El maestro William Wyler, uno de los más grandes directores
de la historia, nos deleita con otro título que sin estar entre los más
conocidos y destacados de su filmografía es otra maravilla. Un título muy
notable.
Wyler adapta la obra de Sidney Kingsley, “Detective Story”,
que describe la vida cotidiana en una comisaría de Manhattan. Allí un policía
interpretado por Kirk Douglas, un fanático de la justicia, usará todos los
métodos disponibles para lograr información.
La forma de rodar de Wyler es simplemente portentosa, un
perfeccionista obsesivo. Aquí nos deleita con una clase magistral de cómo rodar en
un escenario único, la mayor parte del tiempo, del aprovechamiento perfecto del
espacio y precisión para el encuadre. Bien es cierto que la película no logra
deshacerse de su carácter teatral pero el talento de la dirección es
incuestionable.
Como haría también en “Horas desesperadas” (1995), por ejemplo, Wyler reúne a un grupo de personajes en un escenario y explota todas las posibilidades dramáticas que los conflictos entre ellos y la propia claustrofobia del encierro provocan.
Desde el inicio Wyler va dejando interesantes aspectos de
dirección y montaje. Acortará los encuadres, del plano general nos situará en
uno medio para centrar la acción que le interesa en un aspecto
determinado, esto lo hará con asiduidad. Un estilo clásico, depurado y preciso.
Ni que decir tiene que podremos disfrutar de la precisión geométrica de la
puesta en escena de Wyler.
Wyler ira contando su historia mezclando la rutina general y habitual de la comisaría con los conflictos personales de los personajes principales. Además tendremos varios casos que irán evolucionando a la vez, entretejiendo todo un fresco de la vida cotidiana de los policías en su trabajo. Un texto muy bien escrito que saca partido e interrelaciona a la perfección todas sus tramas.
El cansancio, la rutina, el sudor de los policías, pequeños
gestos de abatimiento y pesadez en los actores, nos recrean perfectamente el
mundo en el que Wyler nos introduce, dotándolo de fisicidad y veracidad. Una
policía ante la que se tiene mucho respeto, como vemos en el gesto del taxista
cuando recibe un choque en su coche de uno de ellos, como si no pasara nada.
La tesis principal de la cinta es el conflicto entre ley y justicia, profundizándose en ellos de forma notable, en las dificultades de la una y la otra, y la necesidad de ambas. Douglas representará la justicia pura y dura, lo que conlleva saltarse la ley, y la moral, cuando lo cree necesario para lograrla.
En este retrato sobre la vida en la comisaría se nos
mostrarán las propias leyes que siguen los policías con respecto a los
detenidos, con todos se mostrarán generosos y les darán de comer… salvo con los
asesinos. Veremos, y disfrutaremos, de las técnicas policiales. Sus medios son
limitadísimos, casi inexistentes, dependían de la propia convicción y capacidad
de sugestión para sonsacar información, se entiende que en su frustración, en
muchas ocasiones, pierdan los papeles por impotencia. Aquí veremos en acción la
clásica táctica del “poli bueno-poli malo”. Nos explicarán sus distintas
preocupaciones por los distintos delitos, reseñando claramente su jerarquía.
Asistiremos también a casos cotidianos breves, como la señora paranoica o el
señor al que le han robado la cartera, un gran fresco realista.
Si por algo destaca el film es por su portentosa planificación y puesta en escena, por el movimiento de los actores en la misma. Wyler además nos deja siempre meridianamente claro dónde estamos, en qué lugar, su precisión es total y saca partido a todos los elementos, puertas e instancias del escenario. Wyler demostrará su absoluto dominio clásico del lenguaje cinematográfico eligiendo siempre acertadamente el uso de sus instrumentos, así unas veces recurrirá al montaje, como señalé anteriormente, para centrar la acción y en otras recurrirá al travelling de acercamiento, buscando un sentido emotivo. Sencillez, sutileza y precisión.
Es reseñable la sutileza en la escena del reconocimiento, con Gladys George y su visón, y ese breve desvío disimulado de la mirada al reconocer al culpable.
