Una de las últimas grandes películas que el gran Roberto
Rossellini regaló al cine. Una cinta que mezcla perfectamente su gusto por la
ficción con su gusto por el neorrealismo, estilo del que fue principal
precursor y exponente. Una cinta de encargo, que no interesaba al director, ya que pensaba que había tratado temas similares en obras anteriores y a la que
consideró como un título alimenticio, pero que está dentro de las más
destacadas de la filmografía del gran maestro italiano. Lástima que el gran
Rossellini encauzara sus pasos poco después hacia la televisión.
Como en “Roma, ciudad abierta” (1945) y “Alemania, año cero”
(1948), Rossellini vuelve a la II Guerra Mundial con una cinta menos desnuda
que las mencionadas y donde la intriga y la ficción quizá tienen más
importancia, la historia del general de la Rovere está basada en una novela del
periodista Indro Montanelli, que en sus predecesoras, más preocupadas por
retratar un momento y una sociedad al desnudo que en otras circunstancias. Quizá para
Rossellini todo esto quedaba algo lejos, la II Guerra Mundial, ya había contado
todo lo que tenía que contar y las inquietudes que impulsaron las dos obras
maestras mencionadas ahora quizá no se tenían. Lo curioso es que el talento no
conoce de impulsos o motivaciones y cuando la historia es buena y la cuenta un
buen director siempre saldrá una buena película, aunque sea de encargo. Una
excelente película, como es el caso.
“El general de la Rovere” es una gran fusión y un juego de
contrastes que evolucionan. Vemos al nuevo Rossellini alejado del neorrealismo
combinado con el antiguo estilo neorrealista del director, vemos una primera
parte de comedia que se va convirtiendo en tragedia en la segunda, vemos a un
personaje mezquino y cobarde que pasa a ser un héroe…
Emanuele Bardone, un pícaro que sobrevive diciéndole a todo
el mundo lo que quiere oír, sacando el dinero a los pobres desamparados en una
situación límite como es la ocupación alemana en Italia para gastárselo en el
juego, que no duda en ponerse al lado de los nazis si considera que es lo que
más le conviene, es arrestado y obligado a hacerse pasar por un general
antifascista, el general de la Rovere. Gracias a sus dotes para la mentira y su
falta de escrúpulos, los alemanes ven en él a la persona adecuada para localizar
a un líder de la Resistencia que permanece anónimo entre los presos. La
estancia en prisión y el contacto con los presos transformará a Bardone.
El personaje que interpreta excepcionalmente Vittorio De
Sica es casi metalingüístico, un humorista pícaro que acaba adquiriendo
consciencia de la cruda realidad, aspectos ambos que trató en su filmografía como director,
desde la comedia desenfada al neorrealismo más duro.
Camisas negras cantando, carteles de pena de muerte, descripción
de la miseria reinante, escombros, bombardeos, una cuidad casi destruida, toque
de queda, estado militar… así inicia la película Rossellini y en este contexto
presentará a su protagonista, que deambula como ajeno a todo ello, Bardone
(Vittorio De Sica). El uso de los travelling de Rossellini es magistral,
veremos muchos durante la cinta para nuestro deleite, como un primer ejemplo
tenemos ese en la presentación de De Sica que lo sigue atento para abandonarlo
ante una pintada en la pared que reza “Vincere”. Que De Sica pase al lado de
este cartel sin prestarle atención y que Rossellini interrumpa su seguimiento
ante él, es una declaración de intenciones del director y el comienzo de esa
travesía que el personaje de Bardone hará durante la narración, ahora ajeno, al
final completamente entregado a la causa.
Iremos descubriendo la verdadera cara de Bardone cuando
ayude a unos oficiales alemanes con su pinchazo, es un “bienqueda”, sabrá
tratar al coronel alemán hasta el punto de entablar una buena relación con él.
Se lamentará de la hostilidad italiana ante los alemanes y dará su apoyo a
éstos… No sabemos hasta qué punto es cierto lo que dice y no deja de ser
comprensible en esa situación, mera supervivencia, pero poco a poco
descubriremos que Bardone tiene cualquier cosa menos escrúpulos y que creer no
cree en nada más que en sí mismo y en el dinero que pueda conseguir para saciar
su ludopatía. Es capaz de renunciar a su origen y realizar el saludo nazi
sin que se le mueva un solo pelo de la cabeza. Al bueno de Bardone todo el
mundo le conoce como “El Coronel”, un título autoimpuesto.
Este pícaro, característica muy dada y de gran tradición aquí en
España también, se dedica a sacar el dinero de los pobres desgraciados que
confían en él para que gestione a favor de sus parientes presos, como el
abogado Borgesio, por ejemplo, hace para que libere a su hijo, y así poder
gastárselo jugando, su gran afición. Bardone es carismático, charlatán, mentiroso,
con don de gentes, manipulador, embaucador, seductor… así se entiende que tenga
en su cama a la voluptuosa Valeria (Sandra Milo).
Veremos a Bardone comer un caramelo en varias ocasiones, lo
vimos al inicio, en el travelling de su presentación y luego cuando la buena de
Valeria lo abandone y no crea sus idílicas promesas. Caramelo tentador que le
ofreció a la chica, como la serpiente en el paraíso. Toda esta escena, donde
intentará que su amante le dé sus joyas para empeñarlas y así pagar sus deudas,
al final sólo tendrá un anillo falso que regaló a Valeria haciéndolo pasar por
una joya valiosísima, un zafiro oriental, está rodada en un solo plano. El
talento, la seguridad narrativa y de puesta en escena de los grandes maestros
clásicos.
