La gran favorita para los Oscar de este año, aunque no la
mejor película, vencedora ya en los Globos de Oro en los que estuvo nominada en
7 categorías, pero sólo ganó el de mejor película, en una clara muestra de las
intenciones en los premios, repartir entre los grandes títulos que ha habido en
este año de gran cine. Está nominada en 9 categorías en los Oscar.
La película de Steve McQueen no puede definirse con otra
palabra que no sea brillante. Un título de sabor clásico, sobriedad y una
dirección francamente inspirada y talentosa de un director que promete muchas
alegrías como ya comenté con su anterior obra, “Shame” (2011). Suya es también la muy destacable "Hunger" (2008). Una cinta que se mete
de lleno en el tema de la esclavitud, tocando todos los puntos posibles de la
institución con sensibilidad, estoicismo, sobriedad y nunca cayendo en lo fácil
ni la sensiblería barata. Un relato duro que se sabe brillante y potente,
autoconsciente de su brillantez, pero al que le falta genialidad y algo de
naturalidad, como si esa autoconsciencia impidiera a la película soltarse del
todo, temerosa de caer en la sensiblería, conteniéndose en todo momento por los
peligros que tiene el tema. Un director que reflexiona sobre las distintas prisiones en las que el hombre se ve atrapado, unas externas y otras internas. Uno de sus temas predilectos.
“12 años de esclavitud” desprende talento por todos lados,
en las interpretaciones, la fotografía... muy acorde con los gustos de la Academia
en su excepcional clasicismo, una película incontestable, que simplemente tiene
el problema de no resultar genial, carente de ese punto diferenciador, por lo
que al verla sabes qué te vas a encontrar con exactitud, algo visto en otras
ocasiones, aunque con una calidad indiscutible. Un cinta que aspira a ser
definitiva y rotunda, la última palabra sobre el tema.
Una película bigger tan life clásica de Hollywood y de las que
encantan en la Academia, con mucho estilo. O sea, una gozada cuando se hace tan
bien como es el caso.
La esclavitud ha dado títulos de todos los colores, duros,
de calidad, sensibleros, más o menos acertados, tocando el tema de una forma
directa o más tangencial, pero que no suelen dejar indiferente.
Grandes obras maestras han tocado el tema, unas más
reflexivas, otras como contexto, unas de forma más abstracta, otras más
particular, unas generalizando, otras determinadas en fechas concretas…. La
esclavitud americana ha sido piedra angular de no pocas películas, como la que nos ocupa. Y
es que esta “12 años de esclavitud” pasa por ser, sin lugar a dudas, una de las
grandes películas sobre tan despreciable institución, con una mirada madura, amplia,
nada maniquea y reflexiva.
Podemos citar grandes joyas del cine que han hablado del tema
de alguna forma, así como otras más discretas, unas muy conocidas y otras con
menos fama. Una de las más destacadas, de obligado visionado, sería “El
intendente Sansho” (1954), una espectacular e incontestable obra maestra de
Kenji Mizoguchi, ambientada en el Japón feudal. Obras maestras, cintas tan
conocidas e indiscutibles como “Ben Hur” (William Wyler, 1959) o “Espartaco”
(Stanley Kubrick, 1960), también han tocado el tema. Quentin Tarantino se
acercó en 2012 a la temática esclavista, que en los últimos tiempos ha tenido títulos
relacionados de gran categoría, con “Django Desencadenado”. Del mismo modo y
también en 2012, Steven Spielberg realizó su indiscutible “Lincoln” (2012), que
abordaba el tema de forma tangencial, tratando su abolición. “Manderlay” (2005), que Lars von Trier ambienta en una plantación esclavista. Ridley
Scott en su “Gladiator” (2000) toca de alguna forma el tema, aunque sin
reflexionar sobre él. Muy conocida y exitosa fue la serie televisiva “Raíces”
(1977). La fallida “Amistad” (1997) de Steven Spielberg trató el tema de la
esclavitud de forma irregular y un tanto agarrotada… Esto sin mencionar cintas
míticas como “Lo que el viento se llevó” (Victor Fleming, 1939) y similares
sobre la vida sureña… Son muchos los ejemplos.
Es obligado mencionar una de las obras literarias de
referencia sobre el tema de la esclavitud, antiesclavista, cuando no era tan
popular criticar la bochornosa institución, “La cabaña del tío Tom” de Harriet
Beecher Stowe, publicada en 1852, que supuso un gran impulso a la causa
abolicionista.
