Gabe, el hermano disminuido de Troy, es el ser puro de la
película, al que se vinculará con Dios. Siempre hablará de las trompetas de San
Pedro, al que dice haber visto. Será el introductor de las almas perdidas en el
cielo. Deja algún hermoso momento, como ese espiritual final o cuando vemos a Troy
dándole de comer en su internamiento. Él es el vehículo de redención.
Cory es el representante de una nueva generación. Más
acomodada, más flexible en sus juicios, más esperanzada y tolerante. El racismo
es para él una realidad, pero que se puede superar. Entiende, como su hermano
Lyons, los argumentos del padre, pero del mismo modo que aquel no comprende esa
búsqueda del sufrimiento. La conversación sobre la televisión y el techo, sobre
el ocio y la responsabilidad, es un nuevo ejemplo de la disparidad de sus
puntos de vista. Del idealismo al realismo. La presentación del personaje es
con una sombra, que sólo puede implicar su decepción… La misma que Troy, la
esperanza de ser una estrella del deporte que queda truncada, en este caso por
su propio padre.
-Cory: Todo el mundo tiene una (televisión)… Earl, Barbra, Jesse…
-Troy: No te pregunté quién tenía una. Dije que ¿para qué la
quiero?
“No puedo dar nada más”.
Lo mismo ocurre con Lyons. También ve la vida, como explica
en un diálogo, como algo más que trabajar y comer. Un argumento válido
contrastado al de su padre, que también lo es, encontrando un término medio de
entendimiento. Será encarcelado por un tiempo, pero nunca dejará su pasión
artística, como músico.
Ambos hijos anhelan el cariño y reconocimiento paterno, que
nunca tendrán explícitamente. Cory quiere llegar a ser tan buen deportista
como él, mejor incluso, seguir aquellos pasos, lo que crea un conflicto entre
ellos, donde su hijo interpreta cierto miedo y envidia en su padre ante la posibilidad
de que lo logre. Rose, su madre, le dirá que es igual a su padre al final del
film. Cada hijo es de una madre distinta.
Por su parte, Lyons, pedirá encarecidamente a Troy que vaya
a verlo al club donde toca para que compruebe su talento, algo a lo que se negará su
padre obstinadamente…
Y todas estas confrontaciones no implican desapego, en
absoluto, son producto, estén mejor o peor conducidas, del amor y el
sentimiento de responsabilidad para con la familia.
Bono es su entrañable amigo. Lo veremos llegar a casa con él
en un par de ocasiones. Su amistad es sincera. Será la voz de la conciencia de
Troy. El nombre de Alberta irá saliendo durante la narración, siempre en boca
de Bono. Troy quitará importancia a esa relación, pero su amigo es consciente
de la realidad. La sorpresa saltará con la confesión de Troy tras una conversación
con su amigo. Bono aconsejará y recriminará a Troy, en demostración de una
amistad plenamente sincera. Bono es al único que Troy parece escuchar.
El cambio de los tiempos es otro tema importante en el film.
Un cambio representado por los hijos, que ven la vida como algo disfrutable,
no un camino de sufrimiento. Un cambio que Troy se niega a ver. Su hijo Cory le
demostrará con nombre como los negros se van introduciendo en las Grandes Ligas, aspectos que trastocan los argumentos de Troy. Rose también expondrá la
idea de que los tiempos están cambiando… Él mismo comprobará ese cambio cuando
le hagan chófer, cuando en otro tiempo hubiera sido despedido… Troy va quedando
fuera de lugar. Curiosamente, Troy terminará añorando el trabajo tras el camión,
por la soledad que siente, en una conversación con su amigo Bono, del que se
aleja en la parte final del film en un distante y algo frío encuentro. Cuando
al final del film veamos las fotos de Martin Luther Kingy John Fitzgerald
Kennedy en la casa, se insinúa que Troy, al final de los días, empezó a asumir
que, efectivamente, algunas cosas estaban cambiando.
