La gran apuesta en cine de acción sobre catástrofes
terroristas, una superproducción en toda regla liderada por el experimentado en
estas lides Ronald Emmerich y que compite de forma directa con otra de calcado
argumento y planteamiento, “Objetivo: La Casa Blanca”. Una lujosa producción
donde el director da rienda suelta a su gusto destructivo de símbolos
americanos y su aliento patriótico e irónico.
“Asalto al poder” pierde en la comparativa con “Objetivo: La Casa Blanca”. La que nos ocupa es una película más inocente, pura pirotecnia de
acción inane, de violencia muy light y calculada, aquí los personajes se
manchan pero sangrar sangran poco, y lo que primara son las explosiones, pelas
y choques con aviones, helicópteros y coches de todo tipo. Una película que
apuesta por el tono de humor, la nula trascendencia y una ironía y socarronería
que acaba siendo el mayor acierto de la cinta. Por lo demás llega a aburrir en
algunos momentos en su desfase, giros y vacuidades varias, como la excesiva
importancia que se le da a algunos personajes y al tour turístico por la Casa
Blanca dándonos datos...
Un grupo de terroristas decide atacar la Casa Blanca,
secuestrar al presidente para conseguir las claves que permita lanzar los misiles
nucleares y poner en jaque al mundo. Un aspirante al servicio secreto y el
propio presidente de los Estados Unidos son lo único que se interpone en el
plan.
El inicio se dedicará a presentar los personajes fugazmente,
sus situaciones y un par de rasgos de su personalidad que no se desarrollarán
posteriormente, no es algo que importe en demasía en la cinta. Así tenemos una
niña friki y obsesionada con la Casa Blanca, Emily (Joey King), que entre sus
juguetes preferidos tiene una bola de nieve con el edificio, y posee un vlog
donde deleita al mundo con su brillante cerebro. El presidente es juguetón y
caprichoso, con un toque infantil y divertido que lo hace muy campechano, un
Obama con el rostro de Jamie Foxx. Además es un hombre que no ha olvidado sus
raíces, de donde venía, los momentos de pobreza, su humildad, por lo que
luchará contra ella, contra las drogas y... retirará las tropas de Oriente
Medio. Casi nada. Es lógico que una de las influencias de este hombre sea
Nelson Mandela... veremos un libro sobre él en su mesilla.
“Al presidente le gustaría hacer eso…”
El protagonista, Channing Tatum, habla con las ardillas, es
despistado, está separado y se lleva regular con su hija. Aspira a entrar en el
servicio secreto del presidente y trata de ganarse a su empollona hija con un
pase para ver su deseada Casa Blanca. James Woods interpreta al veterano jefe
de seguridad del presidente, a punto de jubilarse, otro tópico, al que vemos
reflejado en espejos, símbolo de falsedad o doblez, abandonando el patriótico
pin con la bandera americana y despidiéndose con solemnidad de su mujer, con lo
que caben pocas dudas de que este hombre va a hacer algo "importante"…
Maggie Gyllenhaal interpreta a Finnerty, una mujer firme,
también divorciada, responsable y obsesa del trabajo.
Como es habitual en este tipo de películas el protagonista
arreglará sus problemas familiares o del tipo que sea, se redimirá, con una
gran aventura, al igual que ocurría en “Jungla de Cristal” (John McTiernan,
1988).
Lincoln también estará muy presente en esta cinta, muy
admirado por el presidente Jamie Foxx, lo sabe todo de él. Veremos su estatua,
manifestaciones de Foxx sobre la admiración que profesa al gran presidente,
menciones contantes a él y su mujer Mary Todd…
El tono que pretende darle Emmerich a su cinta queda
definido desde este mismo comienzo, falsa solemnidad y mucha ironía y
socarronería, suave mala leche con humor. Así la llegada solemne del
helicóptero presidencial tendrá una broma sexual con la parejita que se dedica,
distraída, a las artes amatorias avistada por un miembro de seguridad.
“Asalto al poder” es una comedia de acción que presente
equilibrar ambos géneros, aunque no resulta brillante en ninguna de las dos
ambiciones. Lo más sangrante queda para la acción, ya que se presupone un
espectáculo impresionante, pero no convence la dirección de Emmerich en
absoluto. Los elementos cómicos, constantes, funcionan de aquella manera y sólo
para el público juvenil. Un nuevo ejemplo lo tenemos en la entrevista de
trabajo que Maggie Gyllenhaal hace a su ex novio Channing Tatum, que es un
seductor. Hay ahí cierto triángulo amoroso confuso que no lleva a ninguna
parte, ni siquiera termina de plantearse, pero que lo mismo en “Asalto a la
Casa Blanca 2” se acaba por desarrollar… Esperemos que no. La ex mujer es
Melanie (Rachelle Lefevre).
