La Edad Media, período de fantasía, fobias, filias, mucha
leyenda negra, creación de Europa y forja de iconos nacionales más tarde
utilizados, torpemente, por los nacionalismos decimonónicos. Hasta ahora se
trataba a este periodo histórico como un tiempo oscuro, supersticioso, violento
incluso, misántropo; bien es cierto que esta percepción ha cambiado,
afortunadamente, desde el siglo XIX, en gran parte por la anterior citada
utilización nacionalista del medievo. La creación del mal concepto de este
milenio hay que adjudicarlo al Renacimiento y la Ilustración, unos y otros
querían romper las estructuras medievales para ser los más guays y novedosos.
¿Fue una etapa violenta y oscura?
Como toda leyenda negra tiene algo de verdad. La Alta Edad
Media quizás sea la parte de este milenio que más se puede adecuar a esta
fatídica descripción. La caída o desmoronamiento final del Imperio Romano de
Occidente, imperio que llevaba dos siglos con continúas crisis hasta su colapso
final, dio paso a un tiempo de incertidumbre con invasiones bárbaras
protagonizadas por pueblos germanos. Estas migraciones, que suponían un
porcentaje bajo de población en comparación con la ya establecida en suelo
romano (en el caso de la península ibérica no llegaría al siete por ciento), se
estableció como una élite guerrera que sustituyó a los patricios romanos, aparte
de que para la gestión de las tareas de gobierno más domésticas seguían
necesitando a los antiguos dirigentes. La asimilación de estos pueblos invasores
supondría el nacimiento de un friso altomedieval con una apasionante mezcla
romano-germánica, siempre hablando de la Europa occidental, puesto que el
Imperio Romano de Oriente (no Bizantino) es harina de otro costal, sucediendo
un tiempo de guerras internas por el trono, el ducado, el señorío o la baronía,
pero asentando las bases de reinos diferentes a los que unía la religión
cristiana y su pasado romano.
Con este panorama llegamos al siglo VIII, donde esta parte
de Europa sufrirá el acoso de tres invasiones más, por este orden (aproximadamente):
la invasión islámica. Los guerreros de la Media Luna en un siglo se plantan
desde el sur de Arabia hasta Poitiers, donde son vencidos por Carlos Martel parando
su expansión continental. No obstante parten en dos el Mediterráneo y ocupan
toda Hispania, sur de Francia y, posteriormente, Sicilia y otras islas del
otrora Mare Nostrum; los hombres del norte, normandos o vikingos, que
descolgándose desde un punto hasta ese momento desconocido para la cristiandad,
sembraron el pánico; los magiares o húngaros, pueblos asiáticos occidentales
que entraron en la esfera de complicados juegos guerreros, a los que utilizó
para su milagrosa subsistencia el Imperio Romano de Oriente, se asentaron en la
zona de la actual Hungría y desde ahí aterrorizaron a Centroeuropa,
especialmente a Francia (se cree que de ahí viene la palabra “Ogro”, ogre en
francés, ya que debido al terror que generaron en Francia se asustaba a los
niños con ellos, y de ahí derivó al personaje malvado de los relatos
infantiles), llegando incluso a hacer incursiones en Huesca y Lérida.
Los rus, gaill, lochlannaigh, mayus o
normanni
Después de este, espero que no fatigoso, prólogo, procedamos
a hablar de los protagonistas de este post: los rus, gaill, lochlannaigh, mayus
o normanni, en definitiva, los hombres del norte. Unos hombres, como hemos
reseñado antes, que desde un lugar que escapaba a la Europa más o menos
romanizada, asolaron las costas durante más de dos siglos.
El inicio canónico de la era vikinga es el 8 de junio de 793,
con el asalto al monasterio de la Isla de Lindisfarne. La crónica anglosajona
lo describe así:
Este año vinieron
terribles advertencias sobre la tierra de Northumbria, aterrorizando a todos:
éstas fueron inmensos haces de luz cruzando a través del cielo, y torbellinos,
y fieros dragones volando en el firmamento. Estos ingentes males fueron
seguidos por una gran hambruna: y no mucho después, en el sexto día antes de
los idus de enero de ese mismo año, las horrorosas incursiones de hombres
paganos causaron lamentables estragos en la iglesia de Dios en la isla sagrada,
mediante el saqueo y la masacre».
