte con todo tipo de géneros, westerns, dramas, cintas de aventuras, donde
también dejó títulos realmente notables y muy apreciados por todos los
cinéfilos como “20.000 leguas de viaje submarino” (1954) o “Los vikingos”
(1958), ambas protagonizadas por el gran Kirk Douglas.
“Impulso criminal” es un breve retorno al tema del crimen sin
que esta cinta se inserte en el género negro puro, ya que tiene algo de
thriller, cine negro, cinta de intriga, drama psicológico y drama judicial,
todo mezclado y equilibrado de forma realmente brillante. Puede considerarse
además esta cinta como un preámbulo para dos de las obras más notables de su
director, la famosísima y merecidamente
prestigiosa “El estrangulador de Boston” (1968) y la menos conocida y
exitosa, pero igualmente brillante “El estrangulador de Rillington Place”
(1971), dos cintas que volvían a recuperar el tema del crimen y los
psicópatas, pero dando un paso más allá, coqueteando con el cine de terror,
género que tocaría en la parte final de su carrera con “Terror ciego” (1971) o
“El pozo del infierno” (1983). Además tuvo una colaboración con Arnold
Schwarzenegger con las mediocres “Conan, el destructor” (1984) y “El guerrero
rojo” (1985). Un buen director.
En esta “Impulso criminal” Fleischer deja buena constancia
de su talento, un talento expresivo y visual francamente notable. La primera
escena sirve de perfecto ejemplo de lo mencionado, un robo en una hermandad,
dos amigos cometiendo un delito, reflexiones sobre sus motivaciones, juego con
el suspense, con la luz nocturna, un posterior intento de asesinato para
rematar la función… dos psicópatas con ínfulas y concepciones nietzscheanas mal
interpretadas.
-“Un borracho, ¿quién lo habría sentido?”
“¿Sabes por qué lo hice Judd? Porque me apetecía,
simplemente. Por eso.”
El dibujo y descripción de personajes es excelente, preciso
y sencillo, en especial el de los dos jóvenes psicópatas protagonistas, Judd
Steiner (Dean Stockwell) y Arthur A. Straus (Bradford Dillman), con dos
personalidades completamente distintas, clásico recurso dramático que busca el
contraste y la complementación, donde el primero es sumiso y el segundo
claramente dominante. Arthur es un psicópata más explícito, Judd parece más
manejable aunque irá mostrando sus muchos matices durante la narración. Judd es
dependiente, necesita ser mandado, sentirse dominado, hay un evidente elemento
homosexual en la relación de estos dos personajes. Artie es extrovertido,
visceral, violento, irascible, mientras que Judd es introvertido, controlado,
calmado. Ambos provienen de familias adineradas, un tópico en este tipo de
cintas con jóvenes ricos e inteligente que sacian su aburrimiento con el crimen
original y pretendidamente brillante, encontrando en el crimen la única forma
de compaginar diversión y estímulo intelectual. Una lástima la mala
focalización de sus virtudes.
Tanto Stockwell como Dillman están muy bien en sus
respectivos roles, realizan dos grandes interpretaciones, matizadas y
detallistas, muy bien dirigidos. Detalles como la reacción de Arthur cuando
Judd hace ruido con la máquina de escribir durante el robo corroboran este
punto.
Posteriormente citaré ciertas referencias a películas que
tienen planteamientos similares o elementos relacionados con la que nos ocupa,
uno de estos elementos es la idea del crimen perfecto como prueba de
inteligencia superior, en desarrollo de los mal entendidos conceptos
nietzscheanos.
En esta conversación vamos viendo más aristas y matices del
personaje de Judd, su mala relación con su padre, el cual no aparece en ningún
momento y al cual cuestiona su interés por él. Se da a entender que Judd
siente falta de afecto por parte de su familia, tan solo su hermano se preocupa
por él, aunque Judd responderá enfrentándose. También veremos con posterioridad
el entorno familiar de Arthur, donde actuará como un hijo modelo, usando su
estatus y familia como mera fachada.
El manejo que hace el director de los encuadres, posiciones
de cámara y ángulos es espléndido a nivel de significación y expresividad.
En clase Judd mostrará toda la decisión y prepotencia que ya
le vimos con su hermano, pero que no muestra cuando está con Arthur. Allí le
veremos discutir con su limitado profesor acerca de Nietzsche, al cual
entiende de aquella manera. Algo que aunque tratado de forma simplista da
cierto sostén filosófico a las motivaciones de los personajes. En realidad Judd
y Arthur se consideran superhombres nietzscheanos, pero en realidad son
ambiciosos, prepotentes, egocéntricos, fanfarrones, necesitados de
reconocimiento… vamos, muy lejos del superhombre. Por supuesto Judd se sentará en la parte más alta de la clase.
Además Judd hablará de Platón, firmando sus opiniones acerca
de la ordenación social, con los niños criados por el estado, un filósofo
bastante opuesto a Nietzsche, en un nuevo ejemplo del batiburrillo filosófico
de la película y de la mentalidad del bueno de Judd.
Dos personajes se añaden a la narración, una parejita
modesta y trabajadora, Sid (Martin Milner) y Ruth (Diane Varsi).
