
Steve McQueen, no el actor sino el director, nos ofrece una
película dura, compleja, nada complaciente y brillante.
Nunca he entendido muy bien las críticas que condenan una
película por considerarla moralista, no es ningún defecto que el director dé su
opinión, lo que sería criticable es la incoherencia o inconsistencia entre sus
propias opiniones y decisiones. Aquí es verdad que la mayor parte del relato
es frío y distante y que hacia el final el
director parece condenar en cierta medida a su personaje, algo que ha provocado
ciertas críticas negativas hacia ese punto. El hecho es que el tono se mantiene
constante en todo momento y que el desarrollo dramático y evolución de su
personaje es notable hasta el final.

La progresión y seguridad, tanto dramática como narrativa, de
McQueen es soberbia. Veremos al pletórico Fassbender, que repite con el
director, en la primera parte de la cinta disfrutando de esa apacible vida
donde el sexo y la soledad placentera lo inundan todo. Es feliz, en apariencia.
Un plano picado de un hombre despierto en la cama mirando al
techo, haciendo tiempo para levantarse, que parece saciado, también vacío,
tranquilo, esperando comenzar un día más, inicia la narración. Le veremos coger el metro, el metro
será un lugar simbólico que regirá su vida, los sucesos que allí acontezcan marcarán la psicología del personaje, un personaje que se deja llevar por la vida
y por el sexo. En esta escena mirará a
un vagabundo, alguien con el que tiene más cosas en común de las que parece, él
es un solitario al que veremos vagar en no pocas ocasiones. La diferencia es
que uno tiene medios y el otro no.



Un referente en la frialdad de la mirada de McQueen, al
menos en buena parte de la cinta, y en esa muestra de la muerte de los
sentimientos en la sociedad moderna que intenta compensarlo o sustituirlo por
sensaciones, lo tenemos en “Crash” (1996) de David Cronenberg, mucho más, incluso, que en la novela de Ballard. La cinta de Cronenberg, es posiblemente
una de las películas más frías que se han rodado jamás.

La dirección de McQueen es realmente brillante, retratará la
resquebrajada, indefinida… personalidad del protagonista con múltiples recursos
visuales que iremos comentando. Siempre que veo esto en películas recuerdo
“Lawrence de Arabia” (1962), y como David Lean lo hizo con el protagonista.
Para empezar tendremos un plano de Fassbender desenfocado en el metro.
La seguridad de McQueen la veremos en los múltiples
silencios que contiene la película así como en los magníficos planos secuencia,
algunos con primeros planos sostenidos realmente espectaculares. En la escena
del metro tendremos un juego sensual de miradas entre Fassbender y la guapa
chica, una chica que parece representar su deseo, su propia adicción sexual,
por ello cuando intente llegar a ella la perderá entre la multitud.
En su trabajo una frase en off “eres asqueroso” será el
primer signo en ese viaje a los infiernos que va a iniciar Brandon. Esa frase
le despertará de su ensimismamiento, es algo que no quiere plantearse porque le
da vergüenza asumirlo (es el título de la película de hecho), y por ello de
alguna forma se siente identificado. Es feliz mientras sea secreto.
La película está abarrotada de cristales, espejos, planos
desenfocados… Esto, como he comentado otras veces, está siendo muy común en las
puestas en escena modernas, una representación de un mundo de apariencias,
virtual, burbuja, que aísla, oculta e insensibiliza, que resalta la falsedad y
la mentira. Fassbender está integrado perfectamente en ese mundo, está cómodo.


Brandon sorprenderá a su hermana en el baño mientras se
ducha, esto tendrá su eco en una escena culminante, por lo que supone de punto
de inflexión definitivo en los dos personajes protagonistas.
Una vez más en el metro, en esta ocasión esperándolo. Vemos a
Sissy al borde del andén, de esta forma nos muestra McQueen el desprecio por la
vida que tiene ese personaje, del que descubriremos sus tendencias suicidas
posteriormente. Dos pinceladas y tenemos el retrato del personaje.

La hipersensibilidad de Sissy perturba a Brandon.
Una de las escenas cumbres, y seguramente por la que será
recordada la película, la tenemos en el tristísimo y melancólico “New York, New
York” que canta Carey Mulligan con un espectacular plano sostenido en buena
parte de la interpretación. Una escena clave para entender a los personajes. De
la desbordante sensibilidad de ella a la frustración que los sentimientos
producen en él. Brandon, un también magnífico en esta secuencia Fassbender, no
puede evitar emocionarse y soltar una lagrimilla, para su frustración, cuando
oye la interpretación de su hermana. No querrá reconocer que ha llorado, pero
se da cuenta de que es peligrosa porque crea fisuras en su coraza. Entendemos entonces por qué era tan reticente a ir, sabía lo que le pasaría.
Un “New York, New York” triste y melancólico, como los personajes
que retrata McQueen o la propia ciudad que los contiene. Una escena de
interpretaciones maravillosas y un momento inolvidable de Carey Mulligan.

Esta huida será mostrada con otro maravilloso plano
secuencia donde Brandon sale a correr para evadirse de lo que sucede en su casa
e intentar poner orden en su confusión. Una huida que puede ser eterna. Un
larguísimo travelling lo seguirá por ese mundo sin escrúpulos en el que vivía
plácidamente.
Curioso eso de que ponga como algo negativo el ser moralizante cuando no se ve ningún problema en películas que pretenden ser panfletos pro-X cuando X es alguna cosa políticamente correcta.
ResponderEliminarSe podría decir mucho sobre eso. Me limitaré a decir que una muestra de la actitud tan frecuente tras la que se trasluce la idea de que la libertad es que todos hagan y digan lo mismo que yo o se fastidien aceptando lo que yo diga.
Exacto Rojo, lo moralizante o que el director dé su opinión, vale si dice algo que nos gusta o si este director acaba siendo indiscutible, vease Billy Wilder, por ejemplo, un director muy moralista. En esos casos no pasa nada. Pero si nos contradice entonces ser moralista es malo.
ResponderEliminarEs curioso como a menudo en el cine (y en la vida!!) aparece el sexo como un final al q hay q llegar, una comunión, y aquí es el punto de partida y la soledad.
ResponderEliminarGuapo muchacho. Muy limpio él!!
Muy interesante el análisis, sensei. Esperando la 2/2!!!
Beso!!
R
Sí R, aquí es más que eso, es una dependencia placentera, secreta y buscada... que acaba siendo desoladora. A ver si te gusta la segunda parte tanto como el chico limpio y aseado jajajaja
ResponderEliminar