Hayao Miyazaki es uno de los más grandes cineastas de
animación, no sólo de la actualidad, sino de todos los tiempos. Con un universo
totalmente personal, único y reconocible no ha cedido a la tentación de la
animación por ordenador y se ha mantenido fiel a la animación tradicional. La
belleza de sus dibujos, de sus historias, su imaginación desbordante y
conocimiento de la psicología infantil han hecho de él un referente ineludible.
Pixar y uno de sus genios, John Lasseter, dan buena cuenta de la influencia de
este cineasta, Lasseter de hecho es fan absoluto del japonés, no hay más que
ver el homenaje que le hace en “Toy Story 3”, colocando a Totoro, la otra gran
obra maestra indiscutible del cineasta, como uno de los personajes.
El universo de Miyazaki es increíblemente rico, un universo
en continua expansión, desbordante de imaginación, repleto de metáforas,
alegorías y capacidad de sugerencia, una orgía de detalles, personajes y
elementos que estimulan la imaginación infantil o no.
Su cine conecta de manera precisa con los niños, con la
sensibilidad infantil. Es un conocedor absoluto de su psicología, de
su sensibilidad, del funcionamiento de su naturaleza, su cine está repleto de
magia, que lo une de forma directa con lo anteriormente comentado.
La infancia, el mundo de los niños, sus miedos, el mundo
aéreo, con los aviones, personajes voladores o similares, siempre están muy
presentes, lo aeronáutico es una de las pasiones de Miyazaki (“Porco Rosso” 1992, “Nausicaa del valle
del viento” 1984, “El castillo en el cielo” 1986, “Nicky, la aprendiz de bruja” 1989, “El
castillo ambulante” 2004… incluso ésta que nos ocupa). El amor por la naturaleza, esencial,
donde plantas, rocas o todo tipo de elementos que la forman adquieren vida o son de vital importancia en sus narraciones, un
mundo a proteger siempre protagonista en el cine del director japonés, que en
sus mejores trabajos resulta un estimulante mensaje ecologista (“El viaje de
Chihiro” 2001, “Ponyo en el acantilado” 2008, “El castillo ambulante” 2004… aunque es una idea
que siempre está presente en mayor o menor grado), y en los peores, que
Miyazaki también tiene borrones aunque su filmografía pocas veces pinche en
hueso, demagógico o simplista (“Nausicaa del valle del viento” 1984, “La princesa
Mononoke” 1997…).
El amor, en sentido abstracto, es otro tema indispensable
del cineasta, generalmente relacionado con un chico y una chica o un niño y una
niña, como en la película que nos ocupa, pero que no tiene por qué estar ligado
al amor sentimental o de pareja, trasciende todo eso. En “El viaje de Chihiro”
ese amor acaba siendo una alegoría hacia la propia naturaleza, cuando descubrimos
que el chico, Haku, es la personificación de un río. El amor en sentido
abstracto, puro, a un ser que sólo ven los niños como en “Mi vecino Totoro”; a
un río como en “El viaje de Chihiro”; de un niño de 5 años a una especie de
“sirenita” en “Ponyo en el acantilado”; un amor romántico imposible en “Porco
Rosso” o la relación entre los chicos protagonistas en “El castillo en el cielo” 1986…
El cine de Miyazaki siempre contiene amor en todos los sentidos.
El mundo infantil, mágico, ajeno al adulto, donde todo es
posible, creado por los niños que son los únicos que tienen acceso a él, es
pilar fundamental de su cine, es la idea básica de esta “El viaje de Chihiro”,
que desarrolla lo que ya se mostró en “Mi vecino Totoro”. Un mundo que sólo los
niños pueden ver y al que sólo ellos pueden acceder, sólo abierto para ellos
que son los que conocen sus claves, secretos y pueden moverse con naturalidad
cumpliendo sus personales reglas.
La invisibilidad, el descubrimiento, la fascinación por lo
nuevo… todo relacionado con el mundo infantil que tan magistralmente retrata
Miyazaki.
La aventura, la lucha del bien contra el mal, un mal que en
numerosas ocasiones no lo es tanto y acaba también redimido, son aspectos que
podemos ver en un buen número de películas de Miyazaki.
La familia, como lugar esencial para el buen desarrollo de
la infancia, ya sea ésta la tradicional o más disfuncional, es un aspecto
preeminente también, lo vemos en “Mi vecino Totoro”, “El viaje de Chihiro”,
“Ponyo en el acantilado”…
El desarrollo de la imaginación en la infancia es clave para
Miyazaki.
