¡Viva México! Magnífico el idilio que vive el país mexicano
con los Oscars. Bien es cierto que podrían entenderse los premios de este año
como otra “lección” al señor Donald Trump, porque muchos piensan que el
presidente americano duerme, desayuna, se ducha y va al baño pensando en ellos,
pero también es cierto que el éxito mexicano no se circunscribe a este año en
los Oscars. Tres de los últimos cuatro directores que se han alzado con la
ansiada estatuilla son mexicanos: Alfonso Cuarón en 2014 por “Gravity” y
Alejandro González Iñárritu por “Birdman” en 2015 y “El Renacido” en 2016. Tan
solo el brillante Damien Chazelle se logró colar en esta terna que ha reeditado
éxito con Guillermo del Toro y su estupenda “La forma del agua”. La comunidad
latina, hispana, la minoría étnica más numerosa de los Estados Unidos, siempre
discreta y demostrando talento, sin tanto bombo en esto de los premios, está
conquistando Hollywood desde la dirección.
Y a esto hay que sumar el éxito de esa joya de la animación
que es “Coco”, particular homenaje estadounidense al país vecino.
La gala comandada por Jimmy Kimmel fue sobria, discreta e
incluso elegante. Lo que se le debe pedir como mínimo a una gala. Con sus momentos
emotivos y divertidos, pero sin estridencias más allá de algunos discursos
reivindicativos que se esperaban, sobre todo los medios de comunicación para
abrir sus noticiarios, sobre el #metoo, el tema de los abusos, la igualdad y el
papel de la mujer en la industria.
Las intervenciones de Kimmel fueron correctas, a ratos con
chistes aburridos, otros más acertados, pero manteniendo cierto equilibrio que
fue de agradecer finalmente. Se cebó el hombre con Christopher Plummer al
inicio de la gala. También fueron simpáticas las menciones al ridículo del año
pasado, como divertido fue el regreso de Warren Beatty y Faye Dunaway al lugar del
crimen.
Teniendo en cuenta que casi todos los premios fueron entregados por mujeres, aspecto intrascendente salvo porque se ha puesto el foco en esto
desde hace meses, faltó que la gala también fuera presentada por una mujer.
Entre los mensajes feministas más entusiastas, estuvo el de
Frances McDormand (a la que le mangaron
el Oscar en la fiesta posterior, si bien el ladrón ya ha sido capturado), al
recibir su merecido premio, así como el de tres víctimas del productor Harvey
Weinstein, muy presente en la gala de forma indirecta: Salma Hayek, Ashley Judd
y Annabella Sciorra.
Como en toda gala hubo momentos reseñables, comenzando por
la presencia de la legendaria Eva Marie Saint, espléndida, sorprendentemente
espléndida, a sus 93 años (mayor que la Academia, como recalcó la actriz). Para
los amantes del cine clásico, entre los que me encuentro, estas leyendas del
celuloide lo son todo, y Eva Marie Saint está en el Olimpo sólo por haber
participado en obras maestras de la talla de “Con la muerte en los talones”
(Alfred Hitchcock, 1959) y “La ley del silencio” (Eliza Kazan, 1954), con la
que logró su único Oscar como actriz de reparto. Además apareció para darle su
único Oscar a la mejor y más redonda película entre las nominadas, “El hilo invisible”, premiada por su vestuario, como no podía ser de otra manera. Eva
Marie habló de vestuarios, por ejemplo del utilizado en “Con la muerte en los talones”, tema que analicé con sumo gusto en su día.
Los montajes de video también fueron de los momentos más
disfrutables por los cinéfilos, aunque quizá a los que vayan por el tema del
glamour y demás les parezca que sobran. Fueron una gozada, desde el viaje por
clásicos al que se hizo en honor de los militares y el cine bélico. Lo mejor
de la gala.
Entre las ocurrencias más simpáticas, también de lo más
destacado de la gala, estuvo el momento en el que varias de las estrellas, junto al
presentador, se plantaron en una sala abarrotada de cine en la calle de
enfrente al Dolby Theatre, donde se celebraba la gala, para sorpresa de los allí
presentes, que disfrutaron como enanos y recibieron no pocas viandas.
Entre los discursos me quedo con el de Gary Oldman,
eternamente olvidado que ha recibido por fin un merecido reconocimiento, aunque
su trabajo no fue el mejor del año. Su emocionado recuerdo a su madre fue
conmovedor, incluso recordó un tanto a ese memorable final de la galardonada “Coco”.
El otro que merece mención fue el de mi adorado James Ivory.
Ya me entusiasmó verle en el guión de “Call me by your name” y su posterior
nominación, pero disfrutarle recibiendo el premio a sus 89 años, la persona más longeva en
conseguirlo, y fuera de su habitual rol de director, fue impagable.
Como punto negativo tenemos ese “In Memoriam” que prometía mucho al estar Eddie Vedder en escena, que lo hizo fantásticamente bien, por el
olvido imperdonable de algunos eternos nombres: Dorothy Malone (El sueño
eterno), ganadora de un Oscar como actriz de reparto por “Escrito sobre el
viento” (Douglas Sirk, 1956), o Tobe Hooper, nada más y nada menos que el
director de “La matanza de Texas” (1974)… Debe ser difícil reunir a todos los
nombres, pero llama mucho la atención la ausencia de algunos de ellos…
Mención especial merece la infame retransmisión realizada en
Movistar, encabezada por Gemma Nierga. Llena de datos incorrectos, nombres
confundidos, opiniones chorras, se hizo francamente insoportable. Es evidente
que ahora todo es opinión, pero en vez de llevar a gente que no tiene ni idea a
compartir sus impresiones, sería de agradecer cierto nivel, preparación y
esmero cuando se hace algo ante el público más allá de soltar la estupidez
pretendidamente graciosa, ironizar sobre el video homenaje al ejército y el
cine bélico o citar obsesivamente a Trump
cada vez que se vuelve de la conexión.
Para conocer todos los ganadores aquí tenéis la bonita entrada que hicimos al respecto.
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