Trenes y vidas.
Como expliqué al inicio, los trenes tienen una importante
presencia simbólica en la cinta, muy sutil y casi inadvertida. La primera
aparición la tenemos con un eco, el sonido de un tren lejano mientras Therese
viaja en un coche a la salida de un restaurante en el que ha estado con Carol, al
inicio de la cinta, y que nos lleva a un flashback donde encontraremos el sonido
de otro tren, en esta ocasión una maqueta. Vidas y destinos por los que luchar.
-Con la maqueta jugará Carol en la soledad de su casa, tras
una fiesta y una pequeña discusión con su marido, Harge (Kyle Chandler). De
nuevo la escenificación de una vida falseada, un simulacro, una imitación a la
vida…
-En un tren llorará Therese tras dejar a Carol en su visita
navideña, en su infierno doméstico junto a su marido… Un llanto reflejado en
otro cristal.
-En la escena final el sonido de un tren o un metro,
surgiendo quizá de la alcantarilla que vimos al inicio, guiará a Therese al
encuentro con Carol, guiará a Therese a la hermosa escena final.
Amor en el equilibrio.
Therese y Carol son dos seres independientes y libres en un
mundo de rígidas reglas. Los dos personajes protagonistas son extraordinarios y
las encarnaciones que hacen de ellos Cate Blanchett y Rooney Mara excelentes.
Una historia de amor de dos chicas tremendamente distintas que encuentran en la
otra todo lo que buscan. Dos personajes muy ricos que encuentran el amor enseguida, pero la posibilidad de estar juntos en el equilibrio, en un viaje
desde polos opuestos destinado a encontrarse en el medio.
-Ellas.
Therese es una joven inexperta, trabaja en un centro
comercial, es humilde y poco sofisticada. Esta confusa y le cuesta decir que no
(como se verbaliza en la cinta), siente la necesidad de experimentar y no tiene
claro cuál es su camino. Es tímida e insegura, pero aspira a algo más que una
vida convencional. Tiene novio y un grupo de amigos, de los cuales uno de ellos
intenta llegar a más con ella. Este amigo periodista besucón, que ayudará a
Therese a pintar su casa, la animará a hacer un book para el “Times” tras su
separación de Carol. Con este personaje comprobamos lo que ella misma
manifiesta, que le cuesta decir “no”. Un personaje cinéfilo con el que veremos
fragmentos de “El crepúsculo de los dioses” (Billy Wilder, 1950).
Tiene aspiraciones artísticas, va con su cámara de fotos a
todas partes. Fotografía cosas, porque la incomoda hacerlo a personas, siente
que invade su privacidad, pero eso cambiará con Carol, ante la que no podrá
contenerse, abriéndose a ella en todos los sentidos y queriendo adentrarse en
sus secretos y su vida. Carol le regalará una cámara de calidad para que siga
con su vocación.
Carol vive atrapada en un matrimonio en el que no es feliz,
en el que está incómoda. Es elegante y distinguida, con una Blanchett que deja
gestos que recuerdan a su madrastra de “Cenicienta” (Kenneth Branagh, 2015),
también estrenada este año. Es una madre amorosa, aspecto clave que la impide
romper con todo.
Es distinguida, elegante, segura, pero está hastiada de su
vida y su mentira, por ello Therese supone aire fresco, el cambio necesario.
Carol acusará el sentimiento de culpa cuando deba luchar por
la custodia de su hija, cuando su moralidad sea puesta en duda al ser
descubierta con Therese, incluso antes de eso. Una vez descubierta su relación
con Therese, pesará más su sentimiento de culpa y su falta de voluntad, su
miedo a perder a su hija, algo absolutamente comprensible, lo que la alejará
de su amante. Volverá a su vida anterior, algo escenificado en una fría secuencia junto
a la familia de su marido, sometida de nuevo a las convenciones por amor a su
hija.
En el centro comercial se verán por primera vez y tras la
venta de la maqueta y el oportuno olvido de los guantes de Carol, comenzará la
relación. Por supuesto, Therese enviará sus guantes a Carol y aceptará su
invitación a comer.
La relación de Carol con Abby (Sarah Paulson), su amiga
íntima, es ambigua, algo que trae a malvivir a su marido, receloso. Al final de
la cinta, la propia Abby contará a Therese todo lo ocurrido entre ellas. Por
eso, tras su primer encuentro con Therese, el marido indagará. Del mismo modo,
el novio de Therese, Richard (Jake Lacy), la entregará, inconsciente él, a
una “inocente” amistad.
Therese queda prendada y fascinada por la exuberancia de
Carol, su elegancia y distinción, su saber estar, seguridad y experiencia.
Therese ve en Carol lo que a ella le falta, lo que le gustaría ser o tener.
