jueves, 31 de mayo de 2012

Crítica: LOS VERDUGOS TAMBIÉN MUEREN (1943) -Parte 1/2-

FRITZ LANG










Uno de los más grandes directores de todos los tiempos, de lleno en el Top 5 a poner en el sitio que cada uno crea conveniente, pero no todo lo valorado que debiera, nos trae esta estupenda obra englobada en el género “antinazi”, que tantos títulos nos dejó en los 40, perteneciente a la tetralogía que sobre este tema rodó el genio vienés.

Dentro de la magistral etapa americana del maestro (siempre existirá el estúpido, y en ocasiones patético, debate sobre qué etapa es mejor, si la alemana o la americana, como si no fueran magistrales ambas…), Fritz Lang rodó o frecuentó distintos tipos de películas reagrupables en cuando a su temática o género, aunque toda su filmografía, sean las películas alemanas o americanas y sean del género que sean, cine negro, western, thrillers, suspenses psicológicos… mantendrá sus constantes de autor en todo momento perfectamente destacadas y discernibles.


La cinta que nos ocupa es la segunda de temática antinazi, tras “El hombre atrapado” (1941) y justo anterior a “El ministerio del miedo” (1944). Esta magnífica tetralogía de película antinazis se cerraría con “Clandestino y caballero” (1946).

Para el guión de esta obra extraordinaria contaría con la colaboración de Bertolt Brecht, a quien el director admiraba mucho y con el que siempre quiso trabajar, es más, manifestó que en alguna película había seguido las fórmulas didácticas de Brecht, en concreto en la película “You and me” (1938), una presencia que sin duda se nota en la cinta, ya que algunos planteamientos difieren de los clásicos de Lang, por ejemplo del protagonismo del individuo, aquí, como no podía ser de otra forma tratándose de Brecht, sustituido por la comunidad que aúna voluntades y esfuerzos comunes para lograr un propósito.


El estilo geométrico de Lang se hace presente desde los primeros planos en la reunión nazi. Una geometría muy germánica, un pasillo perfectamente ordenado para que pase Heydrich, los planos donde se resalta el cuadro de Hitler, la presencia que todo lo sobrevuela…

Los detalles visuales del cine de Lang no tienen fin, desde sus mismos inicios sorprendía por su inventiva y originalidad, como muestra el encadenado del coche de Heydrich al coche que espera a nuestro protagonista.


Magnífica la escena por las calles de Praga, los travellings, las panorámicas… que crean un suspense excelente, magníficamente rodado, sacando un juego extremadamente brillante a los puntos de vista (cuando Brian Donlevy se esconde en un portal oscuro que divide la pantalla y vemos fuera, en la calle, a la policía que lo busca…), y además que sirve de retrato de las carencias y la miseria social en la ciudad.



Otro detalle visual, así de inicio y en la misma escena para que vayamos abriendo el apetito cinéfilo, el reflejo de la chica en un charco de la calle que mira él, Karel Vanek, nuestro protagonista, que tendrá doble personalidad (Dr. Franticek Svoboda / Karel Vanek). Una mirada a través  de un chaco, no directa que anticipa su relación de ocultaciones y engaños con la chica para lograr un objetivo común.



El juego de luces y sombras, como no podía ser de otra manera en alguien que estuvo inmerso de lleno en los nacimientos del expresionismo alemán, es puro virtuosismo.

En el cine donde se oculta Vanek nos enteraremos y comprenderemos el porqué de su sospechosa actitud, Heydrich ha sido asesinado.



En la casa de la chica, Nasha Novtny, interpretada por Anna Lee, veremos cómo su madre teje una M, posible auto homenaje a su excepcional película de 1931. Veremos además la vida cotidiana de esa familia, al sensato padre interpretado por un siempre excelente Walter Brennan, un hombre que lucha por la libertad pero que ahora, por su familia, prefiere mostrarse precavido.

El ritmo y el sentido narrativo de Lang es excelso, todas las escenas tiene una tensión extrema, todas las escenas e incluso cada plano, al límite, al borde de estallar, una crispación, miedo y desconfianza que transmite perfectamente lo que era la vida en esa sometida ciudad, como en tantas otras. La psicosis, el valor, el sacrificio, la delación, la rebeldía… en esa sociedad checa.

Una tensión constante que es  transmitida por muy distintos motivos.

El cruce en la escalera entre el novio de Nasha, Jan, interpretado por Dennis O’Keefe, y Vanek (Brian Donlevy), es otra muestra de esa planificación geométrica, esa división, uno sube, otro baja, uno busca, el otro se esconde.

Lang nos continúa mostrando un mundo donde la mentira es casi un seguro de vida, algo de lo que se intentará sacudir la sociedad checa con un clímax de mentiras excepcional. También nos retrata la vida cotidiana, los cotilleos, la vida en familia…

Como en su etapa alemana, “Los verdugos también mueren” se acaba diversificando narrativamente de forma espectacular, amplificándose hasta límites insospechados, personajes que no paran de entrar incluso bien avanzada la película, tramas que se suceden unas a otras sin solución de continuidad, tramas además que se van creando en todo momento, pudiendo nacer en cualquier instante de la narración, un universo en expansión.


El talento de Lang se muestra en cada plano, en cada detalle, otro ejemplo lo tenemos en la escena de tortura para que la vendedora de verduras delate a  Nasha. En esa escena Lang usará un respaldo de una silla de madera en mal estado, que se cae con facilidad, como elemento de tensión, luego añadirá un uso maestro de la elipsis para sugerir que la delación y la tortura se han producido, el manejo de la crueldad mediante la elipsis… detalles de maestro excepcional. El plano siguiente, mediante la elipsis, nos confirma que la delación se produjo.


Lang siempre ha sido uno de los directores más exigentes y detallistas de la historia del cine, no en balde muchos de su colaboradores, supongo que los menos profesionales, aborrecían de su dedicación y excesiva presión y exigencia, un exceso de esmero. Esto lo notamos en el cuidado por los detalles, como los comentarios del policía alemán para que el padre de Nasha no se lleve la navaja de afeitar entre sus cosas o el que hace referencia a no mover la cabeza para contestar, donde se insinúa que el posible sufrimiento que padecerá podrá tentarle para suicidarse en el primer caso y una muestra de autoridad en el segundo…

 A esto podemos añadir el uso maestro de los objetos, las flores, la venda… el mechero, básico para la resolución de la cinta.




 






2 comentarios:

  1. El que no la haya visto, ya está buscándola.

    Un ejemplo de cómo las cosas se pueden contar con mucha más eficacia sin mostrarlo. En este caso, una tortura. El arte de la elipsis. Estúdiese.

    Dejo para mañana otro comentario que enlaza con el artículo de TDK del otro día.

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  2. Pura maestría.

    Mañana pasaré lista.

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