Lo cierto es que las relaciones familiares mostradas en esta
primera parte resultan encantadoras, aunque sugieran el trasfondo tenso que
pueda haber detrás. Lo cotidiano, el tiempo que pasa, está perfectamente
insertado durante la historia.
El tema racial sólo es expuesto por Troy, al que achacará
todos sus males, sin terminar de reconocer sus defectos. Incluso criticará, con
razón, a los negros que pelotean a los blancos cuando les comienza a ir bien
para mendigar su aceptación (la historia del dueño del restaurante).
La idea de vida y muerte se vinculan al ciclo eterno de la
vida. Así la muerte de la amante de Troy, Alberta, viene unida al nacimiento de
su hija. El cuidado de esa niña inocente, Rose lo vinculará a reflexiones
anteriores, a ideas que ha ido exponiendo el propio Troy, en una bofetada sin
manos a su marido, al que hace ver sus pecados y defectos con sus propios
hijos, expresando la idea de que esos inocentes no deben cargar con las culpas
adultas.
“A partir de ahora esta niña tiene madre, pero tú no tienes mujer”.
Diálogos.
A parte de las interpretaciones, los diálogos nos dejan
algunos de los momentos álgidos del film. Debo destacar varias escenas donde a
través de dichos diálogos se realizan agudas reflexiones y exponen puntos de
vista distintos que dan un vuelco al argumento que pretendía imponerse, dejan
al espectador las ideas expuestas para que reflexione sobre ellas y elija.
Una de estas conversaciones la tenemos con Lyons y Troy,
hijo y padre. Un hijo de 34 años que tuvo en su juventud, que se presenta como
aprovechado, acudiendo a ver al padre casi exclusivamente los días de paga. Su
padre lo vacilará y argumentará con coherencia sus ideas. Un hijo artista,
músico, con problemas de dinero, demasiado orgulloso para trabajar de basurero, o
simplemente porque eso no encaja con su concepción de la vida. Troy, con plena
coherencia, expone que más allá de gustos y preferencias existen las
obligaciones para conseguir el mínimo sustento, y si eso te lleva a sacrificios
o al sufrimiento, simplemente debes acometerlo… Lyons acepta esta lógica, pero
explica que no quiere vivir para trabajar, sino trabajar para vivir, y que
aprovecha las circunstancias que le da la vida para hacerlo de algún modo,
circunstancias que de no darse no podría aprovechar, pero que dándose sería sufrir
voluntariamente si no lo hiciera… De aquí surgirán recriminaciones acerca de las
responsabilidades, de dónde las tuvo cada uno, de qué se puede acusar o reprochar,
donde Lyons contrapondrá a las acusaciones del padre acerca de su crianza, la
ausencia que sufrió, el desconocimiento de un padre que en absoluto lo cuidó ni
estuvo en su infancia como para dar lecciones en ese sentido. No vivir por obligación
o instinto de supervivencia, sino para algo más, como humanos dignos de nuestra
evolución. Interesante conflicto y diálogo.
“Sé que tengo que comer, pero también tengo que vivir”. “Necesito
algo que me ayude a salir de la cama por la mañana”.
Otra conversación con grandes diálogos versará sobre padres
e hijos. Planificada con varios travellings circulares sobre los tres intervinientes
(Troy, Lyons y Bono), con cortes, tratará sobre los padres que huyen y los que
acaban ejerciendo su responsabilidad a pesar de todo, aunque fuera con crueldad
y de mala manera. La evolución y la mochila que esos hijos se ven obligados a
soportar y que luego serán padres… Como le ocurre a Troy… Sobre la facilidad
que ahora tienen los hijos, los esfuerzos que tuvieron que soportar antes, sin
acabar de entenderlo como una evolución a mejor… Una escena que concluye con
Troy contando la historia de su vida, convertido en ladrón y preso tras matar a
un hombre, su redención, en un plano que se va cerrando sobre su rostro.
La intensísima discusión del matrimonio tras la confesión de
infidelidad y el futuro bebé de su amante que se avecina, es otro momento
glorioso con dos actores portentosos. Una excelente escena dramática con una
esplendorosa Viola Davis, que sólo por esta secuencia merecería el Oscar.