Seguiremos a Sid en su trabajo como periodista principiante. En un solo plano lo veremos manejarse por la redacción de un periódico y pasar
de un intrascendente artículo sobre ratones a tener que recoger información
sobre niños ahogados y asesinados, un contraste brutal. Otro contraste lo
tenemos a continuación, cuando Sid va a ver el cuerpo del niño asesinado al
depósito y el joven periodista se ve afectado por la visión de ese cuerpo inerte
del pequeño mientras que el médico actúa con rutinaria frivolidad. El niño queda
en off salvo por un brazo que aparece fugazmente. El crío no se ahogó, fue
asesinado y las gafas que caen del cuerpo serán clave en la investigación, no
encajan, son demasiado grandes para ser del pequeño. El médico está encantado de
conocerse con su puro y la posibilidad de enseñar el cadáver a todo el mundo.
-Médico: ¡Claro que sí!
Aquí descubriremos que las gafas encontradas en el cuerpo
del niño son de Judd, la torpeza del inteligente. El tono dramático aumenta
debido al secreto de los dos amigos y la ira de Artie al conocer el dato… Como
contraste Fleischer terminará la escena con un detalle de humor cuando la
pandilla se la juega al bondadoso periodista, Sid, largándose para que éste
pague la cuenta. Amigos aprovechados.
Al estilo Welles.
He comentado los recursos visuales que va mostrando
Fleischer para aumentar la expresividad y profundizar en sus personajes y psicologías. Tendremos otro grandísimo
ejemplo en la intimidad de Judd, donde habrá una auténtica orgía de planos
oblicuos y desnivelados, en lo que es el perfecto retrato de esa mentalidad
perturbada. Además los pájaros disecados nos recordarán a “Psicosis” (1960), la
obra maestra de Alfred Hitchcock, con otro psicópata como protagonista. La
escena será junto a Artie, con lo que dichos planos están más justificados, una
conversación de psicópatas. Fleischer sigue a sus personajes, sigue su rastro
con esos planos en ángulos marcados. La conversación entre Artie y Judd es
magnífica y está rodada a la perfección. El juego de Artie con “Teddy”, un
osito de peluche, para hacer sentir a Judd rechazado, maginado y humillado,
mientras los dos nos van explicando cómo ocurrieron los hechos, es perfecto. Un
gran conflicto dramático que sigue desarrollando las personalidades de ambos
personajes. La entrada del hermano en la habitación también será en plano
oblicuo, un total enfrentamiento.
En una escena posterior, de nuevo en la habitación de Judd,
como siempre que estemos en ella, volveremos a ver planos inclinados,
desnivelados, mientras la pareja de amigos maquinan e incluso planean un nuevo
crimen, usando encuadres oblicuos, ligeros picados y contrapicados que definen a
la perfección la inestabilidad psicológica de la pareja. Esta escena termina
con un encadenado que la enlaza con el supuesto crimen que han planeado, matar
a Ruth, que Judd mate a Ruth.
Un travelling iniciará la siguiente escena, acercándose al
coche conducido por Judd, uniendo a los dos personajes mientras buscan una
coartada para salir del apuro. La escena termina con Artie entrando en su casa,
alejándose de Judd, marcando distancias con su amigo.
“… Las gafas no son mías”.
La escena donde Artie manipula al jefe de policía resulta
tremendamente artificial, primero porque es absurdo que se den datos básicos de
la investigación delante de los periodistas y luego porque la conversación
entre Artie y el policía es de una ingenuidad y credulidad extrema por parte
del agente. Fiarse de alguien que estuvo en el colegio hace cuatro años resulta
casi surrealista… Una de las pequeñas debilidades del guión.
De hecho el policía seguirá comentando el caso con Arthur en
varias ocasiones, ¿por qué hace semejante cosa?
Con todo esto Artie logrará que se expulsen a profesores con
casi toda seguridad y se hará hincapié en la presión social para conseguir un
culpable al caso. El poder de las apariencias también es clave en esta parte de
la trama, al ver como ese psicópata es un respetable miembro de la comunidad
del que nadie se atrevería a sospechar.
Dedicada a mi admirado Pepe William Munny, que me hizo ver esta joya.
Tengo que reconocer que fue un poco fortuito el encontrar esta película entre otras muchas y elegirla. Conforme pasaba el metraje, tenía vagos recuerdos de haberla visto de niño. Me gustó mucho y disfruté viéndola, pero el final, con ese discurso soberbio e incontestable del enorme Orson Welles, me dejó noqueado y atónito. Me impactó tanto que, como recordarás, me dirigí inmediatamente a ti para comentarte mis sensaciones. Un placer y un honor que te acordaras de mi. Sabes que te tengo muy alta estima. Tú análisis, como siempre, fuera de categoría por ser una joya única en cada una de los películas que revisas. Todo un lujo y un aprendizaje superior y ameno. Un fuerte abrazo, amigo.
ResponderEliminarLo recuerdo perfectamente querido José, al poco la vi siguiendo tu recomendación, con mi prima además, y quedé encantado, veía que tenía un análisis muy interesante. Mañana tocaremos el discurso de Welles que, como dices, es espectacular.
EliminarMuchísimas gracias por tus palabras y por pasarte por aquí. Un abrazo muy fuerte.