Un monasterio era presa ideal, con muchos objetos de valor
conseguidos a través de donaciones y poca vigilancia, porque nadie se atrevería
a asaltar un lugar sagrado. Este monasterio era un centro cultural de
Northumbria, uno de los reinos en los que estaba dividida la isla de Gran
Bretaña. Allí, casi un siglo antes, se había realizado el Evangelio de
Lindisfarne con bellas ilustraciones. A pesar de este inicio tan localizado en
tiempo y espacio, los contactos de los hombres del norte con las tierras de los
anglosajones se produjo bastante antes, archipiélagos más o menos cercanos como
las islas Orcadas, Shetland, las Hébridas o las Feroe eran asentamientos
normandos a mediados del siglo VIII.
¿Quiénes eran esta gente del Norte?
Estos pueblos nórdicos o escandinavos se organizaban en
clanes ubicados en la península de Jutlandia (zona ocupada por estos al irse
gran parte de los jutos de excursión a territorio britano), y el sur de las
actuales Suecia y Noruega, limitadas al norte por las grupos fineses y al sur
con los sajones y otras tribus germanas con las que compartían muchas
costumbres y panteón de dioses. Su actividad principal era la ganadería, la
poca agricultura que permitiese el clima y algún incipiente comercio. A estos
grandes rasgos debo añadir que estaban bastantes más civilizados de lo que nos
muestran las crónicas medievales, relatos realizados por los monjes de los
reinos que sufrían la voracidad normanda, que nos mostraban seres diabólicos,
altos, muy altos, que violaban, mataban, secuestraban y, lo que más impacto
creaba, no respetaban la casa del Señor y robaban cálices, cruces y cualquier
objeto de valor de las iglesias. Eran demonios desde el prisma cristiano
altomedieval.
¿Qué hizo tirarse al mar a los normandos? Hablan de dos
posibilidades: la marcha de los perdedores de las guerras civiles por la lucha
de los diversos tronos, que debían exiliarse para conservar el pescuezo, y la
poca abundancia de tierra, que sería insuficiente para alimentar a toda la
población. Por una u otra causa, al llegar la primavera “se lanzaban a la mar
con fines bélicos, comerciales o de pillaje”. Esta es una teoría sobre el significado
de la palabra vikingo, la más adaptada al imaginario popular de lo que
entendemos por vikingos.
Veremos ahora “en qué se echaban” al mar. La gran expansión
se produjo gracias a sus buenas embarcaciones, denominadas en la actualidad
Drakkars. Estos barcos eran estrechos, largos y, lo más importante, con poco
calado, lo que permitía navegar tanto por mares como por ríos, decorados con
dragones en su proa (de ahí el nombre de Drakkars). Eran movidos por remos y
sumaban un mástil de vela cuadrada izado para las rutas más largas. Podían
alcanzar velocidades de hasta quince nudos, una gran velocidad para la época. Una
evolución tecnológica fue que carecían de proa y popa específica, cualquiera de
los extremos del barco podía ser la parte delantera del mismo, sin necesidad de
dar la vuelta a la embarcación para iniciar la travesía, hecho que ahorraba
tiempo a la hora de huir después de un ataque. Los drakkars, al ser un artículo
de lujo, se utilizaban como tumbas para los normandos más significativos.
Antes de meternos a describir su expansión, me gustaría
hacer un breve inciso para describir el armamento básico de los hombres del
norte. Las armas más usuales eran los arcos, las lanzas y las hachas, por ser
baratas y de utilidad en tareas domésticas, sumando la espada y el escudo:
El arco: eran de gran tamaño, realizados de fresno, olmo o
tejo, recubiertos de cuero. Las puntas de las flechas tenían diversas formas
dependiendo el uso lúdico o guerrero que se les diera. El carcaj podía albergar
hasta unas cuarenta o cincuenta flechas.
La lanza: se cree que disponían de dos tipos, una arrojadiza
tipo pilum, cuya punta en el impacto se clavaba y abría para inutilizar el
escudo enemigo, y otra lanza larga de hasta tres metros de altura, con una hoja
de hierro que podía oscilar entre los 30 y los 50 centímetros, que se utilizaba
como arma arrojadiza o para la lucha cuerpo a cuerpo.
El hacha: que podemos dividir en tres tipos. Hacha de mano,
arma ligera con multitud de diseños y que se utilizaba en el combate cuerpo a
cuerpo, tanto o más que la espada; otro tipo de hacha pequeña arrojadiza, muy
parecidas a las franciscas continentales; y el icónico hacha a dos manos o
hacha larga. Este último era un arma para el que se necesitaba un duro y largo
entrenamiento, su uso estaba delimitado a unos privilegiados, tenía un mango
cercano al metro y medio, coronado con una pieza de metal de doble filo de unos
veinte centímetros. Lógicamente, para su manejo se necesitaba una gran
fortaleza física y su esmerado entrenamiento estaba enfocado a saber cuándo
utilizar el arma, puesto que al blandirla se dejaba al descubierto todo el
cuerpo para los ataques del enemigo.
