La muerte siempre está ligada al cine de Shyamalan,
vinculando e influyendo en los personajes, cuando no íntimamente relacionados
con ellos. “El sexto sentido” (1999), no hace falta explicar por qué; “Señales” (2002) y la
muerte de la esposa de Mel Gibson; la amenaza y la necesidad de salvar una vida
agonizante en “El bosque” (2004) y esta “After earth”; los suicidios en masa en ”El
incidente” (2008)… Una muerte sobre la que los personajes deberán aprender y
madurar, asumir siempre, logrando la paz cuando lo consiguen (“El sexto
sentido”, “Señales”…).
Shyamalan además plantea y estructura sus historia
generalmente con dos mundos paralelos que coexisten, a veces se interrelacionan,
en otras entran en conflictos que unas veces son irresolubles (“Señales”) y otras
se acaban solucionando (“El sexto sentido”). Así, muertos y vivos convivirán en
“El sexto sentido”; los extraterrestres pretenden invadirnos en “Señales”; en
“La joven del agua” (2006) un personaje de cuento, una ninfa, llega a nuestro mundo;
en “El protegido” (2000) Bruce Willis descubre que es especial; en “El bosque” la
comunidad protagonista vive ajena al resto del mundo y en esta “After Earth”
volvemos a una Tierra distinta tras luchar contra alienígenas en otro planeta…
El agua es un elemento casi imprescindible en el cine de
Shyamalan, como la columna vertebral de esa pasión por la naturaleza del
director. El agua será la kryptonita del protagonista de “El protegido”; a su
vez será la salvación para los protagonistas de “Señales”, ya que los aliens no
la aguantan; en “La joven del agua” no hace falta ni explicarlo, incluso está
en el título; en “Airbender, el último guerrero” (2010), será una de las “naciones”;
aquí en “After Earth” aparecerá en varias ocasiones, en una salvará de la
persecución de los monos a Kitai, posteriormente será clave en la maduración final de
los dos protagonistas. Cypher contará su
experiencia cuando logró la fantasmación por primera vez, fue en el líquido
elemento. Katai también tendrá su baño poco antes de lograr la suya. El agua en
la película que nos ocupa está tremendamente presente, relatos, ríos, cascadas,
lluvia… En un viaje por el río Kitai hablará con su hermana (o sea consigo
mismo, pero personificado en su hermana), negándose a seguir, evadiéndose de su
responsabilidad, pero finalmente respondiendo a su deber.
Todo ha evolucionado en la Tierra para matar a los humanos,
Kitai tendrá el sable de su padre como arma. Puede haber algo metalingüístico
en ese hecho de que Will Smith ceda el peso de la función a su hijo, sumado al
comentario de su futura jubilación en la película, dándole el testigo, aunque
el chaval está a años luz del carisma y saber hacer del padre. Con todo el
chico está correcto. También hay una lectura vital, el padre que guía a su hijo, pero es éste el que debe volar solo para madurar.
Es muy interesante la idea y la forma en que Cypher guía a
su hijo, hay cierta insinuación religiosa. Cypher tendrá cámaras que le
permitirán ver cada paso de su hijo, para advertirle, incluso antes de que él se
dé cuenta, de cualquier peligro o circunstancia importante. Así, como
si de un Dios se tratara, Chyper controlará cada paso de su hijo y discípulo.
El hijo le pedirá y necesitará de su guía y ayuda, pero en un momento dado la
comunicación se interrumpirá por problemas técnicos. Aquí asistimos al silencio
de Dios, un hijo suplicando a su padre que no puede comunicarse con él.
Finalmente, en el último tercio, padre e hijo se comunicarán instintivamente,
convirtiéndose en uno solo, cuando el hijo siga las órdenes de su padre sin
poder oírlas, previo paso a su madurez y conclusión de su misión… con éxito. En
la secuencia final será Kitai el que logre comunicarse con su padre, pero él no
sabe si lo logra ya que no le llega respuesta, nuevamente el silencio de dios,
oyendo las súplicas, pero sin dar una contestación explícita, quizá la dé de
otra forma, ya que en ese momento padre e hijo se fundirán en uno y por
intuición el chico irá siguiendo las instrucciones de su padre sin que pueda
oírlas en realidad. Una bella idea.
Habrá una broma en este sentido cuando el hijo vea una
tarántula en su mano y tenga que espantarla, sin que su padre se dé cuenta…
Creando desconfianza nada más empezar. El cuerpo en la Tierra se siente más
pesado. Las rutinas y costumbres, como poner la rodilla en suelo para centrarse
y demás, resultan a veces algo pedantes.
Los animales se han hecho con el control absoluto del
planeta, lógico, una abundancia exuberante. Disfrutando de nuestra ausencia. El
relato se dirige, como es normal, hacia la aventura, con el viaje que Kitai debe
emprender, lo que nos dará algunas escenas de acción dentro de ese tono místico
que subyace en la obra. La escena con los monos es forzada y rodada de forma algo floja, usando el montaje para evitarse problemas, siempre hay un corte en el
momento oportuno, justo cuando parece que los simios van a coger a nuestro
protagonista. Resulta incoherente que los monos, siendo más rápidos y más
numerosos, no lo alcancen, sobre todo porque poco antes oímos que Kitai sentía
su cuerpo más pesado para más inri.
