Kenneth Branagh, uno de los mayores talentos
cinematográficos de la actualidad, sigue con su periplo en el cine comercial de
encargo ejecutando películas con una insultante solvencia y calidad técnica.
Esta versión de “Cenicienta” para Disney es un completo éxito sin apenas
salirse del guión tradicional de la historia.
Por supuesto, en esta etapa de mercenario del celuloide,
Branagh ha dejado cintas de menor calidad que las que llevan su sello más
personal, pero todas ellas han resultado satisfactorias y de un nivel de
calidad alto, aunque en algún caso menospreciado. Es de esperar que con lo que
vaya recaudando, mi admirado Branagh se embarque en proyectos más personales
que vuelvan a deslumbrar a sus seguidores. Por ahora seguiremos disfrutando de
estos trabajos de encargo artesanales, que no está mal.
El señor Branagh, alabado y admirado por sus adaptaciones
teatrales y considerado un grande de las tablas, siempre ha destacado de forma
deslumbrante por su poderío visual, su sentido cinematográfico y dominio del
lenguaje del Séptimo Arte. Aquí adapta un clásico de la animación Disney
pasándolo a imagen real, resultando tremendamente fiel al mismo, pero a la vez
dotando al relato de una mayor coherencia, sentido y madurez. Un producto
arrolladoramente encantador.
No tenía grandes esperanzas en este título, pero tras verlo
quedé muy satisfecho. No sólo me satisfizo la película, sino comprobar que
coincidía con la crítica extranjera, que ha valorado muy positivamente esta
versión clasicista y madura de Branagh, y que no lo hacía con la crítica
española, que la ha criticado con saña. Y es que la “Cenicienta” de Branagh no
es ninguna obra maestra, pero sí pasa por ser la mejor versión del cuento
popularizado por Perrault.
Una película que fusiona de alguna manera el relato clásico
de Perrault con la adaptación animada de Disney, más acertados añadidos de
guión. Los homenajes al clásico Disney son numerosos, pero los musicales
destacan especialmente, sobre todo el “The Magic Song” (Bibbidi-Bobbidi-Boo)
que menciona Helena Bonham Carter como Hada Madrina y que también oímos luego
en los títulos de crédito.
Aquí Branagh nos deleita con un ritmo ágil, habitual en su
cine, y multitud de recursos visuales: encadenados sin cortes, juegos de
apariencias engañosas (esa nube del inicio)…
No se pretende, por tanto, una reinvención del mito, pero sí
una clara intención de explicar, definir y desarrollar mejor aspectos y situaciones
que parecían ilógicas: personajes y trama, lagunas inexplicables en la historia,
buscando dar coherencia al relato, explicarlo mejor. Minimizando la magia, interpretable
de forma lógica, aunque manteniendo sus rasgos más distintivos (hada madrina), y
aportando cómo profundizar en todos los aspectos dramáticos y de la trama. Por
eso, todos los posibles defectos de coherencia o lógica del relato no son
achacables a la película, que intenta corregirlos en lo posible, sino a los
textos y versiones originales.
Y es que uno de los grandes aciertos de esta “Cenicienta” de
Kenneth Branagh es su ausencia de cinismo. Hay una extraña emotividad en esa
falta de ironía y cinismo tan habitual en los títulos modernos y la revisión de
clásicos. Esta “Cenicienta” rezuma autenticidad y se zambulle en sus conceptos
clásicos con fe y determinación. Toda la propuesta carece de cinismo y resulta
honesta, con mención especial a la escena del vestido, donde se apuesta por la
magia decididamente, transformando el vestido materno.
Sí, “Cenicienta” plantea una concepción idílica, pura,
inocente e ingenua del amor y las relaciones, que quizá la sociedad actual no
se ve capaz de asumir, tristemente, pero indudablemente auténtica, ya que
funciona y fascina aún como modelo aspiracional (fuera de interpretaciones
machistas o feministas sesgadas).
