Otra muestra de la maestría del gran Jules Dassin. Otra vez
enmarcada en el cine negro, pero desde una óptica bien distinta. Con esta cinta
Dassin encadenó cuatro títulos de cine negro verdaderamente excelentes y
distintos entre sí, la concepción sumamente documentalista y realista de la que
nos ocupa en 1948; la fatalidad alegórica y también realista de “Mercado de ladrones” (1949), una perfecta evolución; el destino fatal y expresionista de
la negrísima, desoladora y pesimista “Noche en la ciudad” (1950); y la
deslumbrante, rigurosa, detallada y, por supuesto, también pesimista recreación
de un robo por parte de ladrones de guante blanco en la sublime “Rififí”
(1955).
La ciudad, el decidido camino hacia un destino fatal de sus
protagonistas, el entorno opresivo que acaba haciendo sucumbir a sus
personajes, las variantes estéticas, el compromiso social, el realismo de
fondo… Todo ello tienen en común estas obras tan dispares aparentemente aunque
englobadas en el mismo género y realizadas de forma consecutiva.
A Dassin le quedaba poco para tener que irse de Estados
Unidos por causa de la Caza de Brujas del senador McCarthy, pero su inspiración
estaba a pleno rendimiento.
Aquí nos cuenta una historia sobre un asesinato cometido a
una bella joven que sirve de excusa para que veamos con precisión y estilo
documental los procedimientos policiales de investigación para alcanzar a los
culpables, todo guiado por una voz over omnisciente del productor de la cinta,
una de las peculiaridades de la película, y por los policías protagonistas, el
estupendo Barry Fitzgerald como el veterano, y Don Taylor como el novato y
voluntarioso.
La clave de la película y principal intención del director
es la de hacer de Nueva York un personaje más. Una ciudad que fascinaba a su
director como evidencia en la cinta. Todo esto, y otras cosas más, nos las
cuenta nuestro narrador y guía personal, el productor Mark Helliger, que estará
omnipresente durante la narración. Él nos dará los nombres de los principales
participantes y creadores del film, ahorrándonos los títulos de crédito.
Otra de las peculiaridades de “La ciudad desnuda”, que
también nos cuenta nuestro narrador, es que nada de lo que veremos estará
rodado en estudio, y podemos dar fe de ello. Gran parte de la narración es en
las calles de la ciudad, rodeados de la gente de a pie que miran sorprendidos a
los actores en muchas ocasiones, así como los interiores dan a las verdaderas
calles de la ciudad, siendo estos casas y habitaciones de los edificios de la
misma. Todo en aras de dar mayor realismo en ese estilo documental influido
por el neorrealismo, como confesó el propio Dassin… Todo ello en un relato de
cine negro puro, sin tener nada de la estética habitual del género, sus
claroscuros, sus juegos de luces y sombras etc. como exploraría en “Noche en la ciudad”, por ejemplo.
En muchas ocasiones llegamos a confundir si estamos ante un plano documental de ambiente o hay algún actor involucrado que pasa como uno más sin subrayado, integrando ficción y realidad en un mismo plano.
En muchas ocasiones llegamos a confundir si estamos ante un plano documental de ambiente o hay algún actor involucrado que pasa como uno más sin subrayado, integrando ficción y realidad en un mismo plano.
La voz over, redundante en ocasiones, especialmente en el
inicio, nos habla de la vida en la noche mientras Dassin nos va mostrando
estampas de esa vida, de la gente que trabaja en ella cuando la actividad
parece cesar, un retrato realista y social, apegado a ciertas inquietudes de
Dassin, sin bien es cierto que muchos de los conceptos más sociales que
albergaba la cinta parece ser que fueron eliminados en el montaje final. Gente
que se divierte en el trabajo, otra que protesta… y otra que asesina.
El talento visual de Dassin se desmanda desde el mismo
inicio, como ejemplo ese encadenado del grifo de la bañera en la casa de la
joven asesinada a la manguera del camión de la basura que limpia las calles.
Una perfecta unión simbólica sobre el acto cometido y la opinión que le merece
al director. Acto seguido tenemos una de las escenas más brillantes de la
película, el asesinato de uno de los asesinos a manos del otro (eran dos los
asesinos que mataron a la chica). Una escena en un plano único, con el asesino
agresor de espaldas, sin mostrarnos su rostro, tras unas cuerdas en el muelle y
que Dassin ocultará pudorosamente en el momento de la agresión, cometiéndose
ésta tras un bolardo.
También oiremos algunas otras voces en off que reflejan
pensamientos de gente anónima de la ciudad, pero será muy ocasional y tan solo
en este inicio.