El personaje de Kirk Douglas recuerda en ciertos aspectos al
de Orson Welles en “Sed de mal” (1958), el detective Quilan. Las dos películas
se cruzan en ciertas reflexiones sobre la ley y la justicia, y el personaje de
Douglas tiene el mismo talento para intuir delincuentes como el policía
interpretado por Orson Welles. Además los dos usarán en ocasiones métodos poco
legales para lograr sus propósitos. Luego, evidentemente, tienen otras muchas
diferencias. Esa disyuntiva entre Ley y Justicia se vuelve a tratar en la
escena que acontece en la “Record Room”, donde Douglas se sincera y nos explica
que las leyes impiden en muchas ocasiones aplicar la justicia debida.
Douglas es tenaz, muy profesional, obsesivo hasta el punto de subordinar su vida familiar a la profesional, intransigente con la injusticia y el delito, inflexible, intolerante, profesional vocacional y acomplejado por el recuerdo e influencia negativa de su padre. Es cruel, vengativo, mercancía averiada producto de la influencia paterna que logrará expiar sus pecados al final. Está bañado en resentimiento y trata de canalizarlo a través de su trabajo, deteniendo delincuentes. Un gran personaje muy complejo, que casi opta por inmolarse, buscar la muerte, cuando ve que su mentalidad no tiene arreglo y le ha alejado de su mujer.
La escena del furgón es una de las más destacadas, de las pocas veces que abandonamos la comisaría. Es extraordinaria la explicación que se da a la entrega voluntaria del villano doctor y la reacción que mantienen ambos actores, Douglas y George Macready. Si Welles-Quinlan abusaba de las pruebas falsas, Douglas-McLeod lo hace de la violencia.
La película divide en actos también su narración haciendo
fundidos en negro. El segundo acto se iniciará con un gran picado sobre la
comisaría, el microcosmos en el que indaga Wyler. No acabo de creerme al
teniente Monaghan, interpretado por Horace McMahon, con esos morritos que pone
constantemente.
Todas las historias evolucionan paralelas a la central y de
forma perfecta. La de la chica que comete el hurto menor que vemos al inicio,
interpretada por Lee Grant, que estuvo nominada al Oscar; la del joven que
comete un robo por amor; la de los delincuentes habituales con el alocado
histérico interpretado por Joseph Wiseman…
Wyler sigue demostrando su maestría en la dirección,
haciendo el relato muy cinematográfico con escenas donde los juegos de miradas
son esenciales. También a destacar la escena de las tres llamadas simultáneas
donde los encuadres se van acortando cuando alguna de las mencionadas llamadas
finaliza.
Wyler no se olvida de los pequeños detalles, las bromas, la camaradería, los breves momentos de asueto o de confesiones entre los policías. Una escena simpática al respecto la tenemos en la broma de Douglas a un compañero con la puerta que aquel para con el pie cada vez que alguien sale.
La trama pega un giro en el último tercio cuando se unen las
tramas del médico abortivo con la historia personal del propio detective
McLeod, con su mujer en concreto. La película es moderadamente transgresora ya
que el tema del aborto no se había tratado apenas en el cine, aquí, sin
explayarse en demasía, es una parte importante de la trama.
La escena de la confesión entre Douglas y su mujer, una magnífica Eleanor Parker que es de lo mejor y más destacado de la película, nos deja intensos momentos emocionales. Wyler situará la cámara sobre Douglas, de pie, ante su sentada mujer, minimizándola, mostrando su dignidad. Momentos y diálogos duros. Esa planificación, con Douglas en un estado de superioridad moral, de mayor dignidad, varía cuando llama “golfa” a su mujer, en ese momento Wyler volverá a situar a cámara y actores en una posición de igualdad, la superioridad de Douglas desaparece.
Wyler usa en varias ocasiones la escalera, que acaba resultando
especialmente simbólica en una de las escenas finales donde conversan Douglas y
el abogado de Schneider (Warner Anderson), es el escenario de la indefinición,
que muestra su incapacidad para avanzar o cambiar.
Hay estupendos detalles de guión como el eco que supone el
robo del arma del histérico delincuente interpretado por Joseph Wiseman a uno
de los policías que anteriormente fue advertido sobre esa posibilidad, y que
desencadenará la tragedia final.
