
“El hombre de Petersburgo”, “La clave está en Rebeca” o “Las
alas del águila” son algunos de los thrillers que le dieron fama mundial,
novelas de espionaje de aliento clásico y siguiendo la estela de Frederick
Forsyth. Novelas apreciables y muy entretenidas de las que se han vendido millones
de ejemplares.
Con esta obra que nos ocupa, mucho más compleja y ambiciosa
que las anteriores, como él mismo reconoce, y que pretendía ir más allá del
mero entretenimiento, comienza otra época donde se centrará en las novelas
históricas. “Un lugar llamado libertad”, ambientada en la Escocia del siglo
XVIII, y el mundo de la minería o “Una fortuna peligrosa” que se ambienta en la
época victoriana, son algunos de los ejemplos.
“Los pilares de la
tierra” tiene muchos aciertos narrativos. Una epopeya vital donde los
personajes van pasando, se nos cuenta la historia de varias generaciones de una
familia, y de los que vemos su nacimiento y su muerte. Una novela imprevisible
donde el que parece el protagonista sólo lo será hasta un punto determinado de
la narración.

El protagonismo se irá alternando aunque hay un personaje
que lo aglutina de manera más firme. Philip, un monje que llega a ser prior de
Kingsbridge, jugará una gigantesca y cruel partida de ajedrez contra Waleran
Bigod, un poderoso clérigo de infinita influencia. Jack Jackson también será
uno de los principales personajes en la parte final de la novela, junto a
Aliena de Shiring. En la primera parte serán Tom Builder y Ellen quienes
protagonizarán la mayor parte del relato.
Lazos familiares secretos, ambiciones, injurias, mentiras,
traiciones, conspiraciones, intrigas políticas, revelaciones, confesiones, el
amor, el deseo, la maldad, la bondad, sexo, violencia… todo muy bien narrado y
estructurado, como digo, como si de una partida de ajedrez se tratara en la
parte central de la novela.
Eso sí, todo muy medido y digerible, apto para todo público.
Una vez te sumerjas en ese mundo medieval del siglo XII es
seguro que el libro te atrapará.

“Los pilares de la Tierra” es un gran retrato de época, en
todos sus aspectos, y una adictiva historia con personajes bien dibujados,
cuidados y usados, además hay muchos y muy variados, donde en general se
intenta huir del puro maniqueísmo, aunque “haberlo haylo”, donde la miseria, la
crueldad y dureza de la época quedan perfectamente retratadas, donde la
historia es imprevisible en todo momento, está muy bien narrada y tiene un
pulso absorbente.
Ken Follett es indiscutiblemente un gran escritor de
entretenimiento que aquí consiguió su mayor éxito con su obra más ambiciosa en
la que, sin renunciar a sus habilidades comerciales, dio algo más de lo
acostumbrado. Un elaborado tránsito vital, sobre el fluir de la vida y sus
imprevistos, donde el destino se lo forja uno mismo.
Uno de los mayores defectos que mucha gente suele otorgarle
a la obra maestra de Follett son sus elaboradas descripciones arquitectónicas.
No veo el problema, si son densas, sólo están al inicio de algunos capítulos y
sirven para estructurar la narración con brillantez. Tampoco resultan ni
excesivas ni muy complejas, pero ya se sabe lo que suele ocurrir con los
excesos de descripción en algunas novelas con algunos lectores.
Algo tendrá el libro cuando crítica y público se han puesto
tan de acuerdo, cuando ha vendido esa barbaridad de millones de ejemplares y es
incluido en las listas de los títulos más prestigiosos. Sin ser una obra cumbre
de la literatura estoy convencido de que la disfrutarás con pasión si te pones
a ello.