Con esa palabra definía mi abuelo a todo el fútbol moderno, de improviso, sin anestesia, cuando menos lo esperaba, mientras veía distraído
un partido en la televisión, un resumen o jugaba con mis muñecos
distraídamente.
¡Tuercebotas! ¡Son todos unos tuercebotas!- decía, y yo
quedaba tan perplejo como fascinado, con la boca abierta y, supongo, con cara
de idiota, ante tan descriptiva palabra, captando más su sentido por su
juguetona forma, su tono ridículo y, quizá, su contexto, que por la evidente
realidad que escenificaba. Una palabra frívola, ligera y de prístina
contundencia.
“Tuercebotas”. Sí, así los llamaba mi abuelo, para acto
seguido recitar todas las alineaciones del Athletic de Bilbao de su época de
carrerilla, una cosa siempre ligada a la otra, como si pretendiera invocar a
aquellos jugadores talentosos para redimir el desastre actual. Para él eran
“tuercebotas” todos los que no pertenecían a su juventud, sin excepción. No sé
qué momento o fecha concreta, quizá una nebulosa temporal donde perdió interés
por el fútbol, es la que marcó el límite para mi abuelo, pero está claro que en
un momento de su juventud los jugadores pasaron de ser genios a “tuercebotas”
para él.
Eso sí, también se sabía las alineaciones del Madrid de su
época, para que no se diga...
Desde la grada, el banquillo o el salón de nuestras casas,
la dificultad no existe. Un sentimiento ancestral, especialmente entre los que
somos futboleros futbolistas, los cuales pensamos en nuestro fuero interno que
lo haríamos mejor que cualquiera de esos profesionales, y cuando vemos algo
reseñable asentimos con solemnidad y suficiencia, no porque se considere que lo
ejecutado sea especial, sino porque ese futbolista ha hecho lo que nosotros, de
estar en su lugar, hubiéramos hecho o, simplemente, por hacer lo que debía
hacer.
Esto en el madridismo alcanza cotas extraordinarias, hasta
fundar tribus, como los numerosos “piperos”. ¡Qué raros somos los madridistas!
Con el paso del tiempo y una mayor perspectiva, llega el
momento de reivindicar esta denostada figura, la del “tuercebotas”. Esos
jugadores que son cuestionados, criticados o zarandeados por sus limitaciones
técnicas, sus errores o su bajo rendimiento, y que al final incluye a una gran
mayoría de los que pasan por el Bernabéu. Yo reivindicaré algunas figuras que
merecen estar en el Olimpo de los “tuercebotas” madridistas, porque en todo hay
niveles y jerarquías. Un sentido homenaje para ellos, porque con el paso del
tiempo la nostalgia y el cariño nos embargan y, al fin y al cabo, todos fueron
madridistas.

Pedrag Spacic, espléndido central serbio que marcó una época
en el madridismo por su vicio a meter goles en propia puerta. Al menos pudimos
disfrutar de su extraordinaria belleza... Ricardo Rocha enamoró al madridismo con
su vigor y fortaleza, esa energía que hizo rememorar a Goyo Benito, lanzándose
al suelo y deslizándose por el césped para rebañar cada balón. Un hombre de
pelo en pecho y mostacho frondoso que debía asustar a los rivales con su
aflautada voz de “castrati”.
Los centrales siempre dan juego como “tuercebotas”. Woodgate,
un central con muy buena pinta que fichamos lesionado, esas cosas que nos pasan
a veces... Samuel, “El Muro”, que fue llegar aquí y convertirse en coladero.
Como “muro” sólo pareció conservar la velocidad. Nando, por el que nos peleamos
con el Barcelona; Julio César, un central invisible… Iván Campo, partícipe en
dos Copas de Europa y que fue famoso por sus esmerados y arriesgados intentos
de sacar bien jugado el balón, para taquicardias de los aficionados; Heinze
cumplió, pero llegó veterano. Jugó tanto de lateral zurdo como de central.