En pequeñas pinceladas el guión y la dirección de Branagh
definen y dibujan a la perfección los personajes. Una madre idealista y
romántica, un padre amoroso y comerciante, ambos amantes de la fantasía, el
arte y la representación… que tendrán un bofetón de realidad.
Arte, representación, disfraces, apariencias. La creación,
en suma.
Desde la puesta en escena se apuesta por la imaginación y la
fantasía para retratar a los personajes protagonistas, a los más positivos. Se
hace hincapié en ese carácter imaginativo de Ella (Lily James), de cómo adapta
la supuesta realidad a su realidad… escenificado en esa nube que no lo es… Esta introducción sirve a la perfección para definir el funcionamiento de la
mente de Ella, ya que también se hablará de las Hadas Madrinas, nuestras
cuidadoras.
-Madre: Yo creo en todo.
-Ella: Entonces yo también creo en todo.
-Al final de la película, unas palabras volverán a definir
el carácter de Cenicienta y apostar por la fantasía, además de confirmar esa
búsqueda anunciada a lo largo del análisis, reducir los aspectos mágicos buscando dar coherencia y sentido al relato fuera de ellos.
“Ella siguió sin ver el mundo tal como era, sino como podía
ser cuando uno cree en la valentía, la generosidad y, de vez en cuando, un
poquito, en la magia”.
-En la primera conversación que oímos a Ella junto a su
madre, se menciona la idea de que los animales nos entiendan, creencia que la
chica mantendrá toda su vida. Esta forma de plantearlo, como recuerdo materno
añadido, da coherencia al hecho, guiñando al relato Disney, pero manteniendo dicha coherencia sin tener que recurrir a la magia.
-El padre regalará a su hija una falsa mariposa como
recuerdo de uno de sus viajes, no es la única, ya que en la primera escena
vemos otra revolotear junto a la familia con Ella de bebé. La mariposa y su
simbolismo, con la idea de transformación, se hace evidente, de nuevo como
idea previa a lo que acontecerá, dotando de un gran peso y brillantez a la
planificación y puesta en escena, dando más enjundia al conjunto.
-Una lámpara con pajaritos representados, a los que se suma
una mariposa, en sombras, vuelve a ser un guiño a ese mundo representativo,
figurativo e imaginativo que rodea a Ella en su infancia.
-La felicidad queda truncada con la repentina muerte de la
madre de Ella, pero dejará otro cebo, otra insinuación del futuro, con esos
planos de la niña de puntillas, como añorando unos tacones, esos que le
cambiarán la vida.
-El príncipe fingirá no ser quien es, mientras que
Cenicienta usará un disfraz producto de la magia. Representaciones que buscan
amor y aceptación.
-Esa misma búsqueda es la de la madrastra, y para ello
también fingirá no ser quien es, pero sometiendo y eliminando el libre albedrío,
la libertad individual de las personas para decidir, justo lo contrario que
buscan las otras.
El poder de la bondad. La magia.
Desde el guión se pretende reducir el carácter mágico del
relato, dándole un sentido más coherente, ambiguo, para fortalecer el mensaje
que se pretende, que no es otro que el consejo que su madre le da a Ella antes
de morir.
“Sé generosa y ten valor”.
Es uno de los aspectos más conseguidos de la película, ya
que este sencillo mensaje, que es puro Disney, en ningún momento está salpicado
de cinismo, resulta auténtico, nada ambiguo ni matizado. Real y verdadero.
Siendo Branagh uno d mis favoritos como actor de teatro y cine, y como director, no tenía ningún interés en ver esta peli. Pero tu análisis, hace q me lo pudiera replantear.
ResponderEliminarPones una mirada justa, pero cariñosa. Y no lo digo tanto por el análisis, q también, sino por lo q subyace; cuentos, ilusión, infancia, inocencia, fe…
O quizá soy yo? Jajaja!!
Gracias Sambo. Esperando las otras dos!
Bss
Pues no, no eres tú, es tal cual jajaja. Has acertado de pleno.
EliminarGracias a ti, Reina