Los personajes y dibujos de Miyazaki son tremendamente
reconocibles, en ellos es capaz de transmitir miedo e inquietud al espectador,
sentimientos muy característicos de los niños ante lo desconocido, para luego
tornar a dichos personajes en todo lo contrario, un ejemplo lo tenemos en el
Gatobús de “Mi vecino Totoro”. Los gatos, de hecho, tienen una especial
importancia en la obra del cineasta.
La transformación, la metamorfosis, es algo omnipresente en
el cine de Miyazaki, no ya porque lo veamos en otras muchas de sus películas
(“La princesa Mononoke”, “Ponyo en el acantilado”, “Porco Rosso”…) sino porque
en ésta que nos ocupa la tenemos por todos lados, casi la vertebra (la de
Yubaba en pájaro, la de su hijo y el pequeño pajarito de Yubaba, la de los
padres de Chihiro, la de Haku en dragón…).
Es de reseñar que, en general, Miyazaki apuesta más por las
niñas o personajes femeninos para sus películas, hay excepciones, pero en
líneas generales es así, “Mi vecino Totoro”, “Nicky, la aprendiz de bruja”,
“Nausicaa del valle del viento”, “El
castillo en el cielo”, “El viaje de Chihiro”, “El castillo ambulante”… En otros
casos son chicos los protagonistas como en “Ponyo en el acantilado”, esto relativamente, o “La
princesa Mononoke”, pero en ambos casos, sea el protagonista chico o chica, se
le suele unir un amigo o colaborador del sexo opuesto.
La dualidad es mostrada de múltiples formas en el cine del
director japonés, parejas protagonistas, personajes con doble cara o distintas
personalidades… Aquí en “El viaje de Chihiro” lo vemos en muchas ocasiones,
Haku parecerá tener dos personalidades, una amable con Chihiro y otra de fiel
servidor de Yububa, incluso se transforma en dragón; el dios pestilente en
realidad acaba siendo un dios del río; Yububa tiene una gemela que es su
contraria; el “Sin Cara” será un personaje amable hasta que se entrega a sus
impulsos más incontrolados…
Miyazaki comienza Chihiro con la sutileza que acostumbra en
sus grandes obras, dos pequeñas pinceladas que definen el estado y
circunstancias en las que se encuentra la protagonista. Un plano del ramo de
flores que le regalaron sus compañeros de clase para despedirla inunda el
encuadre, el mundo natural presente desde el inicio. Esta imagen, postiza, se
transforma enseguida. Nuestra protagonista está triste, esa despedida es debida
a la mudanza que está haciendo su familia, lo que conlleva perder a los amigos
y cambiar la vida y relaciones que había llevado hasta ese momento, volver a
comenzar con las dificultades que eso supone. Una realidad incómoda, la
sensación de sentirse desarraigado, arrancado de lo que se había forjado
(amistades, rutinas…), perdido, obligado a comenzar de nuevo y a sentir los
miedos de los inicios.
Es fascinante la forma en la que Miyazaki nos va
introduciendo en ese mundo de fantasía en el que Chihiro vivirá sus aventuras. Veremos pequeños y extraños altares en honor a divinidades, estatuas, un
camino misterioso en medio de la vegetación… todo cada vez más sugerente y que
parece alejarse de lo “real”. Hasta llegar a un túnel.
Este tránsito con el coche a través del bosque y de la
familia por el túnel nos remite a la imprescindible “Alicia en el país de las
maravillas” y “A través del espejo”. Un viaje al lugar de la fantasía, un lugar
solamente posible en la mente de un niño. La entrada al túnel, con una temerosa
Chihiro, muestra a la perfección los más íntimos miedos infantiles.
La construcción de “El viaje de Chihiro” es realmente
extraordinaria, la evolución de la historia, de los personajes o de elementos
más concretos dentro de la narración usando distintos aspectos de la puesta en
escena, las metáforas visuales y recursos de todo tipo son de una riqueza asombrosa.
Todo el entramado y los detalles denotan el mimo y cuidado de Miyazaki en esta
cinta. Un ejemplo de esa evolución y progresión, comentaré más, lo tenemos en
la paulatina animalización del padre de Chihiro. Primero lo veremos olisqueando
como si fuera un sabueso siguiendo el rastro del olor a comida, acto seguido,
una vez encuentre el lugar de donde procede dicho olor, lo veremos en un plano
junto a una gran cabeza de pescado situada debajo… Poco después sucederá la
terrible transformación en cerdo.
