jueves, 9 de enero de 2014

Crítica: PRISIONEROS (2013) -Parte 3/4-

DENIS VILLENEUVE












Evolución moral.

Conforme avance la narración la personalidad de Keller Dover (Hugh Jackman) se irá oscureciendo, perturbando, y Villeneuve lo mostrará con una buena gama de recursos. Lo veremos reflejado frente a un espejo lavándose la cara, depurándose en ese camino hacia una trasformación.

La frustración comenzará a aparecer en Keller, la seguridad de la que era obseso, de la que parecía depender, no le ha servido para nada. Cuando su mujer se lo eche en cara lo veremos a él en un plano desenfocado y luego de espaldas. Cuando salga de casa además, para continuar con este retrato visual de una personalidad y una moral cambiantes, el rostro de Keller será una simple silueta, desnaturalizado, difuminando su individualidad, su personalidad, tras el cristal de su coche. En esa deriva sólo encontrará calma y apoyo en la religión, por ello de su radio saldrán palabras religiosas, un sostén que usará en varias ocasiones.




Un espejo mientras quita de las manos el trozo de cristal con el que le atacó Alex y un plano de espaldas mientras trabaja en una tortura más sofisticada serán nuevos elementos visuales en este viaje hacia los límites de la moralidad de Keller. Recurriendo al fin que justifica los medios.

Keller aparecerá oscurecido y desdibujado en su reflejo en otro cristal, en esta ocasión en la casa de la tía de Alex, Holly Jones (Melissa Leo). Es cuando va allí para intentar recabar información sobre el laberinto mencionado por Alex. Un paso más en su viaje.

Una magnífica escena que evidencia el pulso y seguridad narrativa de Villeneuve, así como su confianza en sus actores, es el interrogatorio y la conversación en la comisaría entre los dos protagonistas, Loki y Keller, Gyllenhaal y Jackman. Una escena primorosa de fuerza y en estricto plano-contraplano, donde apreciamos el contraste, la tensión nerviosa del padre y la compostura comprensiva y profesional del agente. A esta podemos sumar la anterior, la del primer encuentro entre estos dos mismos personajes y con los mismos parámetros y planificación.


Loki emprenderá su investigación buscando pederastas por las cercanías. En sus visitas estos personajes serán retratados casi siempre tras cristales. El cuarto de ellos será un cura, al que también veremos en primera instancia tras un cristal, inconsciente por una borrachera mientras veía documentales bélicos en la televisión. Aquí encontraremos otras de las claves de la cinta. Un cadáver en el sótano del religioso.




Villeneuve usará una estética expresionista sofisticada en varias ocasiones, donde las sombras, los claroscuros y el uso de linternas serán su base. Un ejemplo lo tuvimos en la caravana de Alex Jones y su detención, en el sótano del cura y el descubrimiento del cadáver tendremos otro, en una secuencia rodada con muy buen pulso y un gran suspense. Aquí el espectador puede ver fugazmente la medalla con el laberinto al cuello del difunto.



El conflicto entre Loki y Keller en relación a la investigación y más concretamente con respecto a Alex, uno lo considera inocente y el otro lo ve culpable o que sabe algo, marcará la ruptura entre ambos, sobre todo cuando el padre de Anna, una de las niñas secuestradas, extraiga una misteriosa y siniestra frase al extraño y limitado chico, que a pesar de todo tiene carnet de conducir.

No lloraron hasta que las dejé”.



De esta forma la narración se diversifica, se divide en dos líneas de investigación, la que sigue Loki con sus descubrimientos y procedimiento policial y la que emprende Keller por su cuenta, más drástica, directa y contundente.


Loki será retratado en varias ocasiones de espaldas, ya lo vimos en su presentación. Lo volveremos a ver cuando salga de interrogar a Alex en la casa de su tía sobre lo que le dijo a Keller en el aparcamiento de espaldas tras el sucio cristal de la puerta.


Su investigación llevará a descubrir un caso de 26 años atrás y a recabar más datos del cura detenido, en una conversación donde vuelve a dar más claves de las aparentes, aunque desechadas de entrada por Loki. El agente y Keller acabarán llegando al mismo punto, pero el agente da rodeos por sus prejuicios. Villeneuve se mantendrá solidario con el padre, dedicándole un plano en solitario tras su testimonio. Al final descubriremos que ese chico secuestrado hace 26 años es Alex, de ahí sus viajes cerca de ese lugar.




Con la investigación que inicia Keller por su cuenta y su decisión de secuestrar a Alex se plantea cierta ambigüedad que parece buscada desde el guión y consistente en hacer dudar al espectador respecto al protagonista. Sólo él escuchó la frase que le dijo Alex, sólo él verá el escalofriante y sádico acto del chico con su perro y sólo él le oirá cantar la cancioncilla que oímos al inicio de la película a las niñas. Por tanto la duda estribaría en si lo que vemos es una verdad objetivada o más bien el punto de vista perturbado de Keller.




Escenas sencillamente escalofriantes.

Había una escena francamente tensa y perturbadora, de un suspense excepcional, en la parte final de “Zodiac” (David Fincher, 2007), cinta con la que se ha comparado en muchas ocasiones a la que nos ocupa, donde el personaje interpretado también por Jake Gyllenhaal, entra en la casa del supuesto asesino hacia el final de la película… Saldrá de allí sin que pase nada, pero en todo momento tienes la sensación de que algo va a ocurrir, la atmósfera es viciadísima y la sensación de amenaza casi escandalosa, donde piensas que van a atacar a nuestro protagonista o éste va a descubrir algo definitivo. Esa impresión se tiene en varias ocasiones en “Prisioneros”.