La espada: eran de una sola hoja recta con dobles filo y
superaban los noventa centímetros de longitud, su punta no era muy afilada, al
ser utilizada para el corte más que para ser clavada, la vaina donde se
guardaba era de cuero ceñida a la cintura con un cinturón. Era un arma a la que
no todos podían acceder, eran de buena calidad (al ser los normandos unos
grandes herreros) y los más pudientes la ornamentaban con metales preciosos.
Y un inciso dentro del inciso, o sea, un inciso al cuadrado.
Los cascos vikingos NO TENÍAN CUERNOS, repetimos, NO TENÍAN CUERNOS, y lo más
probable es que la mayoría de los guerreros ni siquiera llevaran casco al ser
un producto caro y sinónimo de prestigio militar. Como referencia se puede
tomar el casco de Gjermundbu, fabricado con
hierro, compuesto de una tira circular y dos tiras cruzadas, rematado con una
máscara protectora de nariz y ojos.
Una vez descrito quienes eran, el por qué se movieron, en
qué se desplazaban y con qué atemorizaban, veamos hasta dónde llegaron esta
gente tan inquieta.
La gran evasión
Todos conocemos esta diáspora, como hemos reflejado antes,
causada por el hambre y la pérdida en las batallas por los tronos.
La marcha hacia el oeste tuvo como primer gran objetivo
Islandia. Esta isla deshabitada empezó a recibir normandos en la segunda mitad
del siglo IX. En menos de un siglo todo el territorio insular había sido
habitado y se estableció la mítica “Asamblea de Hombres Libres”, asamblea que
algunos catalogan como el primer parlamento moderno (sic). Islandia supuso una
magnifica (y alegada) base de operaciones para las travesías vikingas. Desde ahí
se podía atacar, comerciar o ambas cosas a la vez con las islas europeas del
norte.
Una vez establecidos en Islandia era cuestión de tiempo que
llegasen a la “Tierra Verde” o Groenlandia. Se cree que a la “Tierra Verde”
llegó un noruego llamado Erik Thorvaldsson o Erik el Rojo, un tipo algo
problemático en Islandia que tuvo algunos problemillas como dos asesinatos, lo
que le costó estar tres veces desterrado. En 983, Erik navegó hacia el oeste en
uno de sus destierros. No iba solo, parece que le acompañaban catorce barbos y
más de trescientas personas. Llegó a una tierra que desde el mar parecía verde
y la llamó Groenlandia.
Aquí no queda la ruta hacia el oeste. Cerca del icónico año
1000, Leiv Erikkson, hijo de “El Rojo”, llegó hasta Terranova, en la actual
Canadá, y estableció una colonia. Leiv es considerado uno de los primeros
europeos en llegar a América. Ya saben, antes de Colón habían llegado los
vikingos, los templarios y los chinos, vamos, que cuando llegaron los
exploradores españoles a suelo continental americano aquello había tenido más
visitas que los baños de una discoteca un sábado por la noche.
Ya hemos visto cómo se expandían hacia el oeste o cómo
atacaban las Islas Británicas, pero no se quedaron ahí, puesto que no había
costa o río que estuviese a salvo de la ira normanda, pero como enumerar todas
las expediciones resultaría tedioso para los lectores de Mr. Sambo, me gustaría
centrarme en un aspecto más desconocido: su expansión oriental. Vamos a ello.
La Rus de Kiev
Antes de ver las andanzas de nuestros amigos por la Europa
del este, veamos quienes estaban por allí: los eslavos, que eran un
conglomerado de tribus que estaban más allá (desde el punto de vista
occidental) de los germanos. Se desconocía su existencia hasta que fueron los
primeros sometidos por la invasión una del siglo V. Desde ese siglo y hasta el
VII tuvieron migraciones y por su asentamiento se pueden dividir en tres
grupos:
Los eslavos se habían puesto en movimiento desde su región
de origen, y sus migraciones, producidas entre los siglos V y VIII, causaron
profundos cambios étnicos en la parte oriental de Europa. Finalmente se
distinguieron tres grandes grupos:
- Eslavos
meridionales: Partieron hacia el sur y se asentaron en los Balcanes, llamados yugoslavos
(serbios, croatas, eslovenos, bosnios, etc.). Por vecindad tuvieron mucha
relación con el Imperio Romano de Oriente.
- Eslavos
occidentales: Se dirigieron hacia poniente ocupando las zonas dejadas libres
por los germanos unos siglos antes, entre estos eslavos podemos resaltar a
polacos, eslovacos, checos, moravos o eslovincios.