Tras toda esta introducción la película se centrará en el
caso de la chica asesinada, una vez el cuerpo es encontrado por su asistenta.
Aquí empezaremos a conocer a nuestros protagonistas y Dassin nos mostrará con
detalle, uno de los rasgos autorales del director como comprobaremos en
“Rififí”, los modos y el trabajo de la policía en un caso de homicidio, la
búsqueda de huellas dactilares, los interrogatorios, las pistas, los indicios y
cómo se tratan estos, el seguimiento de la investigación paso a paso y con
precisión, como si de C.S.I se tratara. Todo perfectamente mostrado y descrito.
Dassin recurrirá a la clásica relación entre el veterano y
el novato para sus dos policías protagonistas, Fitzgerald con su habitual
sentido del humor y el bueno de Don Taylor con su cara de ingenuo aprendiz. Esta relación puede recordar de alguna forma,
guardando las distancias, a la que Akira Kurosawa mostraría en “El perro rabioso” (1949).
En el interrogatorio a la asistenta tendremos un buen
ejemplo de dirección clásica y precisa por parte de Dassin, planos generales
que pasan a cortos cuando dicho interrogatorio se centra en la asistenta, para
posteriormente alejarse cuando este cese e intervengan otros personajes, sin
movimientos de cámara, desde el montaje.
Howard Huff interpreta a Frank Niles, un mentiroso
patológico y tremendamente vanidoso delincuente de tres al cuarto que gusta de
aparentar y seducir ingenuas jóvenes, como le ocurrió a la joven asesinada y a
su inconsciente prometida, Ruth Morrison, interpretada por Dorothy Hart. El
cúmulo de mentiras que es capaz de decir este hombre, y que según las
descubramos iremos avanzando para la resolución del caso, es asombrosa, hasta
el punto de provocar la sonrisa. Muy avispado no es. Un buen personaje.
Todo esto está relacionado con la investigación y sus
distintas aristas, sospechosos, interrogatorios, testigos posibles,
comprobación de datos, seguimiento de rastros, autopsias… En medio de todo esto
tendremos tiempo para un poco de humor con la escena de esa loca testigo que
dice tener información de cualquier caso, algo con lo que la policía se
encuentra a diario. Algo parecido vemos en “Brigada 21”, otra cinta que muestra
la vida cotidiana de una comisaría. También veremos testigos falsos y falsas
confesiones, otros aspectos con los que debe tratar a diario la policía y que
lastra su función. Un retrato veraz y fidedigno del trabajo policial en todos
los ámbitos.
La narración se vertebra en un pilar claro, la fusión entre
la vida cotidiana en la ciudad, las estampas de dicha vida (gente en el metro,
en sus trabajos, por las calles…), un caso de asesinato y cómo influye lo uno
en la otra.
Sobre los aspectos de la vida cotidiana Dassin no se
resistirá a mostrar los de la joven pareja que forman Halloran y su mujer, lo
que sirve a la perfección para señalar cómo influye también la vida de un
policía en la rutina familiar. La mujer de Halloran está interpretada por Anne
Sargent.
El metódico análisis de todo el proceso policial nos lleva
también a duros momentos como el reconocimiento que los padres deben hacer de
su hija asesinada, un momento que Dassin rodará en un picado muy marcado y
lejano, con la idea de mostrarse discreto a la par que subrayar el intenso
momento. Luego los padres y los policías se dirigirán al muelle, a un lugar muy
parecido a donde el asesino mató a su compinche, aunque ahora el ambiente no
será brumoso y podremos disfrutar, en unos magníficos planos, del puente de
Brooklyn, algo que nos puede recordar a “Manhattan” (Woody Allen, 1979). Un
lugar que parece un vínculo con la muerte, es el lugar de un asesinato y donde
padres y policías conversan tras ver el cadáver de la hija de los primeros.
Habrá otro picado, algo después, sobre los cansados y decepcionados policías,
un respetuoso plano solidario que también expresa la frustración reinante. Este
uso de los picados abriendo escenas será un recurso utilizado por Dassin en
varias ocasiones, además de las mencionadas tenemos otro ejemplo en la escena
donde el detective Dan Muldoon, solitario, mira por su ventana de la oficina a
unos niños que juegan en la calle, de hecho será un doble picado, ya que la
presentación de la escena con la oficina y el propio Dan también es en picado.
Dedicada a mi amigo Pepe William Munny, algo que me satisface enormemente.
Qué fotografía!!!
ResponderEliminarMe ha gustado muchísimo!!!
Gracias sensei!!
Gracias a ti Reina, me alegro mucho.
Eliminar