Toda esta exploración parece destinada, como si una magia
especial impulsara a la familia hacia ese misterioso lugar, algo que se
mostrará con elementos naturales, como no puede ser de otra manera en Miyazaki,
con ese viento que parece empujarlos hacia dentro. El lugar parece ser un
parque temático abandonado. La idea de un parque temático se puede relacionar
de forma sutil con esa crítica habitual del cine de Miyazaki hacia el maltrato
a la naturaleza y todo lo que la daña, construcciones, industrialización,
contaminación…
El tren.
Uno de los elementos de la película que mejor muestra esa
evolución mencionada, esa progresión, es el tren. En la construcción interna de
“El viaje de Chihiro” tendremos multitud de detalles a tener en cuanta con
evoluciones de este tipo, el uso de ecos o cebos que van forjando las
situaciones y a los personajes… El tren simboliza el tránsito, la idea de la
madurez, de la superación de los miedos y temores de Chihiro, un viaje que debe
hacer. De este modo el tren se irá acercando paulatinamente a Chihiro según
vaya avanzando en ese aprendizaje, hasta que finalmente, cuando esté lista,
podrá realizar ese viaje final, como si de un videojuego en el que hay que ir
pasando misiones para llegar a los siguientes niveles se tratara.
-La primera vez que tenemos consciencia del tren es cuando
la familia se dispone a cruzar el oscuro túnel, un tren casi sugerido, evocado,
lejano aún, que nuestros personajes no ven, tan solo oyen. Posteriormente el
tren irá apareciendo en distintos momentos bajo la atenta mirada de Chihiro. En
el puente, justo antes de su primer encuentro con Haku, Chihiro verá al tren
por primera vez, el puente, otro símbolo de tránsito, es el lugar perfecto para
todo esto, la visión del tren y su encuentro con Haku. Está dando sus primeros
pasos en esa madurez y hacia la pérdida de sus miedos e inseguridades.
Poco después llegará la noche, Chihiro encontrará en ese
misterioso chico, Haku, un guía, un amigo que la ayudará. Él intentará que ella
se vaya de allí a tiempo.
En su huida, de regreso a donde están sus padres, tendrá lugar una de las escenas más escalofriantes de la película, realmente terrorífica. La transformación en cerdos de éstos. El miedo, el desarraigo, la soledad, el abandono, la sensación de desprotección y de pérdida, invaden a Chihiro, sentimientos análogos, aunque en menor medida, a los que le provocaba la mudanza. Un mundo fantástico que servirá a la niña como evasión y liberación para sobrellevar mejor ese cambio, esa transición, en su vida que supone la mudanza y que viene representado con la presencia del tren. Es decir, en el mundo fantástico en el que se ve Chihiro se manifiestan los temores de la niña creados por una mente infantil.
-El tren volverá a aparecer cuando Chihiro siga el camino
marcado por Haku hacia las calderas donde se encuentra Kamajii. Un camino que
Haku grabó en la cabeza de la cría.
-Tras ser contratada el tren aparecerá de nuevo. Cada
progreso en la madurez personal de Chihiro viene subrayado con la aparición del
tren. La tenacidad, la constancia, el progreso, el aprendizaje, la superación…
-Volveremos a ver al tren a través del mar después del
ajetreado trabajo de Chihiro con el dios del río que es confundido con un dios
pestilente. Como de costumbre aparecerá tras un nuevo éxito en el progreso de
la pequeña.
-Por fin el viaje final hacia su destino, el final de su
madurez, su encuentro con Zeniba y con Haku, alcanzando la paz de espíritu y la
seguridad necesaria para seguir su vida. Montada en el tren.
Chihiro está obligada a superar los miedos, las inseguridades
que va a encontrarse en su nueva vida, tendrá que confiar, superar las
vergüenzas, el miedo a presentarse, a hablar, tendrá que luchar por lo suyo,
hacerse valer… todo lo necesario cuando se llega a un nuevo lugar. Además la
niña se buscará un motivo poderoso para lograr todos estos propósitos.
Reencontrarse con sus padres.
Dedicada a Reina, es un orgullo conocerte y un honor tu fidelidad.
A Reina??????? pero si fui yo quién te dio la brasaaaaaaaaa con la peli,jejejejejeje.
