domingo, 29 de septiembre de 2013

Crítica: AFTER EARTH (2013) -Última Parte-

M. NIGHT SHYAMALAN










La muerte siempre está ligada al cine de Shyamalan, vinculando e influyendo en los personajes, cuando no íntimamente relacionados con ellos. “El sexto sentido” (1999), no hace falta explicar por qué; “Señales” (2002) y la muerte de la esposa de Mel Gibson; la amenaza y la necesidad de salvar una vida agonizante en “El bosque” (2004) y esta “After earth”; los suicidios en masa en ”El incidente” (2008)… Una muerte sobre la que los personajes deberán aprender y madurar, asumir siempre, logrando la paz cuando lo consiguen (“El sexto sentido”, “Señales”…).

Shyamalan además plantea y estructura sus historia generalmente con dos mundos paralelos que coexisten, a veces se interrelacionan, en otras entran en conflictos que unas veces son irresolubles (“Señales”) y otras se acaban solucionando (“El sexto sentido”). Así, muertos y vivos convivirán en “El sexto sentido”; los extraterrestres pretenden invadirnos en “Señales”; en “La joven del agua” (2006) un personaje de cuento, una ninfa, llega a nuestro mundo; en “El protegido” (2000) Bruce Willis descubre que es especial; en “El bosque” la comunidad protagonista vive ajena al resto del mundo y en esta “After Earth” volvemos a una Tierra distinta tras luchar contra alienígenas en otro planeta…

El agua es un elemento casi imprescindible en el cine de Shyamalan, como la columna vertebral de esa pasión por la naturaleza del director. El agua será la kryptonita del protagonista de “El protegido”; a su vez será la salvación para los protagonistas de “Señales”, ya que los aliens no la aguantan; en “La joven del agua” no hace falta ni explicarlo, incluso está en el título; en “Airbender, el último guerrero” (2010), será una de las “naciones”; aquí en “After Earth” aparecerá en varias ocasiones, en una salvará de la persecución de los monos a Kitai, posteriormente será clave en la maduración final de los dos protagonistas. Cypher contará su experiencia cuando logró la fantasmación por primera vez, fue en el líquido elemento. Katai también tendrá su baño poco antes de lograr la suya. El agua en la película que nos ocupa está tremendamente presente, relatos, ríos, cascadas, lluvia… En un viaje por el río Kitai hablará con su hermana (o sea consigo mismo, pero personificado en su hermana), negándose a seguir, evadiéndose de su responsabilidad, pero finalmente respondiendo a su deber.



Todo ha evolucionado en la Tierra para matar a los humanos, Kitai tendrá el sable de su padre como arma. Puede haber algo metalingüístico en ese hecho de que Will Smith ceda el peso de la función a su hijo, sumado al comentario de su futura jubilación en la película, dándole el testigo, aunque el chaval está a años luz del carisma y saber hacer del padre. Con todo el chico está correcto. También hay una lectura vital, el padre que guía a su hijo, pero es éste el que debe volar solo para madurar.





Es muy interesante la idea y la forma en que Cypher guía a su hijo, hay cierta insinuación religiosa. Cypher tendrá cámaras que le permitirán ver cada paso de su hijo, para advertirle, incluso antes de que él se dé cuenta, de cualquier peligro o circunstancia importante. Así, como si de un Dios se tratara, Chyper controlará cada paso de su hijo y discípulo. El hijo le pedirá y necesitará de su guía y ayuda, pero en un momento dado la comunicación se interrumpirá por problemas técnicos. Aquí asistimos al silencio de Dios, un hijo suplicando a su padre que no puede comunicarse con él. Finalmente, en el último tercio, padre e hijo se comunicarán instintivamente, convirtiéndose en uno solo, cuando el hijo siga las órdenes de su padre sin poder oírlas, previo paso a su madurez y conclusión de su misión… con éxito. En la secuencia final será Kitai el que logre comunicarse con su padre, pero él no sabe si lo logra ya que no le llega respuesta, nuevamente el silencio de dios, oyendo las súplicas, pero sin dar una contestación explícita, quizá la dé de otra forma, ya que en ese momento padre e hijo se fundirán en uno y por intuición el chico irá siguiendo las instrucciones de su padre sin que pueda oírlas en realidad. Una bella idea.


Habrá una broma en este sentido cuando el hijo vea una tarántula en su mano y tenga que espantarla, sin que su padre se dé cuenta… Creando desconfianza nada más empezar. El cuerpo en la Tierra se siente más pesado. Las rutinas y costumbres, como poner la rodilla en suelo para centrarse y demás, resultan a veces algo pedantes.


Los animales se han hecho con el control absoluto del planeta, lógico, una abundancia exuberante. Disfrutando de nuestra ausencia. El relato se dirige, como es normal, hacia la aventura, con el viaje que Kitai debe emprender, lo que nos dará algunas escenas de acción dentro de ese tono místico que subyace en la obra. La escena con los monos es forzada y rodada de forma algo floja, usando el montaje para evitarse problemas, siempre hay un corte en el momento oportuno, justo cuando parece que los simios van a coger a nuestro protagonista. Resulta incoherente que los monos, siendo más rápidos y más numerosos, no lo alcancen, sobre todo porque poco antes oímos que Kitai sentía su cuerpo más pesado para más inri.