Lógico conflicto, explicaciones, justificaciones, necesidades, estallidos ante
la traición, egoísmo y orgullo al descubierto con esa estoica mujer y ese
debilitado marido… El hijo, Cory (Jovan Adepo), acudirá a defender a su madre
cuando su padre pierda los papeles.
El último momento que destacaré con respecto a las
conversaciones y diálogos es en la última escena, entre madre, Rose, e hijo,
Cory. Un hijo que no logra perdonar a su padre, que aunque acude a casa tras estar en la marina se niega a ir al
funeral. Su digna madre le explicará que hacer eso es absurdo, que luego no se
lo perdonará, que su padre tenía muchos defectos, pero que por encima de todo
los quería, y lo que hacía siempre fue buscando lo mejor para ellos, aunque
fuera complicado de entender. Que la vida son contrastes, y que se debe aceptar
lo bueno y lo malo, como ella aceptó esa hija que ahora ama y que trajo la
amante de su marido… Luchar contra lo malo, disfrutar lo bueno, aceptar… Una
enseñanza que cambiará la visión de Cory y nos llevará a un hermoso final
redentor.
Con todo, en ocasiones los diálogos resultan algo forzados
para introducir determinados temas o informaciones adecuadas que se necesita que el espectador conozca, pero que los personajes saben de sobra, por ejemplo
tras algunas de las elipsis, pero, como digo, es una sensación ocasional.
Hay muchos bellos momentos en la película. Los entrañables momentos en familia, la amistad de Bono y Troy, la aceptación de Rose de esa hija
que no es suya, Troy dando de comer a su hermano, la conversación entre los dos
hermanos al final del film… Todo hasta llegar a un emotivo final, espiritual y redentor, con Gabe
y toda la familia reunida... y San Pedro abriendo las puertas del cielo. Heridas
cicatrizando.
Esos hermanos, Cory y Raynell (Saniyya Sidney), de distintas
madres, sentados en el escalón donde el padre impidió la entrada a su hijo,
rememorando la canción que Troy enseñó a ambos sobre su perro, implica ese
ciclo vital y esas raíces de las que no podemos desprendernos, que amamos a pesar
de todo, en un contraste de emociones intenso y bello. El inevitable legado, la
inmensa responsabilidad de la paternidad y el enorme beneficio de los errores.
Ese último abrazo de verdaderos hermanos, cuando ni se conocían minutos antes,
lo dice todo.
Es correcta, una película de actores que deja algunas de las mejores interpretaciones de la
temporada y buenas reflexiones, pero que no es de lo más destacado del año ni para recomendar a todo el mundo.
Un fracaso del magnífico actor Denzel Washington en su
propósito de llevar a la gran pantalla la obra teatral del doble ganador del
Pulitzer, August Wilson, que ya interpretó en Broadway.
En ningún momento logra trascender el carácter teatral del relato
el bueno de Washington, con una puesta en escena rígida, sosa, estática,
anodina y agarrotada visualmente, absolutamente convencional,
anticinematográfica, dando la sensación de teatro filmado, donde la loable
ambición de dar preeminencia al texto y los actores se convierte en densidad mal concebida,
algo de tedio y una narrativa que se hace excesiva y morosa en sus dos horas y
veinte minutos de metraje. Un fracaso del director en su tercera película (“Antwone
Fisher” de 2002 y “The great debaters” de 2007 son las anteriores), que sienta a
charlar a sus personajes sin poner nada destacable o reseñable desde la puesta
en escena para enriquecer el conjunto, darle dinamismo, vigorizar esos buenos
diálogos y fusionarlos con la puesta en escena para que la narración fluya con
más acierto y profundidad.
Porque así, las virtudes del film, que evidentemente las
tiene, se remiten al texto y al trabajo de los actores, aspecto del que también
es responsable Washington y, por tanto, debe elogiársele, sobre todo de los dos
protagonistas, una excepcional Viola Davis y el propio Denzel Washington. El
resto del reparto cumple sin alardes, bien es cierto.