ResponderEliminarVi esta pelicula ya con unos años y me encantó. Es asombroso como Miyazaki crea un mundo nuevo y consigue que te emociones con la aventura de la niña protagonista.
Siempre será una de mis pelis favoritas
Chu4che jajaja no te pongas celoso. No tenía consciencia de la petición, sabía que te gustaba porque lo comentabas cuando la citaba, pero no como petición. De Reina viene de hace mucho. En cualquier caso sería fallo mio. Sí tengo apuntado RÍO BRAVO, que estará tan currada como ésta, no lo dudes.
ResponderEliminarExcelente.
ResponderEliminarLeer tus análisis es como volver a mis años de bachillerato y a esas inolvidables clases de estudio simbólico de la poesía, MrSambo.
Espero con impaciencia las dos próximas entregas de Miyazaki, el Genio.
Un abrazo.
Muchas gracias maestro Herep, gran responsabilidad encarar a Miyazaki, a ver si cumplimos bien.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
mrsambo
ResponderEliminarera broma, Reina también se lo merece
Chu4che tú sabes que tienes bula y derecho a todo jaja
ResponderEliminarMi querido MrSambo!!!
ResponderEliminarMuchas muchas muchas gracias!!
Primero por la deficatoria, que me ha emocionado (chu4che, no te enfades…) y desde luego por traer este análisis.
Sí, de todas las pelis de HM es la que más me gusta. Cuando la vi me fascinó. Completamente fascinada por esa imaginería japonesa (algunos símbolos se me escapan, pero me siguen hechizando), la sensibilidad, la dulzura, los contrastes, desde luego el propio trazo de la animación, distinta de la perfección de Pixar pero precisamente por eso más delicada…
Lloré con esta peli. Pero entre que soy muy blandurri y que la primera vez estaba especialmente hipersensible…
Viaje iniciático, es cierto. Y el amor, el amor más allá del amor romántico; la naturaleza antropoformizada, que ayuda (o cura…) y a la que hay que cuidar.
Códigos que los niños asumen por sorprendentes que sean, su adaptación a las situaciones, la bondad…
Tanto…
Estoy completamente de acuerdo con Herep.
Me encantan tus análisis. Tu forma de plantearlos. Lirismo en esta ocasión. Fruto de tu exquisita sensibilidad.
Esperando las otras entregas…impaciente.
Y perdona que no sea un comentario más preciso. Me siento tan honrada, agradecida y entusiasmada que se me puerden las palabras…
Muchos besos y abrazos muy cálidos!
Pues yo lo veo muy preciso Reina, y no tienes nada que agradecer, el agradecido soy yo.
ResponderEliminarEs la marca de casa, su sensibilidad, cuando conectas emociona intensamente. Alguna vez se le fue la mano en alguna peli, pero sirve especialmente para valorar aún más sus obras maestras.
A ver si te sigue gustando.
Besos y abrazos.
Ay que bonita!
ResponderEliminarEsta peli la vi por recomendación tuya y me encantó igual que tu crítica, siempre genial.
Como en cada peli siempre me enamoro de algún personaje, en esta Haku me parece de lo más entrañable.
Bonita película y gran critica.
Besos chikitillo
Muchas gracias Luna, un placer y me alegra mucho que te gustara la recomendación. La verdad es que es cierto lo que comentas, son personajes que enamoran.
ResponderEliminarBesos guapa.
Esa fue la primera película de Ghibli que vi, de ahí me enamore de todos sus demás trabajos.
ResponderEliminarNo me extraña amigo Rolando. Un abrazo.
ResponderEliminarNormalmente la gente se "estrena" en Ghibli con Porco Rosso, por la publicidad que tuvo en los medios en su momento. Pero sin lugar a dudas "Sen to Chihiro no Kamikakushi", mal traducida al inglés como "Spirited away", es la cinta más apasionante de Miyazaki.
ResponderEliminarAlgunos, por contra, prefieren Mononoke [Hime] o [Tonari no] Totoro, ambas muy interesantes en su género. Sin embargo, Chihiro (quizás también "Ponyo" y "El castillo ambulante de Howl" en menor medida) es de las pocas de Miyazaki que puedes ir a ver con tus hijos sin riesgo a que terminen traumatizados por la violencia o con cara de no haber entendido nada.
Es posible Reboot, un buen viaje por su filmografía. Tengo debilidad por Totoro, ciertamente.
ResponderEliminarUn saludo y gracias por el aporte.
Miyazaki y su mágico mundo... Siempre sera así...
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