Maravillosa película de aventuras marinas que centra sus
miras de forma especial en los personajes, su desarrollo y su psicología,
adaptando la novela de Jack London con guión de Robert Rossen y dirección del
gran Michael Curtiz.
El director de “Casablanca” (1942) nos vuelve a regalar una
joya, un director a estudiar, uno de los grandes artesanos al que quizá habría
que ir considerando bastante más que eso, con un reparto realmente magnífico.
Edwad G. Robinson, que está antológico, Ida Lupino, John Garfield, Barry
Fitzgerald, Gene Lockhart, Alexander Knox…
Un escritor y una fugitiva son rescatados por “El lobo”
Larsen, capitán del “Fantasma”, un barco lleno de fugitivos y malditos a los
que maltrata de forma tiránica. Se iniciará una relación entre el novelista y
el capitán donde el juego psicológico y de poder hará saltar por los aires el
crispado equilibro de ese microcosmos.
Es curioso el parecido que tienen los comienzos de esta cinta
y su obra maestra, “Casablanca”, que rodaría un año después, con esa entrada en
un bar donde vemos varias conversaciones y se nos presenta un entorno, aunque
aquí más allá de esta escena no volveremos a entrar en ese tugurio. Aquí se nos
presenta a uno de los protagonistas, George Leach (John Gafield). Estamos en
San Francisco, el año 1900.
-La atmósfera que logra Curtiz en la película es sublime y
además perfectamente coherente con la historia, el tono y la esencia de la
película. La noche, la niebla, los adoquines mojados, la humedad constante que
cala los huesos, el puerto… luego el barco… el infierno. Una imaginería que nos
adentra de lleno en el cine de suspense o de terror, algo confirmado por el
nombre del barco que regenta Larsen (Edward G. Robinson), “Fantasma”.
-La presentación de ese barco en los títulos de crédito,
rodeado de bruma, nos recuerda al de “Taxi Driver” (Martin Scorsese, 1976) y el
fantasmal taxi que aparece al iniciarse la película también entre brumas. Una
niebla que resulta simbólica, un tránsito a ese mundo paralelo, infernal,
onírico.
-Malditos de la sociedad, lo peor de la misma, reunidos en
el barco “Fantasma”, un barco infernal.
-La estética es tan acertada porque lo que Curtiz retrata es
la entrada al infierno, un Hades acuático encerrado en ese barco que comanda
Robinson. Cuando Larsen cite a Milton y la importancia de reinar aunque sea en
el infierno, quedará confirmado que el microcosmos creado por ese Satán
marinero es el mismo infierno o algo parecido que pretende recrear. Esto tiene
un punto de metaficción incluso, por la idea del libro que Van Weyden se
dispone a escribir sobre Larsen, algo con lo que se jugará sutilmente.
-La desaparición repentina de uno de los cuatro personajes
que huyen del “Fantasma” nos resitúa en un lugar fantasmagórico, infernal, sin
posible salida para tanto pecador. La aparición del derruido y semihundido “Fantasma” rasgando la niebla nos hace sentir como si estuviéramos
en el epicentro del inferno, un infierno íntimamente unido a Larsen, en cuerpo
y alma unido a su barco, Satán y su trono. Un mundo paralelo, ajeno al
cotidiano.
Grandes personajes.
-Barry Fitzgerald interpreta al despreciable cocinero que es
mano derecha de Larsen, su topo y siervo, un personaje profundamente
desagradable y muy bien dibujado, como todos.
-Gene Lockhart interpreta al doctor Prescott, un personaje
realmente maravilloso. Su lucha por recuperar una dignidad y orgullo que perdió
hace tiempo conmueve realmente.
-Edward G. Robinson está gigantesco en su papel, un hombre culto, un líder, que se ha convertido en tirano, entendiendo de la manera que más le interesa sus muchas lecturas, Nietzsche, que no puede faltar, Darwin, Poe, Milton… Su mando radica en el miedo, el respeto vertebrado en el temor que le tienen sus hombres, un líder, un tirano que se identifica con la misma ley, la personifica en ese microcosmos que ha creado, manejando las voluntades ajenas a conciencia porque se cree con todo el derecho, unos derechos que el resto parece haberle cedido sumisamente. Un miedo escondido en violencia. Larsen es rocoso y blindado, sin sentimientos, por necesidad, es su forma de enfrentarse a un mundo que ve amenazante siempre. Se dará a valer ante Van Weyden y en otros muchos momentos, reivindicando que todo lo que tiene y ha logrado lo ha hecho sin ayuda, por él mismo… Es un hombre que necesita del reconocimiento ajeno, satisfacer su ego, aunque lo disimule y vaya de independiente.
La mezquindad de Larsen se manifestará de forma física con
terribles dolores de cabeza que le producen cegueras temporales cada vez más
frecuentes y duraderas.