Experiencia, elegancia, saber estar, seguridad…
Carol, por su parte, es atraída por la juventud, ingenuidad e
inocencia perdida que ve en Therese. Aspectos que ansía. Carol ve en Therese lo
que a ella le falta, lo que ella perdió, lo que le gustaría tener o recuperar.
Ve juventud, ilusión, esperanza, vida.
Sus miradas perdidas, silenciosas, como evocando la
pesadilla que le espera en casa, que suponen las esposas y cadenas de la
convención, son momentos de una sensibilidad exquisita, perfectamente
interpretados por Blanchett.
Las miradas ensimismadas de Therese, tímidas, clandestinas,
a Carol, a sus manos, pieles, boca… fascinada completamente con ella.
Therese irá madurando, la conocemos en un momento indeciso
de su vida, con su carácter débil y dubitativo, donde no sabe decir que no,
pero poco a poco eso cambiará, dejando a su pareja, Richard, y negándose a
volver con Carol en primera instancia. La separación de su novio será en
gélidos exteriores.
Fíjense en los detalles con Therese, sobre todo en su
evolución se ve esa búsqueda de equilibrio, ese contagio y paulatina igualdad entre
ambas. En su primera cita pedirá lo mismo que Carol, insegura ante lo que
pedir, y elogiará el perfume… Son los primeros pasos de una asimilación casi
vampírica, donde Therese irá adoptando los ademanes, hábitos, estilo y gustos
de Carol. Sus pequeñas modificaciones de peinado y de vestuario toman como
modelo a esa distinguida mujer que la fascina.
Carol llevará un vistoso abrigo rojo, y también blusas
rojas, de color intenso, mientras que Therese viste en verdes o colores más
apagados. Hacia el final de la película, Carol irá en coche, la veremos una vez
más tras un cristal, cuando de repente ve a Therese con una chaqueta roja, al
estilo del abrigo con el que la vimos a ella durante la película.
En toda la parte final vemos una Therese mucho más distinguida,
el resultado del contagio con Carol. Sus rebecas y tocados, su maquillaje. Unas sutilezas de vestuario que debemos a la
siempre genial Sandy Powell (también nominada por “Cenicienta” de Kenneth
Branagh este año).
Al final, Carol tendrá que trabajar en una tienda de muebles
para ganarse la vida, asumiendo que la custodia pase al padre, pero controlando
su vida por fin y abandonando su acomodado estilo anterior, acercándose a la trabajadora
Therese, dando por concluido ese viaje hacia el punto de encuentro y equilibrio
que libera a las dos.
Ambas tendrán discusiones con sus parejas. Therese con su
novio, por el que bien es cierto no siente gran interés más allá del
convencionalismo social esperado, y Carol con su marido (varias), con el que
está en trámites de separación de una relación basada en esos mismos
convencionalismos que Therese evitará para no llegar a eso.
La que tiene Therese con Richard está resuelta en un solo
plano, cruzando estancias en su pequeño apartamento, como en el laberinto
imposible que es esa relación. Son las prisiones. Las de Carol, como digo,
también aparecen enmarcadas en las puertas, a distancia, donde los personajes
desaparecen del encuadre, ocultados por elementos del decorado.
Curiosamente, la primera vez que se trate el tema de la homosexualidad
será en una conversación entre Therese y su novio Richard (Jake Lacy), en la
que éste termina haciéndole una petición de matrimonio.
En su viaje de evasión, de huida, descubriremos que Carol
lleva una pistola, objeto que simboliza su miedo, su temor vital, que a pesar
de todo no logra dejar atrás ante la presión social y de un marido posesivo y
“enamorado”.
En una película tan pudorosa, sensible y elegante, con ese
tacto, que desprende sensualidad en cada plano, las escenas más eróticas no
podían defraudar. Sus conversaciones en las suites, sus charlas y risas, sus
cómplices miradas, la forma de olerse, de sentir los perfumes, de pintarse, las
deseosas miradas nocturnas… La tentadora manzana roja que toma Therese durante
otro viaje en coche…
La sensualidad se sublima y alcanza su cénit con la escena
de sexo en año nuevo. Otro plano semioculto con Carol saliendo del baño,
espejos que reflejan a ambas y el amor desnudándose sin prejuicios, dando de
lado a la soledad y entregándose a la pasión. El momento donde Therese le pide
a Carol que no apague la luz es el gesto simbólico de dos mujeres que quieren
sentir sin verse cercenadas en su libertad. La juventud que pierde la
virginidad y la experiencia que la guía. Una bella escena de sexo, sutil,
elegante y carnal.
“No. Quiero verte”.
Es el clímax antes del giro dramático, cuando descubran que
el viajero entrometido con el que coincidieron anteriormente era un detective
pagado por el marido de Carol que las ha delatado, pero tras ello tendremos una de las
escenas más bellas del film. Therese y Carol durmiendo aferradas la una a la
otra.