Es decir, se sacan buenas interpretaciones protagonistas,
pero es que ambos actores son muy buenos… Se exponen brillantes reflexiones en
buenos diálogos, pero es que esto ya lo entregaba August Wilson, autor también de la adaptación del guión, nominado además.
La opción de potenciar el trabajo de los actores y el texto,
dejar que ellos sean los absolutos protagonistas, deja a la película con poco interés visual y rasgos de estilo. Hay algunos travellings, por ejemplo
traseros, en el inicio del film, siguiendo a esos dos amigos basureros que
hablan de sus vidas. También alguno circular, como en la conversación sobre la
relación entre padres e hijos que tienen en el jardín Troy (Denzel Washington),
Bono (Stephen Henderson) y Lyons (Russell Hornsby)… En general se busca el
estatismo, con planos muy largos, dejando explayarse a los personajes, que no
paran de hablar, especialmente Troy, el protagonista, repleto de carisma.
Hay un aceptable uso del plano general, pero conforme la
narración avanza, encerrada en los pocos escenarios y con la planificación
centrada en resaltar el texto y el trabajo actoral, fijándose en sus rostros,
la película acaba fatigada visualmente. Hay varias elipsis, alguna de varios meses, e incluso años, que los diálogos cubren. También transiciones escenificándolas,
como esa llena de soledades y hielo tras la confesión de Troy.
Usará el encuadre de manera funcional, para incluir a los
participantes de la conversación en plano, o para marcar relaciones, por
ejemplo la distancia entre Troy (Denzel Washington) y Rose (Viola Davis) tras la infidelidad de él. Hay pocos
aspectos reseñables, alguna intención simbólica, como esa rosa que Gabe (Mykelti Williamson) regala
a Rose, otra rosa, y que deja caer inconscientemente ante la confesión de
infidelidad de su marido. La construcción de la cerca, las cercas mismas,
tendrán un carácter simbólico, verbalizado incluso por Bono y Troy. La creación
de la cerca como el símbolo físico de la protección familiar. Troy construirá
su cerca y Bono comprará un frigorífico a su esposa, cumpliendo sus promesas,
vinculadas a la familia.
Un aspecto estilístico que sí es reseñable, son esas pausas
que los personajes hacen, íntimas, en soledad, antes de enfrentarse a una
decisión, petición o confesión, que incluso escenifican el dolor. Lyons antes
de una nueva petición de dinero, Rose tras ver a su marido abrumado, Cory (Jovan Adepo) antes
de entrar en casa, Troy antes de confesar su infidelidad a su mujer…
Troy es un basurero reivindicativo afroamericano que lucha
con sus innumerables debilidades y defectos, y sus buenas virtudes, para sacar
adelante a su familia en la difícil y racista América de los años 50.
Troy es pícaro, carismático, con un gran sentido del humor,
una enorme fuerza vital y una verborrea incesante. Es un incansable contador de
historias y gusta de ser el centro de atención. Hablará de la muerte, de su
encuentro con ella, de su encuentro con el demonio (en forma de prestamista) y
filosofará sobre la vida continuamente ante su pequeño auditorio. Estricto en
sus valoraciones, obstinado, con la mochila de su pasado a cuestas, vinculadora
en la educación que él mismo dará a sus hijos... Lleno de defectos y debilidades,
infiel… Prefiere que lo traten bien aunque tenga que pagar más, en una clara
filosofía de hombre hecho a sí mismo… Un pasado que, además, pudo llevarle al
estrellato en el béisbol, en tiempos donde ser negro lo hacía casi imposible.
Una carrera truncada que le amarga y le hace sacar su vena más reivindicativa,
incansable azote de las injusticias sociales y racistas. Así nos lo presentan,
quejándose por el hecho de que los negros no puedan conducir el camión de la
basura, viéndose obligados a recoger los cubos en la parte trasera… A culpar al
racismo de que no llegara a jugar en las Grandes Ligas y querer evitar que su
hijo busque ese camino… Troy no concibe que los tiempos cambien, completamente
obcecado en sus valoraciones, que sus familiares y amigos pretenden matizar.