Nuestro protagonista, Cale, apelará al pasado y la
sensiblería para que su ex novia, Finnerty, lo contrate, pero no colará y
tendrá que demostrar su valía, ya se sabe, salvando la vida al presidente y al
mundo mundial en general.
El caso es que toda esta frivolidad juega en contra de la
tensión del film, no hay sensación de amenaza ni verdadero suspense ni nada por
el estilo, no hay tensión porque todo parece tratado en broma, con chistes
malos aquí y allá constantes. Emmerich paseará unos técnicos sospechosos por
la Casa Blanca para generar esa tensión, anunciados con anterioridad en el
repaso a las actividades del día del servicio secreto. Son los terroristas y se
cruzarán con nuestro protagonista, con lo que la tensión debería crecer, pero
no se siente. Toda esta parte queda algo lastrada con los excesos informativos
acerca de la Casa Blanca, viaje didáctico desde 1792, interesantes pero donde
no se acaba de atrapar al espectador ni con los elementos de tensión ni con los
de humor.
6 plantas, 132 habitaciones, 412 puertas, 35 cuartos de
baño, 147 ventanas, 28 chimeneas…
“¿En el cole se meten contigo?”
Gyllenhaal y Woods tendrán una conversación tras unas cortinillas,
el retrato del traidor está bien cuidado visualmente, otro nuevo objeto
desvirtuando su imagen. Él es un padre para ella, dará consejos y procurará
protegerla. Así comienzan a dibujarse, vagamente como es de suponer, las
relaciones entre el nutrido grupo de personajes. La niña groupie del presidente
James W. Sawyer se quedará embobada con su admirado y poderoso objeto de deseo;
el presidente, que es tremendamente sociable y simpático, accederá a dedicarle
unas palabras a la niña para su vlog y llamará la atención del padre por mentir
a su hija sobre su incorporación al servicio secreto. Nuestro héroe, como todo
buen héroe que se precie, le devolverá la pulla en cuanto tenga ocasión… Antes
del encuentro veremos bajar al presidente a través de un espejo, mero recurso
esteticista. El presidente y su jefe de los servicios secretos también tendrán
su momento, donde intuiremos que hay algo en el pasado de Woods que le
perturba, algo oscuro, por ello parece reticente a las muestras de cariño del
presidente, como si no quisiera su acercamiento. Más de esto no podemos
destacar en cuanto a las relaciones, se planta aquí el cebo, primeros
contactos, que luego se afianzarán y definirán.
“No mienta a los niños”.
Varios objetos serán usados de forma simbólica o narrativa,
patrióticos ellos, el cuadro de 1814 de Tom Freeman sobre el incendio de la
Casa Blanca en 1812 a cargo de los ingleses, que sirve de premonición; el
cuadro de Lincoln junto al presidente interpretado por Jamie Foxx o el disparo
al cuadro de Washington, simbólico de la amenaza que se cierne sobre la nación…
Hay cierto aspecto interesante en la conversación telefónica del
presidente con el presidente de la cámara una vez se saben las claves y
secretos de la película. La conversación comienza con un plano de Foxx,
orgulloso, junto al cuadro de Lincoln, el presidente americano de referencia,
para contrastarlo con el de Raphelson (Richard Jenkins), que habla de perfil y
mirando hacia abajo… el retrato de un traidor.
He comentado el pitorreo con que se toma todo el bueno de
Emmerich, la gran virtud de la película y que ya apreciamos en “Independence Day”
de forma más brillante. Aquí tendremos muchos ejemplos de esa ironía y
socarronería patriótica y en otros muchos sentidos, por ejemplo y para empezar
el director tiene las santas narices de autohomenajearse mencionando
“Independence Day” (1996), película donde ya destruyó la Casa Blanca,
precisamente. Un divertido detalle.
¡Acción!
Las explosiones, los disparos, las peleas y las persecuciones
tardan poco más de media hora en aparecer y no cesarán hasta el final.