El final resulta bastante desolador y redentor a partes igual, un final que se ve venir en esa atmósfera cada vez más tensa y cargada que presagia la tragedia, perfectamente modulada por Wyler. La cinta concluirá con otro picado sobre la comisaría y otro posterior sobre la calle adyacente mientras vemos salir al joven detenido por robo y su novia. Un final para nada feliz.
“Brigada 21” posee una magnífico guión y dirección y unas soberbias interpretaciones, Douglas está muy bien y Parker magnífica, que también estuvo nominada al Oscar. Destacar a William Bendix en el papel de ese policía bondadoso. En ningún momento se oculta el carácter teatral de la propuesta lo que puede pesar al espectador en algún momento al estar casi todo el metraje ambientado en un único escenario, aunque la historia es atractiva y está muy bien regulada, posee un gran ritmo y una gran intensidad. Algunos de los postulados son algo cuestionables, a pesar de todo.
Otra cinta de indudable calidad del maestro Wyler.
ResponderEliminarMagnífica crítica Sambora, otra peli más que buscar para disfrutarla con bolsa de palomitas incluida, un saludo.
Vehemencia, razón y el paso de los años - http://bit.ly/UfBzO3
Hace siglos que la vi, así q debería volver a ponerla, porque me has hecho recordar escenas!
ResponderEliminarQué expresión la de Douglas joven, verdad? Y q contrapunto la dulzura de la Parker…
Wller…
Su dirección…
Siempre pienso q me encantaría asistir a seminarios cinemelódicos 'live' con visionado o audición y comentarios. No lo has pensado? En plan universidad de verano d Santander!!!
Sabes? Lo del cierto sabor "teatral" siempre me lleva a otra peli "luna nueva" (la interpretabas tú, así q te acordarás!!! ;-P) cada vez q la veo m parece justo eso: una obra d teatro filmada. Y no lo digo como defecto, q me gusta mucho, sino como catacterística. Igual no estás d acuerdo, sensei…
Gracias por tu trabajo, de veras. Me encanta leerte, aprendo y disfruto.
Un gran beso!!!
Muchas gracias Reina, sí tendría su gracia, si interesara a la gente, lo del seminario jajaja
ResponderEliminarLUNA NUEVA, obra maestra, y sí, muy teatral también. Qué joya de película, de las primeras que vi en mi nacimiento cinéfilo.
Un beso.
No recordaba la película por su título, pero lo hice en cuanto entré aquí y vi las fotos (impresionantes).
ResponderEliminarDebo decir que en su momento me encantó Detective story (hará como 20 años) y después la vi varias veces. No pierde interés, sigue teniendo escenas memorables.
Para mi el Sr Wyler es un grandísimo maestro del cine, incomparable, como los grandes, domina todos los géneros. Quizá algunas escenas me evoquen al Sr Ford... (otro grande entre los grandes).
MrSambo, enhorabuena por el foro cinéfilo, nivelazo, sepas que aunque no intervenga lo sigo. También disfruto mucho del 7º arte, del que se escribe con mayúsculas.
P.D. No me deja poner mi nick, soy pezuco.
Pues sepa usted señor Pezuco que es un auténtico honor que se pase por aquí, yo le sigo atentamente en el Raulista.
ResponderEliminarToda la razón, tocó todos los palos, se le ha infravalorado pero es uno de los más grandes.
Un abrazo fuerte, está usted en su casa.
Mi querido MrSambo:Eres una fuente inagotable de saber cinematográfico y leyéndote siempre disfruto y siempre aprendo.
ResponderEliminarDisfruto especialmente cuando haces la crítica de clásicos.A Wyler, concretamente, lo adoro.
Apoyo la idea de los "Seminarios Cinemelódicos"Podrías organizar uno al trimestre,o así.Yo asistiría en primera fila.
Ya sabes que soy muy fan tuya,aunque casi nunca escriba.
Un beso.
Lunalia.
Qué placer Lunalia!!!!! Honor que me haces. Muchas gracias por tus palabras, aunque no es para tanto jejejeje.
ResponderEliminarMe plantearé lo de los Seminarios jajaja, aunque sea para hacerte ir.
Wyler es uno de los más grandes, aunque también esté algo infravalorado.
Un beso, Lunalia.