Mucho entusiasmo despertó la última cinta de Tim Burton
debido al fiasco que han supuesto sus anteriores cintas, una recuperación
evidente aunque lejos de resultar genial. El director parece que después de sus
batacazos decidió apostar por algo más conocido, así que repescó su corto de
1984 y lo convirtió en un largometraje.
Burton se muestra cómodo y se zambulle en terreno conocido,
jugando con sus constantes, tanto visuales como temáticas, con esquematismo y
cierta previsibilidad pero con un indudable encanto y emoción.
El mayor problema de “Frankenweenie”, además de seguir al
dedillo a la evidentemente homenajeada “El doctor Frankenstein”, es que todo lo que vemos
ya lo contó Burton, y mucho mejor, en bastantes ocasiones, todos los temas, tics
y recursos habituales del director no sorprenden en ningún momento, lo que hace
todo previsible, se sabe perfectamente por donde irán los tiros.
Esto sumado a que las constantes habituales del director están aquí tratadas
con mucho más esquematismo, sin la profundidad de sus obras maestras. Son
muchas las películas del director que han desarrollado con más talento y profundidad los
temas que mencionaré a continuación, así como la estética tampoco se aleja de lo conocido.
Dicho todo esto el resultado final es satisfactorio y deja
un muy buen sabor de boca, especialmente porque aquí sí se distingue algo del
talento del director. Pero la mayor virtud no está en sus entrañables personajes,
su estética gótica personal y acertada que entusiasma a sus seguidores, ni en
la historia que mezcla toques de terror y humor con acierto, como es costumbre
en Burton… su mayor acierto son la multitud de referencias al fantaterror, a
las cintas de la Hammer de los 50 o 60 e incluso, y sobre todo, los autohomenajes
que se dedica él mismo. Un auténtico festín cinéfilo para amantes del género y
del director, que no para de dejar detalles irónicos y de jugar con clásicos de
su propia obra… y el universo del terror en general.
“Frankenweenie” tiene todas las ideas que ya conocemos de
Tim Burton, es una cinta explícitamente personal, casi biográfica. El niño
marginado, que está más a gusto en soledad y creando arte, la imaginación, el
diálogo entre realidad y ficción, así como con la muerte, un mundo que para
Burton en tan perturbador como atractivo y atrayente.
Las incursiones de Tim Burton en el cine de animación
siempre se han saldado con éxito, a la notable “La novia cadáver” (Tim Burton,
Mike Johnson, 2005), hay que añadir ahora ésta que esperemos suponga el impulso
que parece necesitar Burton, pisar terreno conocido para alejarse de
autoremakes, plagios, remakes y copias varias. Además hay que mencionar, por si
pensabais que me olvidaba, “Pesadilla antes de Navidad" (Henry Selick, 1993), de
la que es productor. Un cine de animación entrañable y bastante inspirado,
aunque ésta que nos ocupa es la más floja de las tres mencionadas, dicho sea de
paso.
Victor es un niño solitario que prefiere la soledad y vivir
en su mundo donde los estudios y las películas lo son todo, un mundo que
comparte con su único amigo, Sparky, su perro fiel. En un desgraciado accidente
Victor perderá a Sparky, con lo que su mundo se vendrá abajo, ahora sentirá de
verdad la soledad que creía placentera. La inspiración de un nuevo profesor
hará esperanzarse a Victor, quizá pueda recuperar a su amigo gracias a la ciencia.
Son curiosos los paralelismos que esta “Frankenweenie” tiene
con “El alucinante mundo de Norman” (2012) con la que ha compartido cartelera,
dos cintas profundamente burtonianas a todos los niveles, sobre todo conceptual.
Aquí, como en la cinta dirigida por Chris Butler y Sam Fell, la narración
comienza con una película dentro de una película, realizada por Victor, nuestro
protagonista, y protagonizada por su único amigo, Sparky. El perfecto retrato
burtoniano.
La familia, como siempre en Burton, será importante, el
padre mostrará su preocupación por el carácter solitario de Victor, mientras que
su madre será más comprensiva, no ve nada raro más allá de que vive en su
mundo, un niño especial, brillante.
