Dos de los mejores directores de la historia del cine se
encargaron de la dirección de esta cinta. Howard Hawks inició el rodaje de este
proyecto, que es esencialmente suyo, pero que por problemas y desavenencias con
el productor Samuel Goldwyn, producidas por los cambios que iba introduciendo
Hawks en el guión, algo habitual en el director, acabaron con su abandono y su
sustitución para terminar la película por William Wyler.
Goldwyn quería que Hawks se limitara a rodar el guión
original, algo difícil de conseguir teniendo al director empleado. Hawks cambió
diálogos y bloques enteros de acuerdo con
Jules Furthman, que fue quien adaptó el guión precisamente. Hay
distintas versiones sobre lo ocurrido, en unos casos se dice que Goldwyn echó
de los estudios a Hawks y en otros que fue el director el que se marchó por las
imposiciones del productor, en cualquier caso nunca se llevaron muy bien...
También hay discrepancias sobre lo que quedaba por rodar,
según Hawks el rodaje estaba casi concluido y según Goldwyn faltaba al menos la
mitad…
Si bien es cierto que el proyecto hay que considerarlo hawksiano,
es difícil discernir cuales son los momentos rodados por uno y otro. Las
mejores secuencias, las del inicio del film, fueron rodadas sin duda por Hawks
y, como digo y como reconoció el propio Wyler, son lo mejor de la película, pero
luego es difícil saber qué secuencias fueron rodadas por uno y por otro. Podría apostar por Wyler en las escenas de interiores en la casa del protagonista,
con todo su lujo, donde el director de "La heredera" (1949), se movía
perfectamente, aunque no sabría bien decir donde se movía mal Wyler.
La película presenta muchas de las contantes de Howard
Hawks, no puede negarse que el proyecto era suyo y los cambios en el guión se
dirigían a hacerlo más suyo aún, como siempre hizo a lo largo de su carrera. Desgraciadamente sus discusiones con Goldwyn impidieron que terminase él el proyecto.
La secuencia inicial, que es espléndida, muestra a un grupo de
profesionales haciendo lo que mejor sabe, manejar maderas para hacer papel. La
crítica que podría intuirse en un principio por dicha tala y uso indiscriminado
de ella acaba casi eliminado ya que ese tema a Hawks le interesa poco, él
muestra más interés y respeto por ver a un grupo de profesionales haciendo lo
que mejor saben hacer, su trabajo, tema imprescindible en el cine del director americano. Ahí
se nos presentará al ambicioso y emprendedor Barney Glasgow, interpretado
magníficamente por Edward Arnold, y su amistad con Swan Bostrom, interpretado
por el siempre perfecto Walter Brennan, quizá el mejor secundario de la
historia del cine, que casi siempre hacía de viejo o lo parecía…
Las escenas de tala en los maravillosos paisajes nevados
son una auténtica virguería, el cine clásico dando lo mejor de sí. Los troncos
descendiendo por el río, manejados por los competentes profesionales en escenas
de asombrosa pureza y realismo son extraordinarias. De esta forma Glasgow va
ascendiendo gracias a su constancia, ambición y buen hacer.
La sensual Farmer no tardará en interesarse en el exitoso
empresario y en el dinero que maneja, además Glasgow rezuma seguridad,
convencido de que puede lograr y conseguir todo aquello que se propone.
Es desoladora la historia de la vida de France Farmer, una
actriz que iba para estrella pero que acabó estrellada, poseedora de un encanto
indiscutible y una gran belleza que acabó desgraciadamente malograda. En 1982
Jessica Lange tuvo una nominación al Oscar por interpretarla en el biopic de su
vida “Frances” de Graeme Clifford.
Farmer interpreta a una desencantada cantante que anhela salir del lugar donde trabaja y ve en Glasgow su gran oportunidad para hacerlo. Su mirada
lánguida y triste retrata a la perfección al personaje.
Por supuesto no faltarán las peleas de taberna con los dos
vigorosos amigos soltando adrenalina, un clásico que acentúa la camaradería.
Una escena también muy divertida. Típica escena de western.
La enamorada chica verá frustradas sus aspiraciones por la
ambición de Glasgow, que preferirá casarse con otra más adinerada, cediendo el
corazón al dinero. Este hecho marcará un punto de inflexión en la película ya
que Bostrom, (Brennan) aprovechará para casarse con ella, en parte por su
enamoramiento y en parte para no dejarla desamparada. Una pareja más asentada,
fundamentada en el cariño aunque sin la pasión del amor que ella sintió por
Glasgow. Un amor sincero en cualquier caso.
Es interesante la ambigüedad que plantea la celeridad del
matrimonio entre Farmer y Brennan, siendo malpensados podríamos deducir que
estuviera embarazada de Glasgow, con lo que la relación posterior con la hija
de ésta tendría connotaciones realmente morbosas…
La película narra un tránsito vital, casi la historia de una
saga, con lo que habrá elipsis temporales que nos resitúen en la acción, de
1884 a 1907…
El personaje de Farmer también es un claro ejemplo de esencia
hawksiana, mujer fuerte, lanzada, atrevida, casi uno más del grupo de hombres…
la clásica mujer del cine de Howard Hawks.
Glasgow quedará prendado de la hija de Bostrom y Lotta,
también llamada Lotta y con el mismo rostro que la Farmer, cree capaz de conquistarla,
como ha hecho durante toda su vida con lo que se le antojó, aunque ya no sea un
hombre joven. Tendrá como competencia a su propio hijo en una aguda reflexión
sobre el paso del tiempo y la necesidad de asumirlo.
Es de supone que la parte final es la que tiene más
presencia de Wyler, aunque sea por orden cronológico, el último tercio. El
hecho es que la cinta se encierra más y tiene escenarios más lujosos, algo que
si bien no indica nada es una evidencia que este tipo de entornos Wyler los rodaba muy bien. En cualquier caso
Wyler siempre mantuvo que esta cinta era un trabajo más de Hawks como otro
cualquiera, mostrando un enorme respeto por la labor del director que le
precedido en la dirección. Tanto es así que William Wyler insistió en que el
nombre de Hawks apareciera junto al suyo, a pesar de la oposición de Goldwyn.
El propio Wyler reconocería que las primeras escenas son lo mejor de la cinta,
adjudicadas íntegramente a Hawks. Una honestidad y profesionalidad ejemplar,
que por supuesto Hawks, tan admirador de los grandes profesionales, valoraría en
su justa medida.
Hawks tenía claro que era un proyecto muy personal ya que
introdujo experiencias de su abuelo en él, sin que fuera una biografía de éste.
Goldwin pensó en Spencer Tracy y Miriam Hopkins para los papeles que finalmente
interpretaron Edward Arnold y Frances Farmer.
Lo que si ocurre es que la película va de más a menos,
situándose en esta parte final, también debido a los saltos temporales, las
mayores debilidades de la obra. Es en el tercio final donde la rivalidad padre-hijo comienza, con lo que el desarrollo acaba resintiéndose, ya que cuando
empieza a coger forma la cinta concluye. Todo esto no es achacable a Wyler, que
además parece rodó el final escrito por Hawks al considerar insulso el
original. Una parte final donde la elegancia de la puesta en escena parece
denotar la mano de Wyler, como he comentado, algo alejado del estilo de Hawks.
“Rivales” trata una gran cantidad de temas interesantes, el
conflicto generacional representado entre padre e hijo (Arnold-McCrea); la
crueldad de la juventud; la dificultad, cuando no imposibilidad, de corregir los
errores pasados; las segundas oportunidades; el paso del tiempo, su difícil
aceptación, así como la difícil asimilación de la derrota, especialmente en un
habitual triunfador; la complejidad de asumir un nuevo rol, de aceptar el
cambio de mentalidad que debe producirse al saberse ya mayor, al ver que otros
son más jóvenes, al ver como el desprecio y la crueldad en nuestra joven
mentalidad ahora es vengada; asumir que la gente no nos ve como nosotros nos
vemos… Temas que no están mal tratados ni mal planteados pero a los que les
acaba faltando desarrollo en la parte final, con el conflicto más fuerte, el de
padre e hijo. Es como si la película recomenzará y durase 20 minutos, con los
problemas que conlleva, cuando padre e hijo luchan por la misma mujer.
Hay falta de profundidad, cuando el protagonista, Glasgow,
ve la realidad, ve como la chica prefiere a su joven hijo, descubre lo que pasa
y se ve obligado a aceptar las cosas como vienen...acaba la película... nos
queda la sensación de que acaba cuando más profundidad iba a coger, cuando todo
lo anterior iba a tomar un sentido completo, cuando íbamos a ver cómo afecta
ese hecho en el personaje y cómo incidiría en él.
Quizá el cambio de director y los problemas de la producción
provocaron ciertas prisas, que todo se concluyera con cierta premura o
precipitación. Esto limita el alcance de la cinta pero bajo ningún concepto
merma la calidad de este estupendo título, muy gratificante y disfrutable.
En cambio lo que tenemos es un buen planteamiento donde se
tocan muchos puntos pero al final todo queda algo desdibujado, ligero. Las
interpretaciones de los protagonistas son magníficas, Edward Arnold está muy
bien, pero Walter Brennan está sublime, como siempre, en un papel que le dio un
Oscar. Frances Farmer también está más que correcta, muy entonada, y Joel
McCrea no desentona, aunque su papel es poco más que funcional.
El resultado final, aunque irregular, es óptimo, y es que es
muy complicado que no lo sea estando quienes estuvieron al frente del proyecto.
“Rivales” se basa en la novela de Edna Farber “Come and get
it”.
La verdad, Sambo, es que me encanta tu forma de escribir sobre cine. Que domines tantas y tantas décadas de cine me asombra. ¿Qué edad tienes? Sobre el texto, me llama la atención el argumento. ¿Madereros? Así de primeras no suena muy atrayente, pero liberaré cualquier tipo prejuicio para verla y comentártela por Twitter. Un abrazo, compañero. Sigue así.
ResponderEliminarJajajajajaja tienes toda la razón, madereros no es nada atractivo. Pues 34, pero es una pasión, la verdad!
EliminarUn abrazo para ti también, tienes una blog magnífico, así que es un honor leerte esta palabras y que te pases por aquí. Un abrazo.