El agua salvadora dejará un regalito, una sanguijuela que provoca una reacción alérgica mortal en el joven. Kitai seguirá a duras penas las instrucciones de su padre para inocularse un antídoto, será en este momento cuando nos situemos en el inicio de la película, cuando vimos a Kitai casi inconsciente llevándonos al flashback, algo que se antoja bastante gratuito. Finalmente Kitai renacerá y se recuperará.



Hay detalles visuales interesantes y curiosos que no están mal, como ese traje que detecta el peligro, pasando del blanco al negro.

Para aumentar la tensión Shyamalan recurrirá a típicos recursos de guión, la herida del padre empeorando, los viales de oxígeno rotos y por tanto más limitados, Kitai mermado y apremiado por la helada nocturna… El hijo mentirá acerca de los viales que le quedan.

La historia de la primera fantasmación de Cypher (Will Smith), con el agua como protagonista, como comenté, será en un plano muy sostenido, aunque se intercale algún plano de Kitai (Jaden Smith).




El miedo no es real. El único lugar donde puede existir el miedo es en nuestros pensamientos sobre el futuro. Es producto de nuestra imaginación”.

El peligro es muy real, pero el miedo es una opción”.







Se ha comentado y hablado sobre que la película podría tener un mensaje subyacente a favor de la cienciología, especialmente por el hecho de estar Will Smith implicado, la verdad es que lo desconozco, pero lo que sí se aprecia son ciertos toques místicos. En este sentido Kitai dará un salto de fe, literalmente, para reducir el tiempo que le permita llegar a la nave, ya que al haber roto los viales no sería factible. Todo esto contradiciendo a su padre. Será a partir de aquí cuando pierda, precisamente, contacto con él, algo que relaciona, defiende y subraya la concepción religiosa, antes mencionada, con el padre como dios. Este acto de fe y rebeldía será un desahogo para el hijo, que verbalizará, por fin, lo que lleva dentro, las recriminaciones contra su padre, su ausencia soportada todos esos años.



La pequeña trama con la gigantesca ave, ya que Shyamalan sustituye naves por pájaros gigantes en esa pasión suya por la naturaleza, tiene algunos elementos simpáticos. Todo comenzará con una espectacular persecución aérea, la incomunicación, el hijo manejándose y orientándose bien en soledad, noches frías y pinturas rupestres… un batiburrillo algo estrafalario. Una vez cazado, nuestro protagonista se despertará en un nido, como un polluelo más, y los protegerá del ataque de unos potentes tigres, o al menos lo intentará, gesto que será recompensado por la gigantesca ave, que parece un buitre. La enorme ave protegerá a Kitai cuando éste desfallezca y caiga rendido, a merced de una nueva helada. Un enorme pájaro que hará un enorme sacrifico para evitar que el chico muera congelado. Un humano adoptado por un ave. Bonita escena y afortunado chaval. El plano subjetivo donde vemos a Kitai siendo arrastrado es brillante.



Cypher (Will Smith) seguirá con su tono frío, el mensaje que le manda a su mujer no puede ser más escueto y gélido. Will Smith está antipático, como si no quisiera hacer nada que quitara protagonismo a su hijo, se pasa la película con rostro enfadado y poniendo boca de piñón con gesto trascendente. No es precisamente su mejor papel, pero su carisma solventa la papeleta con solvencia.




A pesar de sus apuros, Kitai hará un último esfuerzo al encontrar por fin la cola del avión. Todo esto nos puede recordar a la serie “Perdidos”, donde también el avión de los accidentados se dividió en dos y la cola quedó a gran distancia de la parte delantera, hay ciertos paralelismos de planteamiento. Por supuesto Kitai tendrá su enfrentamiento con el Ursa desaparecido, el clímax a su viaje de madurez, su Moby Dick, que tendrá lugar en la cima de una montaña, el lugar adecuado para lanzar la baliza. Las estalactitas y estalagmitas del interior de la cueva casi nos llevan al mundo de “Superman” (Richard Donner, 1978). En la cima nuestro protagonista alcanzará el nirvana, perderá el miedo y ajusticiará, logrando la fantasmación, al Ursa… todo esto con unos efectos especiales mejorables, por ejemplo en el salto final del chico. Así Kitai lanzará la baliza y salvará a su protector, y a sí mismo, como ocurría en “El bosque”. De esta forma nuestros amigos dejarán la Tierra atestada de ballenas, para regresar sanos y salvos.




El final nos deja una simpática broma, para distender, cuando el obseso Kitai decida que quiere trabajar mejor con su madre antes que seguir con su carrera de ranger, lo que satisfará a su padre, que seguirá su mismo camino e incluso le despertará una sonrisa, algo que el personaje de Will Smith no regala con asiduidad. El padre lo recibirá con un bello gesto, levantándose, a pesar de sus heridas, para realizar un saludo militar. En contraste su hijo le dará un abrazo. El círculo cerrado, Cypher pasa, por fin, de superior a padre.





Kitai: Papá, quiero trabajar con mamá.

Cypher: Yo también.


Innegablemente la película sirve para pasar un buen rato, pero queda perjudicada porque del director se espera mucho más y porque tampoco parece decidirse al puro entretenimiento, metiendo de forma soterrada elementos trascendentes, cuando no místicos o pretendidamente profundos, lo que acaba resultado algo ridículo y lastrando el resultado final. Muy discreta, anodina.


 



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