De todos los centrocampistas, merece honor especial
Makelele. De Makelele se comentaba (aparte de las dimensiones de su pene) que
tenía el súperpoder de robar el balón al rival como si no costara para
devolvérselo pocos segundos después, en un gesto de inusitada generosidad. No
soy yo de meterme con aficiones ajenas, como esta de Makelele, pero esas cosas
me dejaban patidifuso. Lo cierto es que cuando se fue se le echó, y mucho, de
menos.

Pedro León nos dejó muy claro que no era ni Maradona ni
Zidane; Canales dejó claro que era guapete; Petkovic, más conocido como
“Rambo”, no me disgustaba en absoluto, pero quizá su rostro de boxeador no le
ayudó mucho.
Diogo, Congo, Bizarri… se suman orgullosos a esta selecta
lista de “tuercebotas”.
Ha habido otros jugadores que, a pesar de su indiscutible
talento y grandes perspectivas, resultaron un sonoro fracaso por ellos mismos o
por no entrar en el equipo con una dinámica ganadora. Son los casos de gente
como Prosinecky o Hagi, dos futbolistas que terminaron jugando en el Barcelona.
El primero encadenó lesión tras lesión, frustrando lo que prometía ser una
exitosa carrera. El “Maradona de los Cárpatos” era un magnífico futbolista que me
gustaba mucho; un gran talento, muy chupón, que se convirtió en la estrella del
equipo que perdió la primera Liga en Tenerife, donde incluso marcó.
De Anelka sólo parecía destacarse que era raro y taciturno,
pero siempre se le recordará como pieza fundamental de la Octava; Baljic, de la
escuela yugoslava, tenía un buen golpeo de balón, pero no le gustaba mucho
correr. Vino de la mano de Toshack, que decía saber “lo que le gustaba al
Bernabéu”; Dubovský, un eslovaco fichado por hacer brillantes partidos
contra nosotros, también pasó desapercibido. Tristemente fallecido a la
temprana edad de 28 años.
Sahin, con el que había muchas esperanzas al ser nombrado
mejor jugador de la Liga alemana y que aquí resultó un desastre; Baptista, que siempre dio la impresión de que se le desaprovechaba; Freddy Rincón, otro
que venía a revolucionarlo todo y liderar el equipo…
Posiblemente sea Kaká el caso más sangrante, un Balón de Oro
del que se esperaba marcase una época y que aquí nunca rindió al nivel
esperado.
Aunque algunos os reiréis de muchos de estos nombres, hubo un
tiempo en que se pedía que “menos estrellas y canteranos inexpertos” y más
“clase media”, que fue el término que se puso de moda en su época. Es más, todos
estos eran buenísimos en sus equipos, reivindicados por medios y aficionados…
hasta llegar aquí, por supuesto, porque como bien saben ustedes nuestro amado
equipo tiene la extraña facultad de convertir en “tuercebotas” a todo jugador
que llega.
Como seguro habrán entendido, esta lista busca la sonrisa y
el tono lúdico para que se sumen ustedes y añadan sus favoritos, algunos
olvidados u opinen sobre los elegidos, que siempre es un saludable ejercicio de
madridismo histórico.
Puede sumar algunos de los que han pasado recientemente, ¿qué sé yo? ¿Illarramendi? ¿Alguno de la actual plantilla?
No sé qué pensaréis de los jugadores actuales. Yo, desde
luego, los considero muy buenos a todos, pero sé a ciencia cierta que mi abuelo no dudaría ni un instante en aseverar
con rotundidad que son todos unos “tuercebotas”.
Jajaja!!!
ResponderEliminarIsco, Isco…
(Perdón! Igual ser culé no me da derecho a poner nombres en la lista…)
Muy divertido!! Menudo repaso histórico. Ah! Ya lo sabrás, pero entre los culés, y por lo q decías d encadenar lesiones (pobre!) Prosinecky se apodaba Lesionecky…
Besos!
Jajajajaja, te van a pegar! Lesionecky, así es! Aquí también se le conocía así, supongo que por contagio... El caso es que se le quedó al pobre. Eso sí, no impidió que lo ficharais luego jajaja.
EliminarClaro que se permite!!!
Besos!