- Eslavos
orientales: Se establecen en las llanuras de las actuales Bielorrusia y
Ucrania, desde ahí siguen hacia el este hacia el ahora territorio ruso para
acabar uniéndose a poblaciones finesas, bálticas y de origen iranio. Son la
gran masa de población de la Rus.
Una vez asentados los eslavos organizan sus protoestados en
forma de principados, siendo los más importantes el de Kiev, el del Norte o de
Polotsk. Desde un punto de vista occidental, están en una especie de tierra de
nadie entre los francos, los romanos de oriente y las tribus mongolas.
Llegan los Varegos
Varegos, así eran denominados los hombres del norte que
provenían de la actual Suecia. Se cree que los varegos, por proximidad,
establecieron un puerto comercial en el norte de la actual Rusia a finales del
siglo VIII, en la desembocadura del río Voljov. Con este puerto como punto de
partida, empiezan a navegar por la cuenca fluvial del rio Dniéper, llegando a
contactar con el Imperio Romano de Oriente, y por el río Volga, llegando cerca
del mar Caspio y comerciando con los musulmanes y con productos llegados de la
Ruta de la Seda.
Medio siglo después de empezar los contactos comerciales,
los varegos (que los eslavos llamarán “Rus” o remeros por su forma de remontar
los grandes ríos), deciden hacer incursiones menos amistosas llamados por la fertilidad
de aquellas tierras, al disponer de caza, pastos y madera en los grandes
bosques orientales. En estas algaradas vencen a los principados eslavos y pactan
tributos con ellos. Era el año 859.
Tres años más tarde se rehicieron los eslavos y expulsaron a
los varegos, volviendo estos a sus antiguas y norteñas bases comerciales. Los
príncipes del lugar cayeron en un clásico: una vez expulsado el enemigo se
liaron a tortas entre ellos. ¿Solución? Llamar a los rus para que pusieran
orden. Pero esta vez, la élite guerrera llamada para poner orden venía para
quedarse. ¿No os suena del algo? Os doy una pista. 711.
Entre los llegados destacan Rurik, Askold y Dir. Rurik (el
halcón). Habrían llegado a Novgorod para pacificar y poner orden en la ciudad,
pero no contentos con eso decidieron quedarse fundando varias poblaciones,
entre ellas Holmgard. Rurik será el creador de la primera dinastía varega en
territorio eslavo, o los primeros rusos.
Asentado Rurik en Novgorod, veamos qué pasa con Askold y
Dir. Parece que estos eran ayudantes de “El Halcón” y decidieron remontar el
Dniéper con soldados hasta llegar a un poblado en una montaña al que llamaban
Kyiv o Kiev, estos eslavos de Kiev (polianos y devlianos), tenían una economía
muy básica y estaban bajo vasallaje de los jázaros. Viendo el panorama, las
huestes de Askold y Dir atacan Kiev sometiéndola y, posteriormente, llevando
pobladores de Novgorod. Pero la alegría dura poco en la casa del pobre, unos
años después, nuestra dupla de varegos sería vencida y muerta por Oleg, sucesor
de Rurik, de esta manera los dos mayores principados quedaban bajo un mismo
control, y este era ruso.
Antes de que Oleg apareciese en sus vidas, parece que Askold
y Dir llegaron a asediar Constantinopla (la capital romana de oriente asediada,
¡qué cosas!) con más de siete mil hombres. Se estrellaron contra las míticas
murallas y penetraron en el Mármara saqueando varias islas. La ciudad
capitalina se encontraba con parte del ejército imperial en su sempiterna lucha
contra los árabes, que una vez enterado volvió a Constantinopla, por lo que los
varegos, al tener noticias del tema, levantaron el asedio.
La expediciones vikingas en el este no se quedarían en la
ciudad fundada por Constantino, se cree que llegaron hasta la costa este del
mar Caspio. Si tienen un mapa a mano miren las distancias. Desde el mar Báltico
al Caspio.
Se quedan muchas cosas en el tintero: el Danelaw, la guardia
varega con el otrora rey Harald Sigurdsson III (Hardrade) de Noruega, los
normandos cruzando el canal de la Mancha con su batalla de Hastings, en Sicilia
o siendo factor determinante en las Cruzadas, por no hablar de su panteón
celestial con Odín, Thor y Loki o las sagas vikingas. Pero por ahora ya no doy
más la turra con los Hombres del Norte.
Un saludo y espero que no haya sido muy árida la lectura.
Por LLEVADOR DE BOTIJOS
Vaya sandez de artículo.
ResponderEliminarGracias.
EliminarPues a mi me a gustado
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