-Alexander Knox interpreta a Humphrey Van Wayden, el
intelectual, el hombre honesto que indaga en la psique del tirano, que pretende
comprenderle, escrutarle. Es el contrapunto, junto a George Leach (John
Garfield), a ese mundo de delincuentes, es el hombre honesto que caerá víctima
de su interés por su antagonista, sacrificándose por algo mayor, el amor de la
pareja redimida. La evolución de este personaje es algo apresurada,
precipitada, también le falta algo de desarrollo, como a ciertos aspectos de la
trama. Esta transformación le pesará, ya que no se muestra auténtico, él
siempre abogará por la civilización, creerá en esos principios, pero renunciará
a ellos cuando las cosas superen su límite, sustituyendo civilización por bajos
instintos, sacando su lado oscuro, violento, revelándose. Larsen logrará esto,
quizá sea lo que condene finalmente al personaje o es necesario su sacrifico
para acabar con lo que simboliza el capitán. Van Weyden entiende tarde que en
ese mundo la lógica y la civilización no tienen cabida, que en algunos lugares,
en el infierno, con eso no basta, que eso no sirve para nada. Es el personaje
de George (John Garfield) el que entiende esto perfectamente.
-John Garfield interpreta a George Leach, uno de los
personajes más dignos de la película. No se someterá nunca a
Larsen salvo por la fuerza, pero siempre se mantendrá firme en sus
convicciones. Luchador, irreductible, constante, tenaz, decidido y firme. Él es
la rebeldía que destruye a la tiranía, o al menos la sobrevive.
Entre Geoge y Ruth habrá un vínculo especial ya que el
primero donará sangre para la segunda, que se encuentra muy débil y peligra su
vida tras el inicial accidente de barco. Un vínculo de sangre que los unirá
definitivamente, además de otros aspectos. Se intuye un triángulo amoroso que
nunca llega a desarrollarse, especialmente porque George lo impide,
literalmente, cuando Van Weyden va al camarote de la chica para hablar con ella.
Curtiz nos deleitará con sus magníficos y fluidos
movimientos de cámara, una cinta con mucho estilo, con sus clásicos travellings
de acercamiento, su habitual uso y juego con las sombras gracias a la
influencia expresionista alemana, de la que tanto aprendió en Austria. Otro de
los rasgos que distinguen la película es el continuo balanceo del barco, que
hace sentir verdaderamente que compartimos travesía con esos personajes, un
gran detalle. Esas lámparas que se balancean… Siempre me fascina también el
sonido de las películas sobre el mar, el crujir de la madera, el agua, las
amarras… Un ambiente retratado por Curtiz magistralmente.
La escena del choque entre los dos barcos, en el que van
Lupino y Knox y otra nave, es una maravilla técnica, realmente bien rodada, con
multitud de planos oblicuos, inclinados, inestables… para mostrar la tensión,
el peligro y la situación de riesgo de manera visual. La conclusión de la
secuencia con la majestuosa aparición del “Fantasma” es excepcional,
presentando además al gran protagonista de la película, “El lobo” Larsen, en un
esplendoroso contrapicado que engrandece su figura, amenazante, atemorizante.
Un rescate esclavizador.
Larsen presentará a su tripulación maldita, marineros
buscados por la justicia, ex presidiarios, delincuentes, como es la chica que
rescata, Ruth Webster (Ida Lupino)… que al abrigo de Larsen malviven
tiranizados por él pero protegidos. La ley máxima de la dictadura: Dame tus
derechos que yo te protejo.
Los roles de los personajes principales quedan definidos, el
villano tiránico (Edward G. Robinson), el cerebral intelectual (Alexander Knox)
y el visceral romántico (John Garfield).
No hay maniqueísmo aunque los roles estén fijados, son
personajes con matices y recovecos bien explorados desde el guión y la
dirección, gracias a la buena base literaria. La conversación literaria entre
Larsen y Humphrey Van Weyden, me encanta ese nombre, es interesante, aunque
algo simplista. Se centrarán en “El paraíso perdido” de Milton y reflexionarán
sobre el párrafo que dice que “es mejor reinar en el infierno que servir en el
cielo”, algo que Larsen se toma a rajatabla, pero que desde luego no es el
propósito de la obra. Esto viene a confirmar que Larsen es una especie de
Satanás en el infierno, como comenté antes. La escena comienza con la
amenazante sombra, casi diabólica, de Larsen entrando en su despacho mientras
Van Wayden lee “El paraíso perdido”.
George (John Garfield) interrumpirá la escena de forma algo
ridícula, sólo le falta decir ¡Tachán! o ¡Sorpresa!
Pues esperando la siguiente!!
ResponderEliminarQ ambiente tan opresivo, no?
Edward G. Robinson siempre es un malo malísimo…
Besos sensei!
Justamente eso comento en la segunda parte, ese ambiente claustrofóbico, opresivo, muy asfixiante. Es una cinta intensa y muy coritita, no llega a hora y media.
EliminarRobinson es uno de los grandes.
Un beso Reina.