La cinta que nos ocupa está basada en la historia real de
Solomon Northup (Chiwetel Ejiofor), un hombre libre, prestigioso músico, culto…
y negro… que fue secuestrado y vendido como esclavo, obligado a pasar 12 años
en esa condición.
El trabajo de McQueen deslumbra, un clasicismo que ya
apreciamos en el resto de su obra, sobriedad máxima, pocos movimientos de
cámara, encuadres extraordinarios y un manejo del lenguaje cinematográfico y
detalles de dirección y de autor francamente sobresalientes que son lo mejor de esta soberbia película.
Una dirección de altura.
Tras ver como un capataz alecciona a los esclavos en una plantación de algodón sobre cómo cortar la caña de azúcar, Steve McQueen empezará a destapar el tarro de las esencias de su talento como director. Un travelling misterioso se adentra en la espesura de la plantación, que rodea a la cámara con sus ramas de caña de azúcar simbolizando esa vida en esclavitud de forma brutal. La oscuridad, el carácter negativo, la dificultad, la opresión, la falta de libertad… quedan perfectamente plasmadas en ese transitar del objetivo a través de dichas ramas. Por ello, cuando la cámara salga de la espesura, se centrará en el protagonista, Solomon, que está cortando, “liberando”, esos hilos, o cadenas, en forma de cañas de azúcar que los tienen esclavizados, cortándolos con mucha mañana ante la atenta mirada de su dueño. La escena concluirá entre la espesura de nuevo, como el regreso a un infierno del que no es posible salir, como si la esperanza de cortar esas cadenas a la que se dedicaba Solomon con esfuerzo fuera inútil. Se cierra así de forma metafórica una escena que resalta de forma deslumbrante y sin palabras el opresivo y asfixiante peso de esa vida. El terror.
Veremos a Solomon intentando escribir, crear, quizá. Es un hombre culto y lo que menos encaja en ese mundo esclavista es un hombre culto. Los negros, y más los esclavos, son considerados animales, no se concibe cultura o mérito en ellos, contradice el prejuicio de que son seres inferiores, por lo que no les beneficia presumir de cultura. Se empieza a definir así al personaje. Madera y frambuesas para intentar hacer nacer unas palabras en papel. Cuando vemos el texto difuminándose en la hoja, por la poca consistencia de la tinta, tenemos otro detalle metafórico que define el estado en el que se encuentra ese personaje, antes libre, antes culto, antes artista, convertido en un animal de carga, donde la esclavitud va anulando su personalidad poco a poco como se desvanecen las letras en el papel.
Del frustrado intelecto pasamos al mundo de los instintos, de los impulsos. El sexo furtivo que una desconocida, una anónima, roba a Solomon, el sexo necesitado, nos deja una escena perturbadora. El llanto de la chica tras consumar el orgasmo, mantenido en off, universaliza la desolación de ese entorno. Él se resistirá al principio, pero aceptará la necesidad de su compañera. El llanto de ella desnuda un mundo donde la relaciones son imposibles, no tienen esperanza ni futuro, un llanto avergonzado por ceder al impulso, por recurrir a lo único que queda, las sensaciones, las necesidades, porque implica el aparente reconocimiento de que son animales a los que lo único que les queda es el instinto, no se les permite nada más. El orgasmo como necesidad, como vergüenza y como frustración, como huida hacia la apariencia de un vínculo necesitado, el sentirse humano, querido. Un gesto tan comprensible como patético. Un mundo devastador para el ser humano y sus sentimientos.
Un picado nos lleva del sexo furtivo y robado al idílico
recuerdo de Solomon de su vida en pareja, con su mujer. Momento en el cual
McQueen presentará el título de la película.
La presentación de la vida en libertad de Solomon (Chiwetel
Ejiofor), antes de su secuestro, nos dejará otro ejemplo de maestría en la
puesta en escena y la dirección. Planos detalle de objetos y acciones,
encordando un violín, haciéndolo sonar, preparándolo, tocándolo, creando, haciendo arte… despersonalizado. No vemos quien hace todo eso, sólo
cómo se hace y con qué se hace. Acto seguido pasamos a un baile al ritmo de la
música de ese violín y McQueen hará una panorámica desde los divertidos
danzarines hasta el músico que los invita a bailar. Es él, es Solomon, y en
esta ocasión lo que no veremos será el violín, pasando a la personificación
absoluta. Del menos al más, de la creación al creador. Un músico aplaudido y
reputado con dos hijos.