Pirotecnia, con una violencia neutra y nada sangrienta, y muchas tonterías,
comportamientos y tácticas cuestionables, uno de los grandes peros a la cinta,
que le restan potencia en el entretenimiento por lo artificial que resulta. Los
modus operandi de los malos son bastante cutres, cuando no chapuceros; la
intrépida niña, que tiene una capacidad de camuflaje y una valentía
sorprendente, que logra escabullirse de todo terrorista que le sale al paso y
tiene un teléfono con una cobertura “muy cuestionable”, es muy torpe, ya que
parece que apaga el móvil también, vamos, que el teléfono sonará en el
momento más inoportuno o que menos ayude a su devoto padre a encontrarla…
Trucos absurdos e ingenuos como el primer acto heroico del protagonista
haciéndose pasar por turista. Un padre en busca de su hija como mecha para
acabar salvando al presidente.
La forma en la que descubren a la niña también es de traca,
ya vimos como repentinamente le sonaba el teléfono, lo cual ya es una torpeza
si pretendes que no te oigan, ¡pon el vibrador hija mía o quítale el sonido!
Pero curiosamente en ese momento no la descubrirán, no procede, será poco
después cuando un mensaje de texto, que también suena, alerte a uno de los
malvados terroristas… Aquí son todos muy brillantes.
La puesta en escena es indudablemente ágil, pero
indudablemente artificiosa, rebuscada, tramposa incluso, donde se nota en
exceso que el director coloca las piezas para favorecer las huidas de los
protagonistas de la forma más sencilla. Una buena e imaginativa puesta en
escena hace y busca lo contrario, complicar lo más posible cada paso de los
protagonistas para que su escapatoria resulte brillante, entretenga y
entusiasme.
Woods apesta a traidor, y cuando propone ir al búnker no nos
cabe duda... No sorprende pero no engaña.
El jefe de los terroristas, subordinado de Woods, es un
terrorista muy sensible y con un gran sentido de la amistad y la camaradería,
se pone como una fiera cuando matan a uno de los de su grupo… Siguiendo el
tópico los villanos querrán los protocolos nucleares, que parece lo único
importante que tienen los presidentes estadounidenses… Además el planteamiento
queda definido, clásico en este tipo de películas, con los buenos ocultos y escondidos, el protagonista,
su hija, el presidente… intentando recomponer la situación.
Los grandes secretos de la cinta se desvelan con prontitud,
las intenciones de los terroristas y de donde procede la perturbación del jefe
de los servicios secretos, Walker (James Woods)... perdió un hijo marine en una
misión ordenada por el presidente Sawyer (Jamie Foxx)… En fin, cada uno se
vuelve loco por una cosa. Lo que ocurre es que su móvil no será la venganza, sino el
plan de paz que pretende emprender el presidente.
La búsqueda constante de humor deja algún detalle simpático,
evidentemente, como ver a James Woods comerse con indiferencia la tarta que le
regalaron por su jubilación o la cara de vicioso del informático al ver la sala
de ordenadores… Ya sabemos que un informático es imprescindible en todo grupo
terrorista actual, si además es aficionado a la música clásica, a Schubert, redondeamos
el dibujo y el tópico.
Nicolas Wright interpreta al guía de la Casa Blanca, un
personaje que sirve para distender e introducir toques de humor que pretenden reducir
los momentos de tensión, aunque en realidad no hacía falta porque la apuesta por el
humor está en todas partes y la tensión nunca llega a necesitar de un
contrapunto. Su amor por el edificio presidencial y su relación con los
protagonistas son simpáticos. Su relación con Emily (Joey King) es cómplice,
comparten pasión. Un amable muchacho.
La escena del ascensor también nos deja grandes gemas de
coherencia, planos entre rejas para ver a un terrorista que dice haber “oído
algo”… o bien es sordo o bien tiene tal capacidad de concentración que cuando dos personas saltan sobre el ascensor y se hablan a gritos
quizá sea otra cosa y no que efectivamente hay alguien allí arriba… Entre estos trucos para
generar un supuesto suspense tendremos a Walker (James Woods), contando sus
peticiones por fin. Un poco de dinero y esas cosas. Se oculta lo de los
protocolos nucleares. El bueno de Woods, por si tiene pocos problemas, tiene
cáncer y le quedan 3 meses de vida.
La idea de un traidor para facilitar la entrada en la Casa
Blanca la tienen las dos películas dedicadas al tema estrenadas casi al mismo
tiempo, aunque en esta se hace de forma más específica al ser el traidor miembro
del propio servicio secreto.
El ascensor más bien parece un confesionario, allí el
presidente y el protagonista se enterarán casi de todo… Una vez salgan seguirán
recibiendo confidencias en secreto.