Hay muchos hallazgos visuales magníficos en la cinta, como
muchas de esas transiciones entre escenas que nos regala Burton, como ejemplo el
rollo de película que se convierte en la rueda de bicicleta de un repartidor de
periódicos. Hay muchas, otras que unen el molino, el real y una maqueta, por
ejemplo. Estamos en New Holland, con un cartel que imita al de Hollywood, otro
guiño de Burton.
Ni que decir tiene que las omnipresentes ojeras de los
personajes burtonianos también aparecerán aquí.
Burton irá dejando muchos elementos para crear su atmósfera
y estética gótica, el esqueleto en la clase del profesor Rzykrusky, un sosias
de Martin Landau, que le pone voz en la versión original, por ejemplo. Este personaje será la inspiración para Victor,
algo más que un profesor, es un narrador de historias. Sus clases hablando de los
rayos, las descargas a una rana y la electricidad serán la clave para los
posteriores experimentos de Victor. En esa clase todos los niños resultarán
siniestros, con simpáticos parecidos a monstruos clásicos, incluido
Frankenstein. Es especialmente inquietante la niña del gato. Edgar, una especie
de Igor, será el personaje bisagra que complicará la trama, otro marginado que
querrá la colaboración de Victor para el proyecto de ciencias.
El personaje de Sparky no puede ser más encantador, es
complicado no enamorarse del perro, realmente simpático y entrañable. Burton se
entretendrá en multitud de ocasiones, ensimismado, en observar sus gestos y
rutinas, incluso veremos una seducción perruna junto a Persephone, la perra de
Elsa.
El conflicto entre normalidad y excepcionalidad, muy de
Burton también, especialmente porque el diálogo entre fantasía y realidad en
constante en sus películas, estará muy presente con el personaje del padre, que
insistirá en hacer de su hijo alguien “normal” e integrado en los parámetros
sociales más admitidos. Querrá que juegue al beisbol, en contra de los gustos
de su hijo. Aquí tenemos un estupendo detalle que posiblemente sea
autobiográfico, pero que seguro es manifestación de un profundo sentir. Esa
forma de forzar a Victor a hacer algo que no quiere por parte de su padre
acabará desencadenando la desgracia. En el partido de beisbol que juega Victor,
con gran éxito además, se producirá la muerte de Sparky, que correrá hacia la
bola lanzada por su amo y sufrirá un atropello. Una muerte que veremos en
cámara subjetiva.
Como en “Bambi” (David Hand, 1942) o “Buscando a Nemo”
(Andrew Stanton, Lee Unkrich, 2003), tenemos aquí otra muerte al inicio de la narración,
muertes de personajes entrañables que marcan al espectador, por eso Burton no
querrá dejar así las cosas. La sensibilidad de Burton se aprecia en todo
momento, como esos poéticos instantes, con la lluvia simbólica de fondo, donde
vemos a la perrita Persephone sola esperando jugar con su amigo Sparky…
Pósters como el de “Laser Pilot” o “20.000 leguas de viaje
submarino”, que vemos en el dormitorio
de Victor, historias de ciencia ficción, son pequeños detalles que sirven para
desarrollar y dibujar al personaje, así como dan plena coherencia a las motivaciones
del mismo y a la trama general de la película. En la escena posterior al
intento de consuelo paterno tendremos otro momento poético típico de Burton, el
poder sanador y resucitador del cine. Victor verá vivo de nuevo a su perro en
un antecedente de lo que logrará poco después, resucitarlo de verdad. Una breve
alegría al ver a su perro en pantalla contrastada con la tristeza de la
realidad. La imaginación y la fantasía como alivio y lugar de cobijo, algo
clave en el cine de Tim Burton.
Lo cierto es que pese a citarse a sí mismo además de homenajear a tantas cintas y directores como bien mencionas, este es el Burton que me gusta.
ResponderEliminarEmociona.
Y me gusta eso.
Beso sensei!!
Creo que te gustará Reina, ya me dirás.
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