La dirección es de una sobriedad clásica deslumbrante. De
planos generales se pasará a planos medios y primeros, en unas ocasiones a
través del montaje y en otras mediante un travelling de acercamiento. Los
planos-contraplanos son absolutamente rigurosos. El uso de los primeros planos
es preciso y muy expresivo.
Los mineros, por el contrario, trascenderán el dinero,
obsesión de LaHood. En un principio querrán aceptar la oferta para evitarse
problemas, para tras el emotivo discurso de Barret cambiarán de opinión para
enfrentarse a los pistoleros de LaHood. Hay un matiz interesante con respecto a
LaHood, pretende un monopolio y ganar dinero, pero sobre todo pretende evitar
su quiebra, que puede producirse si no encuentran oro y prohíben las bombas
hidráulicas, es decir, también por supervivencia...
El Predicador, su figura y significación, es la que forja la
unidad del grupo, que se aglutina y hace piña alrededor suyo, es la clave de la
unión, la figura que infunde valor. La fe. Lo simboliza todo.
Hay cierto toque ecologista que afortunadamente no se
desarrolla y queda implícito de forma acertada, por ejemplo en ese plano donde
el Predicador observa el deterioro de la tierra producto del impacto de las
bombas hidráulicas sobre ella.
Las palabras de Megan parecen volver a relacionarse con los
movimientos del Predicador, que tras los malos deseos de la chica desaparece
del poblado.
El montaje vinculará las dos tramas, el aviso por telegrama
a Stockburn y la marcha del Predicador. En el momento en el que el telegrafista
va a llamar a la puerta del Marshall al que veremos golpear será a Barret en la
puerta del protagonista.
Sarah resulta un personaje algo oportunista e indeciso,
recriminará cuando crea que van mal dadas y se mostrará siempre cobarde,
aunque no se la pueda reprochar teniendo una hija a su cargo. Cuando vea que el
Predicador se ha ido no tardará en echar en cara la bravuconada de intentar
enfrentarse a los pistoleros. Además ella ha ido dando largas a su enamorado
Barret, cosa que se acentúa al llegar el atractivo Predicador. Es una mujer a
la que le van más los duros que los honestos. Cuando crea que el Predicador se
ha ido se entregará al amor de Barret, aceptando su petición, por fin, de
matrimonio, a su pesar, ya que sus ojos y sentimientos están con el personaje
encarnado por Clint Eastwood. Incluso tras la aceptación no se resistirá a
intentarlo de nuevo de forma desesperada con el misterioso religioso…siempre
les quedará su noche de pasión. Se sincerará completamente, hablando de lo que
quiere (a Eastwood), y lo que necesita (un hombre que no la abandone). Sarah es
una mujer pasional.
Finalmente Sarah apostará, obligada por el Predicador, por
lo seguro y estable, obedeciendo a la madurez, aunque sea menos atractiva. El
enamoramiento de Sarah por el Predicador apenas se aprecia en la película,
parece más una atracción física potente, no hay evolución en ese aspecto. Eso
sí, a su noche de pasión no renunciará. Lo que sí se muestra y aprecia son sus
dudas con respecto a Barret.
El personaje de Barret es muy interesante, un ingenuo
idealista muy obstinado. Consciente en su silencioso mirar de todo lo que sucede
a su alrededor. Una total consciencia. Es conocedor, aunque no diga nada, de la
noche de amor que su prometida ha tenido con el Predicador, de igual forma que
intuye la naturaleza especial, mística, de éste… especialmente evidente en la mirada al
dibujo que dejaron las balas sobre Stockburn, ya que él vio las cicatrices en
la espalda de Eastwood. Hay admiración y conocimiento en esa última mirada.
Íntegro y de valores intachables. Fiel y constante, trabajador y sacrificado,
digno merecedor de la ayuda del Predicador.
LaHood, aprovechando la ausencia del Predicador, jugará sus
bazas, bloqueará el cauce del arroyo.
Uno de los momentos culminantes de la cinta lo tenemos en el
cambio del personaje de Eastwood, sustituyendo el alzacuello por la pistola.
Una vuelta a un etéreo pasado de un personaje sin nombre, ambiguo y misterioso,
que parece albergar en su memoria oscuros secretos. Un regreso a ese pasado por
una causa justa.
La belleza de los paisajes seminevados es extraordinaria.
Eastwood se muestra como un director tan capaz en la acción y la dureza como en la
sensibilidad y la sutileza. Ejemplo de brillantez en el manejo de la acción lo
tenemos en el duelo final, la sutileza la tenemos en la relación de amor de
Sarah con el Predicador o en pequeños detalles como la mirada que lanza Sarah al
arma de Eastwood.
La muerte de Spider resulta escalofriante, la violencia
cruda y sin matices. Acribillado ante sus propios hijos, que de la felicidad de
ir a la ciudad a celebrar y festejar el oro encontrado pasan a la desolación
máxima sin pausa para asumirlo.
La escena de amor entre Sarah y el Predicador insinúa
nuevamente un pasado turbio del personaje, sugerido, nunca explícito. Voces del
pasado viajando en el equipaje del protagonista. Una concepción de personaje
típica del cine de Leone. Este uso de un pasado oscuro o poco limpio también
nos remite al cine de Anthony Mann, muy presente en la cinta también.
Tras el amor purificador llega la hora de la guerra. El
Predicador saboteará toda la infraestructura de las bombas hidráulicas de
LaHood. Vengando la voladura del río que ordenó el empresario. Recibirá la ayuda
de Club (Richard Kiel), al que ya se le vio con ganas de intervenir en la
escena de la violación a Megan.
