La deducción. El análisis. Rasgos distintivos de la
civilización, camino para alcanzar la verdad. Suena bien, puede ser el ideal al
que debemos aspirar, con sus limitaciones y defectos, porque es lo que nos ha
llevado a evolucionar, pero en la actualidad estos valores aparecen diluidos,
camuflados, falseados o desaparecidos. Ahora lo primero es llegar a una
conclusión, lo más rápido que se pueda, anticipándose al resto, y publicarla para
que todos la vean, mucho antes que los hechos, la verdad, el desarrollo concienzudo y
esmerado, el estudio dedicado, que también lo hay, pero que exige mucho más esfuerzo y tiempo y es
menos comercial. Pseudoanalistas con la conclusión preconcebida. Cuando más
medios existen más incertidumbre sentimos, tenemos más nociones de todo y menos seguridad en
nada.
Es curioso cómo a este respecto juega Agatha Christie utilizando
personajes de contraste, porque ella ya veía que no era un tema del futuro,
sino que se daba de lleno en su época, que siempre se ha dado, pero ahora, con
las modernas aplicaciones comunicativas, donde cada uno puede pasar por
periodista, estudioso o “todólogo”, el problema refulge agravado y esperpéntico.
En la obra que tratamos, uno de sus clásicos absolutos, muy célebre además por
las adaptaciones cinematográficas, Christie acompaña a Poirot de dos compañeros
de investigación, el doctor Constantine y Monsieur Bouc, el director de la
Compagnie Internationale des Wagons Lits, que pretenden dilucidar el caso tras
cada pista que encuentran, con conclusiones absolutas y la ley del mínimo
esfuerzo, basándose en cualquier detalle más o menos llamativo, sin un análisis exhaustivo. Por ello, en este globalizado mundo de cinismo, prepotencia e
ignorancia en 140 caracteres (ahora 280, o sea, el doble de todo), hace más
falta que nunca la visión de la escritora británica.
Ese es el legado eterno que deja Agatha Christie, por eso
sigue actual y vigente, por eso siguen llegando adaptaciones cinematográficas y
teatrales de sus obras. La atención al detalle y el matiz en diálogo continuo
con el contexto concreto y general. La capacidad de discernir, de observar, de
eliminar prejuicios y no dejarse llevar por ellos, renunciar al fanatismo, aplicar el
desarrollo y la actividad deductiva, reflexiva, intelectual. Dejar trabajar a
las “células grises”. El análisis en suma. No es de extrañar, evidentemente,
que la arqueología fuera una de las grandes pasiones de la escritora. No se
trata de otra cosa que de dilucidar un hecho, una época, un suceso del pasado a
través de las pistas, los indicios, los rastros y restos descubiertos en el
presente, como hacen Poirot, Marple o los detectives, superintendentes o
inspectores de sus novelas. El mismo Poirot lo manifestará, destacando que lo
verdaderamente interesante y atractivo, el gran aliciente de este caso concreto
en el “Orient Express”, consiste en que para resolverlo deberá usar la pura
deducción, sin más elementos, sin pruebas técnicas o científicas.
Las historias de Agatha Christie se convierten desde este
sustancial punto de vista en una apología de la civilización. El crimen
civilizado. Casi educado. En Christie todo lo que se relaciona con el crimen, la
planificación, comisión, ejecución del propio crimen, es civilizado, un reto
intelectual para el detective, una demostración de inteligencia del asesino.
Hay pulcritud, civismo, dejando de lado casi todo aspecto sórdido en la medida de lo posible, como si ni siquiera encajara bien, siendo los detalles escabrosos lo que menos interesa,
centrándose en los detalles, los matices, la inteligencia. Christie mira con un
ligero gesto de asco, tapándose la boca con un pañuelo y mirando de reojo, la ensangrentada escena de un crimen para obviarla
inmediatamente en pos de esa pista esencial y las motivaciones y psicologías de
los personajes.
La escritora británica no gusta de rodeos ni subterfugios,
es una narradora de lo sustancial, va al grano, directamente, sin apenas
elipsis que inviten a reflexiones o elucubraciones de la autora, descripciones,
muletas psicológicas, todo lo realizará a través de los diálogos o las manifestaciones
explícitas del principal investigador, en este caso el sublime Poirot. Limita y
reduce al máximo los supuestos tiempos muertos (alguien va a buscar a otra
persona o es llamada y regresan o aparecen de inmediato, sin pausa, por
ejemplo).
El gusto por el lujo y lo elitista, ese look y ademanes tan particulares
de su detective de cabecera, Poirot, la exquisita educación que envuelve a casi
todos los personajes de la novela (y de casi todas sus novelas en general), son
aspectos y rasgos distintivos en la obra de Agatha Christie. Todo tremendamente civilizado.
Es por ello interesante el juego que hace con las distintas
nacionalidades, en ese divertimento de aglutinar a personajes dispares en un
recinto concreto, algo nada extraño en Christie, cómo confronta estereotipos, escenifica desprecios con algunas bromas y detalles simpáticos, como el
comentario sobre la creencia de que la genuina bondad alemana es incapaz de la monstruosidad
que implica un crimen. Es un aspecto que le sirve además para desarrollar otro
de sus temas imprescindibles, el de la mentira como cáncer mundial.
“Asesinato en el Orient Express” responde, incluso podríamos
decir que es principal valedora, de esa mítica del tren como lugar de
acontecimientos y tramas de todo tipo, refulgiendo las de suspense, a las que
tanto partido ha sacado el cine, por ejemplo, con Hitchcock o tantos otros como
exponentes de altura.