He comentado que para lograr el impacto más potente en el espectador no es necesario recurrir a los excesos que vemos habitualmente en el cine moderno, algo que parece el único medio para lograrlo. Consiguiendo una buena atmósfera hechos o actos que en apariencia no parecen nada del otro mundo o no llegan a nada, sobre todo comparados con las orgías violentas que podemos ver en la actualidad, acaban resultando completamente perturbadores y taladrando la cabeza del espectador más que cualquier truculencia o abuso excesivo. Aquí tenemos varios momentos de una tensión extraordinaria y que provocan verdadera perturbación y escalofrío.

-El estrangulamiento al perro es uno de esos actos que ponen el pelo de punta e impactan al espectador, un ejemplo de lo comentado con anterioridad de lograr el mayor impacto con mínimos elementos gracias a una atmósfera elaborada y conseguida. Alex sostendrá en vilo al perro, ahogándolo, durante un rato con un tirón seco, para luego posarlo en el suelo como si nada…





-La escena de la tortura a la que Keller y su amigo Frankin (Terrence Howard) someten a Alex es otro buen ejemplo, apenas se ve nada, más allá de algún esporádico golpe y el rostro ensangrentado de Alex, pero el momento en el que Jackman coge el martillo y destroza el lavabo es francamente impresionante. La amenaza y la sensación de que cualquier cosa puede ocurrir en ese momento es absoluta en el espectador. Fisicidad a raudales e interpretaciones sensacionales para una terrorífica escena que impacta por su crudeza y realismo. El uso del plano general, distanciándose, en esta escena no hace sino aumentar la impresión.




-La última escena realmente reseñable por tensa es la del escalofriante viaje en coche de Loki para llevar a la agonizante niña al hospital en el clímax de la película, donde la lluvia vuelve a ser protagonista, como es lógico. Un viaje donde crees que cualquier cosa puede pasar, con esos planos borrosos donde apenas se ve la carretera y la sombra de la muerte y un accidente están presentes continuamente… Por fortuna todo llegará a buen puerto en la que es la secuencia que más se parece a la citada un poco más arriba de “Zodiac”, la cinta de Fincher.




De alguna manera la fortuna o la providencia coge a Loki por la pechera para guiarle en la dirección correcta cuando se desvía, así tras desechar el testimonio del cura se encontrará con un siniestro personaje de cierto parecido con Alex. Su extraño comportamiento en el duelo frente a la casa de los Birch, acariciando con devoción un peluche y saliendo corriendo cuando Loki se fija en él, iniciará la persecución. Aquí Loki estará un poco torpe ya que se le escapará hasta en dos ocasiones cuando lo tenía en sus manos en una aceptable escena de acción y estupendo suspense.



Loki puede tener prejuicios pero no se puede negar que es constante y competente, profesional, revisará videos y declaraciones hasta la extenuación.


Mayor y mejor suspense aún si cabe lo tendremos en las incursiones de este personaje, Bob Taylor (David Dastmalchian), en las casas de las dos desgraciadas familias. Tanto en la casa de los Dover con la mujer, Grace (Maria Bello), vulnerable y ajena al peligro, como en la de los Birch, con la aún más vulnerable hija de estos, Eliza (Zoe Borde), a la que vemos reflejada en un espejo y de la que tememos el peor final al estar sola en la casa, tenemos ejemplos perfectos de modulación y manejo del tempo y el suspense de forma excepcional. Todo se aliviará cuando veamos salir a la chica.




Llegado este punto extraña que nadie eche de menos a Alex ni alerte de su desaparición.

Los Birch se llevarán un sofoco con el plan de Keller, cargos de conciencia y una presión que Flankin no se verá capaz de llevar solo, por lo que le contará la situación a su mujer. La escena en la que ella intenta hacer comprender a Alex, usando la sensibilidad en contraste con la violencia de Keller, también es magnífica. El plano donde repentinamente vemos el hinchado y deformado rostro de Alex, tras ver el gesto sorprendido de Nancy (Viola Davis), es de un gran impacto también.


Los Birch aceptarán el plan de Keller, ahora con una tortura más sofisticada en la que usará su maña como carpintero y donde utilizará el agua ardiendo como medio para atormentar a Alex.

Nos desentendemos”.



Loki investigará la intrusión de ese misterioso personaje y verá el preparadísimo sótano de Keller, lo que le llevará a seguirle y crear una nueva tensión en el espectador ante el posible descubrimiento de Alex si nuestro protagonista no se percata de su presencia. Por suerte o por desgracia, según se mire, un camión alertará a nuestro protagonista de dicho seguimiento y podrá disimular. En esta escena volveremos a ver ese recurso tan usado por Villeneuve, un cristal empañado por la lluvia, en este caso el del coche de Gyllenhaal.



Keller usará una propiedad que le dejó su padre y que permanece abandonada para las torturas a Alex, lugar que el agente Loki no tardará en encontrar a pesar del frustrado seguimiento. Allí Alex dejará otra de sus enigmáticas frases, que suelta con cuentagotas, aspecto este que ha sido cuestionado por artificioso con bastante razón. Se hace demasiado evidente que estas píldoras de información son entregadas de forma muy determinada para alargar la resolución del caso lo que convenga, lo que resulta, efectivamente, algo artificioso, que se pretende justificar por la limitación mental del personaje. Demasiadas reglas que merman la naturalidad en ciertos aspectos.




No me llamo Alex”. “Le esperé y no vino”.

El sueño recurrente de Keller, donde ve a su hija, también es algo que nos podíamos haber ahorrado, no aporta nada.


  


 



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