Jamie Foxx está muy simpático y divertido en su papel de
presidente, aunque no hay quien se lo crea como tal. Su química con Channing
Tatum es excelente.
En la figura del presidente deja Emmerich sus detalles más
irónicos y socarrones. Si alguien cree que nuestro monarca es campechano es que
no ha visto a este presidente con sus zapatillas apaleando terroristas. Ahí
radica una de las grandes genialidades irónicas de Emmerich, convertir a este
pacífico presidente que nos ha retratado en un héroe de acción, casi como el
Bill Pullman de “Independence Day” (1996). Un presidente guerrero que ajusticia
terroristas y tiene una relación de “colegueo” con su guardaespaldas (Tatum) que
es puro cachondeo. Incluso tendrán conversaciones íntimas, “desarrollando
personajes”… Conversaciones de piercings e hijos. Una amistad forjándose, con abrazos
sinceros incluso.
Cale (Channing Tatum), que contactará con una amiga del
exterior, la que le consiguió los pases para la Casa Blanca, para pedir ayuda,
está bien en su rol. Su reacción al ver el video de su hija es un buen ejemplo
de esto. Eso sí, el hecho de que pongan el rostro de la cría en televisión es
cuanto menos cuestionable, ¡un poco de por favor!
Que además estando rodeados de terroristas se pongan a ver
la tele a todo volumen y luego se les olvide apagarla no sé como describirlo…
Esos trucos de guión también hay que cuidarlos un poco. Un nuevo ejemplo de la
torpeza de la puesta en escena y la falta de imaginación es el manido y reiterado
recurso de los inoportunos ruidos delatores.
La escena de las carreritas de coches por el jardín de la
Casa Blanca se inicia con un acto valeroso del presidente, dispuesto a quedarse
para rescatar a la hija de Cale, y una huida interrumpida. Lo cierto es que los
personajes no paran de hablar, generalmente para decir tonterías, incluso
durante los momentos de más acción. Aquí el presidente se mostrará incluso más
eficaz que su guardaespaldas, en una escena que no está bien rodada, ya que no
sabemos nunca por donde van, cómo están situados ni dónde están. Se forzarán
las cosas hasta el paroxismo, lo que no estararía mal si no fuera todo tan confuso y
retorcido, con un misil volcando la limusina justo cuando Cale ve a su hija de
rehén y hay explosiones evasivas varias…
Al contrario que en “Objetivo: La Casa Blanca”, aquí no hay
sensación de amenaza ni crueldad ni crudeza, ni lo pretende, estamos más ante
un cómic, una farsa, una parodia del estilo, una irónica cinta al estilo
Emmerich.
El presidente Sawyer resucitará hasta en dos ocasiones, la
primera cuando tras la explosión en el jardín todos crean que ha muerto, y
posteriormente cuando el reloj de Lincoln para una bala dirigida a su corazón.
De hecho se mencionarán varios presidentes, Washington y Jefferson por ejemplo,
y algunos incluso serán salvadores, como si sus espíritus protegieran la
nación, por ejemplo Lincoln y Gerald Ford.
En este juego paródico veremos hasta tres cambios de
presidente sucediéndose tras las supuestas muertes de los que van alcanzando el cargo de forma sucesiva. El segundo de ellos, el vicepresidente, jurará el
cargo tras un cristal donde no se le ve el rostro y tendrá una mano vendada
sobre la Biblia… el pobre está condenado. El tercero será el traidor, que
diseñó así el plan para llegar hasta ese puesto. Todo esto es evidentemente
tramposo, pero llegado este punto estas cuestiones de guión ya dan un poco
igual.
Aunque Emmerich se lo pasa pipa y se ríe a conciencia no
faltará ni un solo cliché ni un solo tópico, así la inteligencia militar será
siempre beligerante, parece actuar siempre en contra del protagonista y se da
una imagen de ella de subnormales profundos, nada más alejado de la realidad,
por supuesto. A estos les dará igual que el protagonista explique las cosas con
sensatez y claridad, ellos irán a su bola contra toda lógica. Ataque militar y
helicópteros. Otro cliché imprescindible, un tópico eterno, la caída de la
bandera americana tras el ataque de los helicópteros… Resultan bastante
desquiciantes los artificios, como el hecho de que los helicópteros no
comiencen a disparar hasta que nuestro protagonista se ponga a tiro. Por
supuesto tendremos helicópteros estrellados y explosiones varias.