Su hijo pondrá varios ejemplos de jugadores negros exitosos,
que han llegado a las Grandes Ligas, su mujer argumentará que era muy mayor, 40
años, para haberlo logrado, como explicación alternativa al hecho… Cuando se
quede sin argumentos cortará las conversaciones. Es autoritario y se esforzará
por quitar la ilusión a su hijo zambulléndolo en realismo.
Y es que el béisbol será usado constantemente como metáfora
por Troy (luego incluso por su familia, para soportar los bueno y lo malo en forma de bolas curvas o no). Metáfora de la vida misma. Explicará a
través del béisbol la injusticia social entre negros y blancos, cargándose de
razón. Argumentando cómo los méritos no eran valorados, recordando cómo un
bateador menos talentoso y brillante que él le quitó el puesto (ocupó su lugar);
mencionarán a Jackie Robinson, el primer beisbolista afroamericano en
participar en las Ligas Mayores, a pesar de que había habido muchos jugadores
afroamericanos mejores que él. No le falta razón, aunque debería verlo indicativo
del cambio de los tiempos, que siempre es lento.
“Lo que digo es que si mereces jugar, deberían dejarte jugar”.
“Sin importar el color que tengas”.
Es poco emotivo, no demuestra sus sentimientos y se comporta
con sus hijos como un sargento más que como un padre. Autoritario, práctico…
Pero detrás de todo ello subyace su amor por ellos.
“Es mi deber, mi responsabilidad”. “No porque me agrades. Es
mi deber cuidar de ti”. “No me tienes que gustar”. “Deseo que se aleje lo más
que pueda de lo que ha sido mi vida”. “No quiero que sea como yo”.
Troy vive acomplejado, con un atisbo de mala conciencia o
sentimiento de culpa, al haber utilizado el dinero de la indemnización por
incapacidad de su hermano en su propia casa, donde lo cuida. Gabe, el hermano,
fue herido en la 2ª Guerra Mundial, contra los japoneses, y quedó disminuido
intelectualmente por un impacto en la cabeza. Una dura ironía que le resulta difícil
conciliar: La desgracia de su hermano le dio el hogar en el que vive.
Troy se va sumiendo en un abismo emocional, en una perfecta
progresión dramática, en la que se va apagando paulatinamente, víctima de sus
defectos. Esto queda retratado en ese plano mirando a cámara de Washington,
esperando el posible tercer strike de la vida… Acaba dándose cuenta de que se
parece más a su padre de lo que querría o pensaría, como le ocurrirá a su hijo,
aunque se va mejorando en la evolución. Tiene más cara que espalda y un cuajo
tremendo, pidiendo a su mujer que cuide a la inocente hija de su amante. La
sufrida Rose aceptará, tragándose su orgullo y su corazón herido.
Rose es un personaje maravilloso, casi iconográfico de todas
esas mujeres luchadoras y sufridoras. Su resignado amor, su poderío, su
estoicismo y sufrimiento, quedan plasmados con una honda emoción en pantalla
gracias a esa magnífica actriz que es Viola Davis. Será la mediadora entre los hijos y Troy,
entre la vida misma y Troy. Conseguirá que Troy le dé los 10 dólares que Lyons
necesitaba y luego que los acepte de vuelta. El componente religioso, guía de
esa comunidad, estará muy presente, al menos con Rose.
Viola Davis está nominada al Oscar como mejor actriz de reparto,
aunque bien podría haberlo sido como actriz protagonista. Ni que decir tiene
que yo le daría el premio sin lugar a dudas.
Hay una concepción o interpretación religiosa. Gabe, Gabriel, como el arcángel, actuará de mensajero divino, es el ser puro, con conexión directa con Dios y San Pedro. La madera como elemento simbólico también nos remite a San José y el propio Jesús, dos carpinteros. Rose tendrá una niña sin mediación sexual. Troy accederá a los cielos tras pecar y redimirse...