Retomaremos la narración un mes después de la fallida
llamada de Therese a Carol. Carol sufrirá una dura negociación por la custodia
de su hija, en una soberbia escena dramática que podría darle el Oscar a Blanchett. Es en ese punto donde cambiará su actitud e intentará recuperar a
Therese.
Un bello final.
Carol citará a Therese en el Ritz, a una hora concreta, con
el miedo a si asistirá tras lo sucedido. Esto nos lleva a cerrar la estructura
circular, ya que nos sumerge en la escena inicial, pero dándole un sentido
completamente distinto y nuevo. Una escena cargada de una inmensa y discreta
emoción.
Therese acudirá a la cita y demostrará que aprendió a decir
“no”. Tímidas negativas.
“Te amo”.
Atentos a esos silencios tras las negativas de Therese, su
increíble intensidad y dolor. Un momento que se sublima con ese “te amo” y que se
interrumpe con la aparición del amigo de Therese. Cuando Carol se levanta y
posa su mano en el hombro de Therese, sus ojos se cierran con el sabor de la
despedida, de la despedida definitiva.
Carol jugó su última carta, una carta desesperada ante la
que asume la derrota, pero Therese sentirá en la fiesta a la que asiste poco
después todo el peso verdadero de la soledad, la soledad entre la multitud
mostrado en un encuadre general desde el exterior incluyendo dos ventanas.
Parejas, su ex, otra chica solitaria, su amigo periodista… Se encerrará en el
baño a dejar correr el tiempo, asumiendo que ese no es su sitio, que está
renunciando a su camino por orgullo, sintiéndose fuera de todo. No debe entenderse como una resignación que vuelva a por Carol. Jamás. En esas miradas lo que entiende Therese, es que está renunciando a su amor. Por eso vuelve.
Buscará la verdadera soledad sin estar rodeada de gente y el
sonido de un tren la hará cambiar de dirección, coger el camino de su verdadero
destino. La fiesta a la que acudiría Carol, a la que la invitó y rechazó. Una
decisión tomada al aire libre, por supuesto.
Una hermosísima escena final donde la secreta intimidad se
comparte rodeadas de gente, en una mirada, en esa ansiosa búsqueda de Therese
entre la multitud, guiada por los hilos irrompibles y calmada y saciada al
encontrarse con los ojos de Carol. La música acompaña a la perfección.
Así entiende Therese que es con Carol con quien se siente
acompañada. Amada. Y es a distancia, con una sencilla mirada, como finaliza
está sutil, conmovedora y delicada película.
“Carol” es una de las mejores películas de este año, que
debió estar nominada. A parte de la excelente dirección y fotografía, el guión
adaptado es un acierto y las interpretaciones son extraordinarias. Blanchett
puja fuerte por su tercer Oscar con este papel de acomodada ama de casa que
honraría a las heroínas de Sirk, como la Jane Wayman de “Sólo el cielo lo sabe”
(1955). Rooney Mara no le va a la zaga y bien podría conseguir también su
Oscar.
Si gustas del cine de calidad con aliento clásico, los
melodramas de altura como los de antes, si gozaste con “Carta de una
desconocida” (Max Ophüls, 1948) por poner un ejemplo, apuesten y disfruten de
esta joya sutil y profunda.
Me ha gustado mucho tu reseña. Me encantó la película, pero ya antes, había leído el libro. Lo compré hace tiempo y no sabia que lo iban a llevar al cine. Me gustó mucho y la película, lo refleja bastante fielmente. Para mi, Cate Blanchet si se merece el Oscar y Mara está genial. Gracias por haberla retratado con tanta sensibilidad:))
ResponderEliminarGracias a ti Mercedes, me alegra que te haya gustado el análisis. Yo he leído bastante a Highsmith, hace poco puse un libro suyo en el blog, pero sobre todo sus obras de suspense. Esta CAROL ni siquiera me sonaba, así que es un estupendo aporte leer que la adaptación ha sido fiel. Muchas gracias!
EliminarExquisito, sensible, elegante, inteligente, sin prejuicios. Todo esto está en tu análisis, junto a tu proverbial maestría expositiva y tu profunda capacidad de observación cinéfila.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho esta segunda parte, y voy a ver la película sin duda, al igual q leeré el libro.
Creo q con Blanchett han acertado en el personaje, pocas actrices tan bellas, con esa belleza clásica tan de las grandes estrellas del celuloide.
Gracias por tu esfuerzo. Enhorabuena por este trabajo.
Bss
Es verdad, es una belleza d las de antes, clásica, cuando la peinan al estilo de esos años le queda natural, como a pocas.
EliminarMuchas gracias, Reina. Cuando la veas ya me dirás.
Nunca había tenido la oportunidad de ver una película donde las miradas y los gestos transmitieran más que los propios diálogos.
ResponderEliminarLas hay! Aunque esta es, sin duda, una bella película. De lo mejor de su año.
EliminarUn saludo.