Una batalla que emprenderá en solitario, siguiendo un
destino marcado y el que parece ir fijando. Por ello recurrirá al hábil truco
de la pistola que se le cae para dejar atrás a Barret con intención de
protegerle. Un héroe que habría recibido el beneplácito de Howard Hawks, ya que
no pide ayuda y resuelve sus asuntos y los de los demás en solitario… El duelo
final puede remitir a “Solo ante el peligro” (Fred Zinnemann, 1952), aunque con
la mencionada diferencia de que el protagonista no pedirá ayuda.
Megan luchará por despedirse de su adorado y amado
Predicador, la mala conciencia por sus palabras la llevarán en una frenética
carrera hacia la ciudad donde el pistolero resolverá todo.
El duelo final es magistral de principio a fin, y más que el
duelo toda la secuencia en la que Eastwood llega a la ciudad a enfrentarse con
el grupo de Stockburn.
Para comenzar terminará de forma tan contundente como
sencilla y tranquila con los matones amateur a los que aleccionó en su oportuna
aparición al inicio de la película. El momento donde acaba con todos ellos,
menos dos a los que deja huir, es una demostración de puesta en escena sutil y
talentosa. Una deidad ajusticiando desde un plano de superioridad, unos
escalones más elevado. Notable y magnífica.
Hay que hacer notar que toda la película parece el decorado
de un hades del oeste, un lugar para los muertos, no sólo es por el personaje
principal es que incluso la ciudad parece desierta, apenas hay gente…
El sabor del cine, el sacar partido a toda la estética,
riquísima, del western se sublima en este duelo final con mucho del cine de
Leone en su esencia. El sombrero que deja Eastwood en el suelo frente a los
pistoleros de Stockburn, el sonido de las espuelas, los abrigos mecidos por el
viento, el de los villanos similares a los que vimos en “Hasta que llegó su hora” (Sergio Leone, 1968), los planos de las botas, las armas, como carga la
suya el Predicador…
Un duelo siete contra uno que se inicia con un bellísimo
plano de Eastwood solitario en el centro de la ciudad esperando a sus rivales
con la montaña nevada empequeñeciéndolo al fondo…
Eastwood irá acabando con sus rivales uno a uno, como una
sombra, como un fantasma, como un dios… Aparecerá de la nada, estará en todas
partes, invisible, como deslizándose… Una magistral puesta en escena y
resolución con brillantísimas soluciones visuales en la forma de acabar con
cada pistolero. Travellings, travellings de acercamiento, uso del suspense,
planos detalle, como los de las botas o el momento en que el Predicador recoge el
sombrero del suelo o carga su arma, panorámicas…
Barret también tendrá su protagonismo acabando con LaHood
perfectamente encuadrado en un espejo, una justa resolución.
“El jinete pálido” es una magnífica obra de madurez, de gran talento en todas sus facetas, destacando la precisa dirección de Eastwood. Una película misteriosa, ambigua, que juega con las ideas sugeridas dejando temas o aspectos abiertos, algunos ya mencionado, como la relación entre el Predicador y Stockburn, su pasado… Algo que sumado a la calidad de la cinta le da un toque especial, como a tantas grandes películas. Una cinta que reivindica los valores de la amistad, la solidaridad, el poder de la comunidad y de la individualidad, la admiración, la fe, la fuerza que da la misma, la lealtad…
Cine de envergadura por parte del imprescindible Clint
Eastwood.
Una delicia revivir, con tus comentarios, este film de Eastwood. Creo que la relación con Stockburn queda muy clara cuando éste exclama "¡Tú!", al verle la cara. Como siempre, magistral tu crítica.
ResponderEliminarMuchas gracias José, un placer. Con la ambigüedad me refiero a de dónde viene su relación, cual fue, qué ocurrió... Muchas dudas, lo único que queda claro es que se conocen en realidad jeje.
EliminarUn saludo y un placer leerte. Gracias por el comentario.
He revisado “The Pale Rider” hace unos cuantos meses, así que he disfrutado muchísimo con la crítica, por tenerla aún muy fresca.
ResponderEliminarPese a no ser considerada como una de las grandes de Eastwood, es una de mis favoritas de siempre. Es cierto que ha sido un actor algo inexpresivo, pero aun así siempre ha habido lugar en sus personajes para los matices. El Predicador que construye en esta película está la altura del William Munny de “Unforgiven”, aunque le encuentro más similitudes con su papel en “Gran Torino”.
Para mí lo mejor de la película es esa atmósfera opresiva que se crea desde el comienzo, creo que lo busca de forma deliberada, y de ahí tal vez proceda la recreación de ese pueblo semidesértico al que se hace referencia en la crítica.
Por poner un pero, diría que los asesinos de Stockburn siempre me han parecido algo sobrediseñados, con una puesta en escena un poco artificial, aun sabiendo que se busca una cierta teatralidad.
Ignoro cuántas películas le quedan a Eastwood, pero imagino que no demasiadas. Nuestro querido western va a quedar huérfano. A ver si perseveran los Coen... :)
Un placer, como siempre.
Sabbath9
El placer el mio Sabbath, muchas gracias por tu pasión y muy apreciable tu gusto por Eastwood. Hace tiempo que no se pasa por el western... No sé cómo va a quedar este género, el más completo que ha dado el cine.
EliminarEsa teatralidad es muy de Leone, es evidente que mamó de ahí para crear esa amenaza, dar potencia a esos personajes.
Un abrazo.
Omites paralelismos de esta película con "Raices Profundas" de George Stevens ¿no crees?
ResponderEliminarCreo que no, menciono en una de las entradas, precisamente, las diferencias, además que comentar varias veces que es un remake, con lo que ello supone.
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