“El instante más oscuro” es la otra cara de la moneda con
respecto a “Dunkerque”. Si la película de Nolan se centraba en el conflicto y la
batalla y retrataba el suceso en la playa, la acción, aquí Wright pone su mira
en la trastienda, la táctica, en los movimientos políticos que luego tendrían
sus consecuencias en la batalla que narra Nolan, las decisiones y los tejemanejes
políticos en interiores.
Hay que aclarar que esto no es un biopic de Churchill, sino
que nos cuenta la historia de lo ocurrido en aquellas semanas en las que el
Reino Unido estuvo a punto de perder a su ejército en la playa francesa de
Dunkerque.
Comenzamos el 9 de mayo, con Hitler en Checoslovaquia,
Polonia, Dinamarca y Noruega, sometiendo a Francia poco a poco… El siguiente
paso era el Reino Unido… Pesimismo, miedo, falta de confianza en un líder débil,
Chamberlain...
Lo que todos veían con cierta simpatía, indiferencia o
comprensión, Churchill lo vio como un peligro mortal, una catástrofe
apocalíptica que se acercaba. Su lúcida visión retrató a todos, especialmente a
esos que intentaron torpedearle incluso en los instantes más oscuros.
Es loable que se pretendan hacer paralelismos entre las
cintas históricas y la actualidad, y aquí la intención parece evidente referida
al tema de moda, el señor Trump. La intención de Wright parece clara, marcar las radicales diferencias entre un estadista como Churchill y un loco
fanático como Trump, que se identificaría más con lo que Churchill combatía. El
caso es que al director le sale regular ensalzando de la forma en que lo hace
al genio de Churchill, que no daña, precisamente, al presidente estadounidense,
que de hecho ha manifestado lo mucho que se identifica con el Premio Nobel inglés.
Es decir, en sus propósitos, la película tiene más de apoyo que de condena a la
figura de Trump. Y es que cuando se quieren forzar esas comparativas de una
manera arbitraria, sin análisis, te puede ocurrir esto, que se terminen
mostrando tus propias contradicciones y costuras.
De historia y estética.
Joe Wright es un buen director, pero su trabajo aquí me ha
desconcertado por esteticista e inseguro. La película tiene una gran factura
estética, un estilo visual cuidado, aunque algo excesivo y efectista en un
relato que no lo necesitaba, es decir, esteticista.
Cenitales para la confrontación en la Cámara de los Comunes,
cenital para el desayuno y el periódico planchado que le preparan a Churchill,
picado para un brindis familiar, picado en unas escaleras de caracol, picado
aéreo en la zona de combate y la desesperada huida de la población, picado
sobre los bombardeos nocturnos, cenital sobre Churchill (Gary Oldman) con su periódico en el
baño, cenital para el sacrificio de Calais, cenital sobre Churchill en una
azotea sentado con su paraguas… Encontrar coherencia a todo esto, en planos
cotidianos o de la vida personal, mezclados con otros épicos o
significativos en relación a la historia… está complicado.
Se describen bien los entornos, desde los domicilios de
Churchill hasta el búnker con el Gabinete de Guerra donde todo está vetado para
las mujeres… Y se iluminan también muy bien.
Sí es destacable la fotografía (es una de las nominaciones que tiene la película, que suma un total de seis, película, actor principal, fotografía, diseño de producción, maquillaje, vestuario). Y destaca porque además de dotar de una brillante estética al film, aporta sentido a los momentos, profundidad, conceptos, resultando encuadres simbólicos, que exponen más ideas de las evidentes. Un buen ejemplo lo tenemos en la excelente presentación de Churchill, con esa cerilla que ilumina su rostro y desvela su presencia ante la secretaria. Una presentación espectacular, no ya por la propia presentación de Gary Oldman y su naturalidad en la cama para el desayuno, sino en la preparación de la misma, con los criados amaneciendo y preparándolo todo, su humor y el avance sugerido por ellos de la apabullante personalidad de nuestro protagonista. Es su renacimiento, la chispa que resurge, un talento adormilado que pasará a primer plano.
Bajo una luz roja, Churchill decidirá mentir a la nación
para conservar su moral y esperanza, un tono adecuado para esa alarma que se
pretende evitar, pero que se avecina inexorable. Además, simbólicamente le
veremos ascender de las “catacumbas”, del búnker donde está el Gabinete de Guerra, como si fuera un lugar infernal, destinado a la ocultación y lo
moralmente cuestionable.
-Churchill: Durante los últimos diez años he sido el único
que les dijo la verdad… Hasta esta noche.
-Clemmie (Kristin Scott Thomas): Hay tiempo suficiente para la verdad.
Con la iluminación, Wright irá creando la idea de figura
mítica, de leyenda, en Churchill. Lo veremos convertido en silueta en su
momento más bajo, con todas las dudas encima de la mesa y una vez caigan los
hombres en Calais. Al final, volveremos a verlo convertido en una silueta,
idealizada, con su éxito en el parlamento. Eso y los primeros planos de su
rostro con sus características gafas.
“¿Cuándo aprenderemos la lección?” “¿Cuántos dictadores más
deben aparecer?” “¡No puedes ni debes negociar con un tigre cuando tu cabeza está en su boca!”
También es interesante la iluminación que se dedica a Halifax (Stephen Dillane), con un punto tétrico, casi vampírico. Así es en el Gabinete de Guerra, apartado
al fondo, con un entorno oscurecido mientras
un foco resalta su rostro entre tinieblas. Esto se mantendrá en su
confrontación con Churchill cuando amenaza con renunciar al Gabinete de Guerra
y le recuerda Gallipoli. Iluminación adecuada al personaje, un tanto “tocahuevos”.
“Europa está perdida”.
Además, Wright exhibe una buena gama de movimientos de cámara,
panorámicas descriptivas y travellings que se
mueven por interiores especialmente (por ejemplo ese largo plano por el interior del 10 de Downing Street con la llegada de Churchill y su familia). Algunos de estos últimos son
significativos, concretamente tres de ellos. Son tres travellings similares en
una concepción que plasma una evolución. El primero es un gran travelling sobre
la tranquila vida cotidiana británica, ajena a la guerra, observada por
Churchill desde el interior de su coche, a parte…
Los otros dos son como ecos de este primero. Un travelling
aéreo en el que vemos la desesperada huida de los franceses buscando refugio
ante la atenta mirada de Churchill de nuevo desde una ventana, en este caso de
un avión, devuelta por un niño. En el contraste tenemos la realidad de la
guerra, de la que el pueblo británico se muestra muy ajeno. La paz y la guerra
que se avecina.
El tercero y último es idéntico al primero, con Churchill
observando desde su coche a la gente de su país, pero con un elemento añadido, la
lluvia, que es simbólica, obligando a resguardarse de ella, y unos niños con
caretas de Hitler (recordemos que el anterior travelling concluía con otro niño
que huía), en la perfecta escenificación de una amenaza abstracta, que no se
siente como tal, una parodia… Será aquí cuando Churchill decida salir de su
burbuja en forma de coche para codearse con el pueblo, palpar su sentir, en una
secuencia que ha sido muy cuestionada.
Wright usa la fragmentación narrativa en el discurso de presentación
que da Churchill en la Cámara de los Comunes, algo muy del gusto del director.
El pasado, con la creación del discurso, y el presente, con su ejecución
parlamentaria… Es divertido el juego con el pañuelo de Chamberlain (Ronald Pickup) y las
mezquindades políticas con sus luchas de poder.
Lee aquí la Última Parte del análisis.
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