El agua salvadora dejará un regalito, una sanguijuela que
provoca una reacción alérgica mortal en el joven. Kitai seguirá a duras penas
las instrucciones de su padre para inocularse un antídoto, será en este momento
cuando nos situemos en el inicio de la película, cuando vimos a Kitai casi
inconsciente llevándonos al flashback, algo que se antoja bastante gratuito.
Finalmente Kitai renacerá y se recuperará.
Para aumentar la tensión Shyamalan recurrirá a típicos recursos
de guión, la herida del padre empeorando, los viales de oxígeno rotos y por
tanto más limitados, Kitai mermado y apremiado por la helada nocturna… El hijo
mentirá acerca de los viales que le quedan.
La historia de la primera fantasmación de Cypher (Will
Smith), con el agua como protagonista, como comenté, será en un plano muy
sostenido, aunque se intercale algún plano de Kitai (Jaden Smith).
“El miedo no es real. El único lugar donde puede existir el
miedo es en nuestros pensamientos sobre el futuro. Es producto de nuestra
imaginación”.
“El peligro es muy real, pero el miedo es una opción”.
Se ha comentado y hablado sobre que la película podría tener un mensaje subyacente a favor de la cienciología, especialmente por el hecho de estar Will Smith implicado, la verdad es que lo desconozco, pero lo que sí se aprecia son ciertos toques místicos. En este sentido Kitai dará un salto de fe, literalmente, para reducir el tiempo que le permita llegar a la nave, ya que al haber roto los viales no sería factible. Todo esto contradiciendo a su padre. Será a partir de aquí cuando pierda, precisamente, contacto con él, algo que relaciona, defiende y subraya la concepción religiosa, antes mencionada, con el padre como dios. Este acto de fe y rebeldía será un desahogo para el hijo, que verbalizará, por fin, lo que lleva dentro, las recriminaciones contra su padre, su ausencia soportada todos esos años.
La pequeña trama con la gigantesca ave, ya que Shyamalan
sustituye naves por pájaros gigantes en esa pasión suya por la naturaleza,
tiene algunos elementos simpáticos. Todo comenzará con una espectacular
persecución aérea, la incomunicación, el hijo manejándose y orientándose bien
en soledad, noches frías y pinturas rupestres… un batiburrillo algo
estrafalario. Una vez cazado, nuestro protagonista se despertará en un nido,
como un polluelo más, y los protegerá del ataque de unos potentes tigres, o al
menos lo intentará, gesto que será recompensado por la gigantesca ave, que
parece un buitre. La enorme ave protegerá a Kitai cuando éste desfallezca y
caiga rendido, a merced de una nueva helada. Un enorme pájaro que hará un
enorme sacrifico para evitar que el chico muera congelado. Un humano adoptado
por un ave. Bonita escena y afortunado chaval. El plano subjetivo donde vemos a
Kitai siendo arrastrado es brillante.
Cypher (Will Smith) seguirá con su tono frío, el mensaje que
le manda a su mujer no puede ser más escueto y gélido. Will Smith está
antipático, como si no quisiera hacer nada que quitara protagonismo a su hijo,
se pasa la película con rostro enfadado y poniendo boca de piñón con gesto
trascendente. No es precisamente su mejor papel, pero su carisma solventa la
papeleta con solvencia.
A pesar de sus apuros, Kitai hará un último esfuerzo al
encontrar por fin la cola del avión. Todo esto nos puede recordar a la serie
“Perdidos”, donde también el avión de los accidentados se dividió en dos y la
cola quedó a gran distancia de la parte delantera, hay ciertos paralelismos de
planteamiento. Por supuesto Kitai tendrá su enfrentamiento con el Ursa
desaparecido, el clímax a su viaje de madurez, su Moby Dick, que tendrá lugar en la cima de
una montaña, el lugar adecuado para lanzar la baliza. Las estalactitas y
estalagmitas del interior de la cueva casi nos llevan al mundo de “Superman”
(Richard Donner, 1978). En la cima nuestro protagonista alcanzará el nirvana,
perderá el miedo y ajusticiará, logrando la fantasmación, al Ursa… todo esto
con unos efectos especiales mejorables, por ejemplo en el salto final del
chico. Así Kitai lanzará la baliza y salvará a su protector, y a sí mismo, como
ocurría en “El bosque”. De esta forma nuestros amigos dejarán la Tierra atestada de
ballenas, para regresar sanos y salvos.
El final nos deja una simpática broma, para distender,
cuando el obseso Kitai decida que quiere trabajar mejor con su madre antes que
seguir con su carrera de ranger, lo que satisfará a su padre, que seguirá su
mismo camino e incluso le despertará una sonrisa, algo que el personaje de Will
Smith no regala con asiduidad. El padre lo recibirá con un bello gesto,
levantándose, a pesar de sus heridas, para realizar un saludo militar. En contraste
su hijo le dará un abrazo. El círculo cerrado, Cypher pasa, por fin, de superior
a padre.
Cypher: Yo también.
Innegablemente la película sirve para pasar un buen rato,
pero queda perjudicada porque del director se espera mucho más y porque tampoco
parece decidirse al puro entretenimiento, metiendo de forma soterrada elementos
trascendentes, cuando no místicos o pretendidamente profundos, lo que acaba
resultado algo ridículo y lastrando el resultado final. Muy discreta, anodina.
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