Emmerich hará planos sostenidos para el vuelo de los
helicópteros y usará planos generales para el ataque, contradiciendo el estilo
general del film. Esta escena está mucho mejor rodada. También sostendrá el
plano en el ataque al avión del vicepresidente, ahora presidente. Da penica que
se carguen a la simpática y complaciente amiga de Cale.
“¡Alto el fuego, alto el fuego! Creo que es amigo”. Manda
narices…
Esta parte final sí tiene pulso y fuerza, acción buena y trepidante en el último tercio, un buen clímax. Tendremos de todo, un helicóptero haciendo un ”Misión imposible” con su hélice en la corbata del simpático guía (Nicolas Wright), pelea entre Cale y el terrorista jefe (Jason Clarke), el protagonista atravesando cristales como si no costara, como en “Jungla de Cristal”, además le veremos con una camiseta blanca, como Bruce Willis, porque como todos sabemos en este tipo de películas el héroe tiene que ponerse en algún momento una camiseta blanca para mancharla… Los terroristas enterándose del parentesco de la niña con Cale… algo irremediable… en otro truco de guión consistente en que al protagonista se le caen las entradas para la Casa Blanca justo cuando se enfrenta con Stenz, el terrorista líder.
Cuenta atrás, chantaje, intercambios, ataques con misiles a
la Casa Blanca, la idea de acabar con Oriente Medio como se pretende acabar con
la casa presidencial… a lo burro. Los clásicos ingredientes.
La película presenta un divertido juego de ecos, algunos
casi surrealistas. Así multitud de cosas mencionadas al inicio tendrán su
plasmación en la misión. Veremos escenas de acción en uno de los 35 baños; Cale
prenderá fuego a la casa inspirándose en el cuadro de 1814; tendrán una
persecución en la blindadísima limusina mencionada al inicio; Cale se
convertirá en el principal miembro del servicio secreto del presidente; Emily
hará de abanderada, demostrando el talento que se perdió su padre, para
salvarle a él y al edificio de sus amores; Cale tendrá el ansiado abrazo de su
hija… La cinta se cierra de forma circular, con el presidente “haciendo eso”
junto a sus nuevos amigos una vez el plan de paz sigue adelante…
Un clímax que tiene tantas escenas espectaculares como
absurdas. Absurdas son las muertes de varios de los malos, como la del
informático (Jimmi Simpson), la de uno de los terroristas por un repentino
ataque de conciencia social, la del terrorista macarra a manos del entrañable
guía…
Siguiendo con el derroche de absurdeces en la parte final
vemos como tras 5 minutos de interminables conversaciones para que el
presidente abra el maletín y ponga su mano para activar los misiles, todo se
resuelve en 3 segundos cuando la cosa se pone tensa… Además siempre habrá
alguien que llame en el momento más inoportuno… Y los malos nunca matarán al
bueno aunque lo tengan a tiro y te entren ganas de decir ¿pero por qué no
disparas?
Pelas dobles, el guerrero presidente y su ex jefe de los
servicios secretos, el terrorista y Cale. Cale haciendo estallar a Stenz y
evitando el lanzamiento de misiles y como traca final pilotos incumpliendo
órdenes por ver a una niña abanderada en el jardín de la Casa Blanca, como si
de la abanderada del cuadro de Delacroix (“La libertad guiando al pueblo”) se
tratara. La mayor parte de esto presidido por el cuadro de Lincoln en el
Despacho Oval.
Un final que vuelve a parecerse más a una parodia que a otra
cosa. Emmerich es el director más irónico de la industria mainstream, pero se
marca una película horrenda. En definitiva, una evasión pura y dura que puede
ser disfrutable para los seguidores de la acción pura y dura, que con Emmerich
esconde una ironía y socarronería francamente simpática, aunque la película sea
mala. No la tomen muy en serio, así irá mejor.
Lo peor que ha rodado Emmerich. Un telefilme, si no fuera por el presupuesto y los efectos especiales. Hasta las narices de los tópicos sobre la familia de Roland. Más vale que se saque de la manga algo extraordinario la próxima vez porque yo ya le he puesto la cruz.
ResponderEliminarJajajaja me gusta cuando te pones guerrero. Tiene usted razón.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminaralguien me puede decir cual es el sonido de Richard Jenkins en el telefono
ResponderEliminarHola Jesús, es una musiquita muy conocida, pero no sé cómo se llama, intentaré enterarme.
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