Una de las escenas más brillantes, sobre todo técnicamente,
la tenemos en ese otro travelling que sigue a De Sica en su entrada en la
comandancia alemana en Génova que va retratando el entorno y lo que allí
sucede. Las espera, la burocracia alemana, los casos de las mujeres que
preguntan por sus maridos, una de ellas de especial importancia en la trama… Un
largo y magistral travelling.
Bardone seguirá con su hipocresía habitual, su papelón, su
fingimiento para sacar beneficio. Intentará colocar el anillo falso al teniente
con el que tiene amistad, se ofrecerá a ayudar a la visceral mujer que pide por
su marido militar, no a la anterior porque no era tan atractiva, nuestro
protagonista es un mujeriego empedernido. Su captación de “clientes” no cesa
nunca, así que dará rienda suelta a su verborrea y actuación con esa mujer y su
madre, dándoles falsas esperanzas de poder liberar a su marido. Otro gran
detalle de puesta en escena lo tenemos cuando interrumpa su actuación para
salir a hablar con el abogado Borgesio (para intentar colocarle el anillo
también), lo que veremos también en un solo plano desde el punto de vista de
las mujeres. Estos detalles crueles y con humor casi remiten al esperpento
valleinclanesco.
Otro de los ejemplos del enorme talento que tiene Rossellini
y del que podemos disfrutar en la cinta está en los expresivos y adecuados
primeros planos. Al comentar la joven esposa que en su casa siempre se bebe
café auténtico, un lujo en esos tiempos, tendremos un primer plano de De Sica
repleto de significación, un simple primer plano que nos dice a la perfección
cómo es esa persona, qué piensa y qué significa lo que ha dicho la mujer. Es
una familia adinerada, como dirá poco después ella misma, y nuestro
protagonista huele carnaza. Mientras su gestión con las notables damas da
sus frutos deberá intentar colocar su
falso zafiro, lo que no será fácil hasta encontrarse con Olga (Giovanna Ralli), otra de sus amantes,
ésta desgraciadamente enamorada de él y que trabaja en un burdel, que le dará
todos sus ahorros con tal de que no vuelva a verla. La aceptación de ese dinero
de Bardone define al personaje una vez más, a pesar de su gesto de abatimiento,
que parece más consecuencia de verse descubierto que por el hecho en sí. No es
capaz de la empatía nuestro mujeriego y seductor amigo. Es viejo conocido del
burdel. Con todo, el gesto de rechazar el cheque de Olga muestra unos peculiares
y particulares principios en Bardone.
No tardará en dilapidar las 30 mil liras en el juego. La
adicción, la irresponsabilidad. Un dechado de cualidades, un antihéroe total
que en realidad ahora es un simple villano de tres al cuarto.Un personaje del hampa más, lo que lo emparenta con Valle-Inclán de nuevo.
El bombardeo y la muerte del general de la Rovere darán un
giro a la trama, hasta ahora centrada en la picaresca y el mundo del hampa en
el que se maneja Bardone. La historia cogerá por otros derroteros de intriga
bélica.
He comentado esa mezcla que hace Rossellini en esta
película, esa fusión de retrato realista con la intriga de ficción, esto se
recalca de forma extraordinaria en el manejo de los planos y escenas
documentales que además acentúan la plena coherencia con la trama y el
personaje principal, un “actor” a tiempo completo. Dos escenas son
representativas de esto, una donde se nos muestran imágenes documentales de las
consecuencias del bombardeo y se mezclan con decorados en Cinecitta, donde
aparecerá Bardone (De Sica), para entrevistarse con la adinerada y joven esposa
del militar detenido. La otra, aún más clarificadora, cuando vemos más imágenes
documentales de paisajes nevados, retratos costumbristas y cotidianos,
desoladores también, paseos, mal tiempo, limpiando la nieve a paladas… para
descubrir acto seguido que son transparencias al ver a un sospechoso personaje,
miembro de la Resistencia, aparecer por delante de dichas imágenes. La fusión
perfecta entre el realismo y la representación, la ficción. Perfecto uso del
metalenguaje, un diálogo entre la realidad y la representación. Esto entronca,
como explico, con el personaje principal, que ha hecho de su vida una farsa,
una actuación, pura y dura representación, que cuando la encauce como es debido,
paradójicamente, lo redimirá.
Bardone seguirá explotando su faceta de actor para intentar
sacar todo el dinero posible a la joven esposa del militar una vez perdió el
dinero conseguido jugando. Esto le reportará, momentáneamente, 100 mil liras.
Con ese dinero, por supuesto, no hará nada en favor de la desdichada mujer, pero
gracias a su vis cómica y talento interpretativo sí conseguirá que el hijo del
abogado Borgesio no sea trasladado, beneficiándose de la simpatía que despierta
en el coronel alemán con el que se encontró al inicio en la escena del pinchazo
y que hará las gestiones pertinentes. El travelling que se acerca al rostro del
teniente parece indicar sospecha, pero eso no irá a ningún lado, por lo que
seguramente la intención es transmitir cierto desapego y celos al verse
sustituido por su superior en las atenciones y peticiones de Bardone.
El concepto mencionado de “interpretación”, para la forma de
moverse de Bardone, se hace aún más patente con detalles como repetir las mismas
frases que el coronel le dijo a él en la escena anterior, cuando habla con el
abogado Borgesio. Un actor con una evidente comicidad.
“No me gustan los agradecimientos ni las bendiciones”.
Dedicada a Juan Manuel Rodríguez, un honor leerte todos los días.
Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarTremendo neorealismo, eh? Siempre me ha costado ver esas pelis.
Es el b/n más descarnado.
Gracias sensei! Esperando la segunda parte!!
Un beso!
Siempre se disfruta del blanco y negro, ¿verdad? Cierto que el juego que se le saca a algo tan aparentemente limitado como el blanco y negro es fascinante, lo distinto que es.
EliminarUn beso, Reina.