En esta ocasión el tren es el elegido para aplicar ese
recurso clásico de las novelas de detectives, especialmente las de Christie,
donde se utiliza un lugar cerrado con varios personajes para aumentar la
tensión y la atmósfera, enfatizadas aún más con algún fenómeno atmosférico, simbólico,
además de elemento narrativo, en este caso la nieve que impide el avance del tren.
La célebre escritora ha utilizado esto en numerosísimas ocasiones, con grandes
clásicos, no hay más que recordar “Diez negritos” y los personajes atrapados en
una tormenta o “La ratonera” con los protagonistas atrapados a causa de la
nieve, donde todos ellos permanecen encerrados en una casa, o “Muerte en el
Nilo”, con los personajes limitados en buena parte de la trama en un barco mientras realizan un crucero donde se
suceden los crímenes y se concentra la acción… Una estructura clásica.
Contemporánea de Arthur Conan Doyle, al que conoció cuando
era una jovencita y prometedora escritora y del que fue amiga en los últimos
años del ilustre escritor (Conan Doyle falleció en 1930 con 71 años, cuando
Christie tenía 40), es fácil ver en Poirot un adelantado alumno de
Sherlock Holmes, conservando cada uno sus especiales características y sus
interesantes diferencias. Poirot acaba siendo una abstracción deductiva, la
pura deducción, recogiendo ese elemento de Holmes pero prescindiendo casi por
completo de toda acción, lo que es curioso, ya que implica que Holmes, de
alguna manera, entronca más directamente, aunque siendo anterior, con lo que
terminaría siendo la novela negra clásica y moderna y el hardboiled.
Poirot es uno de los clásicos y eternos detectives de la
literatura universal, está en el Olimpo más selecto de los investigadores
gracias a la inteligencia que le trasplantó la genial escritora británica, una
de las más vendidas, influyentes y veneradas de la historia. Al contrario del
altivo y ciclotímico Holmes, este belga de pintoresco look, con un bigotillo
imposible, genera diversión nada más verle. Posee particulares gustos
personales, de distinguida y pulcra, casi alérgica a la suciedad, presencia,
casi amanerada, que en muchas ocasiones le sirve de camuflaje para pasar, en
cierta medida, desapercibido, en brillante paradoja, donde lo externo
haría infravalorar su brillante inteligencia, que no se le perciba como la radical
amenaza que es en realidad para el criminal. Y que también oculta y a la vez
muestra un ego elefantiásico.
No hay más que ver la excelente conclusión de esta novela,
cuando Poirot, una vez saciado su ego deductivo, ese educadísimo y pintoresco
ego, que es casi su razón de ser, demostrando que lo ha descubierto todo y no le
pueden engañar, siendo generoso en detalles sin dejar cabos sueltos, admite una
resolución falsa a voluntad, terminando así con una buena reflexión sobre el
conflicto entre la Ley y la Justicia, sus límites, sus distinciones, su vano y
eterno intento de congraciarlas.
El humor, exquisito y sutil, muy británico, filtrado casi
sin que nos demos cuenta, incluso en frases cortas sueltas, no se limita al personaje
protagonista, sino que puede aparecer en cualquier momento y perfectamente
integrado y modulado.
No es perfecta la novela a pesar de ese trabajadísimo engranaje de pistas,
detalles y matices que el agudo Poirot discierne y descubre con dedicación de
entomólogo. Es evidente que sin ciertos trucos, algún elemento, la resolución
terminaría por ser imposible. Aquí hay uno especialmente evidente. Las cartas.
¿Qué necesidad de mandar cartitas en un caso donde se toman tantas
precauciones? ¡Qué absurdo descuido no asegurarse de la completa eliminación de
uno de esos papeles, pieza fundamental para el desarrollo deductivo y de la investigación posterior, con todas las precauciones y detalles que se habían tomando en cuenta! ¡Qué oportuno!
Pero ese defectillo intrascendente se diluye si volvemos a
lo reflexionado al inicio, la apología de la civilización, de la deducción y la
inteligencia, ese juego y manera de proceder que nos permite lograr todo lo
posible, sea donde sea que esté la dificultad, voluntad última de Agatha
Christie, que cumple con exuberancia, holgada y brillantemente, en este clásico
que ha trascendido el tiempo.
Muchos conoceréis más la historia por las películas, en
especial la dirigida por Sidney Lumet en 1974. Ahora otros muchos la conocerán
por la nueva versión y remake de Kenneth Branagh, que también cuenta con un
reparto espectacular y que se estrena mañana, motivo más que suficiente para
acudir al texto original y a una escritora que es modelo y referente esencial de
la trama detectivesca.
Excelente análisis. Todo lo que sea detectivesco y de calidad me interesa y,por supuesto,hoy iré a ver esta nueva versión. La de 1974 la he visto varias veces y siempre me sorprende la resolución del caso.Lo interesante de las novelas de Christie es el camino que se recorre hasta llegar al final.Gracias.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Juan Carlos. Seguro que esta nueva versión estará bien también, con una intriga así de origen siempre es más fácil. ¡Un saludo!
EliminarExcelente análisis que supera el convencionalismo analítico y se convierte en una reflexión digna del propio Hércules Poirot en el desenlace de sus casos. Muy recomendable la adaptación protagonizada por David Suchet.
ResponderEliminarMuchas gracias, Antonio José, por el elogio y la recomendación. Un saludo.
EliminarGenial reflexión, con la que no se puede más que coincidir. Gran análisis y estupenda presentación.
ResponderEliminar…y por supuesto, muero de ganas de ver la nueva versión.
Gracias Sambo!!
Bss
Gracias, Reina, me alegra que te haya gustado! Yo también quiero verla ya!
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