La cantidad de recursos de McQueen no acaban aquí, una escena
cotidiana de amor paternal concluye con la risa de sus hijos en off tras la
puerta, con lo que el director logra el contraste máximo cuando recordamos el
llanto de la chica que inundó la sala de los esclavos donde obtuvo un orgasmo
de Solomon en la escena anterior. De la desolación a la felicidad.
Un nuevo picado nos presenta a la pareja en la cama, como en
el recuerdo de Solomon. Estamos en Saratoga, Nueva York, en 1841. No se
entiende muy bien la decisión de ese flashback ni por qué se centra en ese
momento de su cautiverio en concreto para insertarlo. Posteriormente llegaremos
al punto donde iniciamos la película sin que se entienda la decisión, de forma
natural.
La dirección de McQueen se fundamenta en largos y sostenidos
planos, con un preciso y clásico lenguaje cinematográfico, donde el encuadre es
siempre clave, brillante. El uso que hace del plano general es perfecto, con
contenido, discreto. La conversación entre Solomon y los dos artistas que
quieren contratarlo es buen ejemplo de esa precisión y clasicismo. Los planos y
contraplanos en los que se mantiene la conversación serán a distancia, en
planos generales, con gente cruzando delante del encuadre… en el momento de la
oferta McQueen pasará a un primer plano del protagonista.
Washington. Este será el lugar donde la vida de Solomon
Northup cambie por completo.
Evolucionando hacia la despersonalización.
Es francamente brillante la evolución en la
despersonalización que se hace tanto física como conceptualmente del personaje
protagonista, desde el guión y la puesta en escena.
Las extrañas miradas de sus compañeros a la bebida de
Solomon, instándole a que beba mientras celebran su éxito, nos avanzan que algo
no va bien, que no son lo que parecen. Un picado sobre el despertar encadenado
de Solomon lo confirmará. McQueen recurrirá al montaje alterno con un flashback
que muestra su cautiverio y las consecuencias de la droga que le pusieron en la
bebida.
-En el cautiverio McQueen da otra lección magistral de
dirección. La fisicidad, el ruido de las cadenas, la sombra de la cabeza de Solomon...
resaltan su situación, comienzan a desarrollar visualmente el camino hacia la
despersonalización del personaje, su camino hacia la pérdida de su identidad y
su individualidad.
-Toda esta escena redunda en la idea de eliminación de la
individualidad, de la despersonalización. En la conversación con el carcelero
Solomon aparecerá ensombrecido en todo momento, un caído en desgracia,
mercancía, mientras su custodio aparece iluminado haciéndole consciente de esa
pérdida de individualidad y libertad, verbalizándoselo.
-El espeluznante momento donde el carcelero maltrata y
agrede salvajemente a un Solomon puesto de rodillas y nuevamente ensombrecido,
como si de una bestia inmunda y despreciable se tratara, será rodado en un solo
plano, sin corte, estirado hasta provocar una desesperante incomodidad en el
espectador. Haciéndole consciente de su condición de esclavo, de su inferior
jerarquía, de su sometimiento. No veremos, en este momento, las consecuencias de
la brutal agresión en su espalda.
Una grúa se elevará en el exterior dejando a Solomon
enterrado en la parte baja de la celda, convertido en lo más bajo de la
humanidad. Una grúa que nos muestra, irónica, la Casa Blanca al fondo.
-El apego de Solomon a su camisa es el apego a lo último que
le permite conservar su esencia, su ser, su individualidad, un recuerdo de su
mujer. Una vez desposeído de la misma queda desposeído de cualquier rasgo o
definición de su personalidad, al menos exterior, del ser que era. Una
evolución y desarrollo radical hacia la deshumanización, eliminando cualquier
dignidad, despojado de su personalidad y convertido en un despojo, una
mercancía, una máquina, una propiedad.
No se resistirá McQueen a enseñar cuerpos desnudos,
especialmente masculinos, algo común en la mayoría de sus películas. Será en
ese momento cuando veremos de forma fugaz las consecuencias de la paliza del
carcelero en la espalda de Solomon.
La reunión entre los esclavos negros es otro ejemplo de
sobriedad en la dirección, lenguaje clásico y depurado. Plano general que pasa
a planos más cercanos, ocasionalmente, cuando los reunidos tratan temas más
personales o individualizados, no genéricos.
El traslado al sur deja brillantes momentos visuales,
picados en dicho traslado resaltando la sensación de amenaza, violencia, y el
juego metafórico con el molino del barco, usado con la misma intención que las
ramas de caña de azúcar del inicio, un molino de color rojo que se mueve
inexorable en el agua del mar, como si de una picadora de carne esclava que
derrama su sangre se tratara.
“Hace dos días estaba con mi familia, en mi casa, y dices
que los he perdido, que no puedo decir quién soy si quiero sobrevivir… Yo no
quiero sobrevivir, quiero vivir”.
-La despersonalización siguiendo su curso. El debate entre
rebelarse o someterse para sobrevivir.
Hay cierto humor y patetismo en la liberación del sumiso
compañero de Solomon (Chiwetel Ejiofor), como si fuera un niño resguardándose,
cobijándose, bajo el brazo de su amo… mientras ignora a nuestro protagonista.
-McQueen no sólo demuestra talento en encuadres y puesta en
escena, en simbolismos y metáforas, sino que también lo hace en los pequeños
detalles. Las miradas perdidas, vacías, las caras resignadas, de nada, sin
contenido, de los esclavos mientras esperan su destino, es un momento
francamente conmovedor y duro.
Habrá un flashback dentro del flashback donde tendremos
cierto paralelismo con lo que acaba de vivir Solomon, viendo como su compañero
le ignoraba una vez se sentía a salvo. En este flashback un esclavo entra en la
tienda tras Solomon y su familia, siguiéndole, con cara suplicante. Cuando su
dueño entre le abroncará y si bien Solomon intentará dar dignidad el joven
negro acabará ignorando su estado de sometimiento y dedicándose a las compras
junto a su familia, a salvo, sin comprometerse. De esta forma entiende a su
compañero.
-La evolución de la reiterada despersonalización de Solomon
alcanza otro escalón más, uno casi definitivo, cuando se le niega su nombre y
se le cambia por otro. Posteriomente negará su vida, se inventará un pasado,
fingirá ser inculto… todo para protegerse.
“Te llamas Platt”.
McQueen, como he comentado, sostiene los planos con
seguridad total, por tanto el uso del plano secuencia no le es ajeno tampoco. Tendremos
un sensacional ejemplo en la escena donde se retrata la venta de esclavos,
tratados como ganado, como mercancía, infraseres. Un circo donde la cámara
sigue a un entusiasta y despreciable vendedor de esclavos interpretado por Paul
Giamatti, que obliga a sus propiedades a demostrar sus habilidades,
refiriéndose a ellos como si fueran simples animales. En esta secuencia
tendremos además la presentación de Ford (Benedict Cumberbatch), un personaje
muy interesante para definir el fresco completo de la esclavitud como
institución. Ford es un personaje amable, que considera personas a los
esclavos, le repele el trato despreciativo hacia ellos, pero está plenamente
integrado en la institución esclavista, es parte de su mecanismo, no la
cuestiona, la acepta, aunque no le gusten sus partes más escabrosas. Es una
buena persona, pero institucionalizada y por tanto es parte integrante de la sociedad que
sostiene y justifica dicha institución, la esclavitud.
Paul Dano y su siempre inquietante y despreciable rostro son el contrapunto a Ford, un capataz racista, con complejo de inferioridad que encuentra en la humillación de esclavos su diversión, así como la única forma de gestionar ese complejo. Su canción en off mientras vemos escenas de trabajo es una perfecta manera de mostrar el espíritu bajo el que están los esclavos. Este recurso de usar un sonido o unas palabras en off, ya vimos los llantos o las risas, en determinadas escenas es habitual en la cinta, una gran forma de expresar más allá de lo visual, de lo que vemos, de lo aparente, el sentimiento de miedo, de angustia y dolor que sobrevuela el entorno donde están los esclavos o los personajes, incluso en sus momentos de relax.
-El encuentro con los nativos, donde McQueen encuadra un
instrumento sobre el rostro de Solomon semejante a un violín, constata el
mantenimiento secreto, silencioso, de la auténtica esencia de Solomon a pesar
de todo. El violín como contenedor de la personalidad del protagonista. La
música.
Solomon demostrará sus virtudes ante su comprensivo y amable
dueño, Ford, para envidia y resquemor de Tibeats (Paul Dano). Es divertido e
inquietante el plano de Dano ante el éxito de Solomon (Chiwetel Ejiofor) en la
prueba para navegar el río.
Pues estará bien hecha, no lo dudo, pero a mi (humilde y poco importante) modo de ver, es n "Raíces" en peli. A sabiendas q estas temáticas les molan en la Academia.
ResponderEliminarGracias por traerla, Sambo. Seguiré leyendo y aprendiendo.
:-)))
Bss!
Gracias a ti Reina